San Lucas 9

Misión de los doce discípulos

1 Jesús reunió a sus doce discípulos y, después de darles poder y autoridad para expulsar a todos los demonios, y para sanar enfermedades,

2 los envió a predicar el reino de Dios y a sanar a los enfermos.

3 Les dijo:«No lleven nada para el camino. Ni bastón, ni mochila, ni pan, ni dinero, ni dos túnicas.

4 En cualquier casa donde entren, quédense allí hasta que salgan.

5 Si en alguna ciudad no los reciben bien, salgan de allí y sacúdanse el polvo de los pies, como un testimonio contra ellos.»

6 Los discípulos salieron y fueron por todas las aldeas, y por todas partes anunciaban las buenas noticias y sanaban enfermos.

Muerte de Juan el Bautista

7 Herodes el tetrarca se enteró de todo lo que hacía Jesús, y estaba perplejo, pues algunos decían que Juan había resucitado de los muertos;

8 otros decían que Elías se había aparecido; y aún otros, que alguno de los antiguos profetas había resucitado.

9 Pero Herodes dijo: «¡Yo mandé decapitar a Juan! Entonces, ¿quién es éste, de quien oigo decir tales cosas?» Y trataba de verlo.

Alimentación de los cinco mil

10 Cuando los apóstoles regresaron, le contaron a Jesús todo lo que habían hecho. Entonces él los llevó a un lugar apartado de la ciudad llamada Betsaida.

11 Pero la gente lo supo y lo siguió, y él los recibió y les hablaba del reino de Dios, y sanaba a los que necesitaban ser sanados.

12 Cuando el día comenzó a declinar, los discípulos se acercaron a Jesús y le dijeron: «Despide a la gente, para que vayan a las aldeas y campos vecinos, y busquen comida y alojamiento, porque aquí no hay nada.»

13 Jesús les dijo: «Denles ustedes de comer.» Pero ellos respondieron: «No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a no ser que vayamos a comprar alimentos para toda esta multitud.»

14 Allí había como cinco mil personas. Y Jesús dijo a sus discípulos: «Hagan que la gente se siente en grupos de cincuenta personas.»

15 Los discípulos lo hicieron así, y todos se sentaron.

16 Jesús tomó entonces los cinco panes y los dos pescados y, levantando los ojos al cielo, los bendijo, los partió, y se los dio a sus discípulos para que ellos los repartieran entre la gente.

17 Y todos comieron y quedaron satisfechos; y de lo que sobró recogieron doce cestas.

La confesión de Pedro

18 Un día, mientras Jesús se apartó para orar, les preguntó a los discípulos que estaban con él: «¿Quién dice la gente que soy yo?»

19 Ellos respondieron: «Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; y otros más, que eres alguno de los antiguos profetas que ha resucitado.»

20 Entonces les preguntó: «¿Y ustedes, quién dicen que soy?» Y Pedro le respondió: «Tú eres el Cristo de Dios.»

Jesús anuncia su muerte

21 Jesús les mandó que de ninguna manera se lo dijeran a nadie.

22 También les dijo: «Es necesario que el Hijo del Hombre padezca muchas cosas, que sea desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y que muera y resucite al tercer día.»

23 Y a todos les decía: «Si alguno quiere seguirme, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame.

24 Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá, y todo el que pierda su vida por causa de mí, la salvará.

25 Porque ¿de qué le sirve a uno ganarse todo el mundo, si se destruye o se pierde a sí mismo?

26 Porque si alguno se avergüenza de mí y de mis palabras, el Hijo del Hombre se avergonzará de él cuando venga en su gloria, y en la gloria del Padre y de los santos ángeles.

27 Pero en verdad les digo, que algunos de los que están aquí no morirán hasta que vean el reino de Dios.»

La transfiguración

28 Como ocho días después de que Jesús dijo esto, subió al monte a orar,y se llevó con él a Pedro, Juan y Jacobo.

29 Y mientras oraba, cambió la apariencia de su rostro, y su vestido se hizo blanco y resplandeciente.

30 Aparecieron entonces dos hombres, y conversaban con él. Eran Moisés y Elías,

31 que rodeados de gloria hablaban de la partida de Jesús, la cual se iba a cumplir en Jerusalén.

32 Pedro y los que estaban con él tenían mucho sueño pero, como se quedaron despiertos, vieron la gloria de Jesús y a los dos hombres que estaban con él.

33 Mientras éstos se alejaban de Jesús, Pedro dijo: «Maestro, ¡qué bueno es para nosotros estar aquí! Vamos a hacer tres cobertizos; uno para ti, otro para Moisés, y otro para Elías.» Pero no sabía lo que decía.

34 Y mientras decía esto, una nube los cubrió, y tuvieron miedo de entrar en la nube.

35 Entonces, desde la nube se oyó una voz que decía: «Éste es mi Hijo amado.¡Escúchenlo!»

36 Cuando la voz cesó, Jesús se encontraba solo. Pero ellos mantuvieron esto en secreto y, durante aquellos días, no le dijeron a nadie lo que habían visto.

Jesús sana a un muchacho endemoniado

37 Al día siguiente, cuando bajaron del monte, una gran multitud les salió al encuentro,

38 y con fuerte voz un hombre de la multitud le dijo: «Maestro, te ruego que veas a mi hijo. ¡Es el único hijo que tengo!

39 Sucede que un espíritu se apodera de él, y de repente lo sacude con violencia, y lo hace gritar y echar espuma por la boca. Cuando lo atormenta, a duras penas lo deja tranquilo.

40 Yo les pedí a tus discípulos que expulsaran al espíritu, pero no pudieron.»

41 Jesús dijo entonces: «¡Ay, gente incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo tendré que estar con ustedes y soportarlos? ¡Trae acá a tu hijo!»

42 Mientras el muchacho se acercaba, el demonio lo derribó y lo sacudió con violencia, pero Jesús reprendió al espíritu impuro, sanó al muchacho, y se lo entregó a su padre.

43 Y todos se admiraban de la grandeza de Dios.

Jesús anuncia otra vez su muerte

Entre el asombro que causaba todo lo que Jesús hacía, dijo él a sus discípulos:

44 «Pongan mucha atención a estas palabras: El Hijo del Hombre será entregado a los poderes de este mundo.»

45 Pero ellos no las entendieron, pues les estaban veladas para que no las entendieran, y tenían miedo de preguntarle qué querían decir.

¿Quién es el mayor?

46 En cierta ocasión, los discípulos comenzaron a discutir acerca de quién de ellos era el más importante.

47 Cuando Jesús se dio cuenta de lo que estaban pensando, tomó a un niño y, poniéndolo junto a él,

48 les dijo: «Cualquiera que reciba a un niño así en mi nombre, me recibe a mí; y cualquiera que me recibe a mí, recibe al que me envió.Porque el más insignificante entre todos ustedes, es el más grande de ustedes.»

El que no está contra nosotros, está a favor de nosotros

49 Entonces Juan le dijo: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre, pero se lo prohibimos, porque no anda con nosotros.»

