Job 40

El Señor desafía a Job

1 El Señor también le dijo a Job:

2 «¿Te parece sabio discutir con el Todopoderoso?

El que discute con Dios, tiene que responderle.»

3 Y Job le respondió al Señor:

4 «Indigno soy. ¿Qué te puedo responder?

Más me conviene quedarme callado.

5 Una vez he hablado, así que no voy a responder.

Hablé por segunda vez, y no lo volveré a hacer.»

Maravillas de la creación de Dios

6 Entonces el Señor respondió a Job desde el torbellino, y le dijo:

7 «Pórtate como hombre, y prepárate.

Yo te voy a preguntar, y tú me vas a responder.

8 ¿Acaso vas a invalidar mi justicia?

¿O vas a condenarme para justificarte?

9 ¿Tienes acaso el mismo poder que yo?

¿Puede tu voz resonar como la mía?

10 »Revístete de majestad y de gloria;

cúbrete de honra y hermosura.

11 Deja sentir todo el ardor de tu ira;

fija tu mirada en los orgullosos, y humíllalos.

12 Fíjate en los soberbios, y abátelos;

quebranta a los malvados; ¡ponlos en su lugar!

13 Sepúltalos a todos en la tierra;

cúbreles la cara y déjalos en tinieblas.

14 Entonces yo tendré que reconocer

que tu diestra tiene el poder de salvarte.

15 »Mira a Behemot, la bestia de las bestias;

criatura mía, lo mismo que tú.

Se alimenta de hierba, como los bueyes,

16 su fuerza se concentra en sus lomos,

y su vigor se halla en los músculos de su vientre;

17 ¡sacude su cola como un cedro!

Los tendones de sus muslos se entrelazan,

18 y sus huesos parecen barras de bronce;

¡sus patas son tan fuertes como el hierro!

19 »Behemot fue mi primera obra;

yo lo hice, y sólo yo puedo matarlo.

20 En los montes crece hierba para él,

y allí retozan las bestias del campo.

21 Behemot se echa entre los juncos;

se echa entre las matas de los esteros.

22 La sombra de los árboles lo resguardan;

los sauces del arroyo lo rodean.

23 Si el río se desborda, él no se espanta;

se queda tranquilo aunque el río Jordán lo cubra.

24 ¿Quién puede atacarlo, estando él despierto?

¿Quién puede acercarse a él y horadarle el hocico?

Job 41

1 »¿Acaso puedes pescar a Leviatáncon anzuelo?

¿Puedes atarle la lengua con una simple cuerda?

2 ¿Puedes atarle una soga en la nariz,

y horadarle con ganchos la quijada?

3 ¿Acaso crees que te pedirá clemencia,

o que con palabras dulces te pedirá su libertad?

4 ¿Crees que se comprometerá contigo

a ser tu siervo para siempre?

5 ¿Podrás jugar con él, como con un ave,

y ponerle un lazo para que se diviertan tus hijas?

6 ¿Ofrecerás con él un banquete para tus amigos?

¿Podrán los carniceros descuartizarlo y venderlo?

7 ¿Podrás cortar con cuchillo su dura piel?

¿Podrás clavarle un arpón en la cabeza?

8 Haz el intento siquiera de tocarlo:

¡será una batalla memorable, que nunca más repetirás!

9 »En vano espera quien pretenda domarlo;

de sólo verlo cerca, el más valiente tiembla.

10 No hay nadie tan osado que lo quiera despertar;

entonces, ¿quién podría enfrentarse a mí?

11 ¿Quién me ha dado algo, para que se lo devuelva?

¡Mío es todo lo que hay debajo de los cielos!

12 »Aún me falta decir algo acerca de sus miembros,

de su gran poder y de su elegante presencia.

13 ¿Hay alguien capaz de hacerle frente?

¿Alguien que se arme de valor y le coloque un freno?

14 ¿Quién podrá abrirle esas potentes quijadas,

sin que se espante al ver sus filosos colmillos?

