San Lucas 19

Jesús y Zaqueo

1 Jesús entró en Jericó, y comenzó a cruzar la ciudad.

2 Mientras caminaba, un hombre rico llamado Zaqueo, que era jefe de los cobradores de impuestos,

3 trataba de ver quién era Jesús, pero por causa de la multitud no podía hacerlo, pues era de baja estatura.

4 Pero rápidamente se adelantó y, para verlo, se trepó a un árbol, pues Jesús iba a pasar por allí.

5 Cuando Jesús llegó a ese lugar, levantó la vista y le dijo: «Zaqueo, apúrate y baja de allí, porque hoy tengo que pasar la noche en tu casa.»

6 Zaqueo bajó de prisa, y con mucho gusto recibió a Jesús.

7 Todos, al ver esto, murmuraban, pues decían que Jesús había entrado en la casa de un pecador.

8 Pero Zaqueo se puso de pie y le dijo al Señor: «Señor, voy a dar ahora mismo la mitad de mis bienes a los pobres. Y si en algo he defraudado a alguien, le devolveré cuatro veces más lo defraudado.»

9 Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, pues este hombre también es hijo de Abrahán.

10 Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.»

Parábola de los siervos

11 Al escuchar la gente estas cosas, Jesús les contó una parábola, pues ya estaba cerca de Jerusalén y la gente pensaba que el reino de Dios estaba por manifestarse.

12 Jesús les dijo: «Un hombre de alto rango se fue a un país lejano, para recibir un reino y luego volver.

13 Antes de partir, llamó a diez de sus siervos, les dio una buena cantidad de dinero,y les dijo: “Hagan negocio con este dinero, hasta que yo vuelva.”

14 Pero sus conciudadanos lo odiaban, y enviaron tras él unos representantes para que dijeran: “No queremos que éste reine sobre nosotros.”

15 Cuando ese hombre volvió, después de recibir el reino, hizo comparecer ante él a los siervos a quienes había dado el dinero, para saber qué negocios había hecho cada uno.

16 Cuando llegó el primero, dijo: “Señor, tu dinero ha producido diez veces más”.

17 Aquel hombre dijo: “¡Bien hecho! Eres un buen siervo. Puesto que en lo poco has sido fiel, vas a gobernar diez ciudades.”

18 Otro más llegó y le dijo: “Señor, tu dinero ha producido cinco veces más.”

19 Y también a éste le dijo: “Tú vas a gobernar cinco ciudades.”

20 Llegó otro más, y le dijo: “Señor, aquí tienes tu dinero. Lo he tenido envuelto en un pañuelo,

21 pues tuve miedo de ti, porque sé que eres un hombre duro, que tomas lo que no pusiste, y recoges lo que no sembraste.”

22 Entonces aquel hombre le dijo: “¡Mal siervo! Por tus propias palabras voy a juzgarte. Si sabías que soy un hombre duro, que tomo lo que no puse, y que recojo lo que no sembré,

23 ¿por qué no pusiste mi dinero en el banco? Así, ¡a mi regreso lo habría recibido con los intereses!”

24 Y dijo entonces a los que estaban presentes: “¡Quítenle el dinero, y dénselo al que ganó diez veces más!”

25 Pero ellos objetaron: “Señor, ése ya tiene mucho dinero.”

26 Y aquel hombre dijo: “Pues al que tiene, se le da más; pero al que no tiene, aun lo poco que tiene se le quita.

27 Y en cuanto a mis enemigos, los que no querían que yo fuera su rey, ¡tráiganlos y decapítenlos delante de mí!”»

La entrada triunfal en Jerusalén

28 Después de decir esto, Jesús siguió su camino en dirección a Jerusalén.

29 Cuando ya estaba cerca de Betfagué y de Betania, junto al monte que se llama de los Olivos, les dijo a dos de sus discípulos:

30 «Vayan a la aldea que está ante ustedes. Al entrar en ella, van a encontrar atado un burrito, sobre el cual nadie se ha montado. Desátenlo y tráiganlo aquí.

31 Si alguien les pregunta: “¿Por qué lo desatan?”, respondan: “Porque el Señor lo necesita.”»

32 Los discípulos se fueron y encontraron todo tal y como él les había dicho.

33 Mientras desataban el burrito, sus dueños les dijeron: «¿Por qué lo desatan?»

34 Y ellos contestaron: «Porque el Señor lo necesita.»

35 Luego se lo llevaron a Jesús, echaron sus mantos sobre el burrito, e hicieron montar a Jesús.

36 Conforme Jesús avanzaba, la multitud tendía sus mantos por el camino.

37 Cuando se acercó a la bajada del monte de los Olivos, todo el conjunto de sus discípulos comenzó a gritar de alegría y a alabar a Dios por todas las maravillas que habían visto;

38 y decían: «¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor!¡Paz en el cielo, y gloria en las alturas!»

39 Algunos de los fariseos que iban entre la multitud le dijeron: «Maestro, ¡reprende a tus discípulos!»

40 Pero Jesús les dijo: «Si éstos callaran, las piedras clamarían.»

41 Ya cerca de la ciudad, Jesús lloró al verla,

42 y dijo: «¡Ah, si por lo menos hoy pudieras saber lo que te puede traer paz! Pero eso ahora está oculto a tus ojos.

43 Porque van a venir sobre ti días, cuando tus enemigos levantarán un cerco a tu alrededor, y te sitiarán.

44 Y te destruirán por completo, a ti y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no te diste cuenta del momento en que Dios vino a visitarte.»

Purificación del templo

45 Después Jesús entró en el templo, y comenzó a echar de allí a todos los que vendían y compraban.

46 Les decía: «Escrito está: “Mi casa es casa de oración.”¡Pero ustedes han hecho de ella una cueva de ladrones!»

47 Todos los días Jesús enseñaba en el templo,pero los principales sacerdotes, los escribas y los principales del pueblo procuraban matarlo.

48 Sin embargo, no hallaban la manera de hacerlo, pues todo el pueblo estaba pendiente de lo que él decía.

San Lucas 20

La autoridad de Jesús

1 Un día, mientras Jesús estaba en el templo enseñando al pueblo y anunciándoles las buenas noticias, llegaron los principales sacerdotes y los escribas, junto con los ancianos,

2 y le preguntaron: «¿Con qué autoridad haces todo esto? ¿Quién te ha dado esta autoridad?»

3 Jesús les dijo: «Yo también voy a hacerles una pregunta. Díganme:

4 El bautismo de Juan, ¿era del cielo, o de este mundo?»

5 Ellos empezaron a discutir entre sí: «Si decimos que era del cielo, nos dirá: “Entonces, ¿por qué no le creyeron?”

6 Y si decimos que era de los hombres, todo el pueblo nos matará a pedradas, pues están convencidos de que Juan era un profeta.»

7 Y respondieron que no sabían de dónde era.

8 Entonces Jesús les dijo: «Pues yo tampoco les diré con qué autoridad hago estas cosas.»

Los labradores malvados

9 Luego comenzó a contarle a la gente esta parábola: «Un hombre plantó una viña,se la arrendó a unos labradores, y se ausentó por mucho tiempo.

10 A su debido tiempo, envió a uno de sus siervos para que los labradores le entregaran la parte de lo que la viña había producido; pero los labradores lo golpearon y lo mandaron con las manos vacías.

