Salmos 100

Invitación a la gratitud

Salmo de alabanza.

1 ¡Canten alegres al Señor,

habitantes de toda la tierra!

2 ¡Sirvan al Señor con alegría!

¡Vengan a su presencia con regocijo!

3 Reconozcan que el Señor es Dios;

él nos hizo, y de él somos.

Somos su pueblo. ¡Somos las ovejas de su prado!

4 Entremos por sus puertas y por sus atrios

con alabanzas y con acción de gracias;

¡alabémosle, bendigamos su nombre!

5 ¡El Señor es bueno!

¡Su misericordiaes eterna!

¡Su verdad permanece para siempre!

Salmos 101

Promesa de vivir rectamente

Salmo de David.

1 Alabaré tu misericordia y tu justicia;

cantaré, Señor, salmos a tu nombre.

2 Quiero entender tus perfectas enseñanzas.

¿Cuándo vendrás a mi encuentro?

Así me conduciré con rectitud en mi hogar,

3 y no pondré los ojos en la injusticia.

Odio a los que actúan de manera torcida;

no permito que ninguno de ellos se acerque a mí.

4 Mantengo alejados a los de intenciones perversas;

no tengo nada que ver con los malvados.

5 Destruiré al que con malicia deshonre a su prójimo;

no toleraré a los de mirada altanera y vanidosa.

6 Me fijaré en los que son fieles, y conmigo vivirán;

sólo me servirán los que vayan por el buen camino.

7 No habitará en mi casa quien cometa fraudes,

ni se presentará ante mí ningún mentiroso.

8 Por las mañanas borraré del país a todos los impíos,

y expulsaré de la ciudad del Señor a todos los malvados.

Salmos 102

Oración de un afligido

Oración de alguien que sufre y que, en su angustia, expone su queja en presencia del Señor.

1 Señor, escucha mi oración;

¡deja que mi queja llegue a tus oídos!

2 No te alejes de mí cuando me veas angustiado;

inclina a mí tu oído,

¡respóndeme pronto cuando te invoque!

3 Mi vida se va desvaneciendo, como el humo;

mis huesos se deshacen, como tizón quemado.

4 Débil está mi corazón, y seco cual la hierba;

¡hasta me he olvidado de comer!

5 Tanto he llorado

que los huesos se me pegan a la carne.

6 Soy como los pelícanos del desierto;

¡soy como los búhos de las soledades!

7 Ya no duermo, y hasta me siento

como un pájaro solitario sobre el tejado.

8 Todos los días me insultan mis enemigos;

se confabulan y hacen planes contra mí.

9 El pan que como, me sabe a ceniza;

lo que bebo, se mezcla con mis lágrimas.

10 ¡Y es porque estás enojado conmigo!

¡Primero me elevas, y luego me dejas caer!

11 Mi vida se diluye como una sombra;

¡me voy secando como la hierba!

12 Pero tú, Señor, permaneces para siempre,

y todas las generaciones te recordarán.

13 Te levantarás y tendrás misericordia de Sión,

porque ya se ha cumplido su tiempo;

¡ya es hora de que le tengas misericordia!

14 Tus siervos aman cada una de sus piedras;

ven sus ruinas, y se compadecen de ella.

15 Señor, las naciones honrarán tu nombre;

los reyes de la tierra reconocerán tu gloria,

16 porque tú, Señor, reconstruirás a Sión,

y en su esplendor serás reconocido.

17 Tendrás en cuenta la oración de los pobres,

y no dejarás de escuchar sus ruegos.

18 Esto, Señor, quedará escrito para los pueblos futuros,

¡para que las generaciones del mañana te alaben!

19 Desde su alto santuario, el Señor observa;

desde los cielos, el Señor contempla la tierra

20 para oír el clamor de los cautivos

y dar libertad a los sentenciados a muerte;

21 para que en Sión se anuncie el nombre del Señor,

¡para que en Jerusalén se proclame su alabanza!

22 Entonces todas las naciones y todos los reinos

vendrán y se unirán para servir al Señor.

23 En mi camino, el Señor me retiró su apoyo;

¡me recortó los días de mi vida!