15 Está orgullosamente revestido de duros escudos,

cuyo cerrado tejido resguarda su cuerpo.

16 Tan estrechamente unidos están unos con otros,

que ni el viento más fino los puede atravesar.

17 Cada escudo se entrelaza con el otro;

están trabados entre sí, y no se pueden separar.

18 Cuando esta bestia resopla, lanza fuego,

y sus ojos brillan como la luz del amanecer.

19 De su hocico brotan lenguas de fuego;

¡chispas de lumbre salen disparadas!

20 Por su trompa lanza humo como chimenea,

¡despide vapor como una olla en el fuego!

21 Con sus resoplidos prende fuego a los carbones,

pues brama y lanza fuego por sus fauces.

22 La fuerza de su cuerpo está en su cuello;

cuando ataca, cunde el miedo como polvo.

23 Su piel parece blanda, pero es dura;

es tan firme y resistente como el hierro.

24 Su corazón es duro como una roca,

rígido como una piedra de molino.

25 Aún los más valientes se le enfrentan temerosos,

y llenos de miedo se rinden ante él.

26 Si alguno le da alcance, con la espada no lo hiere,

ni con lanza ni flechas, ni su escudo lo protege.

27 El hierro es para él como la paja,

y el bronce es como un tronco podrido.

28 No le espantan las flechas que sobre él caen,

y las piedras lanzadas con honda le son como paja.

29 Para él, las armas son como hojas secas,

y el silbido de la jabalina le resulta divertido.

30 Su pecho está cubierto de agudas escamas,

y al arrastrarse va abriendo surcos en el fango.

31 Si se lanza al mar, éste hierve,

y brotan candentes burbujas de agua.

32 Tras de sí va dejando una brillante estela,

¡cabellera de plata se torna la blanca espuma!

33 Nada en la tierra se le puede comparar;

es un monstruo que a nada le teme.

34 A los poderosos los mira con desprecio;

¡es el rey de todos los soberbios!»

Job 42

Job reconoce su atrevimiento

1 Entonces Job le respondió al Señor, y le dijo:

2 «Yo sé bien que todo lo puedes,

que no hay nada que tú no puedas realizar.

3 Preguntaste:

“¿Quién se atreve a oscurecer mis designios,

con palabras carentes de sentido?”

Yo fui ese atrevido, que habló sin entender;

¡grandes son tus maravillas!

¡Son cosas que no alcanzo a comprender!

4 Por favor, escucha mis palabras;

quiero preguntarte algo; ¡házmelo saber!

5 Yo había oído hablar de ti,

pero ahora mis ojos te ven.

6 Por lo tanto, me retracto de lo dicho,

y me humillo hasta el polvo y las cenizas.»

El Señor reprende a los amigos de Job

7 Cuando el Señor terminó de hablar con Job, le dijo a Elifaz de Temán:

«Estoy muy enojado contigo y con tus amigos porque, a diferencia de Job, ustedes tienen un concepto erróneo de mí.

8 Pero tomen ahora siete becerros y siete carneros, y preséntense ante mi siervo Job, y ofrezcan un holocausto por ustedes. Job, mi siervo, rogará por ustedes, y yo escucharé sus palabras; así ustedes no quedarán avergonzados por no haber hablado de mí correctamente, como lo hizo Job.»

9 Entonces Elifaz el temanita, Bildad el suhita y Sofar el namatita fueron e hicieron lo que el Señor les ordenó, y el Señor aceptó los ruegos de Job por sus amigos.

Epílogo

10 Después de que Job rogó por sus amigos, el Señor sanó también la aflicción de Job y aumentó al doble todo lo que Job había tenido.

11 Después de haber pasado por tan terrible calamidad que el Señor le envió, Job recibió la visita de todos sus hermanos y hermanas, y de sus amigos y conocidos de antes, y juntos disfrutaron de una gran comida en su casa. Ellos le dieron sus condolencias y lo consolaron por la familia que había perdido, y cada uno de ellos le regaló una moneda de plata y un anillo de oro.