11 Volvió a enviar a otro siervo; pero ellos golpearon y humillaron también a éste, y lo enviaron con las manos vacías.

12 Envió entonces a un tercer siervo, pero también a éste lo hirieron y lo echaron de allí.

13 Entonces el dueño de la viña dijo: “¿Qué haré? Voy a enviar a mi hijo amado. Tal vez, cuando lo vean, le tendrán respeto.”

14 Pero cuando los labradores lo vieron, se dijeron unos a otros: “Éste es el heredero. Vamos a matarlo, para quedarnos con la herencia.”

15 Así que lo expulsaron de la viña, y lo mataron. ¿Qué creen ustedes que el dueño de la viña hará con ellos?

16 Pues irá y matará a esos labradores, y dará su viña a otros.»

Al oír esto, la gente exclamó: «¡Dios nos libre!»

17 Pero Jesús los miró fijamente y les dijo: «¿Qué significa esta escritura que dice:

»“La piedra que desecharon los constructores

ha venido a ser la piedra angular?”

18 Todo el que caiga sobre esa piedra, se hará pedazos; y si ella cae sobre alguien, lo aplastará por completo.»

La cuestión del tributo

19 En ese mismo instante los principales sacerdotes y los escribas trataron de echarle mano, pues comprendieron que, al contar esa parábola, Jesús se refería a ellos. Pero tenían miedo de la gente;

20 entonces enviaron espías que parecían gente buena, para que lo acecharan y atraparan a Jesús en sus propias palabras, y así poder ponerlo bajo el poder y la autoridad del gobernador.

21 Los espías le preguntaron: «Maestro, sabemos que dices y enseñas con rectitud, y que no discriminas a nadie, sino que en verdad enseñas el camino de Dios.

22 ¿Nos está permitido pagar tributo al César, o no?»

23 Pero Jesús se dio cuenta de sus malas intenciones, y les dijo:

24 «Muéstrenme una moneda. ¿De quién son la imagen y la inscripción?» Ellos respondieron: «Del César.»

25 Entonces Jesús les dijo: «Pues den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios.»

26 Así que no pudieron sorprenderlo ante el pueblo en ninguna palabra; y admirados de su respuesta, no dijeron más.

La pregunta sobre la resurrección

27 Algunos de los saduceos, que decían que no hay resurrección,le preguntaron:

28 «Maestro, Moisés nos escribió: “Si el hermano de alguien tiene esposa y muere sin tener hijos, el hermano del difunto debe casarse con la viuda y darle descendencia a su hermano muerto.”

29 Pues bien, se dio el caso de siete hermanos, y el primero de ellos se casó, y murió sin tener hijos.

30 El segundo se casó con la viuda, pero también murió sin tener hijos.

31 El tercero también se casó con ella, y así los siete restantes, y todos ellos murieron sin dejar descendencia.

32 Finalmente, murió también la mujer.

33 Así que, en la resurrección, ¿esposa de cuál de ellos será la viuda, ya que los siete estuvieron casados con ella?»

34 Entonces Jesús les dijo: «La gente de este mundo se casa, y se da en casamiento,

35 pero los que sean considerados dignos de alcanzar el mundo venidero y la resurrección de entre los muertos, no se casarán ni se darán en casamiento,

36 porque ya no podrán morir, sino que serán semejantes a los ángeles, y son hijos de Dios por ser hijos de la resurrección.

37 Pero en cuanto a que los muertos han de resucitar, aun Moisés lo enseñó en el pasaje de la zarza, pues llama al Señor, “Dios de Abrahán, Dios de Isaac y Dios de Jacob”.

38 Porque Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos viven.»

39 Algunos de los escribas le respondieron: «Maestro, has dicho bien.»

40 Y no se atrevieron a preguntarle nada más.

¿De quién es hijo el Cristo?

41 Entonces él les dijo: «¿Cómo pueden decir que el Cristo es hijo de David?

42 David mismo dice, en el libro de los Salmos:

»“El Señor le dijo a mi señor:

‘Siéntate a mi derecha,

43 hasta que ponga a tus enemigos

por estrado de tus pies.’”

44 »Y si David lo llama Señor, ¿cómo entonces puede ser su hijo?»

Jesús acusa a los escribas

45 Como todo el pueblo lo estaba escuchando, Jesús les dijo a sus discípulos:

46 «Cuídense de los escribas, porque les gusta pasearse con ropas largas, y que los saluden en las plazas, y sentarse en las primeras sillas de las sinagogas, y en los lugares más importantes de los banquetes.

47 Se adueñan de los bienes de las viudas, y para disimular todo esto hacen largas oraciones. ¡Pero ellos recibirán una mayor condenación!»

San Lucas 21

La ofrenda de la viuda

1 Jesús estaba observando a los ricos que depositaban sus ofrendas en el arca del templo,

2 y vio que una viuda muy pobre depositaba allí dos moneditas de poco valor.

3 Entonces dijo: «En verdad les digo, que esta viuda pobre ha echado más que todos.

4 Porque todos aquellos ofrendaron a Dios de lo que les sobra, pero ella puso, en su pobreza, todo lo que tenía para su sustento.»

Jesús predice la destrucción del templo

5 Algunos hablaban de las hermosas piedras con las que el templo estaba adornado, y de las ofrendas dedicadas a Dios, así que Jesús les dijo:

6 «En cuanto a lo que ustedes ven, vienen días en que no quedará piedra sobre piedra. Todo será destruido.»

Señales antes del fin

7 Entonces le preguntaron: «Y esto, Maestro, ¿cuándo sucederá? ¿Y qué señal habrá cuando esto ya esté por suceder?»

8 Jesús les respondió: «Cuídense de no ser engañados. Porque muchos vendrán en mi nombre, y dirán: “Yo soy”, y también: “El tiempo está cerca.” Pero ustedes no los sigan.

9 Y cuando oigan hablar de guerras y de levantamientos, no se alarmen, porque es necesario que esto suceda primero, pero el fin no llegará de manera repentina.»

10 También les dijo: «Se levantará nación contra nación, y reino contra reino.

11 Habrá impresionantes terremotos, y hambre y pestilencias en diferentes lugares; también sucederán cosas espantosas y habrá grandes señales del cielo.

12 Pero antes de que todo esto suceda, a ustedes les echarán mano, los perseguirán, y los entregarán a las sinagogas y a las cárceles, y por causa de mi nombre los harán comparecer ante reyes y gobernantes.

13 Pero esto les servirá para dar testimonio.

14 Propónganse en su interior no ponerse a pensar cómo responder en su defensa,

15 porque yo les daré las palabras y la sabiduría, las cuales no podrán resistir ni contradecir todos sus oponentes.

16 Ustedes serán entregados incluso por sus padres, hermanos, parientes y amigos, y a algunos de ustedes los matarán.

17 Por causa de mi nombre, todo el mundo los odiará,

18 pero ustedes no perderán ni un solo cabello de su cabeza.

19 Tengan paciencia, que así ganarán sus almas.

20 »Pero cuando vean a Jerusalén rodeada de ejércitos, sepan que su destrucción ha llegado.

21 Entonces, los que estén en Judea, huyan a los montes; y los que estén en la ciudad, salgan de allí. Los que estén en los campos, no entren en la ciudad.

