Hechos 8

Saulo persigue a la iglesia

1 Saulo estuvo de acuerdo con la muerte de Esteban, y ese día se desató una gran persecución contra la iglesia que estaba en Jerusalén, y muchos se dispersaron por las tierras de Judea y de Samaria, menos los apóstoles.

2 Y mientras que unos hombres piadosos levantaron a Esteban y lo enterraron y lloraron mucho por él,

3 Saulo hacía destrozos en la iglesia: entraba a las casas, y arrastraba a hombres y mujeres y los llevaba a la cárcel.

Predicación del evangelio en Samaria

4 Mientras tanto, los que se habían dispersado iban por todas partes anunciando el evangelio.

5 Fue así como Felipe llegó a la ciudad de Samaria, y allí les predicaba a Cristo.

6 Toda la gente escuchaba con atención lo que les decía Felipe, y oían y veían los milagros que hacía.

7 Muchos de los que tenían espíritus malignos eran sanados, y los espíritus salían de ellos lanzando fuertes gritos; también muchos de los cojos y paralíticos quedaban sanos,

8 y había una gran alegría en toda la ciudad.

9 Había en Samaria un hombre llamado Simón, que antes había practicado la magia, y con ella engañaba a la gente, pues les hacía creer que era muy poderoso.

10 Todos, desde el más pequeño hasta el más grande, lo escuchaban con mucha atención y decían que era el gran poder de Dios,

11 pues con sus artes mágicas había captado su atención y por mucho tiempo los había engañado;

12 pero muchos hombres y mujeres se bautizaron cuando creyeron las buenas noticias que Felipe les anunciaba del reino de Dios y del nombre de Jesucristo.

13 Incluso el mismo Simón creyó y se bautizó, y siempre andaba con Felipe; y lleno de asombro veía las señales y los grandes milagros que Felipe hacía.

14 Los apóstoles que estaban en Jerusalén se enteraron de que en Samaria se había recibido la palabra de Dios, y enviaron a Pedro y a Juan.

15 Cuando éstos llegaron, oraron por ellos para que recibieran el Espíritu Santo,

16 porque el Espíritu aún no había descendido sobre ninguno de ellos, ya que sólo habían sido bautizados en el nombre de Jesús.

17 En cuanto les impusieron las manos, recibieron el Espíritu Santo.

18 Y al ver Simón que el Espíritu Santo se recibía por la imposición de manos de los apóstoles, les ofreció dinero

19 y les dijo: «Denme también a mí este poder, para que cuando yo imponga las manos sobre cualquier persona, ésta reciba el Espíritu Santo.»

20 Al oír esto, Pedro le dijo: «Que tu dinero perezca contigo, si crees que el don de Dios puede comprarse.

21 Tú no tienes nada que ver en este asunto, porque en tu interior no eres recto con Dios.

22 Arrepiéntete de tu maldad, y ruega a Dios. Tal vez te perdone por ese mal pensamiento.

23 Por lo que veo, estás en manos de la amargura y la maldad.»

24 Simón respondió: «Rueguen por mí al Señor, para que no me sobrevenga nada de lo que han dicho.»

25 Después de haber testificado y proclamado la palabra de Dios, ellos volvieron a Jerusalén, y en muchas poblaciones de los samaritanos anunciaron el evangelio.

Felipe y el etíope

26 Un ángel del Señor le habló a Felipe, y le dijo: «Prepárate para ir al desierto del sur, por el camino que va de Jerusalén a Gaza.»

27 Felipe obedeció y fue. En el camino vio a un etíope eunuco, funcionario de la Candace, reina de Etiopía. Era el administrador de todos sus tesoros, y había venido a Jerusalén para adorar;

28 y ahora iba de regreso en su carro, leyendo al profeta Isaías.

29 El Espíritu le dijo a Felipe: «Acércate y júntate a ese carro.»

30 Cuando Felipe se acercó y lo oyó leer al profeta Isaías, le preguntó: «¿Entiendes lo que lees?»

31 El etíope le respondió: «¿Y cómo voy a entender, si nadie me enseña?» Y le rogó a Felipe que subiera al carro y se sentara con él.

32 El pasaje de la Escritura que leía era éste:

«Como oveja fue llevado a la muerte,

como cordero delante de sus trasquiladores

se callará y no abrirá su boca.

33 Sufrirá la cárcel, el juicio y la muerte;

¿y quién entonces contará su historia,

si él será arrancado por completo

de este mundo de los vivientes?»

34 El eunuco le preguntó a Felipe: «Te ruego que me digas: ¿De quién habla el profeta? ¿Habla de sí mismo, o de algún otro?»

35 Entonces Felipe le empezó a explicar a partir de la escritura que leía, y le habló también de las buenas noticias de Jesús.

36 En el camino encontraron agua, y el eunuco dijo: «Aquí hay agua; ¿hay algo que me impida ser bautizado?»

[

37 Felipe le dijo: «Si crees de todo corazón, puedes ser bautizado.» Y el eunuco respondió: «Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios.»]

38 Y el eunuco mandó detener el carro, y ambos descendieron al agua y Felipe lo bautizó.

39 Cuando salieron del agua, el Espíritu del Señor se llevó a Felipe y el eunuco no volvió a verlo, pero siguió su camino lleno de gozo.

40 Mientras tanto, Felipe se encontró en Azoto, y allí anunció el evangelio en todas las ciudades, hasta que llegó a Cesarea.

Hechos 9

Conversión de Saulo

1 Saulo aún lanzaba amenazas de muerte contra los discípulos del Señor cuando fue a ver al sumo sacerdote.

2 Allí le pidió cartas para las sinagogas de Damasco para que, en caso de hallar a hombres o mujeres de este Camino, los pudiera llevar presos a Jerusalén.

3 Pero sucedió que de pronto en el camino, ya cerca de Damasco, lo rodeó un poderoso haz de luz que venía del cielo

4 y que lo hizo rodar por tierra, mientras oía una voz que le decía: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?»

5 Y él contestó: «¿Quién eres, Señor?» Y la voz le dijo: «Yo soy Jesús, a quien tú persigues. [Dura cosa te es dar de coces contra el aguijón.

6 Él, temblando de temor, dijo: “Señor, ¿qué quieres que yo haga?” Y el Señor le dijo:]Levántate y entra en la ciudad. Allí se te dirá lo que debes hacer.»

7 Los acompañantes de Saulo se quedaron atónitos, porque oían la voz pero no veían a nadie.

8 Saulo se levantó y, cuando abrió los ojos, ya no podía ver, así que de la mano lo llevaron a Damasco,

9 y allí estuvo tres días sin poder ver, y tampoco comió ni bebió nada.

10 En Damasco había un discípulo llamado Ananías, que había tenido una visión en la que el Señor lo llamaba por su nombre. Ananías había respondido: «Aquí me tienes, Señor.»