24 Pero yo le supliqué:

«Dios mío, tú vives por todas las generaciones:

¡no me reduzcas la mitad de mi vida!

25 Tú fundaste la tierra desde el principio,

y con tus propias manos formaste los cielos.

26 Un día, ellos serán destruidos;

envejecerán, como vestidos usados,

y tú los cambiarás por otros;

¡pero tú permanecerás!

27 ¡Tú seguirás siendo el mismo,

y tus años nunca tendrán fin!

28 Los hijos de tus siervos vivirán tranquilos,

y sus descendientes se afirmarán en tu presencia.

Salmos 103

Alabanza por las bendiciones de Dios

Salmo de David.

1 ¡Bendice, alma mía, al Señor!

¡Bendiga todo mi ser su santo nombre!

2 ¡Bendice, alma mía, al Señor,

y no olvides ninguna de sus bendiciones!

3 El Señor perdona todas tus maldades,

y sana todas tus dolencias.

4 El Señor te rescata de la muerte,

y te colma de favores y de su misericordia.

5 El Señor te sacia con los mejores alimentos

para que renueves tus fuerzas, como el águila.

6 El Señor imparte justicia y defiende

a todos los que sufren por la violencia.

7 Dio a conocer sus caminos a Moisés;

los hijos de Israel vieron sus obras.

8 El Señor es misericordioso y clemente;

es lento para la ira, y grande en misericordia.

9 No nos reprende todo el tiempo,

ni tampoco para siempre nos guarda rencor.

10 No nos ha tratado como merece nuestra maldad,

ni nos ha castigado como merecen nuestros pecados.

11 Tan alta como los cielos sobre la tierra,

es su misericordia con los que le honran.

12 Tan lejos como está el oriente del occidente,

alejó de nosotros nuestras rebeliones.

13 El Señor se compadece de los que le honran

con la misma compasión del padre por sus hijos,

14 pues él sabe de qué estamos hechos;

¡él bien sabe que estamos hechos de polvo!

15 Nuestros días son como la hierba:

florecemos como las flores del campo,

16 pero pasa el viento sobre nosotros

y desaparecemos, sin dejar ninguna huella.

17 Pero el Señor es eternamente misericordioso;

él les hace justicia a quienes le honran,

y también a sus hijos y descendientes,

18 a quienes cumplen con su pacto

y no se olvidan de sus mandamientos,

sino que los ponen en práctica.

19 El Señor ha afirmado su trono en los cielos,

y su reino domina sobre todos los reinos.

20 ¡Bendigan al Señor, ustedes, ángeles poderosos

que cumplen sus órdenes y obedecen su voz!

21 ¡Bendigan al Señor todos sus ejércitos,

todos ustedes, sus siervos, que cumplen su voluntad!

22 ¡Bendigan al Señor ustedes, sus criaturas,

en todos los lugares de su dominio!

¡Bendice, alma mía, al Señor!

Salmos 104

Dios cuida de su creación

1 ¡Bendice, alma mía, al Señor!

¡Cuán grande eres, Señor mi Dios!

¡Estás rodeado de gloria y de esplendor!

2 ¡Te has revestido de luz, como de una vestidura!

¡Extiendes los cielos como una cortina!

3 ¡Dispones tus mansiones sobre las aguas!

¡Las nubes son tu lujoso carruaje,

y te transportas sobre las alas del viento!

4 ¡Los vientos son tus mensajeros!

¡Las llamas de fuego están a tu servicio!

5 Tú afirmaste la tierra sobre sus cimientos,

y de allí nada la moverá.

6 ¡Con las aguas del abismo la cubriste!

Las aguas se detuvieron sobre los montes,

7 pero las reprendiste, y huyeron;

al escuchar tu voz, bajaron presurosas.

8 Subieron a los montes, bajaron por los valles,

al sitio que les habías destinado.

9 Les pusiste un límite, que no debían cruzar,

para que no volvieran a cubrir la tierra.

10 Tú llenas las fuentes con los arroyos

que corren ligeros entre los montes;

11 allí apagan su sed los animales salvajes;

allí los asnos monteses mitigan su sed.

12 En sus riberas anidan las aves del cielo,

y entre las ramas se escuchan sus trinos.