12 Y el Señor bendijo a Job con mayores riquezas que las que tuvo al principio, pues llegó a tener catorce mil ovejas, seis mil camellos, mil yuntas de bueyes y mil asnas,

13 y además tuvo siete hijos y tres hijas.

14 La primera de ellas se llamó Yemimá; la segunda, Quesiyá; y la tercera, Queren Hapuc.

15 No había en toda la tierra mujeres tan hermosas como las hijas de Job. Y Job les dio herencia, lo mismo que a sus hermanos, por partes iguales.

16 Job pudo ver a todos sus hijos, y a sus nietos y bisnietos, hasta la cuarta generación, pues llegó a vivir ciento cuarenta años.

17 Cuando Job murió, era ya muy anciano.

Ester 1

La reina Vasti desafía a Asuero

1 En los días de Asuero,es decir, el Asuero que reinó sobre ciento veintisiete provincias, desde la India hasta Etiopía, sucedió

2 que fue afirmado su trono, que estaba en Susa, capital del reino.

3 En el tercer año de su reinado, Asuero ofreció un banquete a todos sus príncipes y cortesanos, en el que estuvieron presentes los personajes más poderosos de Persia y de Media, y también gobernadores y príncipes de provincias.

4 Durante ciento ochenta días, ¡que fueron muchos días!, el rey Asuero les mostró las riquezas y esplendor de su reino, y el brillo y la magnificencia de su poder.

5 Cumplidos estos días, el rey ofreció en Susa, la capital del reino, otro banquete de siete días para todo su pueblo. Lo ofreció para todos, desde el mayor hasta el menor, en el patio del huerto del palacio real.

6 El pabellón era de blanco, verde y azul, tendido sobre cuerdas de lino y púrpura en anillos de plata y columnas de mármol; los reclinatorios eran de oro y plata, e iban sobre un enlosado de pórfido, mármol, alabastro y jacinto.

7 Se dio a beber mucho vino real en vasos de oro, diferentes unos de otros, de acuerdo con la generosidad del rey.

8 Y se bebía según esta ley: A nadie se le obligaba a beber; porque el rey así lo había mandado a todos los mayordomos de su casa. Cada quien bebía según su voluntad.

9 Y también la reina Vasti ofreció un banquete a las mujeres, en el palacio real del rey Asuero.

10 El séptimo día el rey, cuyo corazón estaba alegre por causa del vino, mandó a Meumán, Bizta, Jarboná, Bigta, Abagta, Zetar y Carcas, los siete eunucos que le servían,

11 que llevaran ante él a la reina Vasti, y que ésta se presentara con la corona real, para mostrar su belleza a los pueblos y a los príncipes, pues era muy hermosa.

12 Pero la reina Vasti desobedeció la orden que le fue enviada por medio de los eunucos, y no quiso presentarse ante el rey. Entonces el rey se enojó mucho, y se encendió en ira.

13 El rey consultó a los sabios que conocían los tiempos (porque él acostumbraba tomar en cuenta a todos los que conocían la ley y el derecho;

14 entre ellos estaban Carsena, Setar, Admata, Tarsis, Meres, Marsena y Memucán, siete príncipes de Persia y de Media que podían presentarse ante el rey y sentarse entre los principales del reino).

15 Les preguntó qué se podía hacer con la reina Vasti según la ley, ya que no había acatado la orden que él le envió por medio de los eunucos.

16 Memucán dijo delante del rey y de los príncipes:

«La reina Vasti ha ofendido no solamente al rey Asuero, sino a todos los príncipes y pueblos y provincias del reino.

17 Lo que ha hecho la reina llegará a oídos de todas las mujeres, y ellas van a tener en poca estima a sus maridos, pues dirán: “El rey Asuero ordenó a la reina Vasti que se presentara ante él, y ella no fue.”