11 El Señor le dijo: «Levántate y ve a la calle llamada “Derecha”; allí, en la casa de Judas, busca a un hombre llamado Saulo, que es de Tarso y está orando.

12 Saulo ha tenido una visión, en la que vio que un varón llamado Ananías entraba y le imponía las manos, con lo que le hacía recobrar la vista.»

13 Ananías respondió: «Pero, Señor, he sabido que este hombre ha tratado muy mal a tus santos en Jerusalén.

14 También sé que los principales sacerdotes le han dado autoridad para aprehender a todos los que invocan tu nombre.»

15 Y el Señor le dijo: «Ve allá, porque él es para mí un instrumento escogido. Él va a llevar mi nombre a las naciones, a los reyes y a los hijos de Israel.

16 Yo le voy a mostrar todo lo que tiene que sufrir por causa de mi nombre.»

17 Ananías fue y, una vez dentro de la casa, le impuso las manos y le dijo: «Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo.»

18 Al momento, de los ojos de Saulo cayó algo que parecían escamas, y éste recibió la vista. Luego que se levantó, fue bautizado;

19 y después de comer recobró las fuerzas y durante algunos días se quedó con los discípulos que estaban en Damasco.

Saulo predica en Damasco

20 Enseguida Pablo comenzó a predicar en las sinagogas, donde afirmaba que Jesús era el Hijo de Dios.

21 Todos los que lo oían predicar se quedaban atónitos, y decían: «¿Acaso no es éste el que exterminaba en Jerusalén a los que invocaban el nombre de Jesús? ¿No es verdad que vino acá para aprehenderlos y llevarlos ante los principales sacerdotes?»

22 Pero Saulo iba cobrando más fuerza, y confundía a los judíos que vivían en Damasco al demostrarles que Jesús era el Cristo.

Saulo escapa de los judíos

23 Después de algún tiempo los judíos se reunieron en consejo y resolvieron matarlo,

24 así que día y noche hacían guardia a la entrada de la ciudad para matarlo. Pero Pablo se enteró de sus planes,

25 y una noche los discípulos lo pusieron dentro de una canasta y lo bajaron por la muralla de la ciudad.

Saulo en Jerusalén

26 Cuando Saulo llegó a Jerusalén, tuvo la intención de reunirse con los discípulos; pero todos le tenían miedo porque no creían que fuera uno de ellos.

27 Entonces Bernabé se encargó de llevar a Saulo ante los apóstoles, y allí les contó cómo Saulo había visto al Señor en el camino, cómo había hablado con él, y con qué valor había predicado en Damasco en el nombre de Jesús.

28 Desde entonces Pablo pudo quedarse en Jerusalén con los apóstoles, y entraba y salía de la ciudad,

29 y hablaba con los griegos y debatía con ellos, pero éstos trataban de matarlo.

30 Cuando los hermanos supieron esto, lo llevaron hasta Cesarea y lo enviaron a Tarso.

31 Mientras tanto, las iglesias en toda Judea, Galilea y Samaria vivían en paz y eran edificadas en el temor del Señor, y su número iba en aumento por la fuerza del Espíritu Santo.

Curación de Eneas

32 Pedro visitaba a todos los hermanos, así que también visitó a los santos que vivían en Lida.

33 Allí había un hombre llamado Eneas, que tenía ocho años de estar en cama, pues era paralítico.

34 Cuando Pedro lo vio, le dijo: «Eneas, Jesucristo te ha sanado. Levántate y arréglate.» Y Eneas se levantó enseguida.

35 Al ver esto, los habitantes de Lida y de Sarón se convirtieron al Señor.

Resurrección de Dorcas

36 En Jope había una discípula llamada Tabitá, es decir, Dorcas.Tabitá siempre hacía muchas buenas obras y ayudaba mucho a la gente pobre.

37 Pero sucedió que en esos días se enfermó y murió. Entonces lavaron su cadáver, y luego lo pusieron en una sala.

38 Como Lida estaba cerca de Jope, los discípulos supieron que Pedro estaba allí; entonces enviaron a dos hombres para pedirle que fuera a Jope urgentemente.

39 Pedro se levantó y se fue con ellos. Cuando llegó, lo llevaron a la sala. Allí, todas las viudas lo rodearon y, mientras lloraban, le mostraron las túnicas y los vestidos que Dorcas había hecho cuando vivía.

40 Entonces Pedro pidió que salieran todos; luego se puso de rodillas y, dirigiéndose al cuerpo, oró y dijo: «Tabitá, ¡levántate!» Ella abrió los ojos y, cuando vio a Pedro, se puso de pie.

41 Pedro le dio la mano y la levantó; luego llamó a los santos y a las viudas, y les entregó viva a Tabitá.

42 Esto llegó a saberse en toda Jope, y muchos creyeron en el Señor.

43 Durante muchos días Pedro se quedó en Jope, en la casa de un curtidor llamado Simón.

Hechos 10

Pedro y Cornelio

1 En Cesarea vivía un hombre llamado Cornelio; que era centurión del regimiento conocido como «Italiano».

2 Cornelio era un hombre piadoso y temeroso de Dios, lo mismo que toda su familia, pues ayudaba mucho a la gente con dinero y siempre oraba a Dios.

3 Un día, como a las tres de la tarde, Cornelio tuvo una visión, en la que claramente vio que un ángel de Dios entraba en donde él estaba y le hablaba por su nombre.

4 Cornelio miró fijamente al ángel y, con mucho temor, le preguntó: «Señor, ¿qué se te ofrece?» Y el ángel le respondió: «Dios ha escuchado tus oraciones, y la ayuda que has dado a otros la ha recibido como una ofrenda.

5 Envía a tus hombres a Jope, y haz que venga Simón, al que también se le conoce como Pedro,

6 que está hospedándose en casa de Simón el curtidor, quien vive junto al mar.»

7 En cuanto se fue el ángel que había hablado con Cornelio, éste llamó a dos de sus criados y a uno de sus asistentes, que era un soldado piadoso,

8 y luego de contarles lo sucedido los envió a Jope.

9 Al día siguiente, como al mediodía, mientras ellos iban acercándose a la ciudad, Pedro subió a la azotea para orar.

10 De pronto le dio mucha hambre, y pidió de comer. Mientras le preparaban algo, cayó en éxtasis

11 y vio que el cielo se abría, y que de él descendía algo semejante a un gran lienzo, atado por las cuatro puntas.

12 Dentro del lienzo había toda clase de cuadrúpedos, reptiles y aves.

13 Entonces oyó una voz que le decía: «Pedro: levántate, mata y come.»

14 Pedro respondió: «No, Señor, porque nunca he comido nada que sea común o impuro.»

15 Por segunda vez la voz le dijo: «Lo que Dios ha limpiado, no lo llames común.»

16 Esto se repitió tres veces. Después el lienzo fue recogido y llevado inmediatamente al cielo.

17 Mientras Pedro no lograba entender el significado de la visión que había tenido, los hombres que Cornelio había enviado, y que preguntaban por la casa de Simón, llegaron a la puerta.