22 Porque esos días serán de retribución,para que se cumplan todas las cosas que están escritas.

23 Pero ¡ay de las que en esos días estén embarazadas, o amamantando! Porque vendrá sobre la tierra una gran calamidad, y sobre este pueblo vendrá la ira.

24 Y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será pisoteada por los paganos, hasta que se cumplan los tiempos que a ellos les esperan.

La venida del Hijo del Hombre

25 »Habrá entonces señales en el sol, en la luna y en las estrellas.En la tierra, la gente se angustiará y quedará confundida por causa del bramido del mar y de las olas.

26 El miedo y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra hará que los hombres desfallezcan, y los poderes celestiales se estremecerán.

27 Entonces verán al Hijo del Hombre venir en una nube, con poder y gran gloria.

28 Cuando esto comience a suceder, anímense y levanten la cabeza, porque su redención estará cerca.»

29 También les contó una parábola: «Fíjense en la higuera y en todos los árboles.

30 Cuando ustedes ven que brotan sus hojas, pueden saber que ya se acerca el verano.

31 De la misma manera, cuando ustedes vean que todo esto sucede, podrán saber que ya se acerca el reino de Dios.

32 De cierto les digo, que todo esto sucederá antes de que pase esta generación.

33 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.

34 »Pero tengan cuidado de que su corazón no se recargue de glotonería y embriaguez, ni de las preocupaciones de esta vida, para que aquel día no les sobrevenga de repente.

35 Porque caerá como un lazo sobre todos los que habitan la faz de la tierra.

36 Por lo tanto, manténganse siempre atentos, y oren para que sean considerados dignos de escapar de todo lo que habrá de suceder, y de presentarse ante el Hijo del Hombre.»

37 De día, Jesús enseñaba en el templo;de noche, se quedaba en el monte llamado de los Olivos.

38 Y toda la gente acudía a él por la mañana, para escucharlo en el templo.

San Lucas 22

El complot para matar a Jesús

1 Se acercaba la fiesta de los panes sin levadura, que se llama la pascua.

2 Los principales sacerdotes y los escribas buscaban la manera de matar a Jesús, pero le tenían miedo al pueblo.

3 Entonces Satanás entró en Judas, uno de los doce, al que llamaban Iscariote,

4 y éste fue a hablar con los principales sacerdotes y con los jefes de la guardia, para acordar con ellos cómo les entregaría a Jesús.

5 Ellos se alegraron, y acordaron darle dinero.

6 Judas aceptó y comenzó a buscar el mejor momento de entregarles a Jesús sin que el pueblo lo supiera.

Institución de la Cena del Señor

7 Llegó el día de los panes sin levadura, cuando es necesario sacrificar el cordero de la pascua.

8 Jesús envió a Pedro y a Juan con estas instrucciones: «Vayan a preparar todo para que comamos la pascua.»

9 Ellos le preguntaron: «¿Dónde quieres que hagamos los preparativos?»

10 Jesús les dijo: «Al entrar en la ciudad, verán ustedes a un hombre que lleva un cántaro de agua; síganlo hasta la casa donde entre,

11 y díganle al dueño de la casa: “El Maestro pregunta dónde está el aposento en donde comerá la pascua con sus discípulos.”

12 Entonces él les mostrará un gran aposento alto, ya dispuesto. Hagan allí los preparativos.»

13 Los discípulos partieron, y encontraron todo tal y como Jesús se lo había dicho, y prepararon la pascua.

14 Cuando llegó la hora, Jesús se sentó a la mesa, y los apóstoles se sentaron con él.

15 Entonces les dijo: «¡Cómo he deseado comer con ustedes esta pascua, antes de que padezca!

16 Porque yo les digo que no volveré a comerla hasta su cumplimiento en el reino de Dios.»

17 Y Jesús tomó la copa, dio gracias y dijo: «Tomen esto, y repártanlo entre ustedes;

18 porque yo les digo que no volveré a beber del fruto de la vid hasta que venga el reino de Dios.»

19 Luego tomó el pan, lo partió, dio gracias y les dio, al tiempo que decía: «Esto es mi cuerpo, que por ustedes es entregado; hagan esto en memoria de mí.»

20 De igual manera, después de haber cenado tomó la copa y les dijo: «Esta copa es el nuevo pactoen mi sangre,que por ustedes va a ser derramada.

21 Pero sepan que la mano del que me va a traicionar está sobre esta mesa, conmigo.

22 A decir verdad, el Hijo del Hombre va, según lo que está determinado;pero ¡ay de aquel que lo va a traicionar!»

23 Ellos comenzaron a preguntarse unos a otros, quién de ellos sería capaz de hacer esto.

La grandeza en el servicio

24 Además, los discípulos tuvieron una discusión en cuanto a quién de ellos sería el mayor.

25 Pero Jesús les dijo: «Los reyes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que tienen autoridad sobre ellas son llamados benefactores;

26 pero entre ustedes no debe ser así,sino que el mayor entre ustedes tiene que hacerse como el menor; y el que manda tiene que actuar como el que sirve.

27 Porque, ¿quién es mayor? ¿El que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿Acaso no es el que se sienta a la mesa? Sin embargo, yo estoy entre ustedes como el que sirve.

28 »Pero son ustedes los que han permanecido conmigo en mis pruebas.

29 Por tanto, yo les asigno un reino, así como mi Padre me lo asignó a mí,

30 para que en mi reino coman y beban a mi mesa, y se sienten en tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.»

Jesús anuncia la negación de Pedro

31 El Señor dijo también: «Simón, Simón, Satanás ha pedido sacudirlos a ustedes como si fueran trigo;

32 pero yo he rogado por ti, para que no te falte la fe. Y tú, cuando hayas vuelto, deberás confirmar a tus hermanos.»

33 Pedro le dijo: «Señor, no sólo estoy dispuesto a ir contigo a la cárcel, sino también a la muerte.»

34 Y Jesús le dijo: «Pedro, te aseguro que el gallo no cantará hoy antes de que tú hayas negado tres veces que me conoces.»

Bolsa, alforja y espada

35 Luego Jesús les preguntó: «Cuando los envié sin bolsa, sin alforja y sin calzado,¿les faltó algo?» Ellos respondieron: «Nada.»

36 Entonces Jesús les dijo: «Pues ahora, el que tenga bolsa, que la tome, junto con la alforja. Y el que no tenga espada, que venda su capa y se compre una.

37 Porque yo les digo que todavía se tiene que cumplir en mí aquello que está escrito: “Y fue contado entre los pecadores”.Porque lo que está escrito acerca de mí, tiene que cumplirse.»

38 Ellos le dijeron: «Señor, ¡aquí hay dos espadas!» Y Jesús respondió: «¡Basta!»

Jesús ora en Getsemaní

39 Jesús salió y, conforme a su costumbre, se fue al monte de los Olivos. Sus discípulos lo siguieron.

40 Cuando llegó a ese lugar, Jesús les dijo: «Oren para que no caigan en tentación.»

41 Luego, se apartó de ellos a una distancia como de un tiro de piedra, y allí se arrodilló y oró.

42 Y decía: «Padre, si quieres, haz que pase de mí esta copa; pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya.»

43 [Se le apareció entonces un ángel del cielo, para fortalecerlo.

