Romanos 14

Los débiles en la fe

1 Reciban al que es débil en la fe, pero no para entrar en discusiones.

2 Algunos creen que está permitido comer de todo, pero hay otros, que son débiles y que sólo comen legumbres.

3 El que come de todo, no debe menospreciar al que no come ciertas cosas, y el que no come de todo, no debe juzgar al que come, porque Dios lo ha aceptado.

4 ¿Quién eres tú, para juzgar al criado ajeno? Si éste se mantiene firme o cae, es un asunto de su propio amo. Pero se mantendrá firme, porque el Señor es poderoso para mantenerlo así.

5 Algunos creen que ciertos días son más importantes que otros. Otros consideran que todos los días son iguales. Cada uno está plenamente convencido de su propio pensamiento.

6 El que da importancia a ciertos días, lo hace para el Señor; y el que no les da importancia, también lo hace para el Señor. El que come, para el Señor come, porque da gracias a Dios; y el que deja de comer, lo hace para el Señor, y también da gracias a Dios.

7 Y es que nadie vive para sí, ni nadie muere para sí,

8 pues si vivimos, para el Señor vivimos, y si morimos, para el Señor morimos. Así que, ya sea que vivamos, o que muramos, somos del Señor.

9 Porque para esto mismo Cristo murió y resucitó: para ser Señor de los vivos y de los muertos.

10 Así que tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú también, ¿por qué menosprecias a tu hermano? ¡Todos tendremos que comparecer ante el tribunal de Cristo!

11 Escrito está:

«Vivo yo, dice el Señor, que ante mí se doblará toda rodilla,

y toda lengua confesará a Dios.»

12 Así que cada uno de nosotros tendrá que rendir cuentas a Dios de sí mismo.

13 Por tanto, no sigamos juzgándonos unos a otros. Más bien, propongámonos no poner tropiezo al hermano, ni hacerlo caer.

14 Yo sé, y confío en el Señor Jesús, que nada es impuro en sí mismo; pero si alguien piensa que algo es impuro, lo es para él.

15 Pero si tu hermano se siente agraviado por causa de lo que comes, entonces tu conducta ya no refleja el amor. No hagas que por causa de tu comida se pierda aquel por quien Cristo murió.

16 No permitan que se hable mal del bien que ustedes hacen,

17 porque el reino de Dios no es cuestión de comida ni de bebida, sino de justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo.

18 El que de esta manera sirve a Cristo, agrada a Dios, y es aprobado por los hombres.

19 Así que, sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación.

20 No destruyas la obra de Dios por causa de la comida. Todas las cosas son limpias; lo malo es hacer tropezar a otros por lo que comemos.

21 Lo mejor es no comer carne, ni beber vino, ni hacer nada que haga que tu hermano tropiece, o se ofenda, o se debilite.

22 ¿Tú tienes fe? Tenla para contigo delante de Dios. Dichoso aquel, a quien su conciencia no lo acusa por lo que hace.

23 Pero el que duda acerca de lo que come, ya se ha condenado, porque no lo hace por convicción; y todo lo que no se hace por convicción es pecado.

Romanos 15

1 Así que, los que somos fuertes debemos soportar las flaquezas de los débiles, en vez de hacer lo que nos agrada.

2 Cada uno de nosotros debe agradar a su prójimo en lo que es bueno, con el fin de edificarlo.

3 Porque ni aun Cristo se agradó a sí mismo sino que, como está escrito: «Las ofensas de los que te insultaban cayeron sobre mí.»

4 Las cosas que se escribieron antes, se escribieron para nuestra enseñanza, a fin de que tengamos esperanza por medio de la paciencia y la consolación de las Escrituras.

5 Que el Dios de la paciencia y de la consolación les conceda a ustedes un mismo sentir, según Cristo Jesús,

6 para que todos juntos y a una sola voz glorifiquen al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo.

El evangelio a los no judíos

7 Por tanto, recíbanse unos a otros, como también Cristo nos recibió, para la gloria de Dios.

8 Pues les digo que Cristo Jesús vino a ser siervo de los judíos para mostrar la verdad de Dios, para confirmar las promesas hechas a nuestros antepasados,

9 y para que los que no son judíos glorifiquen a Dios por su misericordia, como está escrito:

«Por tanto, yo te confesaré entre las naciones,

y cantaré salmos a tu nombre.»

10 Y en otra parte dice:

«Alégrense, naciones, con su pueblo.»

11 Y también dice:

«Alaben al Señor todas las naciones,

y exáltenlo todos los pueblos.»

12 Y otra vez dice Isaías:

«Se alzará la raíz de Yesé;

se levantará para gobernar a las naciones,

las cuales pondrán en él su esperanza.»

13 ¡Que el Dios de la esperanza los llene de todo gozo y paz en la fe, para que rebosen de esperanza por el poder del Espíritu Santo!

14 Estoy seguro, hermanos míos, de que ustedes mismos están llenos de bondad y de todo conocimiento, de tal manera que pueden amonestarse unos a otros.

15 Pero les he escrito con toda franqueza, como para hacerles recordar, por la gracia que Dios me ha dado,

16 para ser ministro de Jesucristo a los no judíos y ministrarles el evangelio de Dios, para que ellos sean una ofrenda agradable a Dios, santificada por el Espíritu Santo.

17 Tengo, pues, de qué gloriarme en Cristo Jesús en lo que a Dios se refiere.

18 Porque no me atrevería a contar sino lo que, de palabra y obra, Cristo ha hecho por medio de mí para la obediencia de los no judíos;

19 y esto mediante poderosas señales y prodigios, en el poder del Espíritu de Dios, de tal manera que desde Jerusalén y por los alrededores hasta Ilírico, todo lo he llenado del evangelio de Cristo.