18 Llamaron y preguntaron si allí se estaba hospedando Simón, al que también se le conocía como Pedro.

19 Y mientras Pedro meditaba en la visión, el Espíritu le dijo: «Tres hombres te buscan.

20 Así que baja a verlos, y no dudes en ir con ellos, porque yo los he enviado.»

21 Pedro bajó entonces a donde estaban los hombres enviados por Cornelio, y les dijo: «Yo soy el que ustedes buscan. ¿Por qué han venido?»

22 Ellos le dijeron: «Cornelio, el centurión, es un hombre justo y temeroso de Dios. Todos los judíos hablan bien de él. Un ángel le dio instrucciones de que vayas a su casa, para que él escuche tus palabras.»

23 Entonces Pedro los hizo pasar y los hospedó, y al día siguiente se fue con ellos y con algunos de los hermanos de Jope.

24 Cuando llegaron a Cesarea, Cornelio ya los estaba esperando y había llamado a sus parientes y amigos más íntimos.

25 En cuanto Pedro entró, Cornelio salió a recibirlo y, arrodillándose delante él, le rindió honor.

26 Pero Pedro le dijo: «Levántate. Yo mismo soy un hombre, como tú.»

27 Mientras hablaba con él, Pedro entró y se encontró con que ya se habían reunido muchas personas.

28 Entonces les dijo: «Como ustedes saben, para un judío es muy repugnante juntarse o acercarse a un extranjero, pero Dios me ha hecho ver que no puedo llamar a nadie gente común o impura.

29 Por eso, cuando me llamaron vine sin replicar. Pero ahora les pregunto: ¿Para qué me han hecho venir?»

30 Cornelio le dijo: «Hace cuatro días, como a esta hora, es decir, a las tres de la tarde, yo estaba orando en mi casa. De pronto, vi que delante de mí estaba un varón vestido con ropas resplandecientes.

31 Ese varón me dijo: “Cornelio, Dios ha escuchado tus oraciones, y la ayuda que has dado a otros la ha recibido como una ofrenda.

32 Envía a tus hombres a Jope, y haz que venga Simón, al que también se le conoce como Pedro. Está hospedado en casa de Simón el curtidor, junto al mar.”

33 Así que los mandé por ti; y has hecho bien en venir. Como puedes ver, aquí estamos en la presencia de Dios para oír todo lo que Dios te ha mandado decirnos.»

34 Entonces Pedro empezó a hablar, y dijo: «En verdad comprendo ahora que Dios no hace acepción de personas,

35 sino que a él le agrada todo aquel que le teme y hace justicia, sea de la nación que sea.

36 Dios envió un mensaje a los hijos de Israel, y en él les anunciaba las buenas noticias de la paz por medio de Jesucristo, que es el Señor de todos.

37 Ustedes bien saben que, después del bautismo que predicó Juan, este mensaje se divulgó por toda Judea, a partir de Galilea.

38 Ese mensaje dice que Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo y con poder, y que él anduvo haciendo el bien y sanando a todos los que estaban oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.

39 Nosotros somos testigos de todo lo que Jesús hizo en Judea y en Jerusalén. Pero lo mataron, colgándolo de un madero.

40 Sin embargo, Dios lo resucitó al tercer día, y permitió que muchos lo vieran.

41 Pero no lo vio todo el pueblo, sino sólo aquellos testigos que Dios había elegido de antemano, es decir, nosotros, los que comimos y bebimos con él después de que él resucitó de entre los muertos.

42 Él mismo nos mandó a predicar al pueblo, y a dar testimonio de que Dios lo ha nombrado Juez de los vivos y de los muertos.

43 Acerca de él dicen los profetas que todos los que crean en su nombre recibirán el perdón de sus pecados.»

44 Mientras Pedro les hablaba así, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que lo escuchaban.

45 Los judíos circuncidados que habían acompañado a Pedro estaban atónitos de que también los no judíos recibieran el don del Espíritu Santo,

46 pues los oían hablar en lenguas y magnificar a Dios.

47 Entonces Pedro dijo: «¿Hay algún impedimento para que no sean bautizadas en agua estas personas, que también han recibido el Espíritu Santo, como nosotros?»

48 Y mandó bautizarlos en el nombre del Señor Jesús. Entonces le rogaron que se quedara con ellos algunos días más.

Hechos 11

Informe de Pedro a la iglesia de Jerusalén

1 Los apóstoles y los hermanos que estaban en Judea supieron que también los no judíos habían recibido la palabra de Dios,

2 así que cuando Pedro subió a Jerusalén, los que practicaban la circuncisión comenzaron a discutir con él.

3 Le dijeron: «¿Por qué entraste en la casa de gente no judía, y comiste allí?»

4 Pedro comenzó entonces a contarles detalladamente lo que había sucedido. Les dijo:

5 «Mientras yo estaba orando en Jope, entré en éxtasis y tuve una visión. Vi que del cielo bajaba hacia mí un gran lienzo, atado por las cuatro puntas.

6 Me fijé bien, y vi que allí había cuadrúpedos, fieras, reptiles y aves.

7 Oí además una voz que me decía: “Pedro, levántate, mata y come.”

8 Yo respondí: “No, Señor, porque nunca he comido nada que sea común o impuro.”

9 Pero desde el cielo la voz me dijo la segunda vez: “Lo que Dios ha limpiado, no lo llames tú impuro.”

10 Esto se repitió tres veces, después de lo cual el lienzo fue llevado de nuevo al cielo.

11 En ese momento llegaron a la casa donde yo estaba, tres hombres que desde Cesarea habían venido por mí.

12 El Espíritu me dijo que no dudara y los acompañara, así que estos seis hermanos fueron conmigo, y entramos en casa de un varón

13 que nos contó que en su casa había visto un ángel, que le dijo: “Envía algunos de tus hombres a Jope, y haz que venga Simón, al que también se le conoce como Pedro.

14 Él te dirá cómo tú y todos los de tu casa pueden ser salvados.”

15 Apenas había comenzado a hablar cuando el Espíritu Santo se manifestó sobre ellos, como al principio se manifestó en nosotros.

16 Entonces me acordé de las palabras del Señor, cuando dijo: “Ciertamente, Juan bautizó con agua; pero ustedes serán bautizados con el Espíritu Santo.”

17 Pues si Dios les concedió a ellos el mismo don que a nosotros, que hemos creído en el Señor Jesucristo, ¿quién soy yo para oponerme a Dios?»

18 Al oír esto, ellos se callaron y glorificaron a Dios. Decían: «¡Así que Dios también les ha concedido a los no judíos la oportunidad de arrepentirse para que tengan vida!»

La iglesia en Antioquía

19 Mientras tanto, los que habían sido dispersados por la persecución que se desató por causa de Esteban,llegaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, y hablaban de las buenas noticias solamente a los judíos.