13 Desde las alturas riegas los montes,

y la tierra se sacia con el fruto de tus obras.

14 Haces crecer la hierba para los ganados,

y las plantas que el hombre cultiva

para sacar de la tierra el pan que come

15 y el vino que le alegra el corazón,

el aceite que da brillo a su rostro,

y el pan que sustenta su vida.

16 Se llenan de savia los árboles del Señor,

los cedros del Líbano que él mismo plantó.

17 En sus ramas anidan las aves;

en las hayas hacen su nido las cigüeñas;

18 en las altas montañas retozan las cabras monteses;

en las peñas se resguardan los damanes.

19 Tú hiciste la luna para medir los tiempos;

el sol sabe cuándo debe ocultarse.

20 Dejas caer las sombras, y anochece;

y entonces corretean los animales salvajes.

21 Rugen los leones que van tras su presa,

y reclaman la comida que Dios les provee.

22 Cuando sale el sol, corren a sus cuevas

y satisfechos se tienden a descansar.

23 Sale entonces el hombre a sus labores,

y trabaja hasta que cae la noche.

24 ¡Tus obras, Señor, son innumerables!

¡Todas las hiciste con gran sabiduría!

¡La tierra está llena de tus criaturas!

25 ¡Vean el vasto mar! ¡Contemplen su grandeza!

En él se mueven incontables seres vivos,

lo mismo grandes que pequeños.

26 Allí navegan las grandes naves;

allí está Leviatán,que creaste para jugar con él.

27 Todos los seres esperan de ti

que a su tiempo les des de comer.

28 Si abres tu mano y les das su pan,

ellos lo toman y quedan satisfechos.

29 Si te escondes de ellos, se desconciertan;

si les retiras su espíritu, mueren y vuelven al polvo.

30 Pero si envías tu espíritu, vuelven a la vida,

y así renuevas la faz de la tierra.

31 ¡Sea tu gloria eterna, Señor!

¡Que te regocijen las obras que has hecho!

32 Si miras la tierra, ésta tiembla;

si tocas los montes, éstos echan humo.

33 Señor, ¡toda mi vida te cantaré!

Dios mío, ¡yo te cantaré salmos mientras viva!

34 Señor, dígnate agradarte de mis pensamientos,

pues yo hallo en ti mi alegría.

35 Que sean borrados de la tierra los malvados;

¡que dejen de existir los malhechores!

¡Bendice, alma mía, al Señor!

¡Aleluya!

Salmos 105

Maravillas del Señor a favor de Israel

1 ¡Alaben al Señor, invoquen su nombre!

¡Que los pueblos reconozcan sus obras!

2 ¡Canten, sí, cántenle salmos!

¡Proclamen todas sus maravillas!

3 ¡Regocíjense en su santo nombre!

¡Alégrense de corazón los que buscan al Señor!

4 ¡Busquen el poder del Señor!

¡Busquen siempre a Dios!

5 ¡Recuerden sus grandes maravillas,

sus hechos prodigiosos y sus sabias sentencias!

6 Ustedes son los descendientes de Abrahán;

ustedes son los hijos de Jacob, sus escogidos.

7 El Señor es nuestro Dios;

en toda la tierra prevalecen sus juicios.

8 Nunca se olvida de su pacto,

de la palabra que dictó para mil generaciones.

9 Fue un acuerdo que hizo con Abrahán,

y que lo confirmó con Isaac.

10 Con Jacob lo estableció como decreto;

con Israel lo hizo un pacto duradero

11 cuando dijo: «Te daré la tierra de Canaán

como la herencia que te corresponde.»

12 Ellos no eran numerosos;

eran unos simples forasteros.

13 Andaban de nación en nación,

y de un reino a otro reino;

14 pero Dios no dejó que fueran agraviados,

sino que por ellos castigó a los reyes

15 y dijo: «¡No toquen a mis ungidos!

¡No les hagan daño a mis profetas!»

16 Dios hizo que hubiera hambre en la tierra,

y el trigo para el pan quedó destruido.

17 Pero antes envió a uno de sus hombres;

envió a José, que fue vendido como esclavo.