20 Fue así como me esforcé por predicar el evangelio, no donde Cristo ya hubiera sido anunciado, para no edificar sobre fundamento ajeno,

21 sino, como está escrito:

«Aquellos a quienes nunca les fue anunciado acerca de él, verán;

y los que nunca han oído de él, entenderán.»

Pablo se propone ir a Roma

22 Por esto muchas veces no me ha sido posible ir a visitarlos;

23 pero como no me queda más tarea pendiente en estas regiones, y como desde hace muchos años deseo ir a verlos,

24 iré a visitarlos ahora que vaya a España. Espero verlos cuando pase por allá, y que me ayuden a continuar con mi viaje, luego de haber disfrutado de su compañía.

25 Pero ahora voy a Jerusalén para servir a los santos.

26 Macedonia y Acaya tuvieron a bien hacer una ofrenda para los pobres que hay entre los santos que están en Jerusalén,

27 pues les pareció que era lo correcto, y se sienten en deuda con ellos. Porque si los que no son judíos han sido hechos partícipes de las bendiciones espirituales, deben también compartir las bendiciones materiales.

28 Así que, cuando esto haya concluido y yo les haya entregado este fruto, pasaré a visitarlos de camino a España,

29 y sé que, cuando los visite, llegaré con la abundante bendición del evangelio de Cristo.

30 Pero les ruego, hermanos, por nuestro Señor Jesucristo y por el amor del Espíritu, que me ayuden con sus oraciones a Dios por mí,

31 para que sea yo librado de los rebeldes que están en Judea, y que la ofrenda de mi servicio a los santos en Jerusalén sea agradable,

32 para que, por la voluntad de Dios, llegue a ustedes gozoso y pueda descansar entre ustedes.

33 Que el Dios de paz sea con todos ustedes. Amén.

Romanos 16

Saludos personales

1 Les recomiendo a nuestra hermana Febe, diaconisa de la iglesia en Cencrea.

2 Les pido que la reciban en el Señor, como merecen ser recibidos los santos, y que la ayuden en cualquier cosa que necesite de ustedes, porque ha ayudado a muchos, y también a mí mismo.

3 Saluden a Priscila y a Aquila,mis colaboradores en Cristo Jesús,

4 que arriesgaron su vida por mí. Tanto yo como todas las iglesias de los no judíos les estamos muy agradecidos.

5 Saluden también a la iglesia de su casa. Saluden a mi amado hermano Epeneto, que fue el primer convertido a Cristo en Acaya.

6 Saluden a María, que tanto ha trabajado entre ustedes.

7 Saluden a Andrónico y a Junias, mis parientes y compañeros de prisiones; ellos son muy estimados entre los apóstoles, y se convirtieron a Cristo antes que yo.

8 Saluden a Amplias, a quien amo en el Señor.

9 Saluden a Urbano, nuestro colaborador en Cristo Jesús, y a mi amado hermano Estaquis.

10 Saluden a Apeles, un auténtico cristiano. Saluden a los de la casa de Aristóbulo.

11 Saluden a Herodión, mi pariente, y a los de la casa de Narciso, quienes están en el Señor.

12 Saluden a Trifena y a Trifosa, las cuales trabajan en el Señor. Saluden a la amada Pérsida, la cual ha trabajado mucho en el Señor.

13 Saluden a Rufo,escogido en el Señor, y a su madre, que es también la mía.

14 Saluden a Asíncrito, Flegonte, Hermas, Patrobas, Hermes y los hermanos que están con ellos.

15 Saluden a Filólogo y Julia, a Nereo y a su hermana, a Olimpas y a todos los santos que están con ellos.

16 Salúdense unos a otros con un beso santo. Todas las iglesias en Cristo los saludan.

17 Pero les ruego, hermanos, que se cuiden de los que causan divisiones y tropiezos en contra de la enseñanza que ustedes han recibido, y que se aparten de ellos.

18 Porque tales personas no sirven a nuestro Señor Jesucristo, sino a su propio vientre, y con palabras suaves y lisonjeras engañan al corazón de los ingenuos.

19 La obediencia de ustedes ha llegado a ser bien conocida por todos, lo que me llena de alegría por ustedes; pero quiero que sean sabios para el bien, e ingenuos para el mal.

20 Muy pronto el Dios de paz aplastará a Satanás bajo los pies de ustedes. Que la gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con ustedes.

21 Reciban saludos de mi colaborador Timoteoy de Lucio, Jasón y Sosípater, mis parientes.

22 Yo, Tercio, que escribí la carta, los saludo en el Señor.

23 Los saluda Gayo,que nos ha hospedado a mí y a toda la iglesia. Los saluda Erasto,el tesorero de la ciudad, y el hermano Cuarto.

24 Que la gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos ustedes. Amén.

Doxología final

25 Y al que puede fortalecerlos conforme a mi evangelio y a la predicación de Jesucristo, según la revelación del misterio que se ha mantenido oculto desde tiempos eternos,

26 pero que ahora ha sido revelado por medio de las Escrituras de los profetas, y que de acuerdo al mandamiento del Dios eterno se ha dado a conocer a todas las naciones para que obedezcan a la fe,

27 al único y sabio Dios, sea la gloria mediante Jesucristo para siempre. Amén.

Hechos 1

La promesa del Espíritu Santo

1 Estimado Teófilo, en mi primer tratadohablé acerca de todo lo que Jesús comenzó a hacer y a enseñar,

2 hasta el día en que fue recibido en el cielo, después de que por medio del Espíritu Santo, les dio mandamientos a los apóstoles que había escogido.

3 Después de su muerte, se les presentó vivo y, con muchas pruebas que no admiten duda, se les apareció durante cuarenta días y les habló acerca del reino de Dios.

4 Mientras estaban juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que les dijo: «Esperen la promesa del Padre,la cual ustedes oyeron de mí.