20 Pero había allí unos varones de Chipre y de Cirene, que al entrar en Antioquía habían hablado también a los griegos acerca de las buenas noticias del Señor Jesús.

21 Y con la ayuda del Señor un gran número de personas creyó y se convirtió al Señor.

22 Como esto llegó a oídos de la iglesia en Jerusalén, enviaron a Bernabé hasta Antioquía.

23 Y cuando él llegó y constató la bondad de Dios, se alegró mucho y exhortó a todos a permanecer fieles al Señor, con todo el fervor de su corazón.

24 Bernabé era un hombre bueno, lleno de fe y del Espíritu Santo, así que una gran multitud se agregó para seguir al Señor.

25 Después de eso, Bernabé se fue a Tarso para buscar a Saulo, y cuando lo encontró lo llevó a Antioquía.

26 Durante todo un año se congregaron con la iglesia y enseñaron a mucha gente. Y fue allí en Antioquía en donde a los discípulos de Jesús se les llamó cristianos por primera vez.

27 Por aquellos días, unos profetas salieron de Jerusalén para visitar Antioquía.

28 Uno de ellos, llamado Agabo,se levantó para anunciar la hambruna que estaba por llegar a toda la tierra, y que el Espíritu le había dado a saber. Esto sucedió en los días del emperador Claudio.

29 Entonces los discípulos acordaron socorrer a los hermanos que vivían en Judea, según lo que cada uno tuviera,

30 y por medio de Bernabé y de Saulo enviaron ayuda a los ancianos.

Hechos 12

Muerte de Jacobo; encarcelamiento de Pedro

1 Por esos mismos días el rey Herodes mandó aprehender a algunos miembros de la iglesia para maltratarlos.

2 A Jacobo, hermano de Juan, lo mató a filo de espada.

3 Y al ver que esto agradó a los judíos, mandó aprehender también a Pedro, en la fiesta de los panes sin levadura.

4 Luego lo encarceló y lo entregó a cuatro grupos de soldados, para que lo vigilaran. Cada grupo estaba compuesto de cuatro soldados, y Herodes tenía la intención de presentarlo ante el pueblo después de la pascua.

5 Mientras que Pedro era bien vigilado en la cárcel, en la iglesia se oraba constantemente a Dios por él.

Pedro es librado de la cárcel

6 La noche en que Herodes lo iba a sacar, Pedro estaba durmiendo entre dos soldados, sujeto con dos cadenas, y frente a la puerta había también guardias que vigilaban la cárcel.

7 De pronto una luz iluminó la cárcel y apareció un ángel del Señor, el cual tocó a Pedro en el costado para despertarlo, y le dijo: «¡De prisa, levántate!» Y al instante las cadenas se le cayeron de las manos.

8 Entonces el ángel le dijo: «Recoge tu ropa y átate las sandalias; envuélvete en tu manto y sígueme.» Y Pedro obedeció.

9 Salieron de la celda y Pedro lo siguió, aunque creía que lo que el ángel hacía era una visión.

10 Pasaron la primera y la segunda guardia, y al llegar a la puerta de hierro que daba a la ciudad, ¡ésta se abrió por sí misma! Una vez afuera, cruzaron una calle y luego el ángel desapareció.

11 Entonces Pedro volvió en sí, y dijo: «Ahora me doy cuenta de que en verdad el Señor envió su ángel para librarme de Herodes y de todo lo que el pueblo judío esperaba hacer.»

12 Mientras pensaba así, llegó a casa de María, la madre de Juan, a quien todos conocían como Marcos. Muchos hermanos se habían reunido allí para orar.

13 Cuando Pedro llamó a la puerta del patio, una muchacha llamada Rode salió a ver quién llamaba,

14 y al reconocer la voz de Pedro se puso tan alegre que no abrió, sino que corrió a decir que Pedro estaba a la puerta.

15 Ellos le dijeron que estaba loca. Pero ante su insistencia, ellos dijeron: «¡Ha de ser su ángel!»

16 Mientras tanto, Pedro seguía llamando; así que cuando abrieron y lo vieron, se quedaron atónitos.

17 Pero Pedro les hizo señas con la mano para que callaran, y entonces les contó cómo el Señor lo había sacado de la cárcel. Y añadió: «Digan esto a Jacobo y a los hermanos.» Luego salió, y se fue a otro lugar.

18 Cuando amaneció, hubo mucho alboroto entre los soldados, pues no sabían qué había pasado con Pedro.

19 Herodes lo buscó y, como no lo halló, hizo interrogar a los guardias y luego ordenó que los mataran. Pedro, por su parte, salió de Judea y se fue a Cesarea, donde se quedó.

Muerte de Herodes

20 Herodes estaba muy enojado con los habitantes de Tiro y de Sidón, pero ellos se pusieron de acuerdo y sobornaron al camarero mayor del rey, un hombre llamado Blasto, para que los llevara ante él; y es que querían llegar a un arreglo amistoso, pues sus abastos los recibían a través del territorio del rey.

21 El día convenido, Herodes llegó vestido con sus ropas reales y se sentó en el trono para dirigirles un discurso formal.

22 El pueblo estaba muy emocionado y lo aclamaba a grandes gritos: «¡Queremos voz de Dios, y no voz de un hombre!»

23 En ese momento, un ángel del Señor lo hirió porque no le dio la gloria a Dios, y Herodes murió agusanado.

24 Mientras tanto, la palabra del Señor seguía extendiéndose y multiplicándose.

25 Cuando Bernabé y Saulo cumplieron su servicio, volvieron de Jerusalén y se llevaron con ellos a Juan, también conocido como Marcos.

Hechos 13

Bernabé y Saulo comienzan su primer viaje misionero

1 En la iglesia de Antioquía eran profetas y maestros Bernabé y Simón, al que llamaban Niger; Lucio de Cirene; Manaén, que se había criado con el tetrarca Herodes, y Saulo.

2 Como ellos servían al Señor y ayunaban siempre, el Espíritu Santo dijo: «Apártenme a Bernabé y a Saulo, porque los he llamado para un importante trabajo.»

3 Y así, después de que todos ayunaron y oraron, les impusieron las manos y los despidieron.

Los apóstoles predican en Chipre

4 Bernabé y Saulo fueron llevados por el Espíritu Santo a Seleucia, y de allí navegaron a Chipre.

5 Al llegar a Salamina, comenzaron a predicar la palabra de Dios en las sinagogas de los judíos. Juan iba con ellos y les ayudaba.

6 Luego atravesaron toda la isla, hasta llegar a Pafos, donde había un mago y falso profeta judío, llamado Bar Jesús,

7 que estaba con el procónsul Sergio Paulo, quien era un varón muy prudente. Sergio Paulo mandó llamar a Bernabé y a Saulo, porque deseaba oír la palabra de Dios.

