San Juan 20

La resurrección

1 El primer día de la semana, muy temprano, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra del sepulcro había sido quitada.

2 Entonces fue corriendo a ver a Simón Pedro y al otro discípulo, aquel al que Jesús amaba, y les dijo: «¡Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde lo han puesto!»

3 Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro.

4 Corrían los dos juntos, aunque el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro, y llegó primero al sepulcro.

5 Cuando se acercó para mirar, vio los lienzos puestos allí, pero no entró.

6 Tras él llegó Simón Pedro, y entró en el sepulcro, y vio los lienzos puestos allí;

7 pero el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, no estaba puesto con los lienzos, sino enrollado en un lugar aparte.

8 Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; y al ver todo eso, creyó.

9 Y es que aún no habían entendido la Escritura, que dice que era necesario que él resucitara de los muertos.

10 Y los discípulos volvieron a sus casas.

Jesús se aparece a María Magdalena

11 Pero María estaba afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro,

12 y vio a dos ángeles con vestiduras blancas, que estaban sentados donde el cuerpo de Jesús había sido puesto; uno estaba a la cabecera, y el otro a los pies.

13 Y le dijeron: «Mujer, ¿por qué lloras?» Les dijo: «Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde lo han puesto.»

14 Tan pronto dijo esto, María se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí; pero no se dio cuenta de que era Jesús.

15 Jesús le dijo: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?» Ella, pensando que era el hortelano, le dijo: «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré.»

16 Jesús le dijo: «¡María!» Entonces ella se volvió y le dijo en hebreo: «¡Raboni!» (que quiere decir, «Maestro»).

17 Jesús le dijo: «No me toques, porque aún no he subido a donde está mi Padre; pero ve a donde están mis hermanos, y diles de mi parte que subo a mi Padre y Padre de ustedes, a mi Dios y Dios de ustedes.»

18 Entonces María Magdalena fue a dar las nuevas a los discípulos, de que había visto al Señor, y de que él le había dicho estas cosas.

Jesús se aparece a los discípulos

19 La noche de ese mismo día, el primero de la semana, los discípulos estaban reunidos a puerta cerrada en un lugar, por miedo a los judíos. En eso llegó Jesús, se puso en medio y les dijo: «La paz sea con ustedes.»

20 Y mientras les decía esto, les mostró sus manos y su costado. Y los discípulos se regocijaron al ver al Señor.

21 Entonces Jesús les dijo una vez más: «La paz sea con ustedes. Así como el Padre me envió, también yo los envío a ustedes.»

22 Y habiendo dicho esto, sopló y les dijo: «Reciban el Espíritu Santo.

23 A quienes ustedes perdonen los pecados, les serán perdonados; y a quienes no se los perdonen, no les serán perdonados.»

Incredulidad de Tomás

24 Pero Tomás, uno de los doce, conocido como el Dídimo, no estaba con ellos cuando Jesús vino.

25 Entonces los otros discípulos le dijeron: «Hemos visto al Señor.» Y él les dijo: «Si yo no veo en sus manos la señal de los clavos, ni meto mi dedo en el lugar de los clavos, y mi mano en su costado, no creeré.»

26 Ocho días después, sus discípulos estaban otra vez a puerta cerrada, y Tomás estaba con ellos. Estando las puertas cerradas, Jesús llegó, se puso en medio de ellos y les dijo: «La paz sea con ustedes.»

27 Luego le dijo a Tomás: «Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.»

28 Entonces Tomás respondió y le dijo: «¡Señor mío, y Dios mío!»

29 Jesús le dijo: «Tomás, has creído porque me has visto. Bienaventurados los que no vieron y creyeron.»

El propósito del libro

30 Jesús hizo muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro.

31 Pero éstas se han escrito para que ustedes crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que al creer, tengan vida en su nombre.

San Juan 21

Jesús se aparece a siete de sus discípulos

1 Después de esto, Jesús se manifestó otra vez a sus discípulos, junto al lago de Tiberias; y lo hizo de esta manera:

2 Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, conocido como el Dídimo, Natanael, el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo, y otros dos de sus discípulos.

3 Simón Pedro les dijo: «Voy a pescar.» Ellos le dijeron: «También nosotros vamos contigo.» Fueron, y entraron en una barca; pero aquella noche no pescaron nada.

4 Cuando ya estaba amaneciendo, Jesús se presentó en la playa; pero los discípulos no se dieron cuenta de que era Jesús.

5 Y él les dijo: «Hijitos, ¿tienen algo de comer?» Le respondieron: «No».

6 Él les dijo: «Echen la red a la derecha de la barca, y hallarán.» Ellos echaron la red, y eran tantos los pescados que ya no la podían sacar.

7 Entonces el discípulo a quien Jesús amaba le dijo a Pedro: «¡Es el Señor!» Y cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se puso la ropa (porque se había despojado de ella) y se echó al mar.

8 Los otros discípulos vinieron con la barca, arrastrando la red llena de pescados, pues estaban como a noventa metros de la orilla.

9 Al descender a tierra, vieron brasas puestas, un pescado encima de ellas, y pan.

10 Jesús les dijo: «Traigan algunos de los pescados que acaban de pescar.»

11 Simón Pedro salió del agua y sacó la red a tierra, llena de grandes pescados. Eran ciento cincuenta y tres, y a pesar de ser tantos la red no se rompió.

12 Jesús les dijo: «Vengan a comer.» Y ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: «¿Tú, quién eres?», pues sabían que era el Señor.

13 Entonces, Jesús tomó el pan y les dio de él, lo mismo que del pescado.

14 Ésta era la tercera vez que Jesús se manifestaba a sus discípulos, después de haber resucitado de los muertos.

Apacienta mis ovejas

15 Cuando terminaron de comer, Jesús le dijo a Simón Pedro: «Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos?» Le respondió: «Sí, Señor; tú sabes que te quiero.» Él le dijo: «Apacienta mis corderos.»

16 Volvió a decirle por segunda vez: «Simón, hijo de Jonás, ¿me amas?» Pedro le respondió: «Sí, Señor; tú sabes que te quiero.» Le dijo: «Pastorea mis ovejas.»

17 Y la tercera vez le dijo: «Simón, hijo de Jonás, ¿me quieres?» Pedro se entristeció de que la tercera vez le dijera «¿Me quieres?», y le respondió: «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero.» Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas.

18 De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven, te vestías e ibas a donde querías; pero cuando ya seas viejo, extenderás tus manos y te vestirá otro, y te llevará a donde no quieras.»

19 Jesús dijo esto, para dar a entender con qué muerte glorificaría a Dios. Y dicho esto, añadió: «Sígueme».

El discípulo amado

20 Al volverse Pedro, vio que los seguía el discípulo a quien Jesús amaba, el mismo que en la cena se había recostado al lado de él, y que le había dicho: «Señor, ¿quién es el que te entregará?»

21 Cuando Pedro lo vio, le dijo a Jesús: «Señor, ¿y éste, qué?»

22 Jesús le dijo: «Si yo quiero que él se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué? Tú sígueme.»

23 De allí surgió la idea entre los hermanos de que aquel discípulo no moriría. Pero Jesús no le dijo que no moriría. Sólo le dijo: «Si yo quiero que él se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué?»

24 Éste es el discípulo que da testimonio de estas cosas, y que las ha escrito. Y sabemos que su testimonio es verdadero.

25 Jesús también hizo muchas otras cosas, las cuales, si se escribieran una por una, pienso que ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir. Amén.

San Lucas 1

Dedicatoria a Teófilo

1 Excelentísimo Teófilo: Muchos han tratado ya de relatar en forma ordenada la historia de los sucesos que ciertamente se han cumplido entre nosotros,

2 tal y como nos los enseñaron quienes desde el principio fueron testigos presenciales y ministros de la palabra.