18 Los egipcios le pusieron grilletes en los pies,

y lo arrojaron tras los hierros de la cárcel.

19 Pero finalmente se cumplieron sus dichos,

aunque la palabra de Dios lo puso a prueba.

20 El rey ordenó que le abrieran la cárcel;

el señor que gobierna los pueblos lo liberó.

21 Lo nombró señor de su casa

y lo puso a cargo de sus posesiones.

22 Le dio poder para frenar a los grandes,

y sabiduría para enseñar a los sabios.

23 Fue así como Israel llegó a Egipto,

como Jacob llegó a vivir en la tierra de Cam.

24 Pero el pueblo aumentó en número

y se hizo más fuerte que los egipcios.

25 El corazón de los egipcios se llenó de odio,

y decidieron hacerle mal a su pueblo.

26 Pero Dios envió a su siervo Moisés,

lo mismo que a Aarón, su escogido.

27 Dios les dio el poder de hacer señales,

y de realizar prodigios en la tierra de Cam.

28 Dejó caer sobre Egipto densa oscuridad,

pero los egipcios no acataron su palabra.

29 Convirtió las aguas en sangre,

y todos los peces murieron.

30 Vinieron entonces muchísimas ranas,

que infestaron las cámaras reales.

31 Dios habló, y vinieron enjambres de moscas,

y las casas se inundaron de piojos.

32 Dios dejó caer granizo como lluvia,

y rayos de fuego rasgaron la tierra.

33 Destrozó los viñedos, secó las higueras,

y desgajó los árboles de su país.

34 Dios habló otra vez, y vinieron langostas,

y como plaga llegó el pulgón,

35 y se comió la hierba del país

y acabócon los frutos de su tierra.

36 Hirió de muerte a todos sus primogénitos,

a las primicias de su fuerza varonil.

37 Su pueblo salió cargado de oro y plata;

en sus tribus no había un solo enfermo.

38 Cuando el pueblo salió, los egipcios se alegraron,

pues ante ellos sentían un profundo terror.

39 En el desierto los cubría una nube,

y un fuego los alumbraba de noche.

40 Pidieron comida, y Dios les mandó codornices;

sació su hambre con el pan que cayó del cielo.

41 Dios partió la peña, y fluyeron aguas

que corrieron como ríos por el desierto.

42 Dios se acordó de su santa palabra,

y de su juramento a Abrahán, su siervo.

43 Su pueblo salió con gran gozo;

sus elegidos salieron con gran júbilo.

44 Dios les dio las tierras de otras naciones,

lo mismo que los frutos de esos pueblos,

45 para que obedecieran sus preceptos

y cumplieran todos sus mandatos.

¡Aleluya!

Salmos 106

La rebeldía de Israel

1 ¡Aleluya!

¡Alabemos al Señor, porque él es bueno,

porque su misericordia permanece para siempre!

2 ¿Quién podrá contar las grandes obras del Señor?

¿Quién podrá cantar sus alabanzas?

3 ¡Dichosos los que imparten justicia

y siempre practican el derecho!

4 Señor, acuérdate de mí

cuando tu bondad alcance a tu pueblo;

¡ven a brindarme tu salvación!

5 Déjame ver tu bondad hacia tus escogidos;

déjame participar de la alegría de tu pueblo,

y alabarte en compañía de los que son tuyos.

6 Somos tan pecadores como nuestros padres.

Hemos hecho lo malo, hemos cometido maldad.

7 En Egipto, nuestros padres no entendieron tus maravillas;

no se acordaron de tu gran misericordia,

y a orillas del Mar Rojose rebelaron contra ti.

8 Pero tú, Señor, por tu gran amor los salvaste

y diste a conocer tu gran poder.

9 Reprendiste al Mar Rojo, y éste se secó,

y tu pueblo pasó por el mar como por un desierto.

10 Tú los salvaste del poder del enemigo;

¡los rescataste del poder de sus adversarios!

11 El mar cubrió a sus perseguidores,

y ninguno de ellos quedó con vida.

12 Entonces tu pueblo creyó en tu palabra,

y con alegría te cantaron alabanzas.

13 Pero muy pronto olvidaron tus obras;

no esperaron a conocer tus consejos.