8 Pero el mago Elimas (que así se traduce su nombre), se lo impedía y procuraba apartar de la fe al procónsul.

9 Como Saulo, o sea, Pablo, estaba lleno del Espíritu Santo, fijó la mirada en el mago

10 y dijo: «¡Eres un hijo del diablo! ¡Estás lleno de mentira y de maldad, y eres enemigo de la justicia! ¿Cuándo dejarás de trastornar los caminos rectos del Señor?

11 Pon atención, porque la mano del Señor está en tu contra y vas a quedarte ciego; no podrás ver el sol por algún tiempo.» Y al instante quedó completamente ciego; y caminaba en círculos, buscando alguien que lo llevara de la mano.

12 Cuando el procónsul vio lo que había sucedido, quedó maravillado de la enseñanza del Señor y creyó.

Pablo y Bernabé en Antioquía de Pisidia

13 Después de que zarparon de Pafos, Pablo y sus compañeros arribaron a Perge de Panfilia; allí Juan se apartó de ellos y volvió a Jerusalén.

14 De Perge, siguieron a Antioquía de Pisidia; y un día de reposo entraron en la sinagoga del lugar y se sentaron.

15 Después de la lectura de la ley y de los profetas, los principales de la sinagoga les dijeron: «Hermanos, si tienen alguna enseñanza o exhortación para el pueblo, los escuchamos.»

16 Entonces Pablo se levantó y, luego de hacerles una señal para que guardaran silencio, dijo:

«Escúchenme ustedes, varones israelitas, y todos los que temen a Dios:

17 El Dios de Israel eligió a nuestros padres y enalteció a su pueblo, y aunque ellos vivieron en Egipto como extranjeros,Dios los sacó de allí con gran despliegue de poder.

18 Durante unos cuarenta años los toleró en el desierto;

19 y después de destruir a siete naciones en Canaán,les dio esas tierras por herencia.

20 Cuatrocientos cincuenta años después, fueron gobernados por jueceshasta que llegó el profeta Samuel.

21 Más tarde pidieron un rey,y Dios les dio a Saúl hijo de Cis, de la tribu de Benjamín,quien los gobernó durante cuarenta años.

22 Cuando Dios le quitó el trono a Saúl,puso como rey a David, de quien dijo: “Me agrada David, el hijo de Yesé, porque sé que él cumplirá los planes que yo tengo.”

23 De acuerdo con su promesa, Dios levantó de la descendencia de David un salvador para Israel, que es Jesús.

24 Antes de que Jesús viniera, Juan predicó el bautismo de arrepentimientoa todo el pueblo de Israel.

25 Cuando Juan estaba por terminar su obra, preguntó: “¿Quién creen ustedes que soy yo? No soy el que esperan.Pero después de mí viene uno, del que no soy digno de desatar las correas de su calzado.”

26 »Sepan ustedes, hermanos descendientes de Abrahán, y todos ustedes, los que honran a Dios, que este mensaje de salvación ha sido enviado a nosotros.

27 Los habitantes de Jerusalén y sus gobernantes no reconocieron a Jesús ni lo que dijeron los profetas, lo cual se lee en los días de reposo, pero dieron cumplimiento a esas palabras al condenar a Jesús.

28 Y aunque no encontraron en él nada que mereciera su muerte, le pidieron a Pilato que lo matara.

29 Cuando se cumplió todo lo que estaba escrito acerca de él, lo bajaron del madero y lo sepultaron.

30 Pero Dios lo resucitó de los muertos,

31 y durante muchos días Jesús se apareció a los que lo habían acompañado desde Galilea hasta Jerusalén.Y ellos son ahora sus testigos ante el pueblo.

32 Nosotros también les anunciamos a ustedes las buenas noticias de la promesa que Dios hizo a nuestros padres:

33 Dios la ha cumplido en sus hijos, es decir, en nosotros, al resucitar a Jesús. Así está escrito en el salmo segundo, que dice: “Tú eres mi hijo. Hoy te he engendrado.”

34 En cuanto a levantarlo de entre los muertos, para que su cuerpo no llegara a corromperse, se dijo así: “Yo les cumpliré fielmente a ustedes las santas promesas que le hice a David.”

35 Y también se dice en otro salmo: “No permitirás que el cuerpo de tu escogido se corrompa.”

36 Es un hecho que, por la voluntad de Dios, David sirvió a su generación y, cuando murió, se fue a reunir con sus padres; pero su cuerpo se corrompió.

37 Sin embargo, el cuerpo de Jesús no se corrompió, porque Dios lo resucitó.

38 Hermanos, quiero que sepan que les estamos anunciando el perdón de sus pecados por medio de Jesús.

39 La ley de Moisés no pudo justificarles todos esos pecados, pero en Jesús queda justificado todo aquel que cree en él.

40 Tengan, pues, cuidado de que no les sobrevenga lo que anunciaron los profetas:

41 “Ustedes, que todo lo desprecian,

¡asómbrense y desaparezcan!

En los días de ustedes haré algo tan grande

que no podrán creerlo,

aunque alguien se lo explique.”»

42 Cuando ellos salieron de la sinagoga, les rogaron que el siguiente día de reposo volvieran a hablarles de estas cosas.

43 Luego se despidió a la congregación, y muchos judíos y conversos piadosos siguieron a Pablo y a Bernabé, y ellos siguieron hablándoles y animándolos a mantenerse en la gracia de Dios.

44 El siguiente día de reposo casi todos los habitantes de la ciudad se reunieron para oír la palabra de Dios,

45 pero cuando los judíos vieron tanta gente, se llenaron de celos y rebatían lo que Pablo decía, y lo contradecían y lo maldecían.

46 Entonces Pablo y Bernabé les dijeron con toda franqueza: «Estamos seguros de que era necesario que ustedes fueran los primeros en escuchar la palabra de Dios. Pero como ustedes la rechazan y no se consideran dignos de recibir la vida eterna, ahora vamos a predicarles a los que no son judíos.

47 Ésa es la orden que el Señor nos dio, cuando dijo:

»“Te he puesto como luz para las naciones,

para que lleves salvación hasta los confines de la tierra.”»

48 Cuando los que no eran judíos oyeron esto, se alegraron y glorificaron la palabra del Señor, y todos los que estaban destinados a recibir la vida eterna creyeron.

49 Y la palabra del Señor se difundía por toda aquella provincia.

50 Pero los judíos instigaron a las mujeres piadosas y distinguidas, y a los principales de la ciudad, para que iniciaran una persecución en contra de Pablo y Bernabé; así que los expulsaron de su territorio.

51 Ellos, por su parte, al salir de la ciudad se sacudieron el polvo de los pies en señal de protesta,y se fueron a Iconio.

52 Y los discípulos estaban gozosos y llenos del Espíritu Santo.

Hechos 14

Pablo y Bernabé en Iconio

1 Cuando llegaron a Iconio, siguiendo su costumbre entraron en la sinagoga de los judíos; y era tal la convicción con que hablaban que una gran multitud de judíos y de griegos creyó.