50 Jesús le dijo: «No se lo prohíban, porque el que no está contra nosotros, está a favor de nosotros.»

Jesús reprende a Jacobo y a Juan

51 Se acercaba el tiempo en que Jesús había de ser recibido arriba, así que resolvió con firmeza dirigirse a Jerusalén.

52 Envió mensajeros delante de él, y ellos se fueron y entraron en una aldea samaritana para prepararle todo;

53 pero los de allí no lo recibieron porque se dieron cuenta de que su intención era ir a Jerusalén.

54 Al ver esto, sus discípulos Jacobo y Juan dijeron: «Señor, ¿quieres que mandemos que caiga fuego del cielo, como hizo Elías, para que los destruya?»

55 Pero Jesús se volvió y los reprendió. [Y les dijo: «Ustedes no saben de qué espíritu son.

56 Porque el Hijo del Hombre no ha venido a quitarle la vida a nadie, sino a salvársela.»]Y se fueron a otra aldea.

Los que querían seguir a Jesús

57 Mientras seguían su camino, alguien le dijo: «Señor, yo te seguiré adondequiera que vayas.»

58 Jesús le dijo: «Las zorras tienen guaridas, y las aves de los cielos tienen nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar su cabeza.»

59 Y a otro le dijo: «Sígueme.» Aquél le respondió: «Señor, permíteme ir primero a enterrar a mi padre.»

60 Pero Jesús le dijo: «Deja que los muertos entierren a sus muertos. Tú, ve y anuncia el reino de Dios.»

61 Otro también le dijo: «Señor, yo te seguiré; pero antes déjame despedirme de los que están en mi casa.»

62 Jesús le dijo: «Nadie que mire hacia atrás, después de poner la mano en el arado, es apto para el reino de Dios.»

San Lucas 10

Misión de los setenta y dos

1 Después de esto, el Señor eligió a otros setenta y dos, y de dos en dos los envió delante de él a todas las ciudades y lugares adonde él tenía que ir.

2 Les dijo: «Ciertamente, es mucha la mies, pero son pocos los segadores. Por tanto, pidan al Señor de la mies que envíe segadores a cosechar la mies.

3 Y ustedes, pónganse en camino. Pero tengan en cuenta que yo los envío como a corderos en medio de lobos.

4 No lleven bolsa, ni alforja, ni calzado; ni se detengan en el camino a saludar a nadie.

5 En cualquier casa adonde entren, antes que nada digan: “Paz a esta casa.”

6 Si allí hay gente de paz, la paz de ustedes reposará sobre esa gente; de lo contrario, la paz volverá a ustedes.

7 Quédense en esa misma casa, y coman y beban lo que les den, porque el obrero es digno de su salario.No vayan de casa en casa.

8 En cualquier ciudad donde entren, y los reciban, coman lo que les ofrezcan.

9 Sanen a los enfermos que allí haya, y díganles: “El reino de Dios se ha acercado a ustedes.”

10 Pero si llegan a alguna ciudad y no los reciben, salgan a la calle y digan:

11 “Hasta el polvo de su ciudad, que se ha pegado a nuestros pies, lo sacudimos contra ustedes.Pero sepan que el reino de Dios se ha acercado a ustedes.”

12 Yo les digo que, en aquel día, el castigo para Sodoma será más tolerableque para aquella ciudad.

Ayes sobre las ciudades impenitentes

13 »¡Ay de ti, Corazín! ¡Y ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidónse hubieran hecho los milagros que se han hecho en ustedes, ya hace tiempo que, sentadas en cilicio y cubiertas de ceniza, habrían mostrado su arrepentimiento.

14 Por tanto, en el día del juicio, el castigo para Tiro y para Sidón será más tolerable que para ustedes.

15 Y tú, Cafarnaún, que te elevas hasta los cielos, ¡hasta el Hades caerás abatida!

16 »El que los escucha a ustedes, me escucha a mí.El que los rechaza a ustedes, me rechaza a mí; y el que me rechaza a mí, rechaza al que me envió.»

Regreso de los setenta y dos

17 Cuando los setenta y dos volvieron, estaban muy contentos y decían: «Señor, en tu nombre, ¡hasta los demonios se nos sujetan!»

18 Jesús les dijo: «Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo.

19 Miren que yo les he dado a ustedes poder para aplastar serpientes y escorpiones,y para vencer a todo el poder del enemigo, sin que nada los dañe.

20 Pero no se alegren de que los espíritus se les sujetan, sino de que los nombres de ustedes ya están escritos en los cielos.»

Jesús se regocija

21 En ese momento Jesús se regocijó en el Espíritu Santo, y dijo: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque estas cosas las escondiste de los sabios y entendidos, y las revelaste a los niños. ¡Sí, Padre, porque así te agradó!

22 Mi Padre me ha entregado todas las cosas,y nadie conoce al Hijo, sino el Padre; ni nadie conoce al Padre, sino el Hijo,y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.»

23 Jesús se volvió a los discípulos, y aparte les dijo: «Dichosos los ojos que ven lo que ustedes ven.

24 Porque les digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que ustedes ven, pero no lo vieron; y oír lo que ustedes oyen, pero no lo oyeron.»

El buen samaritano

25 En ese momento, un intérprete de la ley se levantó y, para poner a prueba a Jesús, dijo:«Maestro, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?»

26 Jesús le dijo: «¿Qué es lo que está escrito en la ley? ¿Qué lees allí?»

27 El intérprete de la ley respondió: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente,y a tu prójimo como a ti mismo.»

28 Jesús le dijo: «Has contestado correctamente. Haz esto, y vivirás.»

29 Pero aquél, queriendo justificarse a sí mismo, le preguntó a Jesús: «¿Y quién es mi prójimo?»

30 Jesús le respondió: «Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de unos ladrones, que le robaron todo lo que tenía y lo hirieron, dejándolo casi muerto.

31 Por el camino descendía un sacerdote, y aunque lo vio, siguió de largo.

32 Cerca de aquel lugar pasó también un levita, y aunque lo vio, siguió de largo.

33 Pero un samaritano, que iba de camino, se acercó al hombre y, al verlo, se compadeció de él

34 y le curó las heridas con aceite y vino, y se las vendó; luego lo puso sobre su cabalgadura y lo llevó a una posada, y cuidó de él.

35 Al otro día, antes de partir, sacó dos monedas, se las dio al dueño de la posada, y le dijo: “Cuídalo. Cuando yo regrese, te pagaré todo lo que hayas gastado de más.”

36 De estos tres, ¿cuál crees que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?»

37 Aquél respondió: «El que tuvo compasión de él.» Entonces Jesús le dijo: «Pues ve y haz tú lo mismo.»

Jesús visita a Marta y a María

38 Mientras Jesús iba de camino, entró en una aldea, y una mujer llamada Marta, lo hospedó en su casa.

39 Marta tenía una hermana que se llamaba María,la cual se sentó a los pies de Jesús para escuchar lo que él decía.

40 Pero Marta, que estaba ocupada con muchos quehaceres, se acercó a Jesús y le dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje trabajar sola? ¡Dile que me ayude!»