3 Después de haber investigado todo con sumo cuidado desde su origen, me ha parecido una buena idea escribírtelo por orden,

4 para que llegues a conocer bien la verdad de lo que se te ha enseñado.

Anuncio del nacimiento de Juan

5 En los días de Herodes, rey de Judea, había un sacerdote llamado Zacarías, de la clase de Abías,cuya esposa, Elisabet, era descendiente de Aarón.

6 Ambos eran íntegros delante de Dios y obedecían de manera irreprensible todos los mandamientos y ordenanzas del Señor.

7 Pero no tenían hijos, porque Elisabet era estéril y los dos eran ya muy ancianos.

8 Un día en que Zacarías oficiaba como sacerdote delante de Dios, pues le había llegado el turno a su grupo,

9 le tocó en suerte entrar en el santuario del Señor para ofrecer incienso, conforme a la costumbre del sacerdocio.

10 Mientras se quemaba el incienso, todo el pueblo estaba orando afuera.

11 En eso, un ángel del Señor se le apareció a Zacarías. Estaba parado a la derecha del altar del incienso.

12 Cuando Zacarías lo vio, se desconcertó y le sobrevino un gran temor;

13 pero el ángel le dijo: «Zacarías, no tengas miedo, porque tu oración ha sido escuchada. Tu esposa Elisabet te dará un hijo, y tú le pondrás por nombre Juan.

14 Tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán de su nacimiento,

15 pues ante Dios será un hombre muy importante. No beberá vino ni licor,y tendrá la plenitud del Espíritu Santo desde antes de nacer.

16 Él hará que muchos de los hijos de Israel se vuelvan al Señor su Dios,

17 y lo precederá con el espíritu y el poder de Elías, para hacer que los padres se reconcilien con sus hijos,y para llevar a los desobedientes a obtener la sabiduría de los justos. Así preparará bien al pueblo para recibir al Señor.»

18 Zacarías le preguntó al ángel: «¿Y cómo voy a saber que esto será así? ¡Yo estoy ya muy viejo, y mi esposa es de edad avanzada!»

19 El ángel le respondió: «Yo soy Gabriel,y estoy en presencia de Dios. He sido enviado a hablar contigo para comunicarte estas buenas noticias.

20 Pero como no has creído mis palabras, las cuales se cumplirán a su debido tiempo, ahora vas a quedarte mudo, y no podrás hablar hasta el día en que esto suceda.»

21 Mientras tanto, el pueblo esperaba a que saliera Zacarías, extrañados de que se tardara tanto en el santuario.

22 Pero cuando salió y no les podía hablar, comprendieron que habría tenido una visión en el santuario, pues les hablaba por señas y seguía mudo.

23 Cuando terminaron los días de su ministerio, Zacarías se fue a su casa.

24 Días después, su esposa Elisabet quedó encinta y se recluyó en su casa durante cinco meses, pues decía:

25 «El Señor ha actuado así conmigo para que ya no tenga nada de qué avergonzarme ante nadie.»

Anuncio del nacimiento de Jesús

26 Seis meses después, Dios envió al ángel Gabriel a la ciudad galilea de Nazaret

27 para ver a María,una virgen que estaba comprometida con José, un hombre que era descendiente de David.

28 El ángel entró en donde ella estaba y le dijo: «¡Salve, muy favorecida! El Señor está contigo.»

29 Cuando ella escuchó estas palabras, se sorprendió y se preguntaba qué clase de saludo era ése.

30 El ángel le dijo: «María, no temas. Dios te ha concedido su gracia.

31 Vas a quedar encinta, y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre JESÚS.

32 Éste será un gran hombre, y lo llamarán Hijo del Altísimo. Dios, el Señor, le dará el trono de David, su padre,

33 y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.»

34 Pero María le dijo al ángel: «¿Y esto cómo va a suceder? ¡Nunca he estado con un hombre!»

35 El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el Santo Ser que nacerá será llamado Hijo de Dios.

36 También tu parienta Elisabet, la que llamaban estéril, ha concebido un hijo en su vejez, y ya está en su sexto mes de embarazo.

37 ¡Para Dios no hay nada imposible!»

38 María dijo entonces: «Yo soy la sierva del Señor. ¡Cúmplase en mí lo que has dicho!» Y el ángel se fue de su presencia.

María visita a Elisabet

39 Por esos mismos días, María fue de prisa a una ciudad de Judá que estaba en las montañas.

40 Al entrar en la casa de Zacarías, saludó a Elisabet.

41 Y sucedió que, al oír Elisabet el saludo de María, la criatura saltó en su vientre y Elisabet recibió la plenitud del Espíritu Santo.

42 Entonces ella exclamó a voz en cuello: «¡Bendita eres tú entre las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre!

43 ¿Cómo pudo sucederme que la madre de mi Señor venga a visitarme?

44 ¡Tan pronto como escuché tu saludo, la criatura saltó de alegría en mi vientre!

45 ¡Dichosa tú, que has creído, porque se cumplirá lo que el Señor te ha anunciado!»

46 Entonces María dijo:

«Mi alma glorifica al Señor,

47 y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador.

48 Pues se ha dignado mirar a su humilde sierva,

y desde ahora me llamarán dichosa

por todas las generaciones.

49 Grandes cosas ha hecho en mí el Poderoso;

¡Santo es su nombre!

50 La misericordia de Dios es eterna

para aquellos que le temen.

51 Con su brazo hizo grandes proezas,

y deshizo los planes de los soberbios.

52 Derrocó del trono a los poderosos,

y puso en alto a los humildes.

53 A los hambrientos los colmó de bienes,

y a los ricos los dejó con las manos vacías.

54 Socorrió a su siervo Israel,

y se acordó de su misericordia,

55 de la cual habló con nuestros padres,

con Abrahány con su descendencia para siempre.»

56 María se quedó con Elisabet como tres meses, y después volvió a su casa.

Nacimiento de Juan el Bautista

57 Cuando se cumplió el tiempo, Elisabet dio a luz un hijo.

58 Y cuando sus vecinos y parientes supieron que Dios le había mostrado su gran misericordia, se alegraron con ella.

59 Al octavo día fueron para circuncidar al niño,y querían ponerle el nombre de su padre, Zacarías.

60 Pero su madre dijo: «No, va a llamarse Juan.»

61 Le preguntaron: «¿Por qué? ¡No hay nadie en tu familia que se llame así!»

62 Luego le preguntaron a su padre, por señas, qué nombre quería ponerle.

63 Zacarías pidió una tablilla y escribió: «Su nombre es Juan.» Y todos se quedaron asombrados.

64 En ese mismo instante, a Zacarías se le destrabó la lengua y comenzó a hablar y a bendecir a Dios.

65 Todos sus vecinos se llenaron de temor, y todo esto se divulgó por todas las montañas de Judea.

66 Todos los que oían esto se ponían a pensar, y se preguntaban: «¿Qué va a ser de este niño?» Y es que la mano del Señor estaba con él.

Profecía de Zacarías

67 Lleno del Espíritu Santo, Zacarías, su padre, profetizó:

68 «Bendito sea el Señor, Dios de Israel,

porque ha venido a redimir a su pueblo.

69 Nos ha levantado un poderoso Salvador

en la casa de David, su siervo,

70 tal y como lo anunció en el pasado

por medio de sus santos profetas:

71 “Salvación de nuestros enemigos,

y del poder de los que nos odian.”

72 Mostró su misericordia a nuestros padres,

y se acordó de su santo pacto,

73 de su juramento a nuestro padre Abrahán:

Prometió que nos concedería

74 ser liberados de nuestros enemigos,

para poder servirle sin temor,

75 en santidad y en justicia

todos nuestros días delante de él.