2 Pero los judíos que no quisieron creer, dañaron el ánimo de los que no eran judíos y los azuzaron contra los hermanos.

3 A pesar de eso, Bernabé y Pablo se quedaron allí mucho tiempo, y hablaban sin ningún temor y confiados en el Señor, que por su bondad y misericordia les concedió hacer milagros prodigiosos.

4 La gente de la ciudad estaba dividida, porque unos apoyaban a los judíos y otros a los apóstoles.

5 Entonces judíos y no judíos, y sus gobernantes, se juntaron con la intención de hacerles daño a los apóstoles y apedrearlos;

6 pero ellos se dieron cuenta y huyeron a Listra y Derbe, ciudades de Licaonia, y de allí fueron a todas las regiones cercanas,

7 donde predicaban el evangelio.

Pablo es apedreado en Listra

8 En Listra había un hombre lisiado de nacimiento; no podía mover los pies ni había caminado jamás. Estaba sentado,

9 escuchando a Pablo; y cuando Pablo lo vio a los ojos, comprendió que tenía fe para ser sanado.

10 Entonces Pablo levantó la voz y le dijo: «Levántate, y apóyate sobre tus pies.» Y aquel hombre dio un salto y comenzó a caminar.

11 Al ver la gente lo que Pablo había hecho, comenzó a gritar en lengua licaónica: «Los dioses han bajado en forma de hombres, y nos están visitando.»

12 A Bernabé lo llamaron Júpiter, y como Pablo era el que hablaba, a él lo llamaron Mercurio.

13 El sacerdote de Júpiter, que oficiaba en el templo que estaba frente a la ciudad, llevó hasta las puertas toros y guirnaldas, y les quería ofrecer sacrificios junto con la muchedumbre.

14 Cuando Bernabé y Pablo se enteraron de esto, se rasgaron la ropa y corrieron entre la multitud, y a gritos dijeron:

15 «Amigos, ¿por qué hacen esto? Nosotros somos unos simples mortales, lo mismo que ustedes. Hemos venido a decirles que se vuelvan al Dios de la vida, al creador del cielo, la tierra y el mar, y de todo lo que hay en ellos, y que se aparten de todo esto, que para nada sirve.

16 En el pasado, Dios permitió que la gente anduviera por sus propios caminos,

17 aunque no dejó de manifestar su poder al enviarnos toda clase de bienes, pues del cielo nos viene la lluvia, que hace fructificar la tierra para nuestro sustento y alegría.»

18 Cuando ellos dijeron esto, casi les fue imposible impedir que la multitud les ofreciera sacrificio.

19 En ese momento llegaron de Antioquía y de Iconio unos judíos que persuadieron a la multitud para que apedreara a Pablo; después de eso lo arrastraron y lo llevaron fuera de la ciudad, pues creían que estaba muerto.

20 Pero los discípulos lo protegieron, y Pablo se levantó y entró en la ciudad, y al día siguiente salió con Bernabé para Derbe.

21 Después de anunciar el evangelio en aquella ciudad y de hacer muchos discípulos, los dos regresaron a Listra, a Iconio y a Antioquía,

22 y allí infundían ánimo a los discípulos y los alentaban a mantener la fe. Les decían: «Para entrar en el reino de Dios nos es necesario pasar por muchas tribulaciones.»

23 También nombraron ancianos en cada iglesia, y luego de orar y ayunar los encomendaron al Señor, en quien habían creído.

El regreso a Antioquía de Siria

24 Luego de pasar por Pisidia, llegaron a Panfilia;

25 después predicaron el evangelio en Perge, y se fueron a Atalia;

26 de allí navegaron hasta Antioquía, en donde los habían encomendado a Dios para que hicieran la obra que ya habían cumplido.

27 Cuando llegaron, reunieron a la iglesia y narraron las grandes cosas que Dios había hecho con ellos, y cómo había abierto la puerta de la fe para que los no judíos entraran por ella.

28 Y allí se quedaron mucho tiempo con los discípulos.

Hechos 15

El concilio en Jerusalén

1 De Judea llegaron algunos que enseñaban a los hermanos que, si no se circuncidaban según el rito de Moisés,no podían ser salvos.

2 Como Pablo y Bernabé tuvieron una fuerte discusión con ellos, se acordó que los dos y algunos otros fueran a Jerusalén para tratar esta cuestión con los apóstoles y los ancianos.

3 Como habían sido enviados por la iglesia, pasaron por Fenicia y Samaria, y allí hablaron de la conversión de los no judíos, lo cual hizo que todos los hermanos se alegraran mucho.

4 Cuando llegaron a Jerusalén, fueron recibidos por la iglesia, los apóstoles y los ancianos, y allí contaron todo lo que Dios había hecho con ellos.

5 Pero algunos creyentes de la secta de los fariseos, que estaban allí, se opusieron a ellos y dijeron: «Es necesario circuncidarlos, y mandarles que cumplan con la ley de Moisés.»

6 Los apóstoles y los ancianos se reunieron para tratar este asunto,

7 y luego de mucho discutir, Pedro se levantó y les dijo: «Queridos hermanos, ustedes saben que hace algún tiempo Dios determinó que yo mismo proclamara a los no judíos el mensaje del evangelio, para que creyeran.

8 Y Dios, que conoce los corazones, los confirmó y les dio el Espíritu Santo,lo mismo que a nosotros.

9 Dios no hizo ninguna diferencia entre ellos y nosotros, sino que por la fe purificó sus corazones.

10 Entonces, ¿por qué ponen a prueba a Dios, al imponer sobre los discípulos una carga que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar?

11 Lo que creemos es que, por la bondad del Señor Jesús, seremos salvos lo mismo que ellos.»

12 Al oír que Bernabé y Pablo contaban las grandes señales y maravillas que Dios había realizado por medio de ellos entre los no judíos, toda la multitud guardó silencio;

13 y cuando terminaron de hablar, Jacobo respondió y dijo: «Hermanos, escúchenme.

14 Simón nos ha contado cómo Dios visitó a los no judíos por primera vez, para añadirlos al pueblo que cree en su nombre.

15 Las palabras de los profetas concuerdan en esto, pues está escrito:

16 »“Después de esto volveré,

y reedificaré el caído tabernáculo de David;

repararé sus ruinas

y lo volveré a levantar,

17 para que el resto de la humanidad busque al Señor,

y también todas las naciones que invocan mi nombre.”

18 »Esto lo dice el Señor. Lo ha dado a conocer desde los tiempos antiguos.

19 »Mi consejo es que no inquieten a los no judíos que se convierten a Dios,

20 sino que los instruyan para que se aparten de la idolatría,del libertinaje sexual,del comer carne de animales ahogados, y de comer sangre.

21 A Moisés no le falta quien lo predique en las sinagogas, cada día de reposo, en cada ciudad y desde los tiempos antiguos.»

22 A los apóstoles, a los ancianos y a toda la iglesia, les pareció buena idea elegir de entre ellos a algunos hermanos, y eligieron a Judas, también conocido como Barsabás, y a Silas, pues sobresalían entre los demás hermanos, y los enviaron a Antioquía con Pablo y Bernabé.

