Salmos 70

Súplica de liberación

Al músico principal. Salmo de David. Para conmemorar.

1 Dios mío, ¡dígnate ayudarme!

Señor, ¡ven pronto a socorrerme!

2 ¡Que sean avergonzados y confundidos

los que buscan acabar con mi vida!

¡Que retrocedan en vergonzosa derrota

los que buscan hacerme daño!

3 ¡Que sean derrotados por sus ofensas

los que se burlan de mí!

4 Pero que se alegren en ti todos los que te buscan;

que los que aman tu salvación digan siempre:

«¡Grande es nuestro Dios!»

5 Pero yo estoy pobre y afligido;

¡ven pronto, oh Dios, en mi ayuda!

Tu eres mi ayuda; ¡eres mi libertador!

¡No tardes, Señor!

Salmos 71

Oración de un anciano

1 Señor, en ti busco refugio;

¡Jamás permitas que sea yo avergonzado!

2 ¡Ven a socorrerme, y líbrame, pues tú eres justo!

¡Dígnate escucharme, y ven a salvarme!

3 ¡Sé para mí una roca de refugio,

en donde siempre pueda resguardarme!

Sólo tú puedes decretar mi salvación,

porque tú eres mi roca y mi fortaleza.

4 Dios mío, líbrame del poder de los impíos,

del poder de los perversos y violentos.

5 Tú, Señor mi Dios, eres mi esperanza;

tú me has dado seguridad desde mi juventud.

6 Desde el vientre de mi madre me has sostenido;

¡tú me sacaste de las entrañas de mi madre,

y para ti será siempre mi alabanza!

7 Muchos se sorprenden al verme,

porque tú eres para mí un sólido refugio.

8 Mis labios rebosan con tu alabanza,

y proclaman tu gloria todo el día.

9 No me deseches cuando llegue a la vejez;

no me desampares cuando mis fuerzas se acaben.

10 Mis enemigos hablan siempre mal de mí;

se junta el grupo de los que quieren matarme,

11 y dicen: «Dios lo ha desamparado.

¡Persíganlo y atrápenlo, pues no tiene quien lo libre!»

12 Dios mío, ¡no te alejes de mí!

Dios mío, ¡ven pronto a salvarme!

13 ¡Que perezcan y sean avergonzados mis adversarios!

¡Que queden confundidos y avergonzados los que buscan mi mal!

14 Pero yo siempre confiaré en ti,

y más y más te alabaré.

15 Todo el día mi boca proclamará tu justicia,

y tus hechos de salvación,

aun cuando no puedo enumerarlos.

16 Hablaré, Señor y Dios, de tus hechos poderosos;

y sólo haré memoria de tu justicia.

17 Tú, mi Dios, me has enseñado desde mi juventud,

y aún ahora sigo hablando de tus maravillas.

18 No me desampares, Dios mío,

aunque llegue a estar viejo y canoso,

hasta que haya anunciado tu gran poder

a las generaciones que habrán de venir.

19 Tu justicia, oh Dios, llega a las alturas.

Tú, oh Dios, has hecho grandes cosas.

¿Quién puede compararse a ti?

20 Me has hecho ver muchas angustias y males,

pero volverás a darme vida;

volverás a levantarme de los abismos de la tierra,

21 aumentarás mi grandeza,

y volverás a consolarme.

22 Dios mío, Santo de Israel,

yo te alabaré al son del salterio,

y al son del arpa alabaré tu verdad.

23 Mis labios se alegrarán cuando te cante,

pues me has salvado la vida.

24 También mi lengua hablará de tu justicia todo el día,

porque han quedado avergonzados y confundidos

los que procuraban perjudicarme.

Salmos 72

El reinado de un rey justo

Para Salomón.

1 ¡Concédele, oh Dios, al rey juzgar como tú,

y concédele al hijo del rey tu justicia!

2 ¡Concédele juzgar a tu pueblo con justicia,

y con buen juicio a los afligidos de tu pueblo!

3 ¡Que los montes brinden paz al pueblo,

y las colinas ofrezcan justicia!

4 Así el rey juzgará a los afligidos del pueblo,

salvará a los hijos de los menesterosos,

y aplastará a los opresores.

5 Tu pueblo te temerá de generación en generación

mientras el sol y la luna existan.

6 Que sea el rey como la lluvia que cae sobre la hierba,

y como el rocío que empapa la tierra.