44 Lleno de angustia, oraba con más intensidad. Y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra.]

45 Cuando Jesús se levantó después de orar, fue a donde estaban sus discípulos, y a causa de la tristeza los halló durmiendo.

46 Les dijo: «¿Por qué duermen? ¡Levántense y oren para que no caigan en tentación!»

Arresto de Jesús

47 Mientras Jesús estaba hablando, se hizo presente una turba, al frente de la cual iba Judas, que era uno de los doce y que se acercó a Jesús para besarlo.

48 Jesús le dijo: «Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?»

49 Cuando los que estaban con él se dieron cuenta de lo que pasaba, le dijeron: «Señor, ¿echamos mano a la espada?»

50 Uno de ellos hirió a un siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha.

51 Pero Jesús les dijo: «¡Basta! ¡Déjenlos!» Tocó entonces la oreja de aquel hombre, y lo sanó.

52 Luego, Jesús les dijo a los principales sacerdotes, a los jefes de la guardia del templo y a los ancianos, que habían venido contra él: «¿Han venido con espadas y palos, como si fuera yo un ladrón?

53 Todos los días he estado con ustedes en el templo, y no me pusieron las manos encima. Pero ésta es la hora de ustedes, la hora del poder de las tinieblas.»

Pedro niega a Jesús

54 Aquéllos arrestaron a Jesús y lo llevaron a la casa del sumo sacerdote. Pedro lo seguía de lejos.

55 En medio del patio encendieron una fogata, y se sentaron alrededor de ella. También Pedro se sentó entre ellos.

56 Pero una criada que lo vio sentado frente al fuego, se fijó en él y dijo: «Éste también estaba con él.»

57 Pedro lo negó, y dijo: «Mujer, yo no lo conozco.»

58 Un poco después, otro lo vio y le dijo: «Tú también eres de ellos.» Pero Pedro le dijo: «¡Hombre, no lo soy!»

59 Como una hora después, otro afirmó: «No hay duda. Éste también estaba con él, porque es galileo.»

60 Pedro le dijo: «¡Hombre, no sé de qué hablas!» Y en ese momento, mientras Pedro aún hablaba, el gallo cantó.

61 En ese mismo instante el Señor se volvió a ver a Pedro, y entonces Pedro se acordó de las palabras del Señor, cuando le dijo: «Antes de que el gallo cante, me negarás tres veces.»

62 Enseguida, Pedro salió de allí y lloró amargamente.

Jesús escarnecido y azotado

63 Los hombres que custodiaban a Jesús se burlaban de él y lo golpeaban.

64 También le vendaron los ojos, le golpearon el rostro, y le decían: «Profetiza, ¿quién es el que te golpeó?»

65 Y lo insultaban y le decían muchas otras cosas.

Jesús ante el tribunal

66 Cuando se hizo de día, se juntaron los ancianos del pueblo, los principales sacerdotes y los escribas, y llevaron a Jesús ante el tribunal y le preguntaron:

67 «¿Eres tú el Cristo? ¡Responde!» Él les dijo: «Si les dijera que sí, no me lo creerían.

68 Y si les hiciera preguntas, no me responderían ni me soltarían.

69 Pero a partir de este momento el Hijo del Hombre se sentará a la derecha del poder de Dios.»

70 Todos dijeron: «¿Así que tú eres el Hijo de Dios?» Él les respondió: «Ustedes dicen que lo soy.»

71 Entonces ellos dijeron: «¿Qué más pruebas necesitamos? ¡Nosotros mismos las hemos oído de sus propios labios!»

San Lucas 23

Jesús ante Pilato

1 Entonces todos ellos se levantaron, y llevaron a Jesús ante Pilato.

2 Allí comenzaron a acusarlo. Decían: «Hemos encontrado que éste subvierte a la nación, que prohíbe pagar tributo al César, y que dice que él mismo es el Cristo, es decir, un rey.»

3 Pilato le preguntó: «¿Eres tú el Rey de los judíos?». Jesús le respondió: «Tú lo dices.»

4 Pilato dijo entonces a los principales sacerdotes, y a la gente: «Yo no encuentro delito alguno en este hombre.»

5 Pero ellos seguían insistiendo: «Éste alborota al pueblo con lo que enseña por toda Judea, desde Galilea hasta este lugar.»

Jesús ante Herodes

6 Cuando Pilato escuchó esto, preguntó si él era galileo.

7 Y al saber que era de la jurisdicción de Herodes, se lo envió a éste, que en aquellos días también estaba en Jerusalén.

8 Herodes se alegró mucho al ver a Jesús, pues hacía tiempo que deseaba verlo, ya que había oído hablar mucho acerca de él, y esperaba verlo hacer alguna señal.

9 Pero aunque Herodes le hacía muchas preguntas, Jesús no respondía nada.

10 También estaban allí los principales sacerdotes y los escribas, los cuales lo acusaban con extremado apasionamiento.

11 Entonces Herodes y sus soldados lo humillaron y se burlaron de él, y lo vistieron con una ropa muy lujosa, después de lo cual Herodes lo envío de vuelta a Pilato.

12 Antes de ese día, Pilato y Herodes estaban enemistados entre sí, pero ese día se hicieron amigos.

Jesús es sentenciado a muerte

13 Pilato convocó a los principales sacerdotes, y a los gobernantes y al pueblo,

14 y les dijo: «Ustedes me han presentado a este hombre como a un perturbador del pueblo, pero lo he interrogado delante de ustedes, y no lo he hallado culpable de ninguno de los delitos de los que ustedes lo acusan.

15 Se lo envié a Herodes, y tampoco él lo ha hallado culpable. Por tanto, este hombre no ha hecho nada que merezca la muerte.

16 Voy a castigarlo, y después de eso lo dejaré libre.»

17 [Y en cada fiesta él tenía que poner en libertad a un preso.]

18 Pero toda la multitud gritaba al unísono: «¡Fuera con éste! ¡Déjanos libre a Barrabás!»

19 Barrabás había sido encarcelado por un levantamiento en la ciudad, y también por homicidio.

20 Como Pilato quería soltar a Jesús, volvió a dirigirse al pueblo;

21 pero ellos seguían gritando: «¡Crucifícalo, crucifícalo!»

22 Por tercera vez Pilato les dijo: «¿Pues qué crimen ha cometido éste? ¡Yo no he hallado en él ningún delito que merezca la muerte! Voy a castigarlo, y luego lo dejaré libre.»

23 Pero ellos seguían gritando, e insistían en que Jesús fuera crucificado. Al final, prevalecieron las voces de ellos y de los principales sacerdotes.

24 La sentencia de Pilato fue que se hiciera lo que ellos pedían;

25 puso en libertad a quien habían pedido, que había sido encarcelado por rebelión y homicidio, y puso a Jesús a la disposición de ellos.

Crucifixión y muerte de Jesús

26 Cuando llevaban a Jesús, echaron mano de un tal Simón de Cirene, que volvía del campo, y le pusieron la cruz encima, para que la llevara detrás de Jesús.

27 Detrás de Jesús iba una gran multitud del pueblo, y mujeres que lloraban y se lamentaban por él.

28 Pero Jesús se volvió hacia ellas y les dijo: «Mujeres de Jerusalén, no lloren por mí, sino por ustedes mismas y por sus hijos.