76 Y a ti, niño, te llamarán “Profeta del Altísimo”,

porque irás precediendo al Señor

para preparar sus caminos.

77 Darás a conocer a su pueblo la salvación

y el perdón de sus pecados,

78 por la entrañable misericordia de nuestro Dios.

La aurora nos visitó desde lo alto,

79 para alumbrar a los que viven en tinieblas

y en medio de sombras de muerte;

para encaminarnos por la senda de la paz.»

80 El niño fue creciendo y fortaleciéndose en espíritu, y vivió en lugares apartados hasta el día en que se presentó públicamente a Israel.

San Lucas 2

Nacimiento de Jesús

1 Por esos días, Augusto César promulgó un edicto en el que ordenaba levantar un censo de todo el mundo.

2 Este primer censo se llevó a cabo cuando Quirino era gobernador de Siria,

3 por lo que todos debían ir a su propio pueblo para inscribirse.

4 Como José era descendiente de David y vivía en Nazaret, que era una ciudad de Galilea, tuvo que ir a Belén, la ciudad de David, que estaba en Judea,

5 para inscribirse junto con María, que estaba desposada con él y se hallaba encinta.

6 Y mientras ellos se encontraban allí, se cumplió el tiempo de que ella diera a luz,

7 y allí tuvo a su hijo primogénito; y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en ese albergue.

Los ángeles y los pastores

8 En esa misma región había pastores que pasaban la noche en el campo cuidando a sus rebaños.

9 Allí un ángel del Señor se les apareció, y el resplandor de la gloria del Señor los envolvió. Ellos se llenaron de temor,

10 pero el ángel les dijo: «No teman, que les traigo una buena noticia, que será para todo el pueblo motivo de mucha alegría.

11 Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es Cristo el Señor.

12 Esto les servirá de señal: Hallarán al niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.»

13 En ese momento apareció, junto con el ángel, una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios y decían:

14 «¡Gloria a Dios en las alturas!

¡Paz en la tierra a todos los que gozan de su favor!»

15 Cuando los ángeles volvieron al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: «Vayamos a Belén, y veamos esto que ha sucedido, y que el Señor nos ha dado a conocer.»

16 Así que fueron de prisa, y hallaron a María y a José, y el niño estaba acostado en el pesebre.

17 Al ver al niño, contaron lo que se les había dicho acerca de él.

18 Todos los que estaban escuchando quedaron asombrados de lo que decían los pastores,

19 pero María guardaba todo esto en su corazón, y meditaba acerca de ello.

20 Al volver los pastores, iban alabando y glorificando a Dios por todo lo que habían visto y oído, pues todo había sucedido tal y como se les había dicho.

Presentación de Jesús en el templo

21 Cuando se cumplieron los ocho días para que el niño fuera circuncidado,le pusieron por nombre JESÚS, que era el nombre que el ángelle había puesto antes de que fuera concebido.

22 Y cuando se cumplieron los días para que, según la ley de Moisés, ellos fueran purificados, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo ante el Señor

23 y cumplir con lo que está escrito en la ley del Señor: «Todo primer hijo varón será consagrado al Señor»,

24 y para ofrecer un sacrificio en cumplimiento de la ley del Señor, que pide «un par de tórtolas, o dos palominos».

25 En Jerusalén vivía un hombre justo y piadoso, llamado Simeón, que esperaba la salvación de Israel. El Espíritu Santo reposaba en él

26 y le había revelado que no moriría antes de que viera al Ungido del Señor.

27 Simón fue al templo, guiado por el Espíritu. Y cuando los padres del niño Jesús lo llevaron al templo para cumplir con lo establecido por la ley,

28 él tomó al niño en sus brazos y bendijo a Dios con estas palabras:

29 «Señor, ahora despides a este siervo tuyo,

y lo despides en paz, de acuerdo a tu palabra.

30 Mis ojos han visto ya tu salvación,

31 que has preparado a la vista de todos los pueblos:

32 luz reveladora para las naciones,

y gloria para tu pueblo Israel.»

33 José y la madre del niño estaban asombrados de todo lo que de él se decía.

34 Simeón los bendijo, y a María, la madre del niño, le dijo: «Tu hijo ha venido para que muchos en Israel caigan o se levanten. Será una señal que muchos rechazarán

35 y que pondrá de manifiesto el pensamiento de muchos corazones, aunque a ti te traspasará el alma como una espada.»

36 También estaba allí Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Ana era una profetisa de edad muy avanzada. Desde su virginidad, había vivido siete años de matrimonio,

37 y ahora era una viuda de ochenta y cuatro años. Nunca se apartaba del templo, sino que de día y de noche rendía culto a Dios con ayunos y oraciones.

38 En ese mismo instante Ana se presentó, y dio gracias a Dios y habló del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.

El regreso a Nazaret

39 Después de cumplir con todo lo prescrito en la ley del Señor, volvieron a Nazaret, que era su ciudad en Galilea.

40 El niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría, y la gracia de Dios reposaba en él.

El niño Jesús en el templo

41 Todos los años, los padres de Jesús iban a Jerusalén durante la fiesta de la pascua,

42 y siguiendo su costumbre, cuando Jesús cumplió doce años fueron a Jerusalén para la fiesta.

43 Cuando la fiesta terminó y emprendieron el regreso, sucedió que el niño Jesús se quedó en Jerusalén sin que sus padres lo notaran.

44 Como ellos pensaban que el niño estaba entre los otros viajeros, hicieron un día de camino y, mientras tanto, lo buscaban entre los parientes y conocidos.

45 Como no lo hallaron, volvieron a Jerusalén para buscarlo allí.

46 Tres días después lo hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores de la ley, a quienes escuchaba y les hacía preguntas.

47 Todos los que lo oían se asombraban de su inteligencia y de sus respuestas.

48 Cuando sus padres lo encontraron, se sorprendieron; y su madre le dijo: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? ¡Con qué angustia tu padre y yo te hemos estado buscando!»

49 Él les respondió: «¿Y por qué me buscaban? ¿Acaso no sabían que es necesario que me ocupe de los negocios de mi Padre?»

50 Ellos no comprendieron lo que Jesús les dijo,

51 aunque se fue con ellos a Nazaret y vivió sujeto a ellos. Por su parte, su madre guardaba todo esto en su corazón.

52 Y Jesús siguió creciendo en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y con los hombres.

San Lucas 3

Predicación de Juan el Bautista

1 Era el año decimoquinto del imperio de Tiberio César. Poncio Pilato era entonces gobernador de Judea, Herodes era tetrarca de Galilea, su hermano Felipe era tetrarca de Iturea y de la provincia de Traconite, y Lisanias era tetrarca de Abilinia.

2 Anás y Caifás eran sumos sacerdotes. En esos días Dios le habló a Juan hijo de Zacarías en el desierto.

3 Juan fue entonces por toda la región cercana al Jordán, y predicaba el bautismo de arrepentimiento para el perdón de pecados,

4 tal y como está escrito en el libro del profeta Isaías:

«Una voz clama en el desierto:

Preparen el camino del Señor

y enderecen sus sendas.

5 Todo valle será rellenado,

y todo monte y colina será nivelado.

Los caminos torcidos serán enderezados,

las sendas dispares serán allanadas,

6 y todos verán la salvación de Dios.»

7 A las multitudes que acudían para ser bautizadas, Juan les decía: «¡Generación de víboras!¿Quién les enseñó a huir de la ira venidera?

8 Produzcan frutos dignos de arrepentimiento, y no comiencen a decirse: “Tenemos a Abrahán por padre”,porque yo les digo que aun de estas piedras Dios puede levantar hijos a Abrahán.