18 Y entonces las señoras de Persia y de Media que sepan lo que hizo la reina, lo dirán a todos los príncipes del rey; y habrá mucho menosprecio y enojo.

19 Si al rey le parece bien, que se dicte un decreto real de parte de Su Majestad, y que éste se inscriba en las leyes de Persia y de Media, para que no sea quebrantado. Que Vasti no vuelva a presentarse ante el rey Asuero, y que el rey declare reina a otra que sea mejor que ella.

20 Que el decreto que dicte Su Majestad sea pregonado en todo su reino (aunque es grande), y que todas las mujeres honren a sus maridos, desde el mayor hasta el menor.»

21 Este consejo de Memucán agradó al rey y a los príncipes, y el rey actuó en consecuencia.

22 Envió cartas a todas las provincias del reino, en la escritura de cada provincia y en el idioma de cada pueblo, en las que se decía que todo hombre debía imponer su autoridad en su casa, y que esto debía publicarse en el idioma del pueblo.

Ester 2

Ester es proclamada reina

1 Después de estos acontecimientos, y sosegada ya su ira, el rey Asuero se acordó de Vasti y de lo que ella había hecho, y de la sentencia en su contra.

2 Los criados del rey, sus cortesanos, dijeron:

«Que se busquen para el rey jóvenes vírgenes y de hermosa figura.

3 Que en todas las provincias del reino haya quienes seleccionen a estas jóvenes. Que éstas sean llevadas a la casa de las mujeres, en la residencia real de Susa, y puestas al cuidado de Jegay, eunuco del rey y guardián de las mujeres. Que les den sus atavíos,

4 y que reine en lugar de Vasti la doncella que a los ojos del rey resulte agraciada.»

Esto le pareció bien al rey, y así se hizo.

5 En la residencia real de Susa había un judío llamado Mardoqueo. Era hijo de Yaír, hijo de Simey, hijo de Cis, del linaje de Benjamín,

6 que había sido llevado cautivo desde Jerusalén, junto con los que fueron llevados con Jeconías, rey de Judá, a quien Nabucodonosor llevó a la cautividad babilónica.

7 Mardoqueo había criado a Jadasá, también llamada Ester, que era una joven huérfana de hermosa figura y de bello semblante. Ester era hija de su tío, pues cuando su padre y su madre murieron, Mardoqueo la adoptó como hija suya.

8 Cuando se divulgó el mandamiento y decreto del rey, se reunió a muchas doncellas en la residencia real de Susa, que estaba a cargo de Jegay, el guardián de las mujeres. También Ester fue llevada a la casa del rey, y quedó al cuidado de Jegay.

9 Cuando Jegay vio a Ester, la halló tan agradable que de inmediato ordenó que se le dieran los mejores atavíos y alimentos, y también siete damas de compañía de la casa real, y la llevó con sus doncellas a lo mejor de la casa de las mujeres.

10 Pero Ester no dio a saber cuál era su pueblo ni su parentela, porque Mardoqueo le había mandado que no hablara de eso.

11 Y cada día Mardoqueo se paseaba frente al patio de la casa reservada a las mujeres, para saber cómo se encontraba Ester, y cómo la trataban.

12 A cada una de las doncellas le tocaba su turno para presentarse ante el rey Asuero. Esto era después de haberse sometido a un embellecimiento de doce meses, según era la costumbre para ellas: seis meses eran tratadas con aceite de mirra, y otros seis meses con perfumes y cosméticos femeninos.

13 Sólo entonces, y después de pedir todo lo necesario para presentarse debidamente ataviada, podía la doncella salir de la casa de las mujeres al palacio real para presentarse ante el rey.

14 La doncella llegaba al caer la tarde, y a la mañana siguiente volvía a la casa segunda de las mujeres, que estaba a cargo de Sasgaz, eunuco del rey y guardián de las concubinas; y no volvía la doncella a presentarse ante el rey, a menos que el rey la requiriera y fuera llamada por su nombre.