29 Porque vienen días en que se dirá: “Dichosas las estériles, y los vientres que no concibieron, y los pechos que no amamantaron.”

30 Entonces comenzarán a pedir a los montes: “¡Caigan sobre nosotros!” Y dirán a las colinas: “¡Cúbrannos por completo!”

31 Porque, si esto hacen con el árbol verde, ¡qué no harán con el árbol seco!»

32 Con Jesús llevaban también a otros dos, que eran malhechores, para ser ejecutados.

33 Cuando llegaron al lugar llamado de la Calavera, lo crucificaron allí, lo mismo que a los malhechores, uno a la derecha de Jesús y otro a su izquierda.

34 [Jesús decía: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.»]Y los soldados echaron suertes para repartirse entre ellos sus vestidos.

35 Mientras el pueblo observaba, los gobernantes se burlaban de él y decían: «Ya que salvó a otros, que se salve a sí mismo, si en verdad es el Cristo, el escogido de Dios.»

36 También los soldados se burlaban de él; hasta se acercaron y le ofrecieron vinagre,

37 mientras decían: «Si eres el Rey de los judíos, ¡sálvate a ti mismo!»

38 Había sobre él un epígrafe que en letras griegas, latinas y hebreas decía: «ÉSTE ES EL REY DE LOS JUDÍOS.»

39 Uno de los malhechores que estaban allí colgados lo insultaba y le decía: «Si tú eres el Cristo, ¡sálvate a ti mismo y sálvanos a nosotros!»

40 Pero el otro lo reprendió y le dijo: «¿Ni siquiera ahora, que sufres la misma condena, temes a Dios?

41 Lo que nosotros ahora padecemos es justo, porque estamos recibiendo lo que merecían nuestros hechos, pero éste no cometió ningún crimen.»

42 Y a Jesús le dijo: «Acuérdate de mí cuando llegues a tu reino.»

43 Jesús le dijo: «De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.»

44 Desde el mediodía y hasta las tres de la tarde hubo tinieblas sobre toda la tierra.

45 El sol se oscureció, y el velodel templo se rasgó por la mitad.

46 En ese momento Jesús clamó a gran voz, y dijo: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.»Y después de haber dicho esto, expiró.

47 Cuando el centurión vio lo sucedido, alabó a Dios y dijo: «Realmente, este hombre era justo.»

48 Al ver lo sucedido, toda la multitud que presenciaba este espectáculo se golpeaba el pecho y se fue alejando de allí.

49 Pero todos los conocidos de Jesús, y las mujeresque lo habían seguido desde Galilea, seguían observando a cierta distancia lo que sucedía.

Jesús es sepultado

50 Un hombre bueno y justo, llamado José, que era miembro del tribunal,

51 no había estado de acuerdo con lo que los del tribunal planearon, ni con lo que hicieron. Este José era de Arimatea, una ciudad de Judea, y también esperaba el reino de Dios,

52 así que fue a ver a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús.

53 Después de bajarlo de la cruz, envolvió el cuerpo en una sábana y lo puso en un sepulcro abierto en una peña, en donde aún no se había sepultado a nadie.

54 Era el día de la preparación, y estaba por comenzar el día de reposo.

55 Acompañaron a José las mujeres que habían venido con Jesús desde Galilea, y vieron el sepulcro y cómo fue colocado el cuerpo.

56 Después regresaron a su casa para preparar especias aromáticas y ungüentos, y descansaron en el día de reposo, conforme al mandamiento.

San Lucas 24

La resurrección

1 Pero el primer día de la semana, muy temprano, las mujeres regresaron al sepulcro. Llevaban las especias aromáticas que habían preparado.

2 Como se encontraron con que la piedra del sepulcro había sido quitada,

3 entraron; pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús.

4 Mientras ellas se preguntaban qué podría haber pasado, dos hombres con vestiduras resplandecientes se pararon junto a ellas.

5 Llenas de miedo, se inclinaron ocultando su rostro; pero ellos les dijeron: «¿Por qué buscan entre los muertos al que vive?

6 No está aquí. ¡Ha resucitado! Acuérdense de lo que les dijo cuando aún estaba en Galilea:

7 “Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado. Pero al tercer día resucitará.”»

8 Ellas se acordaron de sus palabras,

9 y cuando volvieron del sepulcro les contaron todo esto a los once, y a todos los demás.

10 Las que contaron esto a los apóstoles eran María Magdalena, Juana, María la madre de Jacobo, y las otras mujeres.

11 El relato de las mujeres les pareció a los apóstoles una locura, así que no les creyeron;

12 pero Pedro se fue corriendo al sepulcro y, cuando miró hacia dentro y vio los lienzos allí dejados, volvió a su casa pasmado de lo que había sucedido.

En el camino a Emaús

13 Ese mismo día, dos de ellos iban de camino a una aldea llamada Emaús, que distaba de Jerusalén unos diez kilómetros.

14 Iban hablando de todo lo que había sucedido,

15 y mientras hablaban y discutían entre sí, Jesús mismo se acercó y los iba acompañando.

16 Pero ellos no lo reconocieron, y es que parecían tener vendados los ojos.

17 Se veían tan tristes que Jesús les preguntó: «¿De qué tanto hablan ustedes?»

18 Uno de ellos, que se llamaba Cleofas, le respondió: «¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabe lo que ha sucedido en estos días?»

19 «¿Y qué ha sucedido?», preguntó Jesús. Y ellos le respondieron: «Lo de Jesús de Nazaret, que ante Dios y ante todo el pueblo era un profeta poderoso en hechos y en palabra.

20 Pero los principales sacerdotes y nuestros gobernantes lo entregaron para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron.

21 Nosotros teníamos la esperanza de que él habría de redimir a Israel. Sin embargo, ya van tres días de que todo esto pasó.

22 Aunque también nos han dejado asombrados algunas mujeres de entre nosotros, que fueron al sepulcro antes de que amaneciera.

23 Como no hallaron el cuerpo, han venido a decirnos que tuvieron una visión, en la que unos ángeles les dijeron que él vive.

24 Algunos de los nuestros fueron al sepulcro, y encontraron todo tal y como las mujeres lo dijeron, pero a él no lo vieron.»

25 Entonces Jesús les dijo: «¡Ay, insensatos! ¡Cómo es lento su corazón para creer todo lo que los profetas han dicho!

26 ¿Acaso no era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, antes de entrar en su gloria?»

27 Y partiendo de Moisés, y siguiendo por todos los profetas, comenzó a explicarles todos los pasajes de las Escrituras que hablaban de él.

28 Cuando llegaron a la aldea adonde iban, Jesús hizo como que iba a seguir adelante,

29 pero ellos lo obligaron a quedarse. Le dijeron: «Quédate con nosotros, porque ya es tarde, y es casi de noche.» Y Jesús entró y se quedó con ellos.

30 Mientras estaba sentado a la mesa con ellos, tomó el pan y lo bendijo; luego lo partió y les dio a ellos.

31 En ese momento se les abrieron los ojos, y lo reconocieron; pero él desapareció de su vista.

32 Y se decían el uno al otro: «¿Acaso no ardía nuestro corazón mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?»

33 En ese mismo instante se levantaron y volvieron a Jerusalén. Allí encontraron reunidos a los once y a los que estaban con ellos,

34 los cuales decían: «¡En verdad el Señor ha resucitado, y se le ha aparecido a Simón!»