9 El hacha ya está lista para derribar de raíz a los árboles; por tanto, todo árbol que no dé buen fruto será cortado y echado en el fuego.»

10 La gente le preguntaba: «Entonces, ¿qué debemos hacer?»

11 Y Juan les respondía: «El que tenga dos túnicas, comparta una con el que no tiene ninguna, y el que tenga comida, haga lo mismo.»

12 También unos cobradores de impuestos llegaron para ser bautizados,y le preguntaron: «Maestro, ¿qué debemos hacer nosotros?»

13 Él les dijo: «No cobren más de lo que deban cobrar.»

14 Unos soldados también le preguntaron: «Y nosotros, ¿qué debemos hacer?» Y Juan les respondió: «No extorsionen ni calumnien a nadie, y confórmense con su salario.»

15 Como el pueblo estaba expectante y todos se preguntaban si acaso Juan sería el Cristo,

16 Juan les dijo a todos: «A decir verdad, yo los bautizo en agua, pero después de mí viene uno que es más poderoso que yo, y de quien no soy digno de desatar la correa de su calzado. Él los bautizará en Espíritu Santo y fuego.

17 Ya tiene el bieldo en la mano, de modo que limpiará su era; recogerá su trigo en el granero, y quemará la paja en un fuego que nunca se apagará.»

18 Con exhortaciones como éstas, y con muchas otras, anunciaba al pueblo estas buenas noticias.

19 Además, Juan reprendió al tetrarca Herodes por causa de Herodías, que era mujer de su hermano Felipe. Pero a todas las maldades que Herodes había cometido,

20 añadió esta otra: encerró a Juan en la cárcel.

El bautismo de Jesús

21 Un día en que todo el pueblo estaba siendo bautizado, también fue bautizado Jesús. Y mientras Jesús oraba, el cielo se abrió

22 y el Espíritu Santo descendió sobre él en forma de paloma. Entonces vino una voz del cielo, que decía: «Tú eres mi Hijo amado, en quien me complazco.»

Genealogía de Jesús

23 Cuando Jesús comenzó su ministerio, tenía unos treinta años. Según se creía, era hijo de José, que fue hijo de Elí,

24 que fue hijo de Matat, que fue hijo de Leví, que fue hijo de Melqui, que fue hijo de Janaí, que fue hijo de José,

25 que fue hijo de Matatías, que fue hijo de Amós, que fue hijo de Nahúm, que fue hijo de Esli, que fue hijo de Nagay,

26 que fue hijo de Mat, que fue hijo de Matatías, que fue hijo de Semei, que fue hijo de José, que fue hijo de Yodá,

27 que fue hijo de Joana, que fue hijo de Resa, que fue hijo de Zorobabel, que fue hijo de Salatiel, que fue hijo de Nerí,

28 que fue hijo de Melqui, que fue hijo de Adi, que fue hijo de Cosán, que fue hijo de Elmodam, que fue hijo de Er,

29 que fue hijo de Josué, que fue hijo de Eliezer, que fue hijo de Jorín, que fue hijo de Matat,

30 que fue hijo de Leví, que fue hijo de Simeón, que fue hijo de Judá, que fue hijo de José, que fue hijo de Jonán, que fue hijo de Eliaquín,

31 que fue hijo de Melea, que fue hijo de Mainán, que fue hijo de Matata, que fue hijo de Natán,

32 que fue hijo de David, que fue hijo de Yesé, que fue hijo de Obed, que fue hijo de Booz, que fue hijo de Salmón, que fue hijo de Nasón,

33 que fue hijo de Aminadab, que fue hijo de Aram, que fue hijo de Esrón, que fue hijo de Fares, que fue hijo de Judá,

34 que fue hijo de Jacob, que fue hijo de Isaac, que fue hijo de Abrahán, que fue hijo de Téraj, que fue hijo de Najor,

35 que fue hijo de Serug, que fue hijo de Ragau, que fue hijo de Peleg, que fue hijo de Éber, que fue hijo de Sala,

36 que fue hijo de Cainán, que fue hijo de Arfaxad, que fue hijo de Sem, que fue hijo de Noé, que fue hijo de Lamec,

37 que fue hijo de Matusalén, que fue hijo de Enoc, que fue hijo de Yared, que fue hijo de Malalel, que fue hijo de Cainán,

38 que fue hijo de Enós, que fue hijo de Set, que fue hijo de Adán, que fue creado por Dios.

San Lucas 4

Tentación de Jesús

1 Jesús volvió del Jordán lleno del Espíritu Santo, y fue llevado por el Espíritu al desierto.

2 Allí estuvo cuarenta días, y el diablo lo estuvo poniendo a prueba. Como durante esos días no comió nada, pasado ese tiempo tuvo hambre.

3 Entonces el diablo le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di que esta piedra se convierta en pan.»

4 Jesús le respondió: «Escrito está: “No sólo de pan vive el hombre.”»

5 Entonces el diablo lo llevó a un lugar alto, y en un instante le mostró todos los reinos del mundo,

6 y le dijo: «Yo te daré poder sobre todos estos reinos y sobre sus riquezas, porque a mí han sido entregados, y yo puedo dárselos a quien yo quiera.

7 Si te arrodillas delante de mí, todos serán tuyos.»

8 Jesús le respondió: «Escrito está: “Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás.”»

9 Entonces el diablo lo llevó a Jerusalén, lo puso sobre la parte más alta del templo, y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, lánzate hacia abajo.

10 Porque está escrito:

»“A sus ángeles mandará alrededor de ti, para que te protejan”;

11 y también:

“En sus manos te sostendrán,

para que no tropieces con piedra alguna.”»

12 Jesús le respondió: «También está dicho: “No tentarás al Señor tu Dios.”»

13 Cuando el diablo agotó sus intentos de ponerlo a prueba, se apartó de él por algún tiempo.

Jesús principia su ministerio

14 Con el poder del Espíritu, Jesús volvió a Galilea; y su fama se difundió por todos los lugares vecinos.

15 Enseñaba en las sinagogas de ellos, y todos lo glorificaban.

Jesús en Nazaret

16 Jesús fue a Nazaret, donde se había criado, y en el día de reposo entró en la sinagoga, como era su costumbre, y se levantó a leer las Escrituras.

17 Se le dio el libro del profeta Isaías, y al abrirlo encontró el texto que dice:

18 «El Espíritu del Señor está sobre mí.

Me ha ungido para proclamar buenas noticias a los pobres;

me ha enviado a proclamar libertad a los cautivos,

a dar vista a los ciegos,

a poner en libertad a los oprimidos

19 y a proclamar el año de la buena voluntad del Señor.»

20 Enrolló luego el libro, se lo dio al asistente, y se sentó. Todos en la sinagoga lo miraban fijamente.

21 Entonces él comenzó a decirles: «Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de ustedes.»

22 Todos hablaban bien de él y se quedaban asombrados de las palabras de gracia que emanaban de sus labios, y se preguntaban: «¿Acaso no es éste el hijo de José?»

23 Jesús les dijo: «Sin duda ustedes me recordarán el refrán que dice: “Médico, cúrate a ti mismo”, y también: “Haz aquí en tu tierra todo lo que hemos oído que hiciste en Cafarnaún.”»

24 Y añadió: «De cierto les digo que ningún profeta es bien recibido en su propia tierra.

25 A decir verdad, en los días de Elías, cuando durante tres años y medio el cielo se cerró y hubo mucha hambre en toda la tierra, había muchas viudas en Israel;

26 pero Elías no fue enviado a ninguna de ellas, sino a una viuda en Sarepta de Sidón.