14 Allí, en la soledad del desierto,

se entregaron al desenfreno y te pusieron a prueba.

15 Tú les diste lo que pidieron,

pero les enviaste una enfermedad mortal.

16 En el campamento, sintieron envidia de Moisés

y de Aarón, a quien tú consagraste a tu servicio.

17 La tierra se abrió, y se tragó a Datán,

y sepultó a la pandilla de Abirán.

18 El fuego se extendió entre ellos,

y los impíosfueron consumidos por las llamas.

19 En Horeb se hicieron un becerro de oro,

y ante esa horrenda imagense arrodillaron;

20 ¡cambiaron la gloria de Dios

por la imagen de un buey que come hierba!

21 Se olvidaron del Dios que los salvó;

se olvidaron de sus grandes proezas en Egipto,

22 de las maravillas que hizo en tierra de Cam

y de su paso asombroso por el Mar Rojo.

23 Dios llegó a pensar en destruirlos,

pero Moisés, su escogido, se interpuso

e impidió que, en su indignación, los destruyera.

24 Ellos despreciaron una tierra muy deseable,

y no creyeron en las promesas de Dios.

25 En sus tiendas hablaron mal del Señor,

y se negaron a escuchar su voz.

26 Entonces Dios levantó su mano contra ellos

y juró que los haría morir en el desierto,

27 que los humillaría ante las naciones

y los dispersaría por todos los países.

28 Pero el pueblo se sometió ante Baal Pegor,

y participó de los sacrificios a un dios muerto.

29 Esto les acarreó la ira de Dios,

y una plaga mortal cayó sobre ellos.

30 Pero Finés se interpuso y castigó al culpable,

y entonces la plaga se detuvo.

31 Dios tomó su acción como un acto de justicia,

el cual permanece por siempre y para siempre.

32 Junto a las aguas en Meriba irritaron al Señor,

y por culpa de ellos le fue mal a Moisés,

33 pues hicieron que su ánimo se exaltara,

y que hablara con precipitación.

34 No destruyeron a los pueblos

que el Señor les ordenó destruir,

35 sino que se mezclaron con ellos

y asimilaron sus malas costumbres;

36 rindieron culto a sus ídolos,

y eso los llevó a la ruina;

37 ofrecieron a sus hijos y a sus hijas

en sacrificio a esos demonios,

38 y así derramaron sangre inocente;

sangre que fue ofrecida a los dioses de Canaán,

sangre que dejó manchada la tierra.

39 Esos hechos los hicieron impuros,

pues actuaron como un pueblo infiel.

40 El Señor se enfureció contra su pueblo,

y sintió repugnancia por los que eran suyos.

41 Los dejó caer en manos de los paganos,

y fueron sometidos por quienes los odiaban.

42 Sus enemigos los oprimieron;

los sometieron bajo su poder.

43 Muchas veces el Señor los libró,

pero ellos optaron por ser rebeldes,

y por su maldad fueron humillados.

44 Al verlos Dios angustiados,

y al escuchar su clamor,

45 se acordaba de su pacto con ellos,

y por su gran misericordia los volvía a perdonar

46 y hacía que todos sus opresores

les tuvieran compasión.

47 Señor y Dios nuestro, ¡sálvanos!

¡Haz que regresemos de entre las naciones

para que alabemos tu santo nombre,

y alegres te cantemos alabanzas!

48 ¡Bendito seas Señor, Dios de Israel,

desde siempre y hasta siempre!

Que todo el pueblo diga: «¡Amén!»

¡Aleluya!

Salmos 107

Dios libra de la aflicción

1 ¡Alabemos al Señor, porque él es bueno;

porque su misericordia es constante!

2 Que lo afirmen los redimidos por Dios,

los que salvó del poderoso enemigo,

3 los que reunió desde lejanas tierras,

del oriente y del occidente,

del norte y del sur.

4 Perdidos en el desierto, no hallaban un camino

que los llevara a una ciudad habitable.

5 Andaban hambrientos y sedientos,

con el alma a punto de desfallecer.

6 En su angustia, clamaron al Señor,

y él los libró de sus aflicciones,

7 los guió por un buen camino,

hasta encontrar una ciudad habitable.