5 Como saben, Juan bautizó con agua, pero dentro de algunos días ustedes serán bautizados con el Espíritu Santo.»

La ascensión

6 Entonces los que estaban reunidos con él le preguntaron: «Señor, ¿vas a devolverle a Israel el reino en este tiempo?»

7 Y él les respondió: «No les toca a ustedes saber el tiempo ni el momento, que son del dominio del Padre.

8 Pero cuando venga sobre ustedes el Espíritu Santo recibirán poder, y serán mis testigos en Jerusalén, en Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.»

9 Después de haber dicho esto, ellos lo vieron elevarse y ser recibido por una nube, que lo ocultó de sus ojos.

10 Mientras miraban al cielo y veían cómo él se alejaba, dos varones vestidos de blanco se pusieron junto a ellos

11 y les dijeron: «Varones galileos, ¿por qué están mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ustedes han visto irse al cielo, vendrá de la misma manera que lo vieron desaparecer.»

Elección del sucesor de Judas

12 Entonces los apóstoles volvieron a Jerusalén desde el monte del Olivar, que dista de Jerusalén poco más de un kilómetro.

13 Cuando llegaron a Jerusalén, subieron al aposento alto, donde se hallaban Pedro, Jacobo, Juan, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Jacobo hijo de Alfeo, Simón el Zelote y Judas, el hermano de Jacobo.

14 Todos ellos oraban y rogaban a Dios continuamente, en unión de las mujeres, de María la madre de Jesús, y de sus hermanos.

15 Uno de esos días Pedro se puso de pie, en medio de los hermanos (que estaban reunidos y eran como ciento veinte), y dijo:

16 «Hermanos míos, tenía que cumplirse la Escritura, donde por boca de David se dice que el Espíritu Santo habló acerca de Judas, el que guió a los que prendieron a Jesús.

17 Nosotros lo considerábamos como uno de los nuestros, porque era parte de este ministerio.

18 Con lo que le pagaron por su iniquidad, Judas compró un campo; pero se cayó de cabeza y su cuerpo se reventó por la mitad, y todas sus entrañas se derramaron.

19 Como esto lo supieron todos los habitantes de Jerusalén, aquel campo se llama Acéldama, que en su lengua quiere decir “Campo de sangre”.

20 En el libro de los Salmos está escrito:

»Que su habitación quede desierta;

que nadie viva allí,

y que otro tome su oficio.

21 »Se hace necesario que, de aquellos que nos acompañaron todo el tiempo en que el Señor Jesús estuvo entre nosotros,

22 desde que Juan bautizabahasta el día en que el Señor subió al cielo,uno de ellos se nos una para ser testigo de su resurrección.»

23 Entonces señalaron a José, llamado Barsabás, que tenía por sobrenombre «el Justo», y a Matías.

24 Y en su oración dijeron: «Señor, tú conoces todos los corazones. Muéstranos a cuál de los dos has escogido,

25 para que tome la parte de este ministerio y apostolado, de la que Judas cayó por su transgresión para irse a donde le correspondía.»

26 Y lo echaron a la suerte, y ésta recayó en Matías. Y a partir de entonces fue contado entre los once apóstoles.

Hechos 2

La llegada del Espíritu Santo

1 Cuando llegó el día de Pentecostés,todos ellos estaban juntos y en el mismo lugar.

2 De repente, un estruendo como de un fuerte viento vino del cielo, y sopló y llenó toda la casa donde se encontraban.

3 Entonces aparecieron unas lenguas como de fuego, que se repartieron y fueron a posarse sobre cada uno de ellos.

4 Todos ellos fueron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu los llevaba a expresarse.

5 En aquel tiempo vivían en Jerusalén judíos piadosos, que venían de todas las naciones conocidas.

6 Al escucharse aquel estruendo, la multitud se juntó, y se veían confundidos porque los oían hablar en su propia lengua.

7 Estaban atónitos y maravillados, y decían: «Fíjense: ¿acaso no son galileos todos estos que están hablando?

8 ¿Cómo es que los oímos hablar en nuestra lengua materna?

9 Aquí hay partos, medos, elamitas, y los que habitamos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, el Ponto y Asia.

10 Están los de Frigia y Panfilia, los de Egipto y los de las regiones de África que están más allá de Cirene. También están los romanos que viven aquí, tanto judíos como prosélitos,

11 y cretenses y árabes, ¡y todos los escuchamos hablar en nuestra lengua acerca de las maravillas de Dios!»

12 Todos ellos estaban atónitos y perplejos, y se decían unos a otros: «¿Y esto qué significa?»

13 Pero otros se burlaban, y decían: «¡Están borrachos!»

Primer discurso de Pedro

14 Entonces Pedro se puso de pie, junto con los otros once, y con potente voz dijo: «Varones judíos, y ustedes, habitantes todos de Jerusalén, sepan esto, y entiendan bien mis palabras.

15 Contra lo que ustedes suponen, estos hombres no están borrachos, pues apenas son las nueve de la mañana.

16 Más bien, esto es lo que dijo el profeta Joel:

17 »Dios ha dicho:

En los últimos días derramaré de mi Espíritu

sobre toda la humanidad.

Los hijos y las hijas de ustedes profetizarán;

sus jóvenes tendrán visiones

y sus ancianos tendrán sueños.

18 En esos días derramaré de mi Espíritu

sobre mis siervos y mis siervas,

y también profetizarán.

19 Haré prodigios en el cielo,

y en la tierra se verán señales de sangre,

de fuego y de vapor de humo.

20 El sol se oscurecerá,

la luna se pondrá roja como sangre,

antes de que llegue el día del Señor

y se muestre en toda su grandeza.

21 Y todo el que invoque el nombre del Señor será salvo.

22 »Varones israelitas, escuchen mis palabras: Jesús nazareno, que fue el varón que Dios aprobó entre ustedes por las maravillas, prodigios y señales que hizo por medio de él, como ustedes mismos lo saben,

23 fue entregado conforme al plan determinado y el conocimiento anticipado de Dios, y ustedes lo aprehendieron y lo mataron por medio de hombres inicuos, crucificándolo.