27 Y en los días del profeta Eliseo había también muchos leprosos en Israel, pero ninguno de ellos fue limpiado sino Namán el sirio.»

28 Al oír esto, todos en la sinagoga se enojaron mucho.

29 Se levantaron, lo echaron fuera de la ciudad, y lo llevaron hasta la cumbre del monte sobre el que estaba edificada la ciudad, para despeñarlo.

30 Pero él pasó por en medio de ellos, y se fue.

Un hombre que tenía un espíritu impuro

31 Jesús fue a Cafarnaún, ciudad de Galilea, y allí enseñaba a la gente en los días de reposo.

32 Y la gente se admiraba de sus enseñanzas, porque les hablaba con autoridad.

33 Había en la sinagoga un hombre que tenía el espíritu de un demonio impuro, el cual gritó con gran fuerza:

34 «¿Qué tienes contra nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? ¡Yo te conozco, y sé que eres el Santo de Dios!»

35 Pero Jesús lo reprendió y le dijo: «¡Cállate, y sal de ese hombre!» Entonces el demonio derribó al hombre en medio de ellos, y salió de él sin hacerle ningún daño.

36 Todos estaban asustados, y se preguntaban unos a otros: «¿Qué clase de palabra es ésta? ¡Con autoridad y poder da órdenes a los espíritus impuros, y éstos salen!»

37 Y su fama se iba extendiendo por todos los lugares vecinos.

Jesús sana a la suegra de Pedro

38 Jesús salió de la sinagoga y se dirigió a la casa de Simón. La suegra de Simón tenía una fiebre muy alta, así que le rogaron a Jesús por ella.

39 Él se inclinó hacia ella y reprendió a la fiebre, y la fiebre se le quitó. Al instante, ella se levantó y comenzó a atenderlos.

Muchos sanados al caer la tarde

40 Al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos de diversas enfermedades se los llevaban, y él ponía sus manos sobre cada uno de ellos y los sanaba.

41 También de muchos salían demonios, los cuales gritaban: «¡Tú eres el Hijo de Dios!» Pero Jesús los reprendía y no los dejaba hablar, porque sabían que él era el Cristo.

Jesús predica en Galilea

42 Al llegar el día, Jesús salió y se fue a un lugar apartado. La gente lo buscaba, y cuando lo encontraron intentaron retenerlo para que no se alejara de ellos;

43 pero él les dijo: «También es necesario que yo anuncie en otras ciudades las buenas noticias del reino de Dios, porque para esto he sido enviado.»

44 Y siguió predicando en las sinagogas de esa región.

San Lucas 5

La pesca milagrosa

1 En cierta ocasión, Jesús estaba junto al lago de Genesaret y el gentío se agolpaba sobre él para oír la palabra de Dios.

2 Jesús vio que cerca de la orilla del lago estaban dos barcas, y que los pescadores habían bajado de ellas para lavar sus redes.

3 Jesús entró en una de aquellas barcas, la cual era de Simón, y le pidió que la apartara un poco de la orilla; luego se sentó en la barca, y desde allí enseñaba a la multitud.

4 Cuando terminó de hablar, le dijo a Simón: «Lleva la barca hacia la parte honda del lago, y echen allí sus redes para pescar.»

5 Simón le dijo: «Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y no hemos pescado nada;pero ya que tú me lo pides, echaré la red.»

6 Así lo hicieron, y fue tal la cantidad de peces que atraparon,que la red se rompía.

7 Entonces hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca, para que vinieran a ayudarlos. Cuando aquellos llegaron, llenaron ambas barcas de tal manera, que poco faltaba para que se hundieran.

8 Cuando Simón Pedro vio esto, cayó de rodillas ante Jesús y le dijo: «Señor, ¡apártate de mí, porque soy un pecador!»

9 Y es que tanto él como todos sus compañeros estaban pasmados por la pesca que habían hecho.

10 También estaban sorprendidos Jacobo y Juan, los hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Pero Jesús le dijo a Simón: «No temas, que desde ahora serás pescador de hombres.»

11 Llevaron entonces las barcas a tierra, y lo dejaron todo para seguir a Jesús.

Jesús sana a un leproso

12 En otra ocasión, mientras Jesús estaba en una de las ciudades, se presentó un hombre lleno de lepra, quien al ver a Jesús se arrodilló y, rostro en tierra, le rogaba: «Señor, si quieres, puedes limpiarme.»

13 Entonces Jesús extendió la mano, lo tocó y le dijo: «Quiero. Ya has quedado limpio.» Y al instante se le quitó la lepra.

14 Jesús le ordenó: «No se lo cuentes a nadie. Sólo ve y preséntate ante el sacerdote, y ofrece por tu purificación lo que ordenó Moisés,para que les sirva de testimonio.»

15 Pero su fama seguía extendiéndose, y mucha gente se reunía para escucharlo y para que los sanara de sus enfermedades;

16 pero Jesús se retiraba a lugares apartados para orar.

Jesús sana a un paralítico

17 Un día, mientras Jesús enseñaba, estaban sentados los fariseos y doctores de la ley que habían venido de todas las aldeas de Galilea, y de Judea y Jerusalén. El poder del Señor estaba con Jesús para sanar.

18 En ese momento llegaron unos hombres que traían en una camilla a un paralítico. Querían llevarlo adentro y ponerlo delante de Jesús,

19 pero como a causa de la multitud no hallaron la manera de hacerlo, se subieron a la azotea y, por el tejado, bajaron al paralítico en la camilla, hasta ponerlo en medio de la gente y delante de Jesús.

20 Al ver Jesús la fe de ellos, le dijo al paralítico: «Buen hombre, tus pecados te son perdonados.»

21 Los escribas y los fariseos comenzaron a murmurar, y decían: «¿Quién es éste, que profiere blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados? ¡Nadie sino Dios!»

22 Jesús, que conocía sus pensamientos, les dijo: «¿Por qué cavilan en su corazón?

23 ¿Qué es más fácil? ¿Que le diga al paralítico: “Tus pecados te son perdonados”, o que le diga: “Levántate y anda”?

24 Pues para que ustedes sepan que el Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados, “Levántate (dijo éste al paralítico), toma tu camilla, y vete a tu casa.”»

25 Al instante, aquel hombre se levantó en presencia de ellos, tomó la camilla en la que había estado acostado, y se fue a su casa alabando a Dios.

26 Todos estaban admirados y alababan a Dios, y llenos de temor decían: «¡Hoy hemos visto maravillas!»

Llamamiento de Leví

27 Después de esto, Jesús salió y vio a un cobrador de impuestos llamado Leví, que estaba sentado donde se cobraban los impuestos. Le dijo: «Sígueme.»

28 Leví se levantó y, dejándolo todo, lo siguió.

29 Más tarde, Leví ofreció un gran banquete en su casa, en honor de Jesús. Sentados a la mesa con ellos estaban muchos cobradores de impuestos y otras personas.

30 Pero los escribas y los fariseos murmuraban contra los discípulos de Jesús, y les dijeron: «¿Por qué ustedes comen y beben con cobradores de impuestos y pecadores?»

31 Jesús les respondió: «Los que están sanos no necesitan de un médico, sino los enfermos.

32 Yo no he venido a llamar al arrepentimiento a los justos, sino a los pecadores.»

La pregunta sobre el ayuno

33 Entonces ellos le dijeron: «¿Por qué los discípulos de Juan y de los fariseos ayunan muchas veces, y hacen oraciones, mientras que los tuyos comen y beben?»