15 Ester, hija de Abijaíl, a quien Mardoqueo había adoptado como hija, se ganaba el favor de todos los que la veían. Y cuando le llegó su turno de presentarse ante el rey, no pidió nada más que lo que le recomendó Jegay, el eunuco del rey y guardián de las mujeres.

16 Ester fue llevada a la casa real en el mes décimo, que es el mes de Tebet. Era el año séptimo del reinado de Asuero cuando ella se presentó ante él.

17 Ester se ganó el favor y la benevolencia del rey por encima de las otras doncellas, y éste amó a Ester más que a todas ellas, así que puso en su cabeza la corona real y la proclamó reina en lugar de Vasti.

18 Luego el rey ofreció un gran banquete a todos sus príncipes y siervos en honor de Ester, y además disminuyó tributos a las provincias y les otorgó beneficios, como corresponde a un rey.

Mardoqueo denuncia una conspiración contra el rey

19 Cuando se reunió a las doncellas por segunda vez, Mardoqueo estaba sentado a la puerta del rey.

20 Ester no había dicho de qué nación ni de qué pueblo era, pues así se lo había ordenado Mardoqueo. Y es que Ester hacía lo que Mardoqueo le ordenaba, como cuando él la educaba.

21 Por esos días Bigtán y Teres, que eran eunucos del rey y guardianes de la puerta, se enojaron contra el rey Asuero y comenzaron a hacer planes contra él. Como Mardoqueo estaba sentado a la puerta del rey,

22 se enteró de esos planes y se lo hizo saber a la reina Ester. Ella, a su vez, le comunicó al rey lo que Mardoqueo le había dicho.

23 Al investigarse el asunto y encontrarse que era cierto, los dos eunucos fueron mandados a la horca. Y el caso quedó registrado en el libro de las crónicas del rey.

Ester 3

Amán trama la destrucción de los judíos

1 Después de estos sucesos, el rey Asuero encumbró a Amán hijo de Hamedata el agagueo, y para honrarlo le permitió ocupar un lugar más elevado que el de todos los príncipes que lo acompañaban.

2 Todos los siervos del rey que estaban a la puerta del rey se arrodillaban y se inclinaban ante Amán, porque el rey así lo había ordenado; pero Mardoqueo no hacía nada de esto.

3 Entonces todos esos siervos le preguntaron a Mardoqueo:

«¿Por qué transgredes la orden del rey?»

4 Y como todos los días le preguntaban lo mismo, y él no les hacía caso, lo denunciaron ante Amán, para ver si Mardoqueo se mantendría firme en su postura, pues ya él les había hecho saber que era judío.

5 Cuando Amán se dio cuenta de que Mardoqueo no se arrodillaba ni se humillaba ante él, se llenó de ira.

6 Pero Amán consideró que era muy poco vengarse solamente de Mardoqueo, así que procuró destruir a todos los judíos que había en el reino de Asuero, es decir, al pueblo de Mardoqueo, pues ya le habían informado a qué pueblo pertenecía.

7 Corría el mes primero (es decir, el mes de Nisán) del año duodécimo del rey Asuero, cuando le fue echada a Amán su «pur» (es decir, su suerte) para cada día y para cada mes del año; y la suerte le cayó en el mes duodécimo, que es el mes de Adar.

8 Entonces Amán le dijo al rey Asuero:

«Hay en tu reino un pueblo que se ha esparcido y distribuido entre todos tus pueblos y provincias. Sus leyes son diferentes a las de todo pueblo, y no acatan las leyes del rey. En nada se beneficia el rey con dejarlos vivir.

9 Si al rey le parece bien, emita un decreto que autorice su destrucción. De mi parte, yo pesaré trescientos mil kilos de plata a los que manejan el tesoro, para que los ingresen a los tesoros del rey.»