41 Jesús le respondió: «Marta, Marta, estás preocupada y aturdida con muchas cosas.

42 Pero una sola cosa es necesaria. María ha escogido la mejor parte, y nadie se la quitará.»

San Lucas 11

Jesús y la oración

1 En cierta ocasión, Jesús estaba orando en un lugar y, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos.»

2 Jesús les dijo: «Cuando ustedes oren, digan: “Padre, santificado sea tu nombre. Venga tu reino.

3 El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy.

4 Perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos metas en tentación.”»

5 También les dijo: «¿Quién de ustedes, que tenga un amigo, va a verlo a medianoche y le dice: “Amigo, préstame tres panes,

6 porque un amigo mío ha venido a visitarme, y no tengo nada que ofrecerle”?

7 Aquél responderá desde adentro y le dirá: “No me molestes. La puerta ya está cerrada, y mis niños están en la cama conmigo. No puedo levantarme para dártelos.”

8 Yo les digo que, aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, sí se levantará por su insistencia, y le dará todo lo que necesite.

9 Así que pidan, y se les dará. Busquen, y encontrarán. Llamen, y se les abrirá.

10 Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre.

11 ¿Quién de ustedes, si su hijo le pide pan, le da una piedra? ¿O si le pide un pescado, en lugar del pescado le da una serpiente?

12 ¿O si le pide un huevo, le da un escorpión?

13 Pues si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan!»

Una casa dividida contra sí misma

14 Jesús estaba expulsando un demonio que había dejado mudo a un hombre, y cuando el demonio salió, el mudo comenzó a hablar y la gente quedó asombrada.

15 Pero algunos dijeron: «Éste expulsa a los demonios por el poder de Beelzebú, príncipe de los demonios.»

16 Otros, para ponerlo a prueba, le pedían alguna señal del cielo.

17 Pero él, que sabía lo que ellos pensaban, les dijo: «Todo reino dividido contra sí mismo queda devastado. No hay casa que permanezca, si internamente está dividida.

18 Ya que ustedes dicen que yo expulso a los demonios por el poder de Beelzebú, ¿cómo podrá permanecer el reino de Satanás, si él está dividido contra sí mismo?

19 Porque, si yo expulso a los demonios por el poder de Beelzebú, ¿por el poder de quién los expulsan los hijos de ustedes? Por tanto, ellos mismos serán los jueces de ustedes.

20 Pero si yo expulso a los demonios por el poder de Dios, ciertamente el reino de Dios ha llegado a ustedes.

21 Cuando un hombre fuerte está bien armado y protege su palacio, lo que posee no corre peligro.

22 Pero cuando otro más fuerte que él viene y lo derrota, le quita todas las armas en las que confiaba, y reparte el botín.

23 El que no está conmigo, está contra mí;y el que conmigo no recoge, desparrama.

El espíritu impuro que vuelve

24 »Cuando el espíritu impuro sale del hombre, anda por lugares áridos en busca de reposo, pero al no encontrarlo dice: “Volveré a mi casa, de donde salí.”

25 Y cuando llega y la encuentra barrida y adornada,

26 va y trae otros siete espíritus peores que él, y todos entran y allí se quedan a vivir. ¡Y el estado final de aquel hombre resulta peor que el primero!»

Los que en verdad son dichosos

27 Mientras Jesús decía esto, una mujer de entre la multitud levantó la voz y le dijo: «¡Dichoso el vientre que te dio a luz, y los senos que te amamantaron!»

28 Jesús respondió: «Más bien, dichosos los que escuchan la palabra de Dios, y la obedecen.»

La gente perversa demanda señal

29 Como la multitud que lo rodeaba iba en aumento, Jesús comenzó a decir: «¡Qué malvada es esta generación! Demanda una señal,pero no tendrán más señal que la del profeta Jonás.

30 Porque así como Jonás fue una señal para los ninivitas,también el Hijo del Hombre será una señal para esta generación.

31 En el día del juicio, la reina del Sur se levantará con la gente de esta generación, y la condenará; porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón,y aquí hay alguien que es más grande que Salomón.

32 En el día del juicio, los habitantes de Nínive se levantarán con esta generación, y la condenarán; porque al oír la predicación de Jonás se arrepintieron,y aquí hay alguien que es más grande que Jonás.

La lámpara del cuerpo

33 »Nadie esconde la luz que se enciende, ni la pone debajo de un cajón, sino en el candelero,para que los que entran vean la luz.

34 La lámpara del cuerpo es el ojo. Cuando tu ojo es bueno, también todo tu cuerpo está lleno de luz; pero cuando tu ojo es malo, también tu cuerpo estará a oscuras.

35 Ten cuidado, no sea que la luz que hay en ti resulte ser oscuridad.

36 Así que, si todo tu cuerpo está lleno de luz, y no participa de la oscuridad, será todo luminoso, como cuando una lámpara te alumbra con su resplandor.»

Jesús acusa a fariseos y a intérpretes de la ley

37 Después de que Jesús terminó de hablar, un fariseo lo invitó a que comiera con él. Jesús entró en la casa y se sentó a la mesa.

38 Al fariseo le extrañó ver que Jesús no se hubiera lavado antes de comer,

39 pero el Señor le dijo: «Ustedes los fariseos limpian por fuera el vaso y el plato, pero por dentro están llenos de robo y de maldad.

40 ¡Necios! ¿Acaso el que hizo lo de afuera, no hizo también lo de adentro?

41 Den limosna de lo que está adentro, y así todo quedará limpio para ustedes.

42 »¡Ay de ustedes, fariseos!, que dan el diezmo de la menta y de la ruda, y de toda clase de hortalizas,pero pasan por alto la justicia y el amor de Dios. Esto es necesario que lo hagan, sin dejar de hacer aquello.

43 ¡Ay de ustedes, fariseos!, que aman los primeros lugares en las sinagogas, y los saludos en las plazas.

44 ¡Ay de ustedes, escribas y fariseos, hipócritas! Son ustedes como sepulcros que no se ven, y los que pasan por encima no lo saben.»

45 Uno de los intérpretes de la ley, le dijo: «Maestro, cuando dices esto, nos insultas también a nosotros.»

46 Y Jesús dijo: «¡Ay de ustedes también, intérpretes de la ley! Porque imponen a los otros cargas muy difíciles de llevar, pero ustedes ni siquiera con un dedo las tocan.

47 ¡Ay de ustedes, los que erigen los sepulcros de los profetas que mataron los antepasados de ustedes!

48 Con ello, no sólo son ustedes testigos sino cómplices de lo que hicieron sus antepasados, pues ellos los mataron y ustedes les erigen sus sepulcros.

49 Por eso, Dios en su sabiduría dijo: “Les enviaré profetas y apóstoles. De ellos, a unos matarán y a otros perseguirán.”

50 Por lo tanto, a la gente de esta generación se le demandará la sangre de todos los profetas, que desde la fundación del mundo ha sido derramada,

51 desde la sangre de Abelhasta la sangre de Zacarías,que murió entre el altar y el templo. Sí, les aseguro que será demandada de esta generación.

52 ¡Ay de ustedes, intérpretes de la ley! Porque se han apoderado de la llave del conocimiento, ¡y ni ustedes entraron, y a los que sí querían entrar se lo impidieron!»

53 Como Jesús les decía todo esto, los escribas y los fariseos comenzaron a hostigarlo en gran manera, y a provocarlo para que hablara de muchas cosas,

54 y le tendían trampas para atraparlo en sus propias palabras.