23 Por conducto de ellos enviaron un escrito: «Los apóstoles y los ancianos, a nuestros hermanos no judíos en Antioquía, Siria y Cilicia. Reciban nuestros saludos.

24 Hemos sabido que algunos hermanos que estaban con nosotros, a quienes no les dimos ninguna orden, los han perturbado e inquietado a ustedes con sus enseñanzas.

25 Hemos llegado al acuerdo, que nos parece bien, de elegir a algunos hermanos y enviarlos a ustedes con nuestros amados hermanos Bernabé y Pablo.

26 Ellos han expuesto su vida por causa del nombre de nuestro Señor Jesucristo.

27 Así que con ellos van Judas y Silas, quienes en sus propias palabras les dirán esto mismo.

28 Al Espíritu Santo y a nosotros nos ha parecido bien no imponerles ninguna otra carga, sino sólo esto que necesitan saber:

29 que deben abstenerse de comer lo que se ha sacrificado a los ídolos, de comer sangre o la carne de animales ahogados, y del libertinaje sexual. Harán bien en evitar estas cosas. Que estén muy bien.»

30 Cuando los hermanos que fueron enviados llegaron a Antioquía, reunieron a la congregación y entregaron la carta.

31 Cuando los hermanos terminaron de leerla, se alegraron por el consuelo recibido.

32 Como Judas y Silas también eran profetas, con mucho afecto fraternal consolaron y confirmaron en la fe a los hermanos,

33 y después de haber pasado un tiempo con ellos, los hermanos los despidieron en paz, para que regresaran con quienes los habían enviado.

34 Silas prefirió quedarse allí,

35 así que Pablo y Bernabé continuaron enseñando la palabra del Señor en Antioquía, y anunciando el evangelio a muchos más.

Pablo se separa de Bernabé y comienza su segundo viaje misionero

36 Algunos días después, Pablo le dijo a Bernabé: «Volvamos a visitar a los hermanos en las ciudades donde hemos anunciado la palabra del Señor, para ver cómo están.»

37 Bernabé quería que los acompañara Juan, que también era conocido como Marcos,

38 pero Pablo no estuvo de acuerdo porque Juan se había separado de ellos en Panfiliay no había trabajado con ellos.

39 Tan grande fue el desacuerdo entre ellos, que terminaron por separarse: Bernabé tomó a Marcos y se embarcó a Chipre,

40 pero Pablo escogió a Silas. Los hermanos lo encomendaron a la bendición del Señor,

41 y a su paso por Siria y Cilicia fue confirmando a las iglesias.

Hechos 16

Timoteo acompaña a Pablo y a Silas

1 Después, Pablo llegó a Derbe y a Listra. Allí había un discípulo llamado Timoteo, que era hijo de una judía cristiana y de padre griego.

2 Los hermanos que estaban en Listra y en Iconio hablaban muy bien de él,

3 así que Pablo quiso que Timoteo lo acompañara. Para evitar problemas con los judíos que había en aquellos lugares, Pablo hizo que Timoteo se circuncidara, pues todos sabían que su padre era griego.

4 Cuando ellos pasaban por las ciudades, entregaban las reglas que los apóstoles y los ancianos en Jerusalén habían acordado que se pusieran en práctica.

5 Y así las iglesias eran confirmadas en la fe, y su número aumentaba cada día.

La visión del varón macedonio

6 Como el Espíritu Santo no les permitió proclamar la palabra en Asia, ellos se limitaron a atravesar Frigia y la provincia de Galacia.

7 Cuando llegaron a Misia, intentaron ir a Bitinia, pero el Espíritu tampoco se lo permitió.

8 Entonces dejaron de lado a Misia y llegaron a Troas.

9 Allí, una noche Pablo tuvo una visión, en la que veía ante él a un varón macedonio, que suplicante le decía: «Pasa a Macedonia, y ayúdanos.»

10 Después de que Pablo tuvo la visión, enseguida nos dispusimos a partir hacia Macedonia, pues estábamos seguros de que Dios nos estaba llamando a anunciarles el evangelio.

En la cárcel de Filipos

11 Nos embarcamos en Troas, y fuimos directamente a Samotracia; al día siguiente proseguimos a Neápolis,

12 y de allí fuimos a Filipos, que es una colonia y la ciudad principal de la provincia de Macedonia; en esa ciudad estuvimos algunos días.

13 Un día de reposo salimos de la ciudad y llegamos al río, donde se hacía la oración; allí nos sentamos y trabamos conversación con las mujeres allí reunidas.

14 Entre las que nos oían estaba una mujer llamada Lidia, que vendía telas de púrpura en la ciudad de Tiatira. Lidia adoraba a Dios, y el Señor tocó su corazón para que diera cabida a lo que Pablo decía.

15 Cuando ella y su familia fueron bautizadas, suplicante nos dijo: «Si ustedes consideran que soy fiel al Señor, vengan a mi casa y hospédense allí.» Y nos sentimos obligados a quedarnos allí.

16 Pero sucedió que, mientras nos dirigíamos al lugar de oración, una joven adivina salió a nuestro encuentro; por su capacidad de adivinación, ella era para sus amos una fuente de muchas ganancias.

17 La joven venía tras nosotros, y a voz en cuello gritaba: «Estos hombres son siervos del Dios altísimo, y les anuncian el camino de salvación.»

18 Esto lo repitió durante muchos días; pero Pablo se molestó mucho y, finalmente, se dio vuelta y le dijo a ese espíritu: «¡En el nombre de Jesucristo, te ordeno que salgas de ella!» Y al instante el espíritu la abandonó.

19 Pero al ver sus amos que iban a perder sus ganancias, aprehendieron a Pablo y a Silas, y los presentaron ante las autoridades, en la plaza pública.

20 Allí, ante los magistrados, dijeron: «Estos judíos andan alborotando a nuestra ciudad,

21 y enseñan costumbres que nosotros, como romanos, no podemos aceptar ni practicar.»

22 La gente se agolpó contra ellos; los magistrados les rasgaron las ropas, y ordenaron que se les azotara con varas.

23 Después de darles muchos azotes, los arrojaron en la cárcel y le ordenaron al carcelero que los mantuviera constantemente vigilados.

24 Al recibir esta orden, el carcelero los metió en el último calabozo, y les sujetó los pies en el cepo.

25 A la medianoche, Pablo y Silas oraban y cantaban himnos a Dios, mientras los presos los escuchaban.

26 De pronto hubo un terremoto, tan violento que los cimientos de la cárcel se estremecieron. Al instante se abrieron todas las puertas, y las cadenas de todos se soltaron.

27 El carcelero despertó, y cuando vio abiertas las puertas de la cárcel, sacó su espada y quiso matarse, pues pensaba que los presos habían huido.