34 Jesús les dijo: «¿Acaso ustedes pueden hacer que ayunen los invitados a una boda, mientras el novio está con ellos?

35 Llegará el día en que el novio ya no estará con ellos. Entonces sí, ese día, ayunarán.»

36 También les contó una parábola: «Nadie corta un retazo de un vestido nuevo para remendar un vestido viejo. Si lo hace, no solamente arruinará el vestido nuevo, sino que el remiendo no quedará bien en el vestido viejo.

37 Ni tampoco se echa vino nuevo en odres viejos, porque el vino nuevo hará que se revienten los odres; entonces el vino se derramará, y los odres se echarán a perder.

38 El vino nuevo debe echarse en odres nuevos. Así, tanto el vino como los odres se conservan.

39 Y nadie que haya bebido el vino añejo, quiere beber el nuevo, porque dice: “El vino añejo es mejor.”»

San Lucas 6

Los discípulos espigan en el día de reposo

1 En cierto día de reposo, al pasar Jesús por los sembrados, sus discípulos iban arrancando espigas y desgranándolas con las manos, para comerse el grano.

2 Algunos de los fariseos les dijeron: «¿Por qué hacen lo que no está permitido hacer en los días de reposo?»

3 Jesús les respondió: «¿Ni siquiera han leído lo que hizo David, cuando él y sus acompañantes tuvieron hambre?

4 Pues entró en la casa de Dios y tomó los panes de la proposición, que sólo a los sacerdotes les es permitido comer. Y comió David, y los compartió con sus acompañantes.»

5 Y añadió: «El Hijo del Hombre es también Señor del día de reposo.»

El hombre de la mano atrofiada

6 Otro día de reposo, Jesús entró en la sinagoga y comenzó a enseñar. Había allí un hombre que tenía la mano derecha atrofiada,

7 y los escribas y los fariseos, que buscaban un motivo para acusar a Jesús, lo observaban para ver si en el día de reposo sanaba a aquel hombre.

8 Pero Jesús, que sabía lo que pensaban, dijo al hombre que tenía la mano atrofiada: «Levántate, y ponte en medio.» El hombre se puso de pie,

9 y Jesús dijo: «Voy a preguntarles algo. ¿Qué está permitido hacer en los días de reposo? ¿El bien, o el mal? ¿Salvar una vida, o quitar la vida?»

10 Miró entonces a todos los que estaban alrededor, y dijo al hombre: «Extiende tu mano.» Aquel hombre lo hizo así, y su mano quedó sana.

11 Los escribas y los fariseos se pusieron furiosos y comenzaron a discutir qué podrían hacer contra Jesús.

Elección de los doce apóstoles

12 Por esos días Jesús fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios.

13 Al llegar el día, llamó a sus discípulos y escogió a doce de ellos, a los cuales también llamó apóstoles, a saber:

14 Simón, a quien llamó Pedro; su hermano Andrés, Jacobo, Juan, Felipe, Bartolomé,

15 Mateo, Tomás, Jacobo hijo de Alfeo, Simón, conocido como el Zelote,

16 Judas hijo de Jacobo, y Judas Iscariote, que llegó a ser el traidor.

Jesús atiende a una multitud

17 Jesús descendió con ellos y se detuvo en un llano, en compañía de sus discípulos y de una gran multitud de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y Sidón. Habían venido a escucharlo y a ser sanados de sus enfermedades.

18 También eran sanados los que eran atormentados por espíritus impuros.

19 Toda la gente procuraba tocarlo, porque de él salía un poder que sanaba a todos.

Bienaventuranzas y ayes

20 Jesús miró a sus discípulos y les dijo: «Bienaventurados ustedes los pobres, porque el reino de Dios les pertenece.

21 »Bienaventurados ustedes los que ahora tienen hambre, porque serán saciados. Bienaventurados ustedes los que ahora lloran, porque reirán.

22 »Bienaventurados serán ustedes cuando, por causa del Hijo del Hombre,la gente los odie, los segregue, los vitupere, y menosprecie su nombre como algo malo.

23 Cuando llegue ese día, alégrense y llénense de gozo, porque grande será el galardón que recibirán en los cielos. ¡Eso mismo hicieron con los profetaslos antepasados de esta gente!

24 »Pero ¡ay de ustedes los ricos!, porque ya han recibido su consuelo.

25 »¡Ay de ustedes, los que ahora están satisfechos!, porque habrán de pasar hambre.

»¡Ay de ustedes, los que ahora ríen!, porque habrán de llorar y de lamentarse.

26 »¡Ay de ustedes, cuando todos los alaben!, porque lo mismo hacían con los falsos profetas los antepasados de esta gente.

El amor hacia los enemigos

27 »A ustedes, los que me escuchan, les digo: Amen a sus enemigos, hagan bien a quienes los odian,

28 bendigan a quienes los maldicen, y oren por quienes los calumnian.

29 Si alguno te golpea en una mejilla, preséntale también la otra. Si alguien te quita la capa, deja que se lleve también la túnica.

30 A todo el que te pida, dale; y a quien se lleve lo que es tuyo, no le pidas que te lo devuelva.

La regla de oro

31 »Traten a los demás como ustedes quieran ser tratados.

32 Porque si ustedes aman sólo a quienes los aman, ¿qué mérito tienen? ¡Hasta los pecadores aman a quienes los aman!

33 Y si ustedes tratan bien sólo a quienes los tratan bien a ustedes, ¿qué mérito tienen? ¡Hasta los pecadores hacen lo mismo!

34 Si prestan algo a aquellos de quienes ustedes esperan recibir algo, ¿qué mérito tienen? ¡Hasta los pecadores se prestan unos a otros para recibir otro tanto!

35 Ustedes deben amar a sus enemigos, hacer el bien y dar prestado, sin esperar nada a cambio. Grande será entonces el galardón que recibirán, y serán hijos del Altísimo. Porque él es benigno con los ingratos y con los malvados.

36 Por lo tanto, sean compasivos, como también su Padre es compasivo.

El juzgar a los demás

37 »No juzguen, y no serán juzgados. No condenen, y no serán condenados. Perdonen, y serán perdonados.

38 Den, y se les dará una medida buena, incluso apretada, remecida y desbordante. Porque con la misma medida con que ustedes midan, serán medidos.»

39 Les dijo también una parábola: «¿Acaso un ciego puede guiar a otro ciego? ¿Acaso no se caerán los dos en algún hoyo?

40 El discípulo no es superior a su maestro,pero el que complete su aprendizaje será como su maestro.

41 ¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no miras la viga que está en tu propio ojo?

42 ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Hermano, déjame sacarte la paja que tienes en tu ojo”, si no ves la viga que tienes en tu propio ojo? ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces podrás ver bien para sacar la paja que está en el ojo de tu hermano.

Por sus frutos serán conocidos

43 »Ningún árbol bueno produce frutos malos, ni tampoco un árbol malo produce frutos buenos.

44 Porque cada árbol se conoce por su fruto.No se cortan higos de los espinos, ni se vendimian uvas de las zarzas.

45 El hombre bueno, saca lo bueno del buen tesoro de su corazón. El hombre malo, saca lo malo del mal tesoro de su corazón; porque de la abundancia del corazón habla la boca.

Los dos cimientos

46 »¿Por qué me llaman ustedes “Señor, Señor”, y no hacen lo que les mando hacer?

47 Les voy a decir como quién es el que viene a mí, y oye mis palabras y las pone en práctica:

48 Es como quien, al construir una casa, cava hondo y pone los cimientos sobre la roca. En caso de una inundación, si el río golpea con ímpetu la casa, no logra sacudirla porque está asentada sobre la roca.

49 Pero el que oye mis palabras y no las pone en práctica, es como quien construye su casa sobre el suelo y no le pone cimientos. Si el río golpea con ímpetu la casa, la derrumba y la deja completamente en ruinas.»