10 El rey se quitó su anillo y se lo dio a Amán hijo de Hamedata el agagueo, que era enemigo de los judíos,

11 y le dijo:

«Puedes quedarte con la plata que me ofreces. Y con ese pueblo, puedes hacer lo que mejor te parezca.»

12 El día trece del mismo mes primero fueron llamados los escribanos del rey, y todo lo que les mandó Amán lo escribieron a los sátrapas del rey, a los capitanes que gobernaban cada provincia y a los príncipes de cada pueblo. El escrito se hizo a nombre del rey Asuero, en la escritura y la lengua de cada provincia y cada pueblo, y fue sellado con el anillo real.

13 Las cartas enviadas por medio de correos a todas las provincias del rey ordenaban destruir, matar y exterminar a todos los judíos, jóvenes y ancianos, niños y mujeres, y de apoderarse de sus bienes. Todo esto debía hacerse en el día trece del mes duodécimo, que es el mes de Adar.

14 Una copia del escrito entregado por decreto a cada provincia fue publicada en todos los pueblos, a fin de que se prepararan para aquel día.

15 El edicto fue dado en Susa capital del reino, y por mandato del rey los correos salieron con toda rapidez. Y mientras el rey y Amán se sentaron a beber, en la ciudad de Susa reinaba el desconcierto.

Ester 4

Ester promete interceder por su pueblo

1 Cuando Mardoqueo supo todo lo que se había tramado, se rasgó los vestidos, se cubrió de cilicio y ceniza, y se fue por la ciudad gritando con mucha amargura

2 hasta llegar ante la puerta del rey. Allí se detuvo, porque no estaba permitido cruzar la puerta del rey cubierto de cilicio.

3 Todos los judíos de cada provincia y lugar adonde llegaba el decreto del rey se vestían de luto, y ayunaban y hacían grandes lamentos. Muchos de ellos dormían cubiertos de cilicio y ceniza.

4 Las doncellas y los eunucos de la reina Ester fueron y le contaron lo que sucedía. Ella se condolió grandemente de Mardoqueo y le envió vestidos para que se quitara el cilicio, pero él no los aceptó.

5 Entonces Ester llamó a Hatac, que era uno de los eunucos del rey, y que él mismo había puesto al servicio de ella, y lo mandó a Mardoqueo, para que averiguara qué sucedía y por qué estaba vestido así.

6 Hatac salió a la plaza de la ciudad para hablar con Mardoqueo, que estaba ante la puerta del rey.

7 Mardoqueo lo puso al tanto de todo lo que le había acontecido, y de la plata que Amán había prometido entregar a los tesoros del rey, a cambio de la destrucción de los judíos.

8 También le dio una copia del decreto que había sido publicado en Susa, que ordenaba que los judíos fueran destruidos, a fin de que se la mostrara a Ester y le encargara presentarse ante el rey para suplicarle e interceder por su pueblo.

9 Hatac volvió y le contó a Ester lo que Mardoqueo le había dicho.

10 Entonces Ester le dio a Hatac este mensaje para Mardoqueo:

11 «Todos los siervos del rey, y los que viven en sus provincias, saben que hay una sola ley para cualquiera que, sin ser llamado por el rey, entre en el patio interior para verlo, y esa ley es la muerte. Sólo se salvará si el rey extiende hacia él o ella su cetro de oro. ¡Pero en estos treinta días yo no he sido llamada para ver al rey!»

12 Cuando le dijeron a Mardoqueo lo que Ester había dicho,

13 éste mandó a decirle:

«No creas que tu vida está a salvo en la casa del rey, más que la de cualquier otro judío.

14 Si ahora callas por completo, de alguna otra parte nos vendrá respiro y liberación a los judíos, pero tú y tu familia paterna morirán. ¿Quién sabe si has llegado al reino para un momento así?»

15 Ester le envió a Mardoqueo esta respuesta:

16 «Ve y reúne a todos los judíos que se hallan en Susa, y ayunen por mí noche y día; no coman ni beban nada durante tres días, que mis doncellas y yo ayunaremos también. Después de eso me presentaré ante el rey, aun cuando eso vaya contra la ley. Y si tengo que morir, ¡pues moriré!»