8 ¡Alabemos la misericordia del Señor

y sus grandes hechos en favor de los mortales!

9 El Señor sacia la sed del sediento,

y colma con buena comida al hambriento.

10 Algunos vivían en profunda oscuridad,

prisioneros de la aflicción y las cadenas,

11 pues fueron rebeldes a los mandatos de Dios

y despreciaron los proyectos del Altísimo.

12 Dios quebrantó su orgullo con trabajos pesados;

caían, y no había quien los levantara.

13 Pero en su angustia clamaron al Señor,

y él los salvó de toda su aflicción;

14 los sacó de la profunda oscuridad,

y puso fin a su aflicción y sus cadenas.

15 ¡Alabemos la misericordia del Señor,

y sus grandes hechos en favor de los mortales!

16 Él destruye las puertas de bronce,

y despedaza los cerrojos de hierro.

17 Obstinados en su conducta rebelde,

y afligidos por causa de sus maldades,

18 llegaron a aborrecer toda clase de alimento;

¡ya tocaban a las puertas de la muerte!

19 Pero en su angustia clamaron al Señor,

y él los libró de su aflicción.

20 Con el poder de su palabra los sanó,

y los libró de caer en el sepulcro.

21 ¡Alabemos la misericordia del Señor,

y sus grandes hechos en favor de los mortales!

22 ¡Ofrezcámosle sacrificios de gratitud,

y jubilosos proclamemos sus obras!

23 Los marinos, que conocen el mar,

con sus naves comercian en muchos lugares.

24 Allí, en lo profundo del mar,

han visto las maravillosas obras del Señor.

25 Él habló, y se desató un viento tempestuoso,

y gigantescas olas se encresparon.

26 Se levantaban hacia el cielo, o se hundían en el mar;

y ellos se desanimaban y temblaban de miedo.

27 Inseguros, daban traspiés, como ebrios;

¡de nada les servía toda su pericia!

28 Pero en su angustia clamaron al Señor,

y él los libró de su aflicción:

29 convirtió la tempestad en bonanza,

y apaciguó las amenazantes olas.

30 Ante esa calma, sonrieron felices

porque él los lleva a puerto seguro.

31 ¡Alabemos la misericordia del Señor,

y sus grandes hechos en favor de los mortales!

32 ¡Que lo exalte el pueblo congregado!

¡Que lo alabe el consejo de ancianos!

33 El Señor convierte ríos y manantiales,

en sequedades y áridos desiertos;

34 por la maldad de sus habitantes

deja estéril la tierra generosa;

35 convierte el desierto en lagunas,

y la tierra seca en manantiales.

36 Allí se establecen los que sufren de hambre,

y fundan ciudades donde puedan vivir.

37 Luego siembran los campos, y plantan sus viñas,

y recogen abundantes cosechas.

38 Dios los bendice y les da muchos hijos,

y no deja que sus ganados se reduzcan.

39 Pero si disminuyen y son humillados,

es por causa de la opresión, la maldad y la congoja.

40 Pero el Señor desprecia a los tiranos,

y los hace perderse en desiertos sin camino.

41 El Señor rescata al pobre de su miseria,

y multiplica sus hijos como rebaños de ovejas.

42 Al ver esto, los fieles se alegran,

y los malvados guardan silencio.

43 Si hay alguien sabio, que cumpla con esto,

y que entienda que el Señor es misericordioso.

Salmos 108

Disposición a la alabanza

Cántico. Salmo de David.

1 Mi corazón está dispuesto, Dios mío;

quiero cantar salmos en tu honor.

2 ¡Despierten, salterio y arpa,

que voy a despertar al nuevo día!

3 Yo, Señor, te alabaré entre los pueblos;

te cantaré salmos entre las naciones,

4 pues tu bondad es más grande que los cielos;

¡hasta las nubes llega tu verdad!

5 Tú, mi Dios, estás por encima de los cielos;

¡tu gloria domina toda la tierra!

6 ¡Sálvanos con tu diestra! ¡Respóndenos!

¡Así se salvará tu pueblo amado!