35 Los dos, por su parte, les contaron lo que les había sucedido en el camino, y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Jesús se aparece a los discípulos

36 Todavía estaban ellos hablando de estas cosas, cuando Jesús se puso en medio de ellos y les dijo: «¡La paz sea con ustedes!»

37 Ellos se espantaron y se atemorizaron, pues creían estar viendo un espíritu;

38 pero Jesús les dijo: «¿Por qué se asustan? ¿Por qué dan cabida a esos pensamientos en su corazón?

39 ¡Miren mis manos y mis pies! ¡Soy yo! Tóquenme y véanme: un espíritu no tiene carne ni huesos, como pueden ver que los tengo yo.»

40 Y al decir esto, les mostró las manos y los pies.

41 Y como ellos, por el gozo y la sorpresa que tenían, no le creían, Jesús les dijo: «¿Tienen aquí algo de comer?»

42 Entonces ellos le dieron parte de un pescado asado,

43 y él lo tomó y se lo comió delante de ellos.

44 Luego les dijo: «Lo que ha pasado conmigo es lo mismo que les anuncié cuando aún estaba con ustedes: que era necesario que se cumpliera todo lo que está escrito acerca de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos.»

45 Entonces les abrió el entendimiento para que pudieran comprender las Escrituras,

46 y les dijo: «Así está escrito, y así era necesario, que el Cristo padecieray resucitara de los muertos al tercer día,

47 y que en su nombre se predicara el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando por Jerusalén.

48 De esto, ustedes son testigos.

49 Yo voy a enviar sobre ustedes la promesa de mi Padre;pero ustedes, quédense en la ciudad de Jerusalén hasta que desde lo alto sean investidos de poder.»

La ascensión

50 Luego los llevó de allí a Betania, y levantando sus manos los bendijo.

51 Pero sucedió que, mientras los bendecía, se apartó de ellos y fue llevado a las alturas del cielo.

52 Ellos lo adoraron, y después volvieron muy felices a Jerusalén;

53 y siempre estaban en el templo, alabando y bendiciendo a Dios. Amén.

San Marcos 1

Predicación de Juan el Bautista

1 Principio del evangelio de Jesucristo, el Hijo de Dios.

2 Como está escrito en el profeta Isaías:

«Yo envío a mi mensajero delante de ti,

el cual preparará tu camino.

3 Una voz clama en el desierto:

“Preparen el camino del Señor;

enderecen sus sendas.”»

4 Juan se presentó en el desierto, y bautizaba y proclamaba el bautismo de arrepentimiento para el perdón de pecados.

5 Toda la gente de la provincia de Judea y de Jerusalén acudía a él, y allí en el río Jordán confesaban sus pecados, y Juan los bautizaba.

6 La ropa de Juan era de pelo de camello, alrededor de la cintura llevaba un cinto de cuero,y se alimentaba de langostas y miel silvestre.

7 Al predicar, Juan decía: «Después de mí viene uno más poderoso que yo. ¡Yo no soy digno de inclinarme ante él para desatarle la correa de su calzado!

8 A ustedes yo los he bautizado con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo.»

El bautismo de Jesús

9 Por esos días llegó Jesús desde Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán.

10 En cuanto Jesús salió del agua, vio que los cielos se abrían y que el Espíritu descendía sobre él como una paloma.

11 Y desde los cielos se oyó una voz que decía: «Tú eres mi Hijo amado, en quien me complazco.»

Tentación de Jesús

12 Enseguida, el Espíritu llevó a Jesús al desierto,

13 y allí fue puesto a prueba por Satanás durante cuarenta días. Estaba entre las fieras, y los ángeles lo servían.

Jesús principia su ministerio

14 Después de que Juan fue encarcelado, Jesús fue a Galilea para proclamar el evangelio del reino de Dios.

15 Decía: «El tiempo se ha cumplido, y el reino de Diosse ha acercado. ¡Arrepiéntanse,y crean en el evangelio!»

Jesús llama a cuatro pescadores

16 Mientras Jesús caminaba junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés. Estaban echando la red al agua, porque eran pescadores.

17 Jesús les dijo: «Síganme, y yo haré de ustedes pescadores de hombres.»

18 Enseguida, ellos dejaron sus redes y lo siguieron.

19 Un poco más adelante, Jesús vio a otros dos hermanos, Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, quienes estaban en la barca y remendaban sus redes.

20 Enseguida Jesús los llamó, y ellos dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, y lo siguieron.

Un hombre con un espíritu impuro

21 Llegaron a Cafarnaún, y en cuanto llegó el día de reposo, Jesús fue a la sinagoga y se dedicó a enseñar.

22 La gente se admiraba de sus enseñanzas, porque enseñaba como corresponde a quien tiene autoridad, y no como los escribas.

23 De pronto, un hombre que tenía un espíritu impuro comenzó a gritar en la sinagoga:

24 «Oye, Jesús de Nazaret, ¿qué tienes contra nosotros? ¿Has venido a destruirnos? ¡Yo sé quién eres tú! ¡Eres el Santo de Dios!»

25 Pero Jesús lo reprendió, y le dijo: «¡Cállate, y sal de ese hombre!»

26 El espíritu impuro sacudió al hombre con violencia y, gritando con todas sus fuerzas, salió de aquel hombre.

27 Todos quedaron muy asombrados, y se preguntaban unos a otros: «¿Y esto qué es? ¿Acaso es una nueva enseñanza? ¡Con toda autoridad manda incluso a los espíritus impuros, y éstos lo obedecen!»

28 Y muy pronto la fama de Jesús se difundió por toda la provincia de Galilea.

Jesús sana a la suegra de Pedro

29 En cuanto salieron de la sinagoga, Jesús fue con Jacobo y Juan a la casa de Simón y Andrés.

30 La suegra de Simón estaba en cama porque tenía fiebre, y enseguida le hablaron de ella.

31 Jesús se acercó y, tomándola de la mano, la ayudó a levantarse. Al instante la fiebre se le fue, y ella comenzó a atenderlos.

Muchos sanados al ponerse el sol

32 Al anochecer, cuando el sol se puso, llevaron a Jesús a todos los que estaban enfermos y endemoniados.

33 Toda la ciudad se agolpaba ante la puerta,

34 y Jesús sanó a muchos que sufrían de diversas enfermedades, y también expulsó a muchos demonios, aunque no los dejaba hablar porque lo conocían.

Jesús predica en Galilea

35 Muy de mañana, cuando todavía estaba muy oscuro, Jesús se levantó y se fue a un lugar apartado para orar.

36 Simón y los que estaban con él comenzaron a buscarlo,

37 y cuando lo encontraron le dijeron: «Todos te están buscando.»

38 Él les dijo: «Vayamos a las aldeas vecinas, para que también allí predique, porque para esto he venido.»