7 Que haya en sus días justicia y mucha paz,

hasta que la luna deje de existir.

8 Que su dominio se extienda de mar a mar,

desde el gran río hasta los límites de la tierra.

9 Que ante él se rindan los habitantes del desierto,

y que sus enemigos muerdan el polvo.

10 Que los reyes de Tarsis y de las costas le paguen tributo,

y que los reyes de Sabá y de Sebá le ofrezcan regalos.

11 Que todos los reyes se inclinen en su presencia,

y que todas las naciones le sirvan.

12 Que salve el rey al pobre que le pida ayuda,

y al afligido que no tenga quien lo socorra.

13 Que se compadezca del pobre y del menesteroso,

y que les salve la vida a los pobres.

14 Que los salve del engaño y de la violencia,

y que la sangre de ellos sea a sus ojos muy valiosa.

15 ¡Que viva el rey! ¡Que reciba el oro de Sabá!

¡Que se ore por él siempre!

¡Que a todas horas se le bendiga!

16 ¡Que sea en las cumbres de los montes

como un puñado de grano que cae en la tierra!

¡Que sea tan productivo como el monte Líbano,

y que en la ciudad haya tanta gente

como hierba hay en el campo!

17 ¡Que su nombre sea siempre recordado!

¡Que su nombre permanezca mientras el sol exista!

¡Que todas las naciones sean bendecidas por él,

y que lo llamen bienaventurado!

18 ¡Bendito sea el Señor, el Dios de Israel!

¡Sólo el Señor hace maravillas!

19 ¡Bendito sea por siempre su glorioso nombre!

¡Que toda la tierra sea llena de su gloria!

¡Amén y Amén!

20 Aquí terminan las oraciones de David hijo de Yesé.

Salmos 73

El destino de los malos

Salmo de Asaf.

1 ¡Ah, Dios es bueno con Israel,

con los limpios de corazón!

2 En cuanto a mí, casi se deslizaron mis pies;

poco faltó para que mis pasos resbalaran.

3 Y es que tuve envidia de los arrogantes,

al ver cómo prosperaban esos malvados.

4 Ellos no se acongojan ante la muerte,

pues están llenos de vigor.

5 No se afanan ni se ven golpeados

como el resto de los mortales.

6 La soberbia es su corona,

y la violencia es su vestido.

7 Tan gordos están que los ojos se les saltan;

siempre satisfacen los apetitos de su corazón.

8 Entre burlas hacen planes malvados y violentos,

y siempre hablan con altanería.

9 Con su boca ofenden al cielo,

y con su lengua denigran a la tierra.

10 Por eso el pueblo de Dios se vuelve a ellos,

y absorben sus palabras como si bebieran agua.

11 Hasta dicen: «¿Cómo va a saberlo Dios?

¡De esto no se enterará el Altísimo!»

12 ¡Bien puede verse que estos impíos

se hacen ricos sin que nada les preocupe!

13 ¡Ah!, pero de nada me ha servido

mantener mi corazón y mis manos sin pecado,

14 pues a todas horas recibo azotes

y soy castigado todas las mañanas.

15 Si acaso llegara yo a hablar como ellos,

estaría traicionando a la generación de tus hijos.

16 Me puse a pensar en esto para entenderlo,

pero me resultó un trabajo muy difícil.

17 Sólo cuando entré en el santuario de Dios,

pude comprender en lo que ellos van a terminar.

18 ¡Ah!, pero tú vas a hacerlos resbalar;

vas a hacerlos caer en desgracia.

19 ¡En un instante acabarás con ellos!

¡Perecerán por completo, consumidos de terror!

20 Como quien despierta de un sueño,

cuando tú, Señor, despiertes, harás que se desvanezcan.

21 Yo tenía el alma llena de amargura,

y sentía que el corazón me punzaba.

22 Era yo tan torpe que no podía entenderlo;

en tu presencia, era yo como una bestia.

23 Y no obstante, siempre he estado contigo;

tú me has tomado de la mano derecha,

24 me has guiado para seguir tu consejo,

y al final me recibirás en gloria.

25 ¿A quién tengo en los cielos? ¡Sólo a ti!

¡Sin ti, no quiero nada aquí en la tierra!

26 Aunque mi cuerpo y mi corazón desfallecen,

tú, Dios mío, eres la roca de mi corazón,

¡eres la herencia que para siempre me ha tocado!