San Lucas 12

La levadura de los fariseos

1 Mientras tanto, la gente se había reunido por millares. Era tal la multitud que se atropellaban unos contra otros. Jesús comenzó entonces a hablar, y en primer término les dijo a sus discípulos: «Cuídense de la levadura de los fariseos,que es la hipocresía.

2 Porque no hay nada encubierto que no haya de ser manifestado, ni nada oculto que no haya de saberse.

3 Por tanto, todo lo que ustedes digan en la oscuridad, se oirá a plena luz, y lo que ustedes musiten en la alcoba, se dará a conocer desde las azoteas.

A quién se debe temer

4 »Amigos míos, yo les digo a ustedes que no deben temer a los que matan el cuerpo, pero más de eso no pueden hacer después.

5 Yo les voy a enseñar a quién deben temer: Teman a aquel que, después de quitar la vida, tiene el poder de arrojarlos en el infierno. Sí, a él ténganle miedo.

6 ¿Acaso no se venden cinco pajarillos por un par de monedas? Sin embargo, Dios no se olvida de ninguno de ellos.

7 Lo mismo pasa con ustedes, pues hasta los cabellos de su cabeza están todos contados. Así que no teman, pues ustedes valen más que muchos pajarillos.

Confesión de fe en Jesús

8 »Yo les digo que a todo aquel que me confiese delante de los hombres, también el Hijo del Hombre lo confesará delante de los ángeles de Dios.

9 Pero al que me niegue delante de los hombres, se le negará delante de los ángeles de Dios.

10 Toda palabra que se diga en contra del Hijo del Hombre, será perdonada; pero toda blasfemia en contra del Espíritu Santo no será perdonada.

11 Cuando ustedes sean llevados a las sinagogas, y presentados ante magistrados y autoridades, no se preocupen de cómo o qué responder, o qué decir,

12 porque en ese mismo instante el Espíritu Santo les enseñará lo que deban decir.»

El rico insensato

13 Uno de la multitud le dijo: «Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia.»

14 Pero Jesús le dijo: «Hombre, ¿quién me ha puesto como juez o mediador entre ustedes?»

15 También les dijo: «Manténganse atentos y cuídense de toda avaricia, porque la vida del hombre no depende de los muchos bienes que posea.»

16 Además, les contó una parábola: «Un hombre rico tenía un terreno que le produjo una buena cosecha.

17 Y este hombre se puso a pensar: “¿Qué voy a hacer? ¡No tengo dónde guardar mi cosecha!”

18 Entonces dijo: “¡Ya sé lo que haré! Derribaré mis graneros, construiré otros más grandes, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes.

19 Y me diré a mí mismo: ‘Ya puede descansar mi alma, pues ahora tengo guardados muchos bienes para muchos años. Ahora, pues, ¡a comer, a beber y a disfrutar!’”

20 Pero Dios le dijo: “Necio, esta noche vienen a quitarte la vida; ¿y para quién será lo que has guardado?”

21 Eso le sucede a quien acumula riquezas para sí mismo, pero no es rico para con Dios.»

El afán y la ansiedad

22 Después, Jesús dijo a sus discípulos: «Por eso les digo que no se preocupen por su vida ni por lo que han de comer, ni por su cuerpo ni por lo que han de vestir.

23 La vida es más que la comida, y el cuerpo es más que el vestido.

24 Fíjense en los cuervos: no siembran, ni siegan; no tienen almacenes ni bodegas, y no obstante Dios los alimenta. ¿Acaso no valen ustedes mucho más que las aves?

25 ¿Quién de ustedes, por mucho que lo intente, puede añadir medio metro a su estatura?

26 Pues si ustedes no pueden hacer ni lo más pequeño, ¿por qué se preocupan por lo demás?

27 Fíjense en los lirios, cómo crecen, y no trabajan ni hilan; pero yo les digo que ni Salomón, con todas sus riquezas,llegó a vestirse como uno de ellos.

28 Y si Dios viste así a la hierba, que hoy está en el campo y mañana es echada al horno, ¡cuánto más hará por ustedes, hombres de poca fe!

29 Así que no se preocupen ni se angustien por lo que han de comer, ni por lo que han de beber.

30 Todo esto lo busca la gente de este mundo, pero el Padre sabe que ustedes tienen necesidad de estas cosas.

31 Busquen ustedes el reino de Dios, y todas estas cosas les serán añadidas.

Tesoro en el cielo

32 »Ustedes son un rebaño pequeño. Pero no tengan miedo, porque su Padre ha decidido darles el reino.

33 Vendan lo que ahora tienen, y denlo como limosna. Consíganse bolsas que no se hagan viejas, y háganse en los cielos un tesoro que no se agote. Allí no entran los ladrones, ni carcome la polilla.

34 Porque donde ustedes tengan su tesoro, allí también estará su corazón.

El siervo vigilante

35 »Manténganse listos, con la ropa puesta y con su lámpara encendida.

36 Sean como los siervos que están pendientes de que su señor regresede una fiesta de bodas: en cuanto su señor llega y llama, ellos le abren enseguida.

37 ¡Dichosos los siervos a los que su señor encuentra pendientes de su regreso! De cierto les digo que se ajustará la ropa, los hará sentarse a la mesa, y él mismo vendrá a servirles.

38 Dichosos los siervos a los que su señor encuentre así, aunque llegue a la medianoche o en la madrugada.

39 Pero esto deben saber: si el dueño de la casa supiera a qué hora va a llegar el ladrón, estaría pendiente y no permitiría que robaran su casa.

40 También ustedes deben estar preparados, porque el Hijo del Hombre vendrá cuando ustedes menos lo esperen.»

El siervo infiel

41 Entonces Pedro le dijo: «Señor, ¿esta parábola es para nosotros, o para todos?»

42 El Señor le respondió: «¿Quién es el mayordomo fiel y prudente, al cual su señor deja a cargo de los de su casa para que los alimente a su debido tiempo?

43 Dichoso el siervo al que, cuando su señor venga, lo encuentre haciendo así.

44 De cierto les digo que lo pondrá a cargo de todos sus bienes.

45 Pero si aquel siervo cree que su señor va a tardar, y comienza a golpear a los criados y a las criadas, y a comer y beber y embriagarse,

46 el señor de aquel siervo vendrá cuando éste menos lo espere, y a una hora que no sabe, y lo castigará duramente, y lo echará con los incrédulos.

47 El siervo que, a pesar de conocer la voluntad de su señor, no se prepara para cumplirla, se hace acreedor de muchos azotes.

48 Pero el que se hace acreedor a recibir azotes sin conocer la voluntad de su señor, será azotado poco. Porque al que se le da mucho, también se le exigirá mucho; y al que se le confía mucho, se le pedirá más todavía.

Jesús, causa de división

49 »Yo he venido a lanzar fuego sobre la tierra. ¡Y cómo quisiera que ya estuviera en llamas!

50 Hay un bautismo que debo recibir,¡y cómo me angustio esperando que se cumpla!

51 ¿Creen ustedes que he venido a la tierra para traer paz? Pues les digo que no, sino más bien división.

52 Porque de ahora en adelante una familia de cinco estará dividida en tres contra dos, y en dos contra tres.

53 El padre se enfrentará con el hijo, y el hijo con el padre. La madre estará en contra de la hija, y la hija en contra de la madre. La suegra estará en contra de su nuera, y la nuera en contra de su suegra.»