39 Y Jesús recorrió toda Galilea; predicaba en las sinagogas y expulsaba demonios.

Jesús sana a un leproso

40 Un leproso se acercó a Jesús, se arrodilló ante él y le dijo: «Si quieres, puedes limpiarme.»

41 Jesús tuvo compasión de él, así que extendió la mano, lo tocó y le dijo: «Quiero. Ya has quedado limpio.»

42 En cuanto Jesús pronunció estas palabras, la lepra desapareció y aquel hombre quedó limpio.

43 Enseguida Jesús le pidió que se fuera, pero antes le hizo una clara advertencia.

44 Le dijo: «Ten cuidado de no decírselo a nadie. Más bien, ve y preséntate ante el sacerdote, y ofrece por tu purificación lo que Moisés mandó,para que les sirva de testimonio.»

45 Pero una vez que aquel hombre se fue, dio a conocer ampliamente lo sucedido, y de tal manera lo divulgó que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ninguna ciudad, sino que se quedaba afuera, en lugares apartados. Pero aun así, de todas partes la gente acudía a él.

San Marcos 2

Jesús sana a un paralítico

1 Algunos días después, Jesús volvió a Cafarnaún. En cuanto se supo que estaba en la casa,

2 se juntó mucha gente, de manera que ya no cabían ni aun a la puerta, mientras él les predicaba la palabra.

3 Llegaron entonces cuatro hombres que cargaban a un paralítico.

4 Como no podían acercarse a Jesús por causa de la multitud, quitaron parte del techo donde estaba Jesús, hicieron una abertura, y por ahí bajaron la camilla en la que estaba acostado el paralítico.

5 Cuando Jesús vio la fe de ellos, le dijo al paralítico: «Hijo, los pecados te son perdonados.»

6 Algunos de los escribas que estaban allí sentados, se decían a sí mismos:

7 «¿Qué es lo que dice éste? ¡Está blasfemando! ¿Quién puede perdonar pecados? ¡Nadie sino Dios!»

8 Enseguida Jesús se dio cuenta de lo que estaban pensando, así que les preguntó: «¿Qué es lo que cavilan en su corazón?

9 ¿Qué es más fácil? ¿Que le diga al paralítico: “Tus pecados te son perdonados”, o que le diga: “Levántate, toma tu camilla y anda”?

10 Pues para que ustedes sepan que el Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados, éste le dice al paralítico:

11 “Levántate, toma tu camilla, y vete a tu casa.”»

12 Enseguida el paralítico se levantó, tomó su camilla y salió delante de todos, que se quedaron asombrados y glorificando a Dios, al tiempo que decían: «¡Nunca hemos visto nada parecido!»

Llamamiento de Leví

13 Después Jesús volvió a la orilla del lago. Y toda la gente se le acercaba, y él les enseñaba.

14 De paso vio a Leví hijo de Alfeo, que estaba sentado donde se cobraban los impuestos, y le dijo: «Sígueme». Y Leví se levantó y lo siguió.

15 Y sucedió que mientras Jesús estaba sentado a la mesa, en la casa de Leví, también muchos cobradores de impuestos y pecadores se sentaron a la mesa con Jesús y sus discípulos, pues ya eran muchos los que lo seguían.

16 Cuando los escribas y los fariseos lo vieron comer con cobradores de impuestos y con pecadores, les preguntaron a los discípulos: «¿Cómo? ¿Éste come y bebe con cobradores de impuestos y con pecadores?»

17 Jesús los oyó, y les dijo: «No son los sanos los que necesitan de un médico, sino los enfermos. Y yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.»

La pregunta sobre el ayuno

18 Los discípulos de Juan y los fariseos estaban ayunando, así que algunos fueron a preguntarle: «¿Por qué los discípulos de Juan y de los fariseos ayunan, y tus discípulos no?»

19 Jesús les dijo: «¿Acaso pueden ayunar los invitados a una boda, mientras el novio está con ellos? ¡Claro que no, mientras el novio esté presente!

20 Pero vendrá el día en que el novio les será quitado, y entonces sí, ese día ayunarán.

21 Nadie remienda un vestido viejo con un paño de tela nueva, porque la tela nueva estira la tela vieja y la rotura se hace peor.

22 Ni tampoco se echa vino nuevo en odres viejos, porque el vino nuevo revienta los odres, y entonces el vino se derrama y los odres se echan a perder. Más bien, el vino nuevo debe echarse en odres nuevos.»

Los discípulos espigan en el día de reposo

23 Un día de reposo, mientras Jesús pasaba por los sembrados, sus discípulos comenzaron a arrancar espigas a su paso.

24 Entonces los fariseos le dijeron: «¡Fíjate! ¿Por qué hacen éstos en el día de reposo lo que no está permitido hacer?»

25 Jesús les respondió: «¿Nunca leyeron lo que hizo David con sus acompañantes, en aquella ocasión en que tuvieron hambre?

26 Pues entró en la casa de Dios y comió los panes de la proposición, que sólo a los sacerdotes les es permitido comer,¡y hasta los compartió con sus acompañantes!En aquel tiempo Abiatar era el sumo sacerdote.»

27 También les dijo: «El día de reposo se hizo por causa del género humano, y no el género humano por causa del día de reposo.

28 De modo que el Hijo del Hombre es también Señor del día de reposo.»

San Marcos 3

El hombre de la mano atrofiada

1 Jesús volvió a visitar la sinagoga, y allí se encontró con un hombre que tenía una mano atrofiada.

2 Algunos lo vigilaban, para ver si sanaba al hombre en el día de reposo y así poder acusarlo.

3 Jesús le dijo al hombre con la mano atrofiada: «Levántate, y ponte en medio.»

4 A los demás les preguntó: «¿Qué está permitido hacer en los días de reposo? ¿El bien, o el mal? ¿Salvar una vida, o quitar la vida?» Ellos guardaron silencio.

5 Jesús los miró con enojo y tristeza, al ver la dureza de sus corazones. Entonces dijo al hombre: «Extiende la mano.» El hombre la extendió, y su mano quedó sana.

6 Tan pronto como los fariseos salieron, empezaron a conspirar con los herodianos para matar a Jesús.

La multitud a la orilla del lago

7 Jesús se retiró al lago con sus discípulos, y mucha gente de Galilea y de Judea lo siguió

8 al enterarse de todo lo que hacía. También acudieron a él muchos de Jerusalén, de Idumea y del otro lado del Jordán, así como de los alrededores de Tiro y de Sidón.

9 Por causa del gentío, y para evitar que lo apretujaran, Jesús pidió a sus discípulos tener siempre lista una barca;

10 y es que, como había sanado a muchos, todos los que tenían plagas querían tocarlo y se lanzaban sobre él.

11 Cuando los espíritus impuros lo veían, se arrodillaban delante de él y a gritos le decían: «¡Tú eres el Hijo de Dios!»

12 Pero él les exigía con toda firmeza que no revelaran quién era él.

Elección de los doce apóstoles

13 Después Jesús subió a un monte y llamó a los que él quiso, y ellos se reunieron con él.

14 A doce de ellos los designó para que estuvieran con él, para enviarlos a predicar,

15 y para que tuvieran el poder de expulsar demonios.

16 Estos doce eran: Simón, a quien puso por nombre «Pedro»;

17 Jacobo y su hermano Juan, hijos de Zebedeo, a quienes les puso por nombre «Boanerges», que significa: «Hijos del trueno»;

18 Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Jacobo hijo de Alfeo, Tadeo, Simón el cananista,

19 y Judas Iscariote, que fue quien lo traicionó.