28 Pero con fuerte voz Pablo le dijo: «¡No te hagas ningún daño, que todos estamos aquí!»

29 Entonces el carcelero pidió una luz y, temblando de miedo, corrió hacia dentro y se echó a los pies de Pablo y de Silas;

30 luego los sacó y les preguntó: «Señores, ¿qué debo hacer para salvarme?»

31 Ellos le dijeron: «Cree en el Señor Jesucristo, y se salvarán tú y tu familia.»

32 Y les hablaron de la palabra del Señor a él y a toda su familia.

33 A esas horas de la noche el carcelero los tomó y les lavó las heridas, y luego él y toda su familia fueron bautizados;

34 después los llevó a su casa y les sirvió de comer, y él y toda su casa se alegraron mucho de haber creído en Dios.

35 Al día siguiente, los magistrados enviaron unos alguaciles a decirle: «Suelta a esos hombres.»

36 El carcelero le dijo a Pablo: «Los magistrados mandan a decir que los deje libres; así que salgan y váyanse tranquilos.»

37 Pero Pablo dijo: «Después de que nos azotaron públicamente, nos echaron en la cárcel sin una sentencia judicial, ¿ahora nos van a liberar en secreto? ¡De ninguna manera! Nosotros somos ciudadanos romanos. ¡Que vengan ellos mismos a sacarnos!»

38 Los alguaciles fueron a decir a los magistrados lo que Pablo había dicho; y éstos se asustaron al enterarse de que eran ciudadanos romanos.

39 Entonces fueron a la cárcel, y con ruegos les pidieron que salieran y se fueran de la ciudad.

40 Al salir de la cárcel, se dirigieron a la casa de Lidia y, luego de ver a los hermanos, los consolaron y se fueron.

Hechos 17

El alboroto en Tesalónica

1 Después de pasar por Anfípolis y Apolonia, llegaron a Tesalónica, donde había una sinagoga judía.

2 Pablo fue entonces a la sinagoga, como era su costumbre, y durante tres días de reposo debatió con ellos. Con base en las Escrituras,

3 les aclaró y explicó que era necesario que Cristo padeciera y resucitara de los muertos. Les decía: «Jesús, a quien yo les anuncio, es el Cristo.»

4 Algunos de ellos creyeron y se unieron a Pablo y a Silas, lo mismo que muchos griegos piadosos y numerosas mujeres nobles.

5 Pero los judíos que no creyeron se llenaron de envidia, así que lograron reunir a una turba de vagos y maleantes, y comenzaron a alborotar la ciudad, y en su búsqueda de Pablo y Silas irrumpieron en la casa de Jasón, pues querían expulsarlos del pueblo.

6 Como no los hallaron, llevaron a Jasón y a algunos hermanos ante las autoridades de la ciudad, mientras gritaban: «¡Esos que están trastornando el mundo entero, ya han llegado acá!

7 Jasón los ha recibido, y todos sus seguidores desobedecen los decretos de César. Dicen que hay otro rey, y que se llama Jesús.»

8 Al oír esto, el pueblo y las autoridades de la ciudad se alborotaron:

9 pero Jasón respondió por ellos, y los dejaron en libertad.

Pablo y Silas en Berea

10 Esa misma noche, los hermanos enviaron a Pablo y Silas hasta Berea. Y cuando éstos llegaron allá, entraron en la sinagoga de los judíos.

11 Éstos eran más nobles que los de Tesalónica, pues recibieron la palabra con mucha atención, y todos los días examinaban las Escrituras para ver si era cierto lo que se les anunciaba.

12 Entre los que creyeron, había distinguidas mujeres griegas y un buen número de hombres.

13 Cuando los judíos de Tesalónica supieron que también en Berea Pablo anunciaba la palabra de Dios, fueron allá para alborotar a las multitudes.

14 Pero de inmediato los hermanos enviaron a Pablo al mar, mientras Silas y Timoteo se quedaban allí.

15 Los encargados de trasladar a Pablo lo llevaron a Atenas; y a Silas y a Timoteo les ordenaron que se reunieran con él tan pronto como pudieran, y así lo hicieron.

Pablo en Atenas

16 Mientras Pablo los esperaba en Atenas, su espíritu se enardeció al ver que la ciudad estaba entregada a la idolatría.

17 Por eso en la sinagoga discutía con los judíos y con hombres piadosos, y también con todos los que a diario acudían a la plaza.

18 Algunos filósofos de los epicúreos y de los estoicos discutían con él. Unos preguntaban: «¿De qué habla este parlanchín?» Y otros decían: «Es alguien que habla de dioses extranjeros.» Y es que les hablaba del evangelio de Jesús, y de la resurrección.

19 Entonces lo tomaron, lo llevaron al Areópago y le dijeron: «¿Nos puedes explicar qué es esta nueva enseñanza de la que hablas?

20 Porque esto suena extraño en nuestros oídos. Nos gustaría saber qué significa todo esto.»

21 (Y es que a todos los atenienses y extranjeros que allí vivían, no les interesaba nada que no fuera decir o escuchar cosas novedosas.)

22 Pablo se puso entonces en medio del Areópago, y dijo: «Varones atenienses, he observado que ustedes son muy religiosos.

23 Porque al pasar y observar sus santuarios, hallé un altar con esta inscripción: «Al Dios no conocido». Pues al Dios que ustedes adoran sin conocerlo, es el Dios que yo les anuncio.

24 El Dios que hizo el mundo y todo lo que en él hay, es el Señor del cielo y de la tierra. No vive en templos hechos por manos humanas,

25 ni necesita que nadie le sirva, porque a él no le hace falta nada, pues él es quien da vida y aliento a todos y a todo.

26 De un solo hombre hizo a todo el género humano, para que habiten sobre la faz de la tierra, y les ha prefijado sus tiempos precisos y sus límites para vivir,

27 a fin de que busquen a Dios, y puedan encontrarlo, aunque sea a tientas. Pero lo cierto es que él no está lejos de cada uno de nosotros,

28 porque en él vivimos, y nos movemos, y somos. Ya algunos poetas entre ustedes lo han dicho: “Porque somos linaje suyo.”

29 Puesto que somos linaje de Dios, no podemos pensar que la Divinidad se asemeje al oro o a la plata, o a la piedra o a esculturas artísticas, ni que proceda de la imaginación humana.

30 Dios, que ha pasado por alto esos tiempos de ignorancia, ahora quiere que todos, en todas partes, se arrepientan.

31 Porque él ha establecido un día en que, por medio de aquel varón que escogió y que resucitó de los muertos, juzgará al mundo con justicia.»

32 Cuando los allí presentes oyeron hablar de la resurrección de los muertos, unos se burlaban, y otros decían: «Ya te oiremos hablar de esto en otra ocasión.»

33 Entonces Pablo se retiró de en medio de ellos;

34 pero algunos le creyeron y se unieron a él. Entre ellos estaba Dionisio, que era miembro del areópago, una mujer llamada Dámaris, y otros más.