7 En su santuario, Dios ha sentenciado:

«Con gran alegría fraccionaré Siquén,

y dividiré en parcelas el valle de Sucot.

8 Galaad y Manasés me pertenecen,

Efraín es un yelmo en mi cabeza,

y Judá es un cetro en mi mano.

9 Moab es la vasija en que me lavo,

sobre Edom arrojaré mis sandalias,

y sobre Filistea proclamaré mi victoria.»

10 ¿Y quién me dará entrada en Edom?

¿Quién me hará entrar en esa ciudad amurallada?

11 ¿No eres tú, mi Dios, quien nos ha desechado?

¿No eres tú quien ya no sale con nuestros ejércitos?

12 Bríndanos tu apoyo contra el enemigo,

pues vana resulta la ayuda de los hombres.

13 Por ti, Dios nuestro, haremos proezas;

¡tú harás morder el polvo a nuestros enemigos!

Salmos 109

Clamor de venganza

Al músico principal. Salmo de David.

1 Dios de mi alabanza, ¡no te quedes callado!

2 Gente malvada y mentirosa habla en contra mía,

y con sus mentiras me calumnia.

3 Con palabras llenas de odio me persiguen,

y pelean contra mí sin tener motivo.

4 Yo los trato con amor, y ellos me pagan con odio;

¡pero yo sigo orando por ellos!

5 Les hago un bien y me pagan con un mal;

me tratan con odio, aunque yo los amo.

6 ¡Que lo juzgue un juez injusto!

¡Que el maligno lo condene!

7 ¡Que sea declarado culpable!

¡Que su oración revele su maldad!

8 ¡Que sus años de vida se reduzcan,

y que otro se quede con su oficio!

9 ¡Que se queden huérfanos sus hijos!

¡Que se quede viuda su mujer!

10 ¡Que sus hijos se queden sin techo,

y que mendiguen el pan lejos de sus ruinas!

11 ¡Que sus acreedores les quiten todos sus bienes!

¡Que gente extraña los despoje de sus posesiones!

12 ¡Que nadie tenga de él misericordia!

¡Que nadie compadezca a sus huérfanos!

13 ¡Que no quede rastro de sus descendientes!

¡Que su nombre sea borrado de la generación siguiente!

14 Señor, ¡no olvides la maldad de su padre!

¡Ten presente el pecado de su madre!

15 Señor, ¡no pases por alto su maldad,

y borra de la tierra su memoria!

16 Porque éste se olvidó de la misericordia,

y persiguió hasta darle muerte

al miserable que sufre y tiene roto el corazón.

17 Ya que amó la maldición, ¡que sea maldito!

Despreció la bendición, ¡que nunca sea bendecido!

18 La maldad lo envolvió como un manto;

como agua, penetró en todo su ser;

como aceite, le caló hasta los huesos.

19 ¡Pues que lo envuelva la maldad como un manto,

y que lo oprima para siempre como un cinto!

20 ¡Así les pague el Señor a los que me acusan,

a los que me calumnian y buscan mi mal!

21 Pero tú, mi Señor y Dios,

¡trátame bien por causa de tu nombre!

Por tu bondad y misericordia, ¡sálvame!

22 Te necesito, pues estoy muy afligido;

mi corazón tiene profundas heridas.

23 Siento que me muero, como muere el día;

soy sacudido como una langosta.

24 Las rodillas se me doblan por causa del ayuno,

estoy tan débil que mi cuerpo desfallece.

25 Soy para la gente objeto de burla;

los que me ven, mueven burlones la cabeza.

26 Señor y Dios mío, ¡ayúdame!;

por tu gran misericordia, ¡sálvame!

27 Así sabrán que esto viene de tu mano,

y que eres tú, Señor, quien me ha salvado.

28 No importa que me maldigan, ¡bendíceme tú!

Podrán atacarme, pero quedarán avergonzados,

mientras que este siervo tuyo se regocijará.

29 Cubre de vergüenza a los que me critican;

¡que la confusión los envuelva como un manto!

30 Yo te alabaré, Señor, con mucho gozo;

¡te cantaré en medio de una gran multitud!

31 Porque defiendes al que nada tiene,

y lo libras de quienes lo condenan a muerte.