24 Pero Dios lo levantó,liberándolo de los lazos de la muerte, porque era imposible que la muerte lo venciera.

25 De él dice David:

Siempre veía al Señor ante mí.

Él está a mi derecha, y nada me perturbará.

26 Por eso mi corazón se alegró,

y mi lengua cantó llena de gozo.

Mi cuerpo descansará en la esperanza,

27 porque no dejarás mi alma en el Hades,

ni permitirás que tu Santo se corrompa.

28 Me hiciste conocer los caminos de la vida,

y me llenarás de gozo con tu presencia.

29 »Varones hermanos, podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que nuestro patriarca David murió y fue sepultado, y que hoy sabemos dónde está su sepulcro entre nosotros.

30 David era profeta, y sabía que Dios le había jurado que de su linaje humano saldría el Cristo, que se sentaría en su trono.

31 Esto lo vio antes de que sucediera, y habló de la resurrección de Cristo y de que su alma no se quedaría en el Hades, ni su cuerpo se corrompería.

32 Pues a este Jesús Dios lo resucitó, y de eso todos nosotros somos testigos.

33 Y como él fue exaltado por la diestra de Dios, recibió del Padre la promesa del Espíritu Santo, y ha derramado esto que ahora están viendo y oyendo.

34 David mismo no subió a los cielos, pero sí dice:

»Dijo el Señor a mi señor:

Siéntate a mi derecha,

35 hasta que yo ponga a tus enemigos

por estrado de tus pies.

36 »Sépalo bien todo el pueblo de Israel, que a este Jesús, a quien ustedes crucificaron, Dios lo ha hecho Señor y Cristo.»

37 Al oír esto, todos sintieron un profundo remordimiento en su corazón, y les dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: «Hermanos, ¿qué debemos hacer?»

38 Y Pedro les dijo: «Arrepiéntanse, y bautícense todos ustedes en el nombre de Jesucristo, para que sus pecados les sean perdonados. Entonces recibirán el don del Espíritu Santo.

39 Porque la promesa es para ustedes y para sus hijos, para todos los que están lejos, y para todos aquellos a quienes el Señor nuestro Dios llame.»

40 Y con muchas otras palabras les hablaba y los animaba. Les decía: «Pónganse a salvo de esta generación perversa.»

41 Fue así como los que recibieron su palabra fueron bautizados, y ese día se añadieron como tres mil personas,

42 las cuales se mantenían fieles a las enseñanzas de los apóstoles y en el mutuo compañerismo, en el partimiento del pan y en las oraciones.

La vida de los primeros cristianos

43 Al ver las muchas maravillas y señales que los apóstoles hacían, todos se llenaban de temor,

44 y todos los que habían creído se mantenían unidos y lo compartían todo;

45 vendían sus propiedades y posesiones, y todo lo compartían entre todos, según las necesidades de cada uno.

46 Todos los días se reunían en el templo, y partían el pan en las casas, y comían juntos con alegría y sencillez de corazón,

47 mientras alababan a Dios y brindaban ayuda a todo el pueblo. Y cada día el Señor añadía a la iglesia a los que habían de ser salvos.

Hechos 3

Curación de un cojo

1 Un día, Pedro y Juan subían juntos al templo. Eran las tres de la tarde, es decir, el momento de la oración,

2 y vieron allí a un hombre cojo de nacimiento. Todos los días era puesto a la entrada del templo, en la puerta llamada «la Hermosa», para pedirles limosna a los que entraban en el templo.

3 Cuando el cojo vio que Pedro y Juan estaban por entrar, les rogó que le dieran limosna.

4 Entonces Pedro, que estaba con Juan, fijó la mirada en el cojo y le dijo: «¡Míranos!»

5 El cojo se les quedó mirando, porque esperaba que ellos le dieran algo,

6 pero Pedro le dijo: «No tengo oro ni plata, pero de lo que tengo te doy. En el nombre de Jesucristo de Nazaret, ¡levántate y anda!»

7 Y tomándolo de la mano derecha, lo levantó, ¡y al momento se le afirmaron los pies y los tobillos!

8 El cojo se puso en pie de un salto, y se echó a andar; luego entró con ellos en el templo, mientras saltaba y alababa a Dios.

9 Todo el pueblo lo vio andar y alabar a Dios,

10 y lo reconocían como el cojo que se sentaba a pedir limosna a la entrada del templo, en la puerta «la Hermosa», y se quedaban admirados y asombrados por lo que le había sucedido al cojo.

Discurso de Pedro en el pórtico de Salomón

11 Mientras el cojo que había sido sanado no soltaba a Pedro ni a Juan, todo el pueblo fue al pórtico llamado «de Salomón», y sin salir de su asombro se acercó a ellos.

12 Cuando Pedro los vio, les dijo: «Varones israelitas, ¿qué es lo que les asombra? ¿Por qué nos ven como si por nuestro poder o piedad hubiéramos hecho que este hombre camine?

13 El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, que es el Dios de nuestros antepasados, ha glorificado a su Hijo Jesús, a quien ustedes entregaron y negaron delante de Pilato, cuando éste ya había resuelto ponerlo en libertad.

14 Pero ustedes negaron al Santo y Justo, y pidieron que se les entregara un homicida.

15 Fue así como mataron al Autor de la vida, a quien Dios resucitó de los muertos. De eso nosotros somos testigos,

16 y por la fe en su nombre, a este hombre que ustedes ven y conocen, Dios lo ha restablecido; por la fe en Jesús, Dios lo ha sanado completamente en presencia de ustedes.

17 »Hermanos, yo sé que tanto ustedes como sus gobernantes lo negaron por ignorancia,

18 pero Dios cumplió de esta manera lo que ya había anunciado por medio de todos sus profetas, es decir, que su Cristo tenía que padecer.