San Lucas 7

Jesús sana al siervo de un centurión

1 Jesús terminó de hablar con el pueblo y entró en Cafarnaún.

2 Allí había un centurión que tenía un siervo al que amaba mucho, el cual estaba a punto de morir.

3 Cuando el centurión oyó hablar de Jesús, envió a unos ancianos de los judíos para que le rogaran que fuera a sanar a su siervo.

4 Ellos fueron a hablar con Jesús, y con mucha insistencia le rogaron: «Este hombre merece que le concedas lo que pide,

5 pues ama a nuestra nación y nos ha construido una sinagoga.»

6 Jesús se fue con ellos, y ya estaban cerca de la casa cuando el centurión envió a unos amigos suyos, para que le dijeran: «Señor, no te molestes. Yo no soy digno de que entres en mi casa.

7 Ni siquiera me consideré digno de presentarme ante ti. Pero con una sola palabra tuya mi siervo sanará.

8 Yo mismo sé lo que es estar bajo autoridad, y lo que es tener soldados bajo mis órdenes. Si a uno le digo “Ve allá”, él va; y si a otro le digo “Ven acá”, él viene; y si a mi siervo le digo: “Haz esto”, lo hace.»

9 Cuando Jesús oyó esto, se quedó admirado del centurión. Se volvió entonces a la gente que lo seguía, y dijo: «Quiero decirles que ni siquiera en Israel he hallado tanta fe.»

10 Los que habían sido enviados regresaron entonces a la casa, y se encontraron con que el siervo ya estaba sano.

Jesús resucita al hijo de la viuda de Naín

11 Después Jesús se dirigió a una ciudad llamada Naín. Lo acompañaron muchos de sus discípulos, y una gran multitud.

12 Cuando se acercó a la puerta de la ciudad, vio que llevaban a enterrar al hijo único de una viuda. Mucha gente de la ciudad acompañaba a la madre.

13 Cuando el Señor la vio, se compadeció de ella y le dijo: «No llores.»

14 Luego se acercó al féretro y lo tocó, y los que lo llevaban se detuvieron. Entonces Jesús dijo: «Joven, a ti te digo, ¡levántate!»

15 En ese momento, el que estaba muerto se incorporó y comenzó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre.

16 El miedo se apoderó de todos, y unos alababan a Dios y decían: «Un gran profeta se ha levantado entre nosotros», y otros más decían «Dios ha venido a ayudar a su pueblo.»

17 Y la fama de Jesús se difundió por toda Judea y por toda la región vecina.

Los mensajeros de Juan el Bautista

18 Los discípulos de Juan fueron a contarle todas estas cosas. Entonces Juan llamó a dos de sus discípulos,

19 y los envió a Jesús para que le preguntaran: «¿Eres tú aquel que había de venir, o esperaremos a otro?»

20 Aquellos fueron a ver a Jesús, y le dijeron: «Juan el Bautista nos ha enviado para que te preguntemos si eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro.»

21 En ese mismo momento, Jesús sanó a muchos que tenían enfermedades, plagas y espíritus malignos, y a muchos ciegos les dio la vista.

22 Entonces Jesús les respondió: «Vuelvan y cuéntenle a Juan lo que han visto y oído: Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen,los muertos son resucitados, y a los pobres se les anuncian las buenas noticias.

23 ¡Bienaventurado el que no tropieza por causa de mí!»

24 Cuando los mensajeros de Juan se fueron, Jesús comenzó a decir a la gente acerca de Juan: «¿Qué fueron ustedes a ver al desierto? ¿Querían ver una caña sacudida por el viento?

25 ¿O qué fueron a ver? ¿A un hombre vestido con ropa elegante? Los que se visten con ropa elegante y disfrutan de grandes lujos, están en los palacios de los reyes.

26 Entonces, ¿qué es lo que ustedes fueron a ver? ¿A un profeta? Pues yo les digo que sí, ¡y a alguien mayor que un profeta!

27 Porque éste es de quien está escrito:

»“Yo envío mi mensajero delante de ti,

para que te prepare el camino.”

28 Yo les digo que, entre los que nacen de mujer, no hay nadie mayor que Juan el Bautista. Aun así, el más pequeño en el reino de Dios es mayor que él.»

29 Al oír esto, todo el pueblo y los cobradores de impuestos reconocieron la justicia de Dios y se bautizaron con el bautismo de Juan.

30 Pero los fariseos y los intérpretes de la ley rechazaron el propósito de Dios respecto de sí mismos, y no fueron bautizados por Juan.

31 El Señor agregó: «¿Con qué compararé a la gente de esta generación? ¿A qué puedo compararlos?

32 Son como los niños que se sientan en la plaza y se gritan unos a otros: “Tocamos la flauta, y ustedes no bailaron; entonamos cantos fúnebres, y ustedes no lloraron.”

33 Porque vino Juan el Bautista, que no comía pan ni bebía vino, y ustedes decían: “Tiene un demonio.”

34 Luego vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y ustedes dicen: “Este hombre es un glotón y un borracho, amigo de cobradores de impuestos y de pecadores.”

35 Pero a la sabiduría la reivindican sus hijos.»

Jesús en la casa de Simón el fariseo

36 Uno de los fariseos invitó a Jesús a comer, así que Jesús fue a la casa del fariseo y se sentó a la mesa.

37 Cuando una mujer de la ciudad, que era pecadora, se enteró de que Jesús estaba a la mesa, en la casa del fariseo, llegó con un frasco de alabastro lleno de perfume.

38 Llorando, se arrojó a los pies de Jesús y comenzó a bañarlos con lágrimas y a secarlos con sus cabellos; también se los besaba, y los ungía con el perfume.

39 Cuando el fariseo que lo había convidado vio esto, pensó: «Si éste fuera profeta, sabría que la mujer que lo está tocando es una pecadora.»

40 Entonces Jesús le dijo: «Simón, tengo que decirte algo.» Simón dijo: «Dime, Maestro.»

41 «Un acreedor tenía dos deudores: uno le debía quinientos días de sueldo, y el otro cincuenta.

42 Como ninguno de los dos podía pagarle, les perdonó la deuda a los dos. Ahora, dime: ¿cuál de ellos lo amará más?»

43 Simón le respondió: «Me parece que aquel a quien le perdonó más.» Y Jesús le dijo: «Tu juicio es correcto.»

44 Entonces se volvió a la mujer y le dijo a Simón: «Mira a esta mujer. Cuando llegué a tu casa, no me diste agua para lavarme los pies, pero ésta los ha bañado con sus lágrimas y los ha secado con sus cabellos.

45 No me diste un beso, pero ésta no ha dejado de besarme los pies desde que entré.

46 No ungiste mi cabeza con aceite, pero ésta ha ungido mis pies con perfume.

47 Por eso te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho. Pero a quien poco se le perdona, poco ama.»

48 Y a ella le dijo: «Tus pecados te son perdonados.»

49 Los que estaban sentados a la mesa con él, comenzaron a decir entre sí: «¿Quién es éste, que también perdona pecados?»

50 Pero Jesús le dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado. Ve en paz.»

San Lucas 8

Mujeres que servían a Jesús

1 Después de esto, Jesús andaba por todas las ciudades y aldeas, y allí proclamaba y anunciaba las buenas noticias del reino de Dios. Lo acompañaban los doce,

2 y también algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malignos y de enfermedades: María, a la que llamaban Magdalena, y de la que habían sido expulsados siete demonios;

3 Juana, la mujer de Chuza, el intendente de Herodes; Susana, y muchas otras que los atendían con sus propios recursos.

Parábola del sembrador

4 De cada ciudad acudía gente para ver a Jesús. Al reunirse una gran multitud, Jesús les relató esta parábola:

5 «El sembrador salió a sembrar su semilla. Mientras sembraba, parte de ella cayó junto al camino, y fue pisoteada y las aves del cielo se la comieron.