17 Entonces Mardoqueo fue e hizo todo lo que Ester le mandó hacer.

Ester 5

Ester invita al rey y a Amán a un banquete

1 Al tercer día, Ester se puso su vestido real y entró en el patio interior de la casa del rey, justamente frente al aposento real. Allí, en el aposento real, estaba el rey sentado en su trono,

2 y al ver a la reina Ester en el patio, la vio con mucho agrado y extendió hacia ella el cetro de oro que tenía en la mano. Ester se acercó entonces y tocó la punta del cetro,

3 mientras el rey le decía:

«¿Qué te pasa, reina Ester? ¿Qué es lo que deseas? ¡Aun la mitad del reino te será concedido!»

4 Y Ester dijo:

«Dígnese Su Majestad asistir hoy con Amán al banquete que para Su Majestad he preparado.»

5 El rey respondió:

«De prisa, llamen a Amán, y hagan lo que Ester ha dicho.»

Y así el rey fue con Amán al banquete que Ester había preparado.

6 Ya en el banquete, y mientras bebían vino, el rey le dijo a Ester:

«¿Cuál es tu petición, que te será concedida? ¿Qué es lo que deseas? ¡Aun la mitad del reino te será concedido!»

7 Ester respondió:

«Ésta es mi petición. Éste es mi deseo:

8 Si merezco que Su Majestad me vea con buenos ojos, y si Su Majestad se digna concederme lo que pido y deseo, le ruego venir con Amán a otro banquete que les prepararé mañana, y entonces haré lo que el rey ha ordenado.»

9 Ese día Amán salió contento y rebosante de alegría; pero cuando vio que Mardoqueo estaba a la puerta del palacio del rey, y que no se levantaba ni se movía de su lugar, se llenó de ira contra él.

10 Sin embargo, contuvo su enojo y se fue a su casa; allí mandó llamar a sus amigos y a Zeres, su mujer,

11 y les habló de sus muchas riquezas y de sus muchos hijos, y de todo aquello con que el rey le había engrandecido y honrado por encima de los príncipes y siervos del rey.

12 Y añadió:

«Incluso la reina Ester no invitó a nadie más al banquete que ella había preparado para el rey, sino sólo a mí; y también me ha invitado para el banquete de mañana con el rey.

13 Pero todo esto no me sirve de nada cada vez que veo al judío Mardoqueo sentado a la puerta del rey.»

14 Entonces Zeres, su mujer, le aconsejó, y también todos sus amigos:

«Que hagan una horca de más de veinte metros de altura, y mañana, cuando veas al rey, pídele que cuelguen allí a Mardoqueo. Y tú, ve con el rey al banquete, y alégrate y pásalo bien.»

Esto le pareció bien a Amán, y mandó preparar la horca.

Ester 6

Amán se ve obligado a honrar a Mardoqueo

1 Aquella misma noche se le fue el sueño al rey, y pidió que le llevaran el libro de las memorias y crónicas, y que se las leyeran.

2 Se encontró entonces escrito que Mardoqueo había denunciado el complot de Bigtán y de Teres, dos de los eunucos del rey y guardianes de la puerta, que habían hecho planes contra el rey Asuero.

3 Y preguntó el rey:

«¿Qué honra o qué distinción se le hizo a Mardoqueo por este servicio?»

Y los servidores del rey, sus oficiales, respondieron:

«No se le ha hecho ninguna distinción.»

4 En eso dijo el rey:

«¿Quién anda en el patio?»

Amán había venido al patio exterior de la casa real, pues quería hablar con el rey para pedirle que mandara colgar a Mardoqueo en la horca que ya le tenía preparada.

5 Los servidores del rey le respondieron:

«Es Amán, que está en el patio.»

Y el rey ordenó:

«Háganlo pasar.»