19 Por lo tanto, arrepiéntanse y vuélvanse a Dios, para que sus pecados les sean perdonados

20 y Dios haga venir sobre ustedes tiempos de alivio y les envíe a Cristo Jesús, que ya les fue anunciado.

21 Es necesario que el cielo reciba a Jesús hasta el momento en que todas las cosas sean restauradas, lo cual Dios ya ha anunciado desde los tiempos antiguos por medio de sus santos profetas.

22 Porque Moisés dijo: “El Señor su Dios les levantará un profeta de entre sus hermanos, como me levantó a mí. Ustedes deben atender a todo lo que él les diga.

23 Todo aquel que no escuche a ese profeta, será eliminado del pueblo.”

24 Porque todos los profetas, a partir de Samuel, han hablado de estos días y los han anunciado.

25 Ustedes son los descendientes de los profetas; son herederos del pacto que Dios hizo con nuestros antepasados, cuando le prometió a Abrahán: “En tu simiente serán bendecidas todas las naciones de la tierra.”

26 Cuando Dios resucitó a su Hijo, en primer lugar lo envió a ustedes para bendecirlos, y para que cada uno de ustedes se convierta de su maldad.»

Hechos 4

Pedro y Juan ante el concilio

1 Mientras hablaban así con el pueblo, se les vinieron encima los sacerdotes, el jefe de la guardia del templo, y los saduceos.

2 Estaban resentidos porque enseñaban y anunciaban la resurrección de entre los muertos en Jesús,

3 así que los aprehendieron y los echaron en la cárcel hasta el día siguiente, porque ya era tarde.

4 Pero muchos de los que habían oído sus palabras, creyeron; y contados solamente los varones eran como cinco mil.

5 Al día siguiente se reunieron en Jerusalén los gobernantes, los ancianos, los escribas,

6 el sumo sacerdote Anás, Caifás, Juan y Alejandro, y todos los familiares de los sumos sacerdotes.

7 Pusieron en medio de ellos a Pedro y Juan, y les preguntaron: «¿Con qué autoridad, o en nombre de quién hacen ustedes esto?»

8 Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dijo: «Gobernantes y ancianos del pueblo:

9 Ya que hoy se nos interroga acerca del beneficio otorgado a un hombre enfermo, y de cómo fue sanado,

10 sepan todos ustedes, y todo el pueblo de Israel, que este hombre está sano en presencia de ustedes gracias al nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien ustedes crucificaron y a quien Dios resucitó de los muertos.

11 Este Jesús es la piedra que ustedes, los edificadores, rechazaron, y que no obstante ha llegado a ser la piedra angular.

12 En ningún otro hay salvación, porque no se ha dado a la humanidad ningún otro nombre bajo el cielo mediante el cual podamos alcanzar la salvación.»

13 Al ver el valor de Pedro y de Juan, y como sabían que ellos eran gente del pueblo y sin mucha preparación, se maravillaban y les reconocían que habían estado con Jesús.

14 Y al ver junto a ellos al hombre que había sido sanado, no pudieron decir nada en su contra,

15 pero les ordenaron que salieran del concilio para poder dialogar entre sí.

16 Y se preguntaban: «¿Qué vamos a hacer con estos hombres? Tenemos que admitir que lo que han hecho es una señal innegable. Esto es evidente para todos los que viven en Jerusalén, y no lo podemos negar.

17 Sin embargo, para que esto no se divulgue más entre el pueblo, vamos a amenazarlos para que, desde hoy, no le hablen a nadie acerca de este nombre.»

18 Entonces los llamaron y les advirtieron que no debían volver a hablar ni enseñar acerca del nombre de Jesús.

19 Pero Pedro y Juan les respondieron: «Juzguen ustedes: ¿Es justo delante de Dios obedecerlos a ustedes antes que a él?

20 Porque nosotros no podemos dejar de hablar acerca de lo que hemos visto y oído.»

21 Entonces ellos los dejaron en libertad, no sin antes amenazarlos, pues no hallaron ningún modo de castigarlos. Y es que temían al pueblo, porque todos glorificaban a Dios por lo sucedido.

22 Y el hombre que había sido sanado milagrosamente tenía más de cuarenta años.

Los creyentes piden confianza y valor

23 Una vez que fueron puestos en libertad, ellos se fueron con los suyos y les contaron todo lo que los principales sacerdotes y los ancianos les habían dicho.

24 Al oírlos, todos juntos elevaron sus voces a Dios y dijeron: «Soberano Señor, tú creaste el cielo y la tierra, y el mar y todo lo que hay en ellos;

25 tú, Padre nuestro, por medio del Espíritu Santo dijiste en labios de tu siervo David:

»¿Por qué se amotinan las gentes,

y los pueblos piensan cosas vanas?

26 Los reyes de la tierra se reunieron,

y los príncipes se confabularon,

contra el Señor, y contra su Cristo.

27 »Es un hecho que Herodesy Poncio Pilato,junto con los no judíos y el pueblo de Israel, se reunieron en esta ciudad en contra de tu santo Hijo y ungido, Jesús,

28 para hacer todo lo que, por tu poder y voluntad, ya habías determinado que sucediera.

29 Ahora, Señor, mira sus amenazas, y concede a estos siervos tuyos proclamar tu palabra sin ningún temor.

30 Extiende también tu mano, y permite que se hagan sanidades y señales y prodigios en el nombre de tu santo Hijo Jesús.»

31 Cuando terminaron de orar, el lugar donde estaban congregados se sacudió, y todos fueron llenos del Espíritu Santo y proclamaban la palabra de Dios sin ningún temor.

La vida comunitaria

32 Todos los que habían creído eran de un mismo sentir y de un mismo pensar. Ninguno reclamaba como suyo nada de lo que poseía, sino que todas las cosas las tenían en común.

33 Y los apóstoles daban un testimonio poderoso de la resurrección del Señor Jesús, y la gracia de Dios sobreabundaba en todos ellos.