27 Es un hecho: los que se alejan de ti perecerán;

¡tú destruirás a todos los que de ti se aparten!

28 En cuanto a mí, ¡qué bueno es estar cerca de ti!

¡En ti, Señor, he puesto mi esperanza

para proclamar todas tus obras!

Salmos 74

Súplica en contra del enemigo

Masquil de Asaf.

1 Dios nuestro, ¿por qué nos has desechado para siempre?

¿Por qué te has enojado contra las ovejas de tu prado?

2 Acuérdate de tu congregación,

la que adquiriste desde tiempos antiguos,

la que rescataste para hacer de ella tu propio pueblo;

acuérdate del monte Sión, donde has habitado.

3 Ven a ver estas ruinas interminables:

¡mira cuánto daño ha hecho el enemigo en tu santuario!

4 En medio de tus asambleas tus enemigos vociferan;

han izado sus banderas en señal de victoria.

5 Levantan sus hachas y hacen destrozos,

como leñadores en medio de un tupido bosque.

6 ¡Todos los tallados en madera

los han hecho pedazos con sus hachas y martillos!

7 ¡Le han prendido fuego a tu santuario!

¡Han profanado y derribado el tabernáculo a tu nombre!

8 Se dijeron: «¡Destruyamos todo de una vez!»,

y quemaron todas las sinagogas de Dios en la tierra.

9 ¡Ya no vemos nuestras banderas!

¡Ya no hay profetas entre nosotros,

ni nadie que nos diga cuánto más tenemos que aguantar!

10 Dios nuestro, ¿hasta cuándo nos afrentará el enemigo?

¿Hasta cuándo el enemigo ofenderá tu nombre?

11 ¿Por qué te quedas cruzado de brazos?

¿Por qué escondes en el pecho tu diestra?

12 Dios mío, tú eres mi rey desde tiempos antiguos;

tú eres quien salva en medio de la tierra.

13 Con tu poderpartiste el mar en dos

y en las aguas rompiste las cabezas de los monstruos.

14 Aplastaste las cabezas de Leviatán,

y lo diste por comida a los habitantes del desierto.

15 Abriste los manantiales y los ríos,

y dejaste secos torrentes impetuosos.

16 Tuyo es el día, tuya es también la noche,

pues tú estableciste el sol y la luna.

17 Tú estableciste todos los límites de la tierra,

y formaste el verano y el invierno.

18 Recuerda, Señor, que el enemigo te ha ofendido,

y que un pueblo insensato ha blasfemado tu nombre.

19 ¡No entregues a las fieras la vida de tus tórtolas!

¡No olvides para siempre a tu pueblo afligido!

20 Acuérdate del pacto que hiciste con nosotros,

pues la tierra está llena de oscuridad y violencia.

21 No permitas que los afligidos sean avergonzados;

así alabarán tu nombre los afligidos y los menesterosos.

22 Dios mío, ¡levántate y defiende tu causa!

Recuerda que los necios te ofenden cada día.

23 No te olvides de los gritos de tus enemigos,

cuyo alboroto a todas horas va en aumento.

Salmos 75

Exaltación del justo y humillación del malvado

Al músico principal. Sobre «No destruyas». Salmo de Asaf. Cántico.

1 Gracias te damos, Dios mío, gracias te damos,

porque tu nombre está cerca de nosotros.

¡Todos hablan de tus hechos portentosos!

2 «En el momento en que yo decida,

habré de juzgar con rectitud.

3 Aunque la tierra y sus habitantes se estremezcan,

yo sostengo sus columnas.

4 A los insensatos les digo: “No sean arrogantes”,

y a los impíos: “No sean orgullosos;

5 no hagan alarde de su poder;

no levanten tanto la nariz.”

6 El juicio no viene del este ni del oeste,

ni del desierto ni de las montañas:

7 El juicio proviene de mí, que soy Dios.

A unos humillo, y a otros enaltezco.

8 Ya el cáliz del juicio está en mi mano;

ya el vino mezclado se ha fermentado,

y yo, el Señor, estoy por derramarlo;

¡todos los impíos de la tierra lo beberán hasta el fondo!»

9 Yo siempre hablaré de ti,

te cantaré salmos, Dios de Jacob.

10 Tú deshaces todo el poder de los pecadores,

pero exaltas la fuerza de los hombres justos.

Salmos 76

El Dios de la victoria y del juicio

Al músico principal. Sobre Neginot. Salmo de Asaf. Cántico.