6 Amán entró, y el rey le dijo:

«¿Qué debe hacerse con el hombre a quien el rey desea honrar?»

Y Amán pensó: «¿A quién más puede el rey querer honrar, sino a mí?»

7 Así que le respondió:

«Para el varón a quien el rey desea honrar,

8 debe traerse el vestido real que el rey porta, el caballo que el rey cabalga, y la corona real que el rey lleva en su cabeza.

9 El vestido real y el caballo debe ponerse en las manos de alguno de los principales nobles de la corona, para que éste vista al varón a quien el rey desea honrar, y lo pasee en el caballo por la plaza de la ciudad, y pregone delante de él: “Así se hace con el varón a quien el rey desea honrar.”»

10 Entonces el rey le dijo a Amán:

«¡Date prisa! Toma el vestido y el caballo, y lo que has dicho, hazlo con el judío Mardoqueo, que se sienta a la puerta real. No dejes de hacer nada de todo lo que has dicho.»

11 Amán tomó el vestido y el caballo, y vistió a Mardoqueo, y lo paseó a caballo por la plaza de la ciudad, y delante de él pregonaba: «Así se hace con el varón a quien el rey desea honrar.»

12 Después de esto, Mardoqueo volvió a sentarse a la puerta real, mientras que Amán regresó rápidamente a su casa, muy triste y cubriéndose la cara.

13 Al llegar, Amán les contó a Zeres, su mujer, y a todos sus amigos, todo lo que le había acontecido. Entonces sus sabios y su mujer le dijeron:

«Si ese Mardoqueo es descendiente de los judíos, y has comenzado a caer, no lo podrás vencer, sino que caerás derrotado ante él.»

14 Todavía estaban ellos hablando con Amán cuando los eunucos del rey llegaron de prisa para llevarlo al banquete que Ester había preparado.

Ester 7

Amán es ahorcado

1 El rey fue con Amán al banquete de la reina Ester.

2 En el segundo día, mientras bebían vino, el rey le preguntó a Ester:

«¿Cuál es tu petición, reina Ester? Te será concedida. ¿Qué es lo que pides? Aunque pidas la mitad del reino, te será otorgada.»

3 La reina Ester respondió:

«Si en verdad soy del agrado de Su Majestad, y si a Su Majestad le parece bien, mi petición es que se me conceda la vida de mi pueblo y mi propia vida.

4 Porque a mi pueblo y a mí se nos ha vendido. ¡Se nos quiere destruir, matar y exterminar! Si se nos hubiera vendido para ser esclavos y esclavas, me callaría; pero nuestra muerte será para Su Majestad un daño irreparable.»

5 Como respuesta, el rey Asuero le preguntó a la reina Ester:

«¿Quién es, y dónde está, el que ha abrigado en su corazón hacer tal cosa?»

6 Ester dijo:

«El enemigo y adversario es este malvado Amán.»

Entonces Amán se trastornó ante el rey y la reina.

7 Lleno de ira, el rey se levantó del banquete y se fue al huerto del palacio, mientras que Amán se quedó para suplicarle a la reina Ester que le perdonara la vida, pues se dio cuenta del peligro que corría por el enojo del rey.

8 Cuando el rey volvió del huerto del palacio al aposento del banquete, y vio que Amán estaba recostado sobre el lecho donde estaba Ester, le dijo:

«¿Acaso quieres también violar a la reina en mi propia casa?»

Al proferir el rey estas palabras, le cubrieron el rostro a Amán.

9 Entonces Jarboná, que era uno de los eunucos del rey, dijo:

«En la casa de Amán hay una horca de más de veinte metros de altura. La mandó hacer Amán para colgar a Mardoqueo, que fue quien habló en favor del rey.»

Y el rey ordenó:

«¡Cuelguen de ella a Amán!»

10 Y así Amán fue colgado en la horca que había mandado preparar para Mardoqueo. Con esto, la ira del rey se calmó.