34 Y no había entre ellos ningún necesitado, porque todos los que poseían terrenos o casas, los vendían, y el dinero de lo vendido lo llevaban

35 y lo ponían en manos de los apóstoles, y éste era repartido según las necesidades de cada uno.

36 Fue así como José, un levita de Chipre, a quien los apóstoles apodaban Bernabé (que significa, Hijo de consolación),

37 vendió un terreno de su propiedad y entregó a los apóstoles el dinero de la venta.

Hechos 5

Ananías y Safira

1 Pero un hombre que se llamaba Ananías, junto con Safira, su mujer, vendió un terreno

2 y, con el consentimiento de ella, sustrajo algo del dinero que recibió; así que llevó sólo una parte y la entregó a los apóstoles.

3 Entonces Pedro le dijo: «Ananías, ¿por qué le permitiste a Satanás que entrara en ti para mentirle al Espíritu Santo y sustraer parte de tu dinero?

4 ¿Acaso el terreno no era tuyo? Y, si lo vendías, ¿acaso no era tuyo el dinero? ¿Por qué decidiste hacer esto? No les has mentido a los hombres, sino a Dios.»

5 Al oír Ananías estas palabras, cayó muerto. Y a todos los que se enteraron les entró mucho miedo.

6 Entonces los jóvenes se levantaron, lo envolvieron, lo sacaron y lo sepultaron.

7 Como tres horas más tarde, entró su mujer sin saber lo que había sucedido.

8 Y Pedro le dijo: «Dime: ¿vendieron ustedes el terreno en ese precio?» Y ella respondió: «Sí, en ese precio.»

9 Pedro le dijo entonces: «¿Por qué se pusieron de acuerdo para poner a prueba al Espíritu del Señor? ¡Mira!, aquí vienen los que fueron a sepultar a tu marido, y ellos te sacarán también a ti.»

10 Al instante, ella cayó muerta a los pies de Pedro, y cuando entraron los jóvenes y la hallaron muerta, la sacaron y la sepultaron junto a su marido.

11 Esto hizo que toda la iglesia y todos los que supieron esto se llenaran de mucho miedo.

Señales y maravillas en abundancia

12 Dios hacía muchas señales y prodigios entre el pueblo por medio de los apóstoles, y todos ellos se reunían sin falta en el pórtico de Salomón.

13 Ninguno del pueblo se atrevía a juntarse con ellos, aunque el pueblo los elogiaba mucho.

14 Los hombres y mujeres que creían en el Señor iban aumentando en número,

15 y en sus camas y lechos sacaban a los enfermos a la calle, para que al pasar Pedro por lo menos su sombra cayera sobre alguno de ellos.

16 Aun de las ciudades vecinas venían muchos a Jerusalén, y traían a sus enfermos y a los atormentados por espíritus inmundos, y todos eran sanados.

Pedro y Juan son perseguidos

17 El sumo sacerdote y todos los que estaban de su parte, es decir, los de la secta de los saduceos, reaccionaron llenos de celos

18 y aprehendieron a los apóstoles y los echaron a la cárcel del pueblo.

19 Pero en la noche un ángel del Señor llegó y abrió las puertas de la cárcel. Cuando ellos salieron, el ángel les dijo:

20 «Vayan al templo y anuncien al pueblo todas las enseñanzas acerca de esta vida.»

21 Luego de oír esto, entraron en el templo por la mañana y se pusieron a enseñar.

Mientras tanto, el sumo sacerdote y los que estaban de su parte se reunieron para convocar al concilio y a todos los ancianos del pueblo de Israel, y al mismo tiempo mandaron traer de la cárcel a los apóstoles;

22 pero como al llegar los alguaciles no los encontraron, regresaron y dijeron:

23 «Cuando llegamos a la cárcel, ésta tenía todos los candados puestos y los guardias estaban afuera, frente a las puertas; pero al abrir la cárcel, vimos que allí adentro no había nadie.»

24 Al oír esto, el sumo sacerdote, el jefe de la guardia del templo y los principales sacerdotes no lograban entender en qué acabaría todo esto.

25 Pero llegó otro y les dijo: «Escuchen: los hombres que ustedes metieron a la cárcel, están ahora en el templo, impartiendo enseñanzas al pueblo.»

26 Entonces el jefe de la guardia se fue con los alguaciles y los aprehendió, aunque sin violencia, porque temían que el pueblo los apedreara.

27 Cuando los llevaron y los presentaron ante el concilio, el sumo sacerdote les dijo:

28 «¿Acaso no les dimos órdenes estrictas de no enseñar en ese nombre? Ahora han llenado a Jerusalén de su doctrina, y quieren culparnos de la muerte de ese hombre.»

29 Pedro y los apóstoles respondieron: «Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres.

30 El Dios de nuestros antepasados resucitó a Jesús, el mismo al que ustedes mataron y colgaron de un madero.

31 Pero Dios, por su poder, lo ha exaltado y sentado a su derecha como Príncipe y Salvador, dando a Israel la oportunidad de arrepentirse y de que sean perdonados sus pecados.

32 De esto somos testigos nosotros, y también el Espíritu Santo, que Dios ha dado a quienes lo obedecen.»

33 Al oír esto, ellos se enfurecieron tanto que querían matarlos.

34 Entonces Gamaliel, un fariseo que era doctor de la ley y a quien todo el pueblo respetaba, se levantó ante el concilio y ordenó que sacaran por un momento a los apóstoles;

35 luego dijo: «Varones israelitas, piensen bien en lo que van a hacer con estos hombres.

36 Hace ya algún tiempo, se levantó Teudas, quien se jactaba de ser alguien, y logró que se le uniera un grupo como de cuatrocientos hombres; pero lo mataron, y todos los que lo seguían fueron dispersados y exterminados.