1 Dios es bien conocido en Judá;

grande es su nombre en Israel.

2 En Salén está su tabernáculo,

y en Sión está el lugar donde reside.

3 Allí hizo pedazos las saetas y los arcos,

los escudos, las espadas y las armas de guerra.

4 ¡Glorioso eres tú, Señor, y más imponente que los montes!

5 Los valientes fueron despojados, y durmieron su sueño;

ningún valiente guerrero pudo defenderse.

6 Cuando tú, Dios de Jacob, los reprendiste,

jinetes y caballos quedaron desconcertados.

7 Tú, mi Dios, inspiras temor;

en tu enojo, ¿quién puede sostenerse ante ti?

8 Desde los cielos dictaste tu sentencia;

la tierra tuvo miedo y se quedó en suspenso

9 cuando tú, mi Dios, te levantaste

para juzgar y salvar a los mansos de la tierra.

10 La ira humana redunda en tu alabanza;

todos sus enojos se vuelven para ti una corona.

11 ¡Cumplamos a Dios el Señor nuestras promesas!

Todos los que rodean al Dios temible, ¡tráiganle ofrendas!

12 Dios abate el ánimo de los príncipes,

e infunde temor en los reyes de la tierra.

Salmos 77

Evocación de los portentos de Dios

Al músico principal. Sobre Jedutún. Salmo de Asaf.

1 Con mi voz clamé a Dios;

a Dios clamé, y él me escuchó.

2 Busqué al Señor cuando me vi angustiado;

por las noches, sin cesar, a él levanté mis manos;

pues mi alma rehusaba ser consolada.

3 Me acordé de Dios, y me sentí conmovido;

al quejarme, mi ánimo decaía.

4 Dios no me dejaba pegar los ojos;

tan quebrantado estaba yo, que no podía hablar.

5 Pensaba yo en los días de antaño,

en los años de tiempos pasados.

6 Me acordaba de mis cánticos nocturnos,

y en mi corazón meditaba, y mi espíritu inquiría:

7 «¿Nos abandonará el Señor para siempre?

¿Acaso no volverá a tratarnos con bondad?

8 ¿Se habrá agotado para siempre su misericordia?

¿Habrá puesto fin para siempre a su promesa?

9 ¿Se habrá olvidado Dios de tener misericordia?

¿Habrá, en su enojo, puesto un límite a su piedad?»

10 También me dije: «Debo estar enfermo.

¿Cómo puedo pensar que la diestra del Altísimo ha cambiado?

11 Es mejor que haga memoria de las obras del Señor.»

Sí, haré memoria de tus maravillas de antaño;

12 meditaré en todas tus obras,

y proclamaré todos tus hechos.

13 Santo es, oh Dios, tu camino;

¿qué otro dios es tan grande como tú, Dios nuestro?

14 Tú eres el Dios que hace maravillas;

has manifestado entre los pueblos tu poder.

15 Con tu brazo diste libertad a tu pueblo,

a los descendientes de Jacob y de José.

16 Cuando las aguas te vieron, oh Dios,

cuando las aguas te vieron, sintieron temor,

y hasta los abismos se estremecieron.

17 Las nubes derramaron torrentes de agua,

los cielos retumbaron, y atronaron tus rayos;

18 resonó en el torbellino la voz de tu trueno;

tus relámpagos iluminaron el mundo,

y la tierra tembló y se estremeció.

19 Te abriste paso en el mar,

y atravesaste las muchas aguas,

aunque nadie vio jamás tus pisadas,

20 y por medio de Moisés y de Aarón

guiaste a tu pueblo como a un rebaño.

Salmos 78

Fidelidad de Dios hacia su pueblo infiel

Masquil de Asaf.

1 Pueblo mío, escucha mis enseñanzas;

inclina tu oído a las palabras de mi boca.

2 Abriré mi boca y diré proverbios;

hablaré de los misterios de tiempos pasados,

3 de cosas que ya hemos oído y que conocemos

porque nuestros padres nos las contaron.

4 No las mantendremos ocultas a nuestros hijos,

sino que diremos a las generaciones futuras

que el Señor es digno de alabanza

por su poder y por sus hechos portentosos.