6 Otra parte cayó sobre las piedras, pero al brotar se secó por falta de humedad.

7 Otra parte cayó entre los espinos, pero la ahogaron los espinos que brotaron con ella.

8 Otra parte cayó en buena tierra; y brotó y produjo una cosecha del ciento por uno.»

Y levantando la voz, dijo: «El que tenga oídos para oír, que oiga.»

9 Sus discípulos le preguntaron: «¿Qué significa esta parábola?»

10 Y él les respondió: «A ustedes se les concede conocer los misterios del reino de Dios, pero a los otros se les habla en parábolas, para que viendo no vean, y oyendo no entiendan.

11 La parábola significa lo siguiente: La semilla es la palabra de Dios.

12 Las semillas junto al camino son los que oyen, pero que luego viene el diablo y les quita del corazón la palabra, para que no crean y se salven.

13 Las que cayeron sobre las piedras son los que, al oír la palabra, la reciben con gozo, pero como no tienen raíces, creen por algún tiempo, pero al llegar la prueba se apartan.

14 Las que cayeron entre los espinos son los que oyen, pero se alejan y son ahogados por las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida, y no dan fruto.

15 Pero la semilla que cayó en buena tierra representa a los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y dan una buena cosecha porque permanecen firmes.

Nada hay oculto que no se manifieste

16 »Nadie que enciende una luz la cubre con un cajón, ni la coloca debajo de la cama. Más bien, la pone en un candeleropara que los que entren vean la luz.

17 Porque no hay nada oculto que no llegue a manifestarse, ni hay nada escondido que no haya de ser conocido y de salir a la luz.

18 Escúchenme bien: a todo el que tiene, se le dará; y al que no tiene, hasta lo que cree tener se le quitará.»

La madre y los hermanos de Jesús

19 La madre y los hermanos de Jesús fueron a donde él estaba, pero no podían acercarse a él por causa de la multitud.

20 Alguien le dijo: «Tu madre y tus hermanos están allí afuera, y quieren verte.»

21 Pero él respondió: «Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios y la ponen en práctica.»

Jesús calma la tempestad

22 Un día, Jesús abordó una barca con sus discípulos, y les dijo: «Pasemos al otro lado del lago.» Y así lo hicieron.

23 Mientras navegaban, Jesús se quedó dormido. Pero se desencadenó en el lago una tempestad con viento, de tal manera que la barca se inundó y corrían el peligro de naufragar.

24 Los discípulos despertaron a Jesús y le dijeron: «¡Maestro, Maestro, estamos por naufragar!» Entonces Jesús despertó, reprendió al viento y a las olas, y éstas se sosegaron, y todo quedó en calma.

25 Jesús les dijo: «¿Dónde está la fe de ustedes?» Pero ellos, temerosos y asombrados, se decían unos a otros: «¿Quién es éste, que hasta a los vientos y a las aguas les da órdenes, y lo obedecen?»

El endemoniado geraseno

26 Después arribaron a la tierra de los gerasenos, que está en la ribera opuesta a Galilea.

27 Cuando él llegó a tierra, vino a su encuentro un hombre de la ciudad que estaba endemoniado. Hacía mucho tiempo que no se vestía ni vivía en una casa, sino en los sepulcros.

28 Cuando el endemoniado vio a Jesús, se arrodilló delante de él, lanzó un fuerte grito, y le dijo: «Jesús, Hijo del Dios altísimo, ¿qué tienes que ver conmigo? ¡Te ruego que no me atormentes!»

29 (Y es que Jesús le ordenaba al espíritu impuro que saliera del hombre porque hacía mucho tiempo que se había apoderado de él. Aunque lo ataban con cadenas y grilletes, él rompía las cadenas y el demonio lo llevaba a lugares apartados.)

30 Jesús le preguntó: «¿Cómo te llamas?» Y él respondió: «Legión.» Porque eran muchos los demonios que habían entrado en él,

31 y le rogaban a Jesús que no los mandara al abismo.

32 Como allí había un gran hato de cerdos que pacían en el monte, los demonios le rogaron a Jesús que los dejara entrar en ellos; y él les dio permiso.

33 Una vez fuera del hombre, los demonios entraron en los cerdos, y éstos se lanzaron al lago por un despeñadero, y allí se ahogaron.

34 Cuando los que apacentaban los cerdos vieron lo sucedido, huyeron y fueron a contar todo esto en la ciudad y por los campos.

35 La gente salió a ver lo que había sucedido. Cuando llegaron a donde estaba Jesús, se encontraron con que el hombre, de quien habían salido los demonios, estaba sentado a los pies de Jesús, vestido y en su cabal juicio. Y tuvieron miedo.

36 Los que habían visto todo esto, les contaron cómo había sido salvado el endemoniado.

37 Entonces toda la gente de la región de los gerasenos le rogó a Jesús que se alejara de ellos, pues tenían mucho miedo. Así que Jesús entró en la barca y se fue.

38 El hombre de quien habían salido los demonios le rogaba que lo dejara estar con él, pero Jesús lo despidió y le dijo:

39 «Vuelve a tu casa, y cuenta allí todo lo que Dios ha hecho contigo.» Entonces el hombre se fue y contó por toda la ciudad lo que Jesús había hecho con él.

La hija de Jairo, y la mujer que tocó el manto de Jesús

40 Cuando Jesús regresó, la multitud lo recibió con alegría, pues todos lo estaban esperando.

41 Llegó entonces un hombre llamado Jairo, que era jefe de la sinagoga. Este hombre se arrojó a los pies de Jesús y le rogó que fuera a su casa,

42 pues su única hija, que tenía como doce años, se estaba muriendo.

Mientras Jesús se dirigía a la casa de Jairo, la multitud lo apretujaba.

43 Una mujer, que hacía doce años padecía de hemorragias y había gastado en médicos todo lo que tenía, sin que ninguno hubiera podido curarla,

44 se le acercó por detrás y le tocó el borde del manto. Al instante, su hemorragia se detuvo.

45 Entonces Jesús dijo: «¿Quién me ha tocado?» Todos negaban haberlo tocado, así que Pedro y los que estaban con él le dijeron: «Maestro, son muchos los que te aprietan y te oprimen.»

46 Pero Jesús dijo: «Alguien me ha tocado. Yo sé bien que de mí ha salido poder.»

47 Cuando la mujer se vio descubierta, se acercó temblorosa y se arrojó a los pies de Jesús, y delante de todo el pueblo le contó por qué lo había tocado, y cómo al instante había sido sanada.

48 Entonces Jesús le dijo: «Hija, tu fe te ha sanado. Ve en paz.»

49 Mientras Jesús hablaba, alguien de la casa del jefe de la sinagoga llegó a decirle: «Tu hija ha muerto. No molestes más al Maestro.»

50 Cuando Jesús oyó esto, le dijo: «No temas. Sólo debes creer, y tu hija será sanada.»

51 Jesús entró en la casa y no dejó que nadie entrara con él, excepto Pedro, Jacobo y Juan, y los padres de la niña.

52 Todos estaban llorando y se lamentaban por ella. Pero él les dijo: «No lloren, que no está muerta, sino dormida.»

53 La gente se burlaba de él, pues sabían que la niña estaba muerta;

54 pero él la tomó de la mano, y con fuerte voz le dijo: «Niña, ¡levántate!»

55 La niña volvió a la vida, y enseguida se levantó, y Jesús mandó que le dieran de comer.

56 Sus padres estaban atónitos, pero Jesús les mandó que no dijeran a nadie lo que había sucedido.