La blasfemia contra el Espíritu Santo

20 Jesús entró en una casa, y de nuevo se juntó tanta gente, que ni siquiera podían comer él y sus discípulos.

21 Cuando sus familiares lo supieron, fueron para llevárselo, porque pensaban que estaba fuera de sí.

22 Pero los escribas que habían venido de Jerusalén decían: «A éste lo domina Beelzebú. Y expulsa a los demonios por el poder del príncipe de los demonios.»

23 Entonces Jesús los llamó, y en parábolas les dijo: «¿Y cómo puede Satanás expulsar a Satanás?

24 Si un reino se divide contra sí mismo, no puede permanecer.

25 Si una casa se divide contra sí misma, tampoco puede permanecer.

26 Y si Satanás se subleva contra sí mismo, y se divide, tampoco puede permanecer. Su fin habrá llegado.

27 Nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y robarle sus pertenencias, si antes no lo ata. Entonces sí podrá saquear su casa.

28 »De cierto les digo que a todos ustedes se les perdonará todo pecado y toda blasfemia,

29 pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo jamás será perdonado,sino que será culpable de un pecado eterno.»

30 Y es que ellos habían dicho: «Éste tiene un espíritu impuro.»

La madre y los hermanos de Jesús

31 Llegaron entonces la madre y los hermanos de Jesús, pero se quedaron afuera y mandaron a llamarlo.

32 La muchedumbre sentada a su alrededor le dijo: «Tu madre, tus hermanos y tus hermanas están allí afuera, y te buscan.»

33 Jesús les respondió: «¿Y quién es mi madre, y mis hermanos?»

34 Miró entonces a los que estaban sentados a su alrededor, y dijo: «Mi madre y mis hermanos están aquí.

35 Porque todo el que hace la voluntad de Dios es mi hermano, y mi hermana, y mi madre.»

San Marcos 4

Parábola del sembrador

1 Jesús comenzó a enseñar una vez más a la orilla del lago, y fue tanta la gente que se reunió alrededor de él, que se subió a una barca que estaba en el lago y se sentó allí,mientras que la gente se quedó en la orilla.

2 Muchas cosas les enseñó por medio de parábolas, y en sus enseñanzas les decía:

3 «Presten atención. Resulta que un sembrador salió a sembrar.

4 Al sembrar, una parte de las semillas cayó junto al camino, y vinieron las aves del cielo y se la comieron.

5 Otra parte cayó entre las piedras, donde no había mucha tierra, y enseguida brotó, porque la tierra no era profunda,

6 pero en cuanto salió el sol, se quemó y se secó, porque no tenía raíz.

7 Otra parte cayó entre espinos, pero los espinos crecieron y la ahogaron, de modo que no dio fruto.

8 Pero otra parte cayó en buena tierra, y brotó y creció y dio fruto, y rindió una cosecha de treinta y sesenta, y hasta de ciento por uno.»

9 Entonces les dijo: «El que tenga oídos para oír, que oiga.»

10 Cuando se quedó solo, los que estaban cerca de él junto con los doce le preguntaron qué quería decir la parábola.

11 Él les respondió: «A ustedes se les concede entender el misterio del reino de Dios; pero a los que están afuera todo se les dice por parábolas,

12 para que “viendo, vean y no entiendan; y oyendo, oigan y no comprendan; no sea que se conviertan y sus pecados les sean perdonados”.»

13 También les dijo: «Si no entienden ustedes esta parábola, ¿cómo podrán entender todas las demás?

14 El sembrador es el que siembra la palabra.

15 Algunos son como lo sembrado junto al camino. En ellos se siembra la palabra, pero enseguida, después de oírla, viene Satanás y les arrebata la palabra sembrada en su corazón.

16 Otros son como lo sembrado entre las piedras. Al oír la palabra, enseguida la reciben con gozo;

17 pero, como no tienen raíz, su vida es muy corta, y al venir las aflicciones o la persecución por causa de la palabra, enseguida tropiezan.

18 Otros son como los que fueron sembrados entre espinos. Éstos son los que oyen la palabra,

19 pero las preocupaciones de este mundo, el engaño de las riquezas, y la codicia por otras cosas, entran en ellos y ahogan la palabra, por lo que ésta no llega a dar fruto.

20 Pero hay otros, que son como lo sembrado en buena tierra. Son los que oyen la palabra y la reciben, y rinden fruto; ¡dan treinta, sesenta y hasta cien semillas por cada semilla sembrada!»

Nada oculto queda sin manifestarse

21 También les dijo: «¿Acaso la luz se enciende para ponerla debajo de un cajón, o debajo de la cama? Al contrario, ¡se enciende para ponerla en el candelero!

22 Porque no hay nada oculto que no llegue a manifestarse, ni hay nada escondido que no salga a la luz.

23 Si alguno tiene oídos para oír, que oiga.»

24 También les dijo: «Fíjense bien en lo que oyen, porque con la medida con que ustedes midan a otros, serán medidos,y hasta más se les añadirá.

25 Porque al que tiene, se le dará; y al que no tiene, hasta lo poco que tiene se le arrebatará.»

Parábola del crecimiento de la semilla

26 Jesús dijo también: «El reino de Dios es como cuando un hombre arroja semilla sobre la tierra:

27 ya sea que él duerma o esté despierto, de día y de noche la semilla brota y crece, sin que él sepa cómo.

28 Y es que la tierra da fruto por sí misma: primero sale una hierba, luego la espiga, y después el grano se llena en la espiga;

29 y cuando el grano madura, enseguida se mete la hoz, porque ya es tiempo de cosechar.»

Parábola de la semilla de mostaza

30 También dijo: «¿Con qué vamos a comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola nos sirve de comparación?

31 Puede compararse con el grano de mostaza, que al sembrarlo en la tierra es la más pequeña de todas las semillas,

32 pero que después de sembrada crece hasta convertirse en la más grande de todas las plantas, y echa ramas tan grandes que aun las aves pueden poner su nido bajo su sombra.»

Aplicación de las parábolas

33 Con muchas parábolas como éstas Jesús les hablaba de la palabra, hasta donde podían entender,

34 y sin parábolas no les hablaba, aunque a sus discípulos les explicaba todo en privado.

Jesús calma la tempestad

35 Ese mismo día, al caer la noche, Jesús les dijo a sus discípulos: «Pasemos al otro lado.»

36 Despidió a la multitud, y partieron con él en la barca donde estaba. También otras barcas lo acompañaron.

37 Pero se levantó una gran tempestad con vientos, y de tal manera las olas azotaban la barca, que ésta estaba por inundarse.

38 Jesús estaba en la popa, y dormía sobre una almohada. Lo despertaron y le dijeron: «¡Maestro! ¿Acaso no te importa que estamos por naufragar?»

39 Jesús se levantó y reprendió al viento, y dijo a las aguas: «¡Silencio! ¡A callar!» Y el viento se calmó, y todo quedó en completa calma.

40 A sus discípulos les dijo: «¿Por qué tienen tanto miedo? ¿Cómo es que no tienen fe?»

41 Ellos estaban muy asustados, y se decían unos a otros: «¿Quién es éste, que hasta el viento y las aguas lo obedecen?»