5 El Señor estableció su ley para Jacob;

le entregó sus enseñanzas a Israel,

y ordenó a nuestros padres que nos las enseñaran,

6 para que las conociera la generación futura,

los hijos que nos habrían de nacer,

y ellos a su vez las contaran a sus hijos,

7 para que pusieran en Dios su confianza

y no se olvidaran de sus grandes hechos;

para que obedecieran sus mandamientos,

8 y no fueran como sus padres,

gente rebelde y desobediente,

gente que no entrega a Dios su corazón,

y cuyo espíritu no le es fiel.

9 Los efrainitas, arqueros armados,

volvieron la espalda en el día de la batalla.

10 No cumplieron con el pacto de Dios,

ni quisieron ceñirse a su ley;

11 más bien, se olvidaron de sus obras,

y de las maravillas que les había mostrado.

12 Allá en Egipto,en el campo de Soán,

Dios hizo maravillas a los ojos de sus padres.

13 Partió el mar en dos, y los hizo pasar,

conteniendo las aguas como dos murallas.

14 Durante el día los guiaba con una nube,

y durante la noche con un resplandor de fuego.

15 En el desierto hendió las peñas,

y les dio a beber agua de los grandes abismos:

16 ¡de la peña hizo brotar corrientes,

y las aguas fluyeron como ríos!

17 Pero ellos volvieron a pecar contra Dios;

en el desierto se rebelaron contra el Altísimo.

18 Decidieron poner a prueba a Dios

y pidieron comida a su antojo.

19 Hablaron en contra de Dios, y dijeron:

«¿Podrá Dios tendernos una mesa en el desierto?

20 Hemos visto que hirió la peña, y que brotaron aguas,

y que en torrentes inundaron la tierra,

¿pero podrá también darnos pan?

¿Podrá darle carne a su pueblo?»

21 Cuando el Señor oyó esto, se indignó,

y su furor se encendió contra Jacob, como un fuego;

su furor se encendió contra Israel,

22 porque no tuvieron fe en Dios,

ni confiaron en que él podía salvarlos.

23 Sin embargo, dio órdenes a las nubes,

y abrió las compuertas de los cielos,

24 y como lluvia dejó caer sobre ellos el maná;

¡les dio a comer el trigo de los cielos!

25 ¡Los mortales comieron pan angelical!

¡Dios les envió comida hasta saciarlos!

26 Cambió la dirección del viento del este,

y con su poder hizo venir el viento del sur,

27 y cayó sobre ellos carne como lluvia;

¡llovieron tantas aves como arena hay en el mar!

28 Dios las dejó caer en el campamento,

y en los alrededores de sus tiendas,

29 y ellos comieron y quedaron saciados,

pues Dios satisfizo su apetito.

30 Pero aún no habían calmado su hambre;

aún tenían la comida en la boca,

31 cuando el furor de Dios vino sobre ellos

y acabó con sus hombres más robustos;

¡Dios derribó a los mejores israelitas!

32 A pesar de todo, ellos siguieron pecando

y no dieron crédito a sus grandes hechos.

33 Por eso Dios puso fin a sus días,

¡y en un soplo les quitó la vida!

34 Si Dios los hacía morir, ellos lo buscaban

y con gran diligencia se volvían a él;

35 ¡se acordaban de que Dios era su refugio,

de que el Dios altísimo era su redentor!

36 Pero con los labios lo adulaban,

y con la lengua le mentían.

37 En el fondo, nunca fueron rectos con él,

ni se mantuvieron fieles a su pacto.

38 Dios, en su bondad, les perdonaba su maldad;

más de una vez contuvo su enojo,

calmó su ira y no los destruyó.

39 Se acordó de que eran mortales,

¡un simple soplo que se va y no vuelve!

40 ¡Cuántas veces lo desobedecieron en el desierto!

¡Cuántas veces lo hicieron enojar en el yermo!

41 ¡Una y otra vez ponían a prueba a Dios!

¡Provocaban al Santo de Israel!

42 No traían a la memoria su poder,

ni el día en que él los libró de la angustia,

43 cuando realizó en Egipto sus señales,

y sus maravillas en el campo de Soán;

44 cuando convirtió en sangre sus ríos

y sus corrientes, para que no bebieran.

45 Les mandó enjambres de moscas,que los devoraban,

y también ranas,que los destruían;

46 dejó que la oruga y la langosta

destruyeran el fruto de su trabajo.

47 Con granizo destruyó sus viñas,

y con escarcha acabó con sus higueras.

48 Con granizo hizo estragos en sus ganados,

y con sus rayosacabó con sus animales.