¿Cómo no reconocen este tiempo?

54 Jesús decía también a la multitud: «Cuando ustedes ven que se levanta una nube en el poniente, dicen: “Va a llover”; y así sucede.

55 Cuando sopla el viento del sur, dicen: “Va a hacer calor”; y así sucede.

56 ¡Hipócritas! Si saben discernir el aspecto del cielo y de la tierra, ¿cómo es que no saben discernir el tiempo en que viven?

Arréglate con tu adversario

57 »¿Por qué no juzgan ustedes mismos lo que es justo?

58 Cuando comparezcas con tu adversario ante el magistrado, procura arreglarte con él mientras vas de camino; no sea que te lleve ante el juez, y el juez te entregue al alguacil, y el alguacil te meta en la cárcel.

59 Te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado la última moneda.»

San Lucas 13

Arrepiéntanse o perecerán

1 En ese momento estaban allí algunos que le contaron a Jesús el caso de los galileos cuya sangre Pilato había mezclado con los sacrificios que ellos ofrecían.

2 Jesús les dijo: «¿Y creen ustedes que esos galileos eran más pecadores que el resto de los galileos, sólo porque padecieron así?

3 ¡Pues yo les digo que no! Y si ustedes no se arrepienten, también morirán como ellos.

4 Y en el caso de los dieciocho, que murieron aplastados al derrumbarse la torre de Siloé, ¿creen ustedes que ellos eran más culpables que el resto de los habitantes de Jerusalén?

5 ¡Pues yo les digo que no! Y si ustedes no se arrepienten, también morirán como ellos.»

Parábola de la higuera estéril

6 También les dijo esta parábola: «Un hombre había plantado una higuera en su viña, y cuando fue a buscar higos en ella no encontró ninguno.

7 Entonces le dijo al viñador: “Hace tres años que vengo a buscar higos en esta higuera, y nunca encuentro uno solo. ¡Córtala, para que no se desaproveche también la tierra!”

8 Pero el viñador le dijo: “Señor, déjala todavía un año más, hasta que yo le afloje la tierra y la abone.

9 Si da fruto, qué bueno. Y si no, córtala entonces.”»

Jesús sana a una mujer en el día de reposo

10 Un día de reposo, Jesús estaba enseñando en una sinagoga,

11 y allí estaba una mujer que hacía ya dieciocho años sufría de un espíritu de enfermedad. Andaba encorvada, y de ninguna manera podía enderezarse.

12 Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: «Mujer, quedas libre de tu enfermedad.»

13 Y en el mismo instante en que Jesús puso las manos sobre ella, la mujer se enderezó y comenzó a glorificar a Dios.

14 Pero el jefe de la sinagoga se enojó porque Jesús la había sanado en el día de reposo, así que le dijo a la gente: «Hay seis días en los que se puede trabajar. Para ser sanados, vengan en esos días; pero no en el día de reposo.»

15 Entonces el Señor le dijo: «Hipócrita, ¿acaso cualquiera de ustedes no desata su buey, o su asno, del pesebre y lo lleva a beber, aun cuando sea día de reposo?

16 Y a esta hija de Abrahán, que Satanás había tenido atada durante dieciocho años, ¿no se le habría de liberar, aunque hoy sea día de reposo?»

17 Ante estos razonamientos de Jesús, todos sus adversarios quedaron avergonzados, pero todo el pueblo se alegraba de las muchas maravillas que él realizaba.

Parábola de la semilla de mostaza

18 Jesús dijo también: «¿Semejante a qué es el reino de Dios? ¿Con qué lo compararé?

19 Pues es semejante al grano de mostaza que alguien toma y siembra en su huerto, y ese grano crece hasta convertirse en un gran árbol, en cuyas ramas ponen su nido las aves del cielo.»

Parábola de la levadura

20 Y volvió a decir: «¿Con qué compararé el reino de Dios?

21 Pues es semejante a la levadura que una mujer toma y guarda en tres medidas de harina, hasta que toda la masa fermenta.»

La puerta estrecha

22 En su camino a Jerusalén, Jesús iba enseñando por ciudades y aldeas.

23 Alguien le preguntó: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?» Y él respondió:

24 «Hagan todo lo posible para entrar por la puerta angosta, porque yo les digo que muchos tratarán de entrar y no podrán hacerlo.

25 En cuanto el padre de familia se levante y cierre la puerta, y ustedes desde afuera comiencen a golpear la puerta y a gritar: “¡Señor, Señor; ábrenos!”, él les responderá: “No sé de dónde salieron ustedes.”

26 Entonces ustedes comenzarán a decir: “Hemos comido y bebido en tu compañía, y tú has enseñado en nuestras plazas.”

27 Pero él les responderá: “No sé de dónde salieron ustedes. ¡Apártense de mí todos ustedes, hacedores de injusticia!”

28 Allí habrá entonces llanto y rechinar de dientes,cuando vean a Abrahán, Isaac y Jacob, y a todos los profetas, en el reino de Dios, mientras que ustedes son expulsados.

29 Porque habrá quienes vengan del oriente y del occidente, del norte y del sur, para sentarse a la mesa en el reino de Dios.

30 Pero habrá algunos últimos que serán primeros, y algunos primeros que serán últimos.»

Lamento de Jesús sobre Jerusalén

31 En ese preciso momento llegaron algunos fariseos, y le dijeron: «Vete de aquí, porque Herodes te quiere matar.»

32 Jesús les dijo: «Vayan y díganle a ese zorro: “Mira, hoy y mañana voy a expulsar demonios y a sanar enfermos, y al tercer día terminaré mi obra.”

33 Pero es necesario que hoy, mañana, y pasado mañana, siga mi camino, porque no puede ser que un profeta muera fuera de Jerusalén.

34 ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que son enviados a ti! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como junta la gallina a sus polluelos debajo de sus alas, y no quisiste!

35 Pues bien, la casa de ustedes va a quedar desolada; y les digo que ustedes no volverán a verme hasta el día en que digan: “¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!”»

San Lucas 14

Jesús sana a un enfermo

1 En cierta ocasión, Jesús fue a comer a la casa de un fariseo muy importante. Era un día de reposo, y ellos estaban acechándolo.

2 Delante de Jesús estaba un hombre enfermo de hidropesía,

3 y Jesús les preguntó a los intérpretes de la ley y a los fariseos: «¿Está permitido sanar en el día de reposo?»

4 Pero ellos no respondieron. Entonces Jesús tomó al hombre de la mano, lo sanó y lo despidió;

5 luego se dirigió a ellos, y les dijo: «¿Quién de ustedes, si su asno o su buey se cae en un pozo, no lo saca enseguida, aunque sea en día de reposo?»

6 Y nadie podía responderle.

Los convidados a las bodas

7 Cuando Jesús vio que los invitados a la mesa escogían los mejores lugares, les contó una parábola:

8 «Cuando te inviten a una boda, no vayas a sentarte en el mejor lugar, no sea que otro de los invitados sea más importante que tú,

9 y cuando venga el anfitrión te diga: “Dale tu lugar a este otro”; porque entonces, con toda vergüenza, tendrás que ir a ocupar el último lugar.