37 Después, cuando se hizo el censo, se levantó Judas el galileo y logró que muchos del pueblo lo siguieran. Pero también lo mataron, y todos los que lo seguían fueron dispersados.

38 Por eso les digo ahora: Olvídense de estos hombres. Déjenlos. Porque si esto que hacen es de carácter humano, se desvanecerá;

39 pero si es de Dios, no lo podrán destruir. ¡No vaya a ser que ustedes se encuentren luchando contra Dios!»

Todos estuvieron de acuerdo con él,

40 así que llamaron a los apóstoles y, después de azotarlos, les advirtieron que no siguieran hablando en el nombre de Jesús y los pusieron en libertad.

41 Los apóstoles salieron del concilio felices de haber sido dignos de sufrir por causa del Nombre.

42 Y todos los días, no dejaban de enseñar y de anunciar en el templo y por las casas las buenas noticias acerca de Cristo Jesús.

Hechos 6

Elección de siete diáconos

1 En aquellos días el número de los discípulos iba en aumento, pero también comenzaron las murmuraciones de los griegos en contra de los hebreos, pues se quejaban de que en la distribución diaria de ayuda las viudas de los griegos no eran bien atendidas.

2 Entonces los doce convocaron a todos los discípulos y les dijeron: «No está bien que desatendamos la proclamación de la palabra de Dios por atender a las mesas.

3 Así que, hermanos, busquen entre todos ustedes a siete varones de buen testimonio, que estén llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, para que se encarguen de este trabajo.

4 Así nosotros podremos continuar orando y proclamando la palabra.»

5 Esta propuesta fue del agrado de todos los creyentes, y eligieron a Esteban, que era un varón lleno de fe y del Espíritu Santo, y a Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Parmenas y Nicolás, un prosélito de Antioquía.

6 Luego los llevaron ante los apóstoles, y oraron por ellos y les impusieron las manos.

7 Conforme crecía el conocimiento de la palabra del Señor, se multiplicaba también el número de los discípulos en Jerusalén, y aun muchos de los sacerdotes llegaron a creer.

Arresto de Esteban

8 Como Esteban estaba lleno de la gracia y del poder de Dios, realizaba grandes prodigios y señales entre el pueblo.

9 Pero unos que eran de la sinagoga llamada «de los libertos», y otros que eran de Cirene, Alejandría, Cilicia y Asia, se pusieron a discutir con Esteban;

10 pero como no pudieron superar la sabiduría y el Espíritu que Dios le daba,

11 sobornaron a otros para que dijeran que habían oído a Esteban blasfemar contra Moisés y contra Dios.

12 De esa manera soliviantaron al pueblo, a los ancianos y a los escribas, los cuales se lanzaron contra él y, con lujo de violencia, lo llevaron ante el concilio.

13 Los testigos falsos que presentaron, dijeron: «Este hombre no deja de blasfemar contra este lugar santo y contra la ley.

14 Le hemos oído decir que ese Jesús de Nazaret destruirá este lugar, y que cambiará las costumbres que nos dio Moisés.»

15 Entonces todos los que estaban sentados en el concilio se fijaron bien en Esteban, y vieron que su rostro parecía el de un ángel.

Hechos 7

Defensa y muerte de Esteban

1 El sumo sacerdote le preguntó: «¿Es verdad lo que se dice?»

2 Y Esteban respondió:

«Escúchenme, padres y hermanos: El Dios de la gloria se le apareció a nuestro padre Abrahán mucho tiempo antes de que éste viviera en Jarán, cuando aún estaba en Mesopotamia,

3 y le dijo: “Deja tu tierra y tu parentela, y ven a la tierra que te voy a mostrar.”

4 Entonces Abrahán dejó la tierra de los caldeos y se fue a vivir en Jarán;y cuando murió su padre, Dios lo trajo a esta tierra, donde ustedes viven ahora.

5 Y aunque no le dio siquiera un poco de terreno donde poner el pie, le prometió que esa tierra se la daría a su descendencia,a pesar de que él no tenía ningún hijo.

6 También le dijo Dios que sus descendientes vivirían cuatrocientos años en otras tierras, como extranjeros, y que allí los esclavizarían y los tratarían muy mal.

7 Pero añadió: “Yo juzgaré a la nación que los hará esclavos, y después de eso saldrán y me servirán en este lugar.”

8 Luego le dio el pacto de la circuncisión.Y Abrahán fue padre de Isaac,y lo circuncidó al octavo día. El hijo de Isaac fue Jacob;y Jacob fue el padre de los doce patriarcas.

9 Pero ellos, por envidia,vendieron a José, y él fue llevado a Egipto.Pero Dios estaba con él,

10 así que lo libró de todos sus sufrimientos y le dio sabiduría para congraciarse ante el faraón, rey de Egipto, quien lo nombró gobernador de su país y de su casa.

11 En ese tiempo se desató una hambruna en toda la tierra de Egipto y de Canaán, que trajo un gran sufrimiento. Y nuestros padres tampoco tenían qué comer.

12 Pero cuando Jacob supo que en Egipto había trigo, mandó por primera vez a nuestros padres a comprarlo.

13 La segunda vez, José les reveló a sus hermanos quién era él,y el faraón llegó a saber de dónde provenía José.

14 Luego, José mandó que llevaran a Egipto a su padre Jacoby a toda su familia, que eran setenta y cinco personas.

15 Así fue como Jacob llegó a Egipto,donde murió.Allí también murieron nuestros padres,

16 pero luego sus restos fueron trasladados a Siquén y puestos en el sepulcro que Abrahán había comprado a los hijos de Jamor.

17 »Cuando se fue acercando el tiempo de la promesa que Dios le hizo a Abrahán, el pueblo creció y se multiplicó en Egipto,

18 hasta que subió al trono otro rey, que no había conocido a José.

19 Este rey fue astuto y cruel con nuestro pueblo; maltrató a nuestros padrespara que murieran sus niños y no se propagaran.