49 Descargó sobre ellos el ardor de su ira;

los angustió con su enojo y su indignación,

¡con un ejército de ángeles destructores!

50 Le abrió paso a su furor

y no les salvó la vida, sino que los entregó a la muerte.

51 En Egipto,en los campamentos de Cam,

les quitó la vida a todos los primogénitos,

a los primeros frutos de su vigor.

52 Dios hizo que su pueblo saliera como ovejas,

y como un rebañolos llevó por el desierto;

53 con mano segura los fue llevando,

para que no tuvieran ningún temor,

mientras que el mar cubrió a sus enemigos.

54 Y los trajo a las fronteras de su tierra santa,

a este monte que ganó con su mano derecha.

55 Expulsó a las naciones de la presencia de su pueblo,

repartió en sorteo las tierras que les dio en propiedad,

y permitió que las tribus de Israel se asentaran allí.

56 Pero ellos pusieron a prueba al Dios altísimo;

lo hicieron enojar y no obedecieron sus decretos.

57 Hicieron lo que sus padres, y se rebelaron contra él;

¡se torcieron como un arco engañoso!

58 Lo hicieron enojar con sus lugares altos;

lo provocaron a celo con sus imágenes talladas.

59 Cuando Dios lo supo, se enojó

y rechazó por completo a Israel.

60 Se alejó del tabernáculo de Silo,

de su lugar de residencia terrenal,

61 y dejó caer en manos del enemigo

el símbolo de su gloria y su poder.

62 Fue tanto su enojo contra su pueblo

que los dejó caer a filo de espada.

63 Sus jóvenes fueron devorados por el fuego;

sus doncellas no llegaron a oír cantos nupciales.

64 Sus sacerdotes cayeron a filo de espada,

y sus viudas no lamentaron su muerte.

65 Pero el Señor despertó como de un sueño,

y gritando como un guerrero que ha tomado vino,

66 hirió a sus enemigos y los puso en fuga;

¡los dejó avergonzados para siempre!

67 Desechó los campamentos de José,

y no escogió a la tribu de Efraín,

68 sino que prefirió a la tribu de Judá

y al monte Sión, que tanto ama.

69 Edificó su santuario semejante a las alturas,

y semejante a la tierra, que afirmó para siempre.

70 Eligió a su siervo David,

al que tomó de los rebaños de ovejas;

71 David cuidaba a las ovejas recién paridas,

pero Dios lo puso a cuidar de su pueblo Israel,

de Jacob, que es su heredad.

72 Y David cuidó de ellos con todo el corazón;

con gran pericia los guió como a un rebaño.

Salmos 79

Lamento por la destrucción de Jerusalén

Salmo de Asaf.

1 Dios mío, las naciones han venido a tu país,

y han profanado tu santo templo.

¡Han dejado a Jerusalén en ruinas!

2 Arrojaron por comida los cadáveres de tus fieles siervos

a los animales salvajes y a las aves de rapiña.

3 Alrededor de Jerusalén derramaron su sangre como agua,

y no hubo nadie que les diera sepultura.

4 Los pueblos vecinos nos ofenden;

nos insultan, ¡se burlan de nosotros!

5 ¿Hasta cuándo, Señor, vas a estar enojado?

¿Para siempre arderá tu celo como un fuego?

6 ¡Descarga tu ira sobre la gente que no te conoce,

sobre los reinos que no invocan tu nombre!

7 ¡Son ellos los que han consumido a Jacob,

los que han dejado en ruinas sus ciudades!

8 ¡No te acuerdes de la maldad de nuestros padres!

¡Por tu bondad, ven pronto a nuestro encuentro,

porque estamos totalmente abatidos!

9 Por la gloria de tu nombre, ¡ayúdanos, Dios de nuestra salvación!

Por causa de tu nombre, ¡líbranos y perdona nuestros pecados!

10 Que no digan los paganos: «¿Dónde está su Dios?»

¡Que vean los paganos, y también nosotros,

cómo vengas la sangre de tus siervos!

11 ¡Que llegue a tu presencia el clamor de los cautivos!

Por tu gran poder, ¡salva la vida de los sentenciados a muerte!

12 Señor, ¡págales con creces a nuestros vecinos

por tanta infamia con que te han deshonrado!

13 Así nosotros, que somos tu pueblo y tu rebaño,

te alabaremos de generación en generación,

y para siempre cantaremos tus alabanzas.