10 Así que, cuando seas invitado, ve más bien a sentarte en el último lugar, para que cuando venga el anfitrión te diga: “Amigo mío, ven y siéntate más adelante”. Así serás honrado delante de los otros invitados a la mesa.

11 Porque todo el que se enaltece, será humillado; y el que se humilla, será enaltecido.»

12 También le dijo a su anfitrión: «Cuando ofrezcas una comida o una cena, no invites a tus amigos ni a tus hermanos, ni a tus parientes y vecinos ricos, no sea que ellos también te vuelvan a invitar, y quedes así compensado.

13 Al contrario, cuando ofrezcas un banquete, invita a los pobres y a los mancos, a los cojos y a los ciegos,

14 y así serás dichoso. Porque aunque ellos no te puedan devolver la invitación, tu recompensa la recibirás en la resurrección de los justos.»

Parábola de la gran cena

15 Uno de los que estaban sentados con él a la mesa oyó esto, y le dijo: «Dichoso el que participe del banquete en el reino de Dios.»

16 Entonces Jesús le dijo: «Un hombre ofreció un gran banquete, e invitó a muchos.

17 A la hora del banquete envió a su siervo a decir a los invitados: “Vengan, que la mesa ya está servida.”

18 Pero todos ellos comenzaron a disculparse. El primero dijo: “Acabo de comprar un terreno, y tengo que ir a verlo. Por favor, discúlpame.”

19 Otro dijo: “Acabo de comprar cinco yuntas de bueyes, y voy a probarlas. Por favor, discúlpame.”

20 Y otro más dijo: “Acabo de casarme, así que no puedo asistir.”

21 Cuando el siervo regresó, le comunicó todo esto a su señor. Entonces el dueño de la casa se enojó, y le dijo a su siervo: “Ve enseguida por las plazas y por las calles de la ciudad, y trae acá a los pobres, a los mancos, a los cojos y a los ciegos.”

22 Cuando el siervo le dijo: “Señor, se ha hecho lo que mandaste hacer, y todavía hay lugar”,

23 el señor dijo al siervo: “Ve entonces por los caminos y por los atajos, y hazlos entrar por la fuerza. ¡Quiero que se llene mi casa!

24 Quiero decirles que ninguno de los que fueron invitados disfrutará de mi cena.”»

Lo que cuesta seguir a Cristo

25 Como grandes multitudes lo seguían, Jesús se volvió a ellos y les dijo:

26 «Si alguno viene a mí, y no renuncia a su padre y a su madre, ni a su mujer y sus hijos, ni a sus hermanos y hermanas, y ni siquiera a su propia vida, no puede ser mi discípulo.

27 Y el que no toma su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo.

28 Porque ¿quién de ustedes que quiera levantar una torre, no se sienta primero a calcular los costos, para ver si tiene todo lo que necesita para terminarla?

29 No sea que después de haber puesto los cimientos, se dé cuenta de que no puede terminarla, y todos los que lo sepan comiencen a burlarse de él

30 y digan: “Este hombre comenzó a construir, y no pudo terminar.”

31 ¿O qué rey que marche a la guerra contra otro rey, no se sienta primero a calcular si puede hacerle frente con diez mil soldados al que viene a atacarlo con veinte mil?

32 Si no puede hacerle frente, envía una embajada al otro rey cuando éste todavía está lejos, y le propone condiciones de paz.

33 Así también, cualquiera de ustedes que no renuncia a todo lo que tiene, no puede ser mi discípulo.

Cuando la sal pierde su sabor

34 »La sal es buena, pero si se vuelve insípida, ¿con qué puede recuperar su sabor?

35 No sirve ni para la tierra ni para el montón de abono, y hay que tirarla. El que tenga oídos para oír, que oiga.»

San Lucas 15

Parábola de la oveja perdida

1 Todos los cobradores de impuestos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo.

2 Los fariseos y los escribas comenzaron a murmurar, y decían: «Éste recibe a los pecadores, y come con ellos.»

3 Entonces Jesús les contó esta parábola:

4 «¿Quién de ustedes, si tiene cien ovejas y pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla?

5 Y cuando la encuentra, gozoso la pone sobre sus hombros,

6 y al llegar a su casa reúne a sus amigos y vecinos, y les dice: “¡Alégrense conmigo, porque he encontrado la oveja que se me había perdido!”

7 Les digo que así también será en el cielo: habrá más gozo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentirse.

Parábola de la moneda perdida

8 »¿O qué mujer, si tiene diez monedas y pierde una de ellas, no enciende la lámpara, y barre la casa, y busca con cuidado la moneda, hasta encontrarla?

9 Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas, y les dice: “¡Alégrense conmigo, porque he encontrado la moneda que se me había perdido!”

10 Yo les digo a ustedes que el mismo gozo hay delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente.»

Parábola del hijo perdido

11 Jesús dijo también: «Un hombre tenía dos hijos,

12 y el menor de ellos le dijo a su padre: “Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde.” Entonces el padre les repartió los bienes.

13 Unos días después, el hijo menor juntó todas sus cosas y se fue lejos, a una provincia apartada, y allí dilapidó sus bienes llevando una vida disipada.

14 Cuando ya lo había malgastado todo, sobrevino una gran hambruna en aquella provincia, y comenzó a pasar necesidad.

15 Se acercó entonces a uno de los ciudadanos de aquella tierra, quien lo mandó a sus campos para cuidar de los cerdos.

16 Y aunque deseaba llenarse el estómago con las algarrobas que comían los cerdos, nadie se las daba.

17 Finalmente, recapacitó y dijo: “¡Cuántos jornaleros en la casa de mi padre tienen pan en abundancia, y yo aquí me estoy muriendo de hambre!

18 Pero voy a levantarme, e iré con mi padre, y le diré: ‘Padre, he pecado contra el cielo y contra ti,

19 y no soy digno ya de ser llamado tu hijo; ¡hazme como a uno de tus jornaleros!’”

20 Y así, se levantó y regresó con su padre. Todavía estaba lejos cuando su padre lo vio y tuvo compasión de él. Corrió entonces, se echó sobre su cuello, y lo besó.

21 Y el hijo le dijo: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y no soy digno ya de ser llamado tu hijo.”

22 Pero el padre les dijo a sus siervos: “Traigan la mejor ropa, y vístanlo. Pónganle también un anillo en su mano, y calzado en sus pies.

23 Vayan luego a buscar el becerro gordo, y mátenlo; y comamos y hagamos fiesta,

24 porque este hijo mío estaba muerto, y ha revivido; se había perdido, y lo hemos hallado.” Y comenzaron a regocijarse.

25 »El hijo mayor estaba en el campo, y cuando regresó y llegó cerca de la casa, oyó la música y las danzas.

26 Entonces llamó a uno de los criados, y le preguntó qué estaba pasando.

27 El criado le respondió: “Tu hermano ha vuelto, y tu padre ha ordenado matar el becerro gordo, porque lo ha recibido sano y salvo.”

28 Cuando el hermano mayor escuchó esto, se enojó tanto que no quería entrar. Así que su padre salió a rogarle que entrara.

29 Pero el hijo mayor le dijo a su padre: “Aunque llevo tantos años de servirte, y nunca te he desobedecido, tú nunca me has dado siquiera un cabrito para disfrutar con mis amigos.