20 Por ese tiempo nació Moisés, niño que agradó a Dios. Durante tres meses lo criaron sus padres,

21 pero cuando estaba en peligro de morir, la hija del faraón lo recogió y lo crió como a su propio hijo;

22 lo educó en la sabiduría de los egipcios, y él llegó a tener poder por sus conocimientos y por lo que hacía.

23 »Cuando Moisés cumplió cuarenta años, sintió deseos de visitar a sus hermanos israelitas.

24 Así lo hizo. Pero al ver que un egipcio maltrataba a uno de ellos, hirió al egipcio para vengar el maltrato a su hermano.

25 Moisés creía que los israelitas sabían que Dios los liberaría por medio de él; pero ellos no lo entendieron así.

26 Al día siguiente, vio que unos de ellos reñían, y queriendo ponerlos en paz les dijo: “Ustedes son hermanos; ¿por qué se maltratan?”

27 Pero uno de ellos le dijo: “¿Y quién te ha nombrado nuestro gobernador y juez?

28 ¿Acaso quieres matarme, como lo hiciste ayer con el egipcio?”

29 Al oír esto, Moisés huyó a la tierra de Madián, y allí vivió como extranjero,y se casó y tuvo dos hijos.

30 »Después de cuarenta años, un ángel se le apareció en el desierto del monte Sinaí, entre las llamas de una zarza que ardía.

31 Moisés se quedó maravillado de esa visión, y se acercó para observar bien. Entonces oyó la voz del Señor, que le decía:

32 “Yo soy el Dios de tus padres. Soy el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob.” Moisés temblaba de miedo y no se atrevía a mirar.

33 Pero el Señor añadió: “Descálzate los pies, porque estás pisando un lugar sagrado.

34 He estado viendo la aflicción que sufre mi pueblo en Egipto, y sé cómo gime. Por eso he venido a librarlos. Prepárate, porque voy a enviarte a Egipto.”

35 »A este Moisés, a quien los israelitas rechazaron al preguntarle: “¿Quién te ha nombrado nuestro gobernador y juez?”, fue a quien Dios mismo envió como gobernador y libertador por medio del ángel que se le apareció en la zarza.

36 Y Moisés liberó a los israelitas al realizar, durante cuarenta años, prodigios y señales en Egipto,en el Mar Rojoy en el desierto.

37 Fue este mismo Moisés quien dijo a los israelitas: “Dios hará que surja entre los hermanos de ustedes un profeta, como me hizo surgir a mí.”

38 Éste es el mismo Moisés que estuvo en el desierto con todo el pueblo y con nuestros padres, y que en el monte Sinaí les comunicaba lo que el ángel le decía.Fue él quien recibió las palabras de vida que debía comunicarnos.

39 Pero nuestros padres no quisieron obedecerlo. Al contrario, lo rechazaron porque en su corazón querían volver a Egipto.

40 Por eso le dijeron a Aarón: “Haz unos dioses que nos guíen, porque no sabemos qué le sucedió a Moisés, el que nos sacó de Egipto.”

41 Fue así como se hicieron un ídolo con forma de becerro, y a la hechura de sus manos le ofrecieron sacrificios y le hicieron fiesta.

42 Entonces Dios se apartó de ellos, y los entregó a rendir culto a los astros que veían en el cielo. Así está escrito en el libro de los profetas:

»“Israelitas, ¿acaso en el desierto

me ofrecieron ofrendas y sacrificios

durante cuarenta años?

43 ”Lejos de eso, llevaron el tabernáculo de Moloc

y la estrella de su dios Refán.

¡Ésas fueron las imágenes que se hicieron para adorarlas!

Por eso los llevaré más allá de Babilonia.”

44 »Nuestros padres tuvieron en el desierto el tabernáculo del testimonio, que Dios mismo ordenó cuando le dijo a Moisés que lo hiciera conforme al modelo que le había mostrado.

45 Y ellos lo recibieron y lo introdujeron con Josuécuando tomaron posesión de la tierra de las naciones, a las que Dios arrojó de la presencia de nuestros padres. Y el tabernáculo estuvo con ellos hasta los días de David.

46 David fue del agrado del Señor y quiso edificarle un tabernáculo al Dios de Jacob,

47 pero fue Salomón quien lo edificó,

48 aunque es verdad que el Altísimo no habita en templos hechos por manos humanas. Porque el profeta dice:

49 »“Así dice el Señor:

El cielo es mi trono,

y la tierra es el estrado de mis pies.

¿Qué casa pueden edificarme?

¿En qué lugar pueden hacerme descansar?

50 ¿Acaso no soy yo quien hizo todo esto?”

51 »¡Pero ustedes son duros de cabeza, de corazón y de oídos! ¡Siempre se oponen al Espíritu Santo! ¡Son iguales que sus padres!

52 ¿A qué profeta no persiguieron? Mataron a los que antes habían anunciado la venida del Justo, el mismo a quien ustedes entregaron y mataron.

53 Ustedes, que recibieron la ley por medio de ángeles, no la obedecieron.»

54 Cuando ellos oyeron a Esteban decir esto, se enfurecieron tanto que hasta les rechinaban los dientes.

55 Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, levantó los ojos al cielo y vio la gloria de Dios, y a Jesús a su derecha.

56 Dijo entonces: «Veo los cielos abiertos, y que el Hijo del Hombre está a la derecha de Dios.»

57 Pero ellos, lanzando un fuerte grito, se taparon los oídos y arremetieron contra Esteban,

58 y lo sacaron de la ciudad y lo apedrearon. Los testigos falsos pusieron sus ropas a los pies de un joven que se llamaba Saulo,

59 y mientras lo apedreaban, Esteban rogaba: «Señor Jesús, recibe mi espíritu.»

60 Luego cayó de rodillas y clamó con fuerte voz: «Señor, no les tomes en cuenta este pecado.» Y dicho esto, murió.