30 Pero ahora viene este hijo tuyo, que ha malgastado tus bienes con rameras, ¡y has ordenado matar el becerro gordo para él!”

31 El padre le dijo: “Hijo mío, tú siempre estás conmigo, y todo lo que tengo es tuyo.

32 Pero era necesario hacer una fiesta y regocijarnos, porque tu hermano estaba muerto, y ha revivido; se había perdido, y lo hemos hallado.”»

San Lucas 16

Parábola del mayordomo infiel

1 Jesús también les dijo a sus discípulos: «Había un hombre rico, que tenía un mayordomo, el cual fue acusado de malgastar los bienes de su amo.

2 Ese hombre llamó al mayordomo, y le dijo: “¿Qué es esto que me dicen de ti? Ríndeme cuentas de tu mayordomía, porque no puedes seguir siendo mi mayordomo.”

3 Entonces el mayordomo se puso a pensar: “¿Qué voy a hacer si mi amo me quita la mayordomía? ¿Cavar la tierra? ¡No soy capaz! ¿Pedir limosna? ¡Qué vergüenza!

4 ¡Ya sé lo que haré! Así, cuando se me quite la mayordomía, seré bien recibido en cualquier casa.”

5 Llamó entonces a cada uno de los deudores de su amo, y al primero le dijo: “¿Cuánto le debes a mi amo?”

6 Aquél respondió: “Cien barriles de aceite.” El mayordomo le dijo: “Toma tu cuenta y, enseguida, siéntate y anota cincuenta.”

7 A otro le dijo: “Y tú, ¿cuánto debes?” Y aquél respondió: “Cien sacos de trigo.” El mayordomo le dijo: “Toma tu cuenta, y anota ochenta.”

8 Y el amo elogió al mal mayordomo por haber actuado con tanta sagacidad, pues en el trato con sus semejantes los hijos de este mundo son más sagaces que los hijos de la luz.

9 »Por tanto, les digo: Háganse de amigos por medio de las riquezas injustas, para que cuando éstas falten, sean ustedes recibidos en las mansiones eternas.

10 »El que es confiable en lo poco, también lo es en lo mucho; y el que no es confiable en lo poco, tampoco lo es en lo mucho.

11 Porque si en el manejo de las riquezas injustas ustedes no son confiables, ¿quién podrá confiarles lo verdadero?

12 Y si con lo ajeno no resultan confiables, ¿quién les dará lo que les pertenece?

13 Ningún siervo puede servir a dos señores, porque a uno lo odiará y al otro lo amará. O bien, estimará a uno y menospreciará al otro. Así que ustedes no pueden servir a Diosy a las riquezas.»

14 Los fariseos, que eran avaros, también escuchaban estas cosas, y se burlaban de él.

15 Entonces Jesús les dijo: «Ustedes se justifican a ustedes mismos delante de la gente, pero Dios conoce su corazón; pues lo que la gente considera sublime, ante Dios resulta repugnante.

La ley y el reino de Dios

16 »La ley y los profetas llegan hasta Juan. Desde entonces se anuncian las buenas noticias del reino de Dios, y todos se esfuerzan por entrar en él.

17 Pero más fácilmente pasarán el cielo y la tierra, a que deje de cumplirse una sola letra de la ley.

Jesús enseña sobre el divorcio

18 »Todo el que se divorcia de su mujer, y se casa con otra, comete adulterio; y el que se casa con la divorciada, también comete adulterio.

El rico y Lázaro

19 »Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y cada día celebraba espléndidos banquetes.

20 Había también un mendigo llamado Lázaro, que lleno de llagas pasaba el tiempo echado a la puerta de aquél,

21 ansioso de saciarse con las migajas que caían de la mesa del rico, y hasta los perros venían y le lamían las llagas.

22 Llegó el día en que el mendigo murió, y los ángeles se lo llevaron al lado de Abrahán. Después murió también el rico, y fue sepultado.

23 Cuando el rico estaba en el Hades, en medio de tormentos, alzó sus ojos y, a lo lejos, vio a Abrahán, y a Lázaro junto a él.

24 Entonces gritó: “Padre Abrahán, ¡ten compasión de mí! ¡Envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y me refresque la lengua, porque estas llamas me atormentan!”

25 Pero Abrahán le dijo: “Hijo mío, acuérdate de que, mientras vivías, tú recibiste tus bienes y Lázaro recibió sus males. Pero ahora, aquí él recibe consuelo y tú recibes tormentos.

26 Pero, además, hay un gran abismo entre ustedes y nosotros, de manera que los que quieran pasar de aquí a donde están ustedes, no pueden hacerlo; ni tampoco pueden pasar de allá para acá.”

27 Aquél respondió: “Padre, entonces te ruego que envíes a Lázaro a la casa de mi padre,

28 donde tengo cinco hermanos, para que les advierta, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento.”

29 Pero Abrahán le respondió: “Pero ellos tienen a Moisés y a los profetas. ¡Que los escuchen!”

30 Y aquél contestó: “No lo harán, padre Abrahán. Pero si alguien de entre los muertos va a ellos, sí se arrepentirán.”

31 Abrahán le dijo: “Si no han escuchado a Moisés y a los profetas, tampoco se van a convencer si alguien se levanta de entre los muertos.”»

San Lucas 17

Ocasiones de caer

1 Jesús dijo a sus discípulos: «Es imposible que no vengan tropiezos, pero ¡ay de aquel por quien vengan!

2 Más le valdría que le colgaran al cuello una piedra de molino, y que lo arrojaran al mar, que servir de tropiezo a uno solo de estos pequeñitos.

3 Así que, ¡tengan cuidado! Si tu hermano peca contra ti, repréndelo; y si se arrepiente, perdónalo.

4 Si en un solo día peca siete veces contra ti, y siete veces vuelve a ti el mismo día y te dice: “Me arrepiento”, perdónalo.»

Auméntanos la fe

5 Los apóstoles le dijeron al Señor: «Auméntanos la fe.»

6 Entonces el Señor les dijo: «Si ustedes tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, podrían decirle a este sicómoro: “Desarráigate, y plántate en el mar”, y el sicómoro los obedecería.

El deber del siervo

7 »Si alguno de ustedes tiene un siervo que ara o apacienta el ganado, ¿acaso cuando él vuelve del campo le dice: “Pasa y siéntate a la mesa”?

8 ¡No! Más bien, le dice: “Prepárame la cena, y arréglate la ropa para servirme mientras yo como y bebo. Después podrás comer y beber tú.”

9 ¿Y acaso se le agradece al siervo el hacer lo que se le ordena?

10 Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les ha ordenado, digan: “Somos siervos inútiles, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber.”»

Diez leprosos son limpiados

11 En su camino a Jerusalén, Jesús pasó entre Samaria y Galilea.

12 Al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez leprosos, los cuales se quedaron a cierta distancia de él,

13 y levantando la voz le dijeron: «¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!»

14 Cuando él los vio, les dijo: «Vayan y preséntense ante los sacerdotes.»Y sucedió que, mientras ellos iban de camino, quedaron limpios.

15 Entonces uno de ellos, al ver que había sido sanado, volvió alabando a Dios a voz en cuello,

16 y rostro en tierra se arrojó a los pies de Jesús y le dio las gracias. Este hombre era samaritano.

17 Jesús dijo: «¿No eran diez los que fueron limpiados? ¿Dónde están los otros nueve?

18 ¿No hubo quien volviera y alabara a Dios sino este extranjero?»

19 Y al samaritano le dijo: «Levántate y vete. Tu fe te ha salvado.»

La venida del Reino

20 Cuando los fariseos le preguntaron cuándo había de venir el reino de Dios, él les respondió: «El reino de Dios no vendrá con advertencia,

21 ni se dirá: “Aquí está”, o “Allí está”;porque el reino de Dios está entre ustedes.»

22 A sus discípulos les dijo: «Llegará el tiempo cuando ustedes querrán ver siquiera uno de los días del Hijo del Hombre, y no lo verán.

23 Les dirán: “Está aquí”, o “está allí”, pero no vayan ni los sigan.

24 Porque como el relámpago que al fulgurar resplandece de un extremo del cielo hasta el otro, así también será el día del Hijo del Hombre.

25 Pero primero es necesario que padezca mucho, y que sea desechado por esta generación.

26 Tal y como sucedió en los días de Noé,así también sucederá en los días del Hijo del Hombre.

27 La gente comía y bebía, y se casaba y se daba en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca; entonces vino el diluvio y los destruyó a todos.

28 Lo mismo sucedió en los días de Lot:la gente comía y bebía, compraba y vendía, plantaba y edificaba casas;

29 pero cuando Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y los destruyó a todos.

30 Así será el día en que el Hijo del Hombre se manifieste.

31 En aquel día, el que esté en la azotea y tenga sus bienes en su casa, que no baje a tomarlos; y el que esté en el campo, que no regrese a su casa.

32 ¡Acuérdense de la mujer de Lot!

33 Todo el que procure salvar su vida, la perderá; y todo el que la pierda, la salvará.

34 Yo les digo que esa noche, si dos están en una cama, uno de ellos será tomado, y el otro será dejado.

35 Si dos mujeres están moliendo juntas, una de ellas será tomada, y la otra será dejada.

36 Si dos están en el campo, uno de ellos será tomado, y el otro será dejado.»

37 Entonces le preguntaron: «Y eso, Señor, ¿dónde ocurrirá?» Y Jesús les respondió: «Donde está el cadáver, allí se juntan los buitres.»

San Lucas 18

Parábola de la viuda y el juez injusto

1 Además, Jesús les contó una parábola en cuanto a la necesidad de orar siempre y de no desanimarse.

2 Les dijo: «En cierta ciudad había un juez que no temía a Dios ni respetaba a nadie.

3 En esa misma ciudad había también una viuda, la cual acudía a ese juez y le pedía: “Hazme justicia contra mi adversario.”

4 Pasó algún tiempo, y el juez no quiso atenderla, pero después se puso a pensar: “Aunque no temo a Dios ni respeto a nadie,

5 esta viuda me molesta tanto que voy a hacerle justicia, no sea que siga viniendo y me agote la paciencia.”»

6 Dijo entonces el Señor: «Presten atención a lo que dijo el juez injusto.

7 ¿Acaso Dios no les hará justicia a sus elegidos, que día y noche claman a él? ¿Se tardará en responderles?

8 Yo les digo que sin tardanza les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?»

Parábola del fariseo y el cobrador de impuestos

9 A unos que a sí mismos se consideraban justos y menospreciaban a los demás, Jesús les dijo esta parábola:

10 «Dos hombres fueron al templo a orar: uno de ellos era fariseo, y el otro era cobrador de impuestos.

11 Puesto de pie, el fariseo oraba consigo mismo de esta manera: “Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás, que son ladrones, injustos y adúlteros. ¡Ni siquiera soy como este cobrador de impuestos!

12 Ayuno dos veces a la semana, y doy la décima parte de todo lo que gano.”

13 Pero el cobrador de impuestos, desde lejos, no se atrevía siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho y decía: “Dios mío, ten misericordia de mí, porque soy un pecador.”

14 Yo les digo que éste volvió a su casa justificado, y no el otro. Porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido.»

Jesús bendice a los niños

15 La gente llevaba los niños a Jesús, para que él los tocara. Cuando los discípulos vieron esto, los reprendieron;

16 pero Jesús los llamó y les dijo: «Dejen que los niños se acerquen a mí. No se lo impidan, porque el reino de los cielos es de los que son como ellos.

17 De cierto les digo: el que no recibe el reino de Dios como un niño, no entrará en él.»

El joven rico

18 Un hombre importante le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?»

19 Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie que sea bueno, sino sólo Dios.

20 Conoces los mandamientos: No adulterarás,no matarás,no hurtarás,no dirás falso testimonio,honra a tu padre y a tu madre.»

21 Aquél le dijo: «Todo esto lo he cumplido desde mi juventud.»

22 Al oír esto, Jesús le dijo: «Aún te falta una cosa: vende todo lo que tienes, y dáselo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después de eso, ven y sígueme.»

23 Cuando aquel hombre oyó esto, se puso muy triste, porque era muy rico.

24 Y al ver Jesús que se había entristecido mucho, dijo: «¡Qué difícil es para los ricos entrar en el reino de Dios!

25 Le es más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios.»

26 Los que oyeron esto dijeron: «Entonces, ¿quién podrá salvarse?»

27 Y Jesús les respondió: «Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios.»

28 Pedro dijo entonces: «Nosotros hemos dejado nuestras posesiones, y te hemos seguido.»

29 Y Jesús les dijo: «De cierto les digo, que cualquiera que haya dejado casa, padres, hermanos, mujer, o hijos, por el reino de Dios,

30 recibirá mucho más en este tiempo, y en el tiempo venidero recibirá la vida eterna.»

Nuevamente Jesús anuncia su muerte

31 Jesús llamó aparte a los doce, y les dijo: «Como pueden ver, ahora vamos camino a Jerusalén. Allí se cumplirá todo lo que los profetas escribieron acerca del Hijo del Hombre.

32 Éste será entregado a los no judíos, los cuales se burlarán de él, lo insultarán y le escupirán,

33 y después de azotarlo, lo matarán. Pero al tercer día resucitará.»

34 Ellos no entendieron nada de esto, pues el mensaje no les resultaba claro ni podían comprenderlo.

Un ciego de Jericó recibe la vista

35 Cuando Jesús estuvo cerca de Jericó, junto al camino estaba sentado un mendigo ciego.

36 Al oír éste a la multitud que pasaba, preguntó qué era lo que sucedía,

37 y cuando le dijeron que Jesús de Nazaret estaba pasando por allí,

38 comenzó a gritar: «¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!»

39 Los que iban al frente lo reprendían para que se callara; pero él gritaba más aún: «¡Hijo de David, ten misericordia de mí!»

40 Entonces Jesús se detuvo y mandó que lo llevaran a su presencia. Cuando el ciego llegó, Jesús le preguntó:

41 «¿Qué quieres que haga por ti?» Y el ciego respondió: «Señor, quiero recibir la vista.»

42 Jesús le dijo: «Ya la has recibido. Tu fe te ha sanado.»

43 Al instante, el ciego pudo ver y comenzó a seguir a Jesús, mientras glorificaba a Dios. Y al ver todo el pueblo lo sucedido, también alababa a Dios.