1 Crónicas 29

1 El rey David le dijo a toda la asamblea:

«Dios ha escogido a mi hijo Salomón, pero él es todavía un niño tierno de edad, y la obra es demasiado grande. Esta casa no es para un hombre, sino para Dios el Señor.

2 Con todas mis fuerzas yo he preparado todo para la casa de mi Dios: oro para los objetos de oro, plata para los objetos de plata, bronce para los de bronce, hierro para los de hierro, y madera para los de madera; además, piedras de ónice, piedras preciosas, piedras negras, piedras de diversos colores, toda clase de piedras preciosas, y piedras de mármol en abundancia.

3 Además de todo lo que he preparado para la casa del santuario, es tan grande mi afecto por la casa de mi Dios que, en mi tesoro particular, tengo guardado oro y plata, y lo voy a dar para la casa de mi Dios:

4 cien mil kilos de oro, de oro de Ofir, y treinta mil kilos de plata refinada para recubrir las paredes de los edificios;

5 oro para los objetos de oro, y plata para los objetos de plata y para toda obra que deban hacer los artífices. ¿Quién más quiere presentar hoy una ofrenda voluntaria al Señor?»

6 Los jefes de familia y los jefes de las tribus israelitas, y los jefes de millares y de centenas, lo mismo que los administradores de las propiedades del rey, presentaron sus ofrendas voluntarias.

7 Para el servicio de la casa de Dios dieron ciento sesenta y cinco mil kilos y diez mil monedas de oro, trescientos treinta mil kilos de plata, seiscientos mil kilos de bronce, y tres millones trescientos mil kilos de hierro.

8 Todo el que tenía piedras preciosas las puso en las manos de Yejiel el guersonita para el tesoro de la casa del Señor.

9 El pueblo estaba feliz de haber contribuido voluntariamente, pues todo lo que ofrecieron al Señor lo dieron de corazón y de manera voluntaria.

10 El rey David se alegró mucho y bendijo al Señor delante de toda la congregación. Dijo:

«Bendito seas, Señor y Padre nuestro, Dios de Israel, desde el siglo y hasta el siglo.

11 Tuya es, Señor, la magnificencia y el poder, la gloria, la victoria y el honor; pues tuyas son todas las cosas que están en los cielos y en la tierra. Tuyo es, Señor, el reino.¡Tú eres excelso sobre todas las cosas!

12 De ti proceden las riquezas y la gloria. Tú dominas sobre todo. En tu mano están la fuerza y el poder, y en tu mano también está el engrandecer y el dar poder a todos.

13 Por eso ahora, Dios nuestro, alabamos y loamos tu glorioso nombre.

14 »A decir verdad, ¿quién soy yo, y quién es mi pueblo, para poder ofrecerte todo esto, y de manera voluntaria? Todo es tuyo, y lo que ahora te damos lo hemos recibido de tus manos.

15 Nosotros, ante ti, somos unos extranjeros y advenedizos, como lo fueron todos nuestros padres: ¡nuestros días sobre la tierra son como una sombra pasajera!

16 Señor y Dios nuestro, toda esta abundancia que hemos preparado para edificar casa a tu santo nombre, procede de tu mano, y es todo tuyo.

17 Dios mío, yo sé que tú escudriñas los corazones, y que la rectitud te agrada. Por eso yo, con rectitud de mi corazón, te he ofrecido todo esto de manera voluntaria, y con alegría he visto que tu pueblo, reunido aquí y ahora, te ha ofrendado con espontaneidad.

18 »Señor, Dios de nuestros padres Abrahán, Isaac e Israel, conserva siempre esta voluntad de corazón de tu pueblo, y encamina a ti su corazón.

19 Dale a mi hijo Salomón un corazón perfecto, para que cumpla tus mandamientos, tus testimonios y tus estatutos, y para que te edifique la casa y todas las cosas, para las cuales yo he hecho estos preparativos.»

20 Después de esto, David dijo a toda la congregación:

«Bendigan al Señor su Dios.»

Entonces toda la congregación bendijo al Señor, Dios de sus padres, y se inclinaron y adoraron delante del Señor y del rey.

21 Sacrificaron víctimas al Señor, y al día siguiente le ofrecieron holocaustos: mil becerros, mil carneros, mil corderos con sus libaciones, y muchos sacrificios de parte de todo Israel.

22 Y ese día comieron y bebieron delante del Señor con gran alegría, y por segunda vez reconocieron como rey a Salomón hijo de David, y ante el Señor lo ungieron como príncipe, y a Sadoc lo ungieron como sacerdote.

23 Salomón ocupó el trono del Señor en lugar de David su padre,y fue prosperado, y todo Israel le juró obediencia.

24 Todos los jefes y poderosos, y todos los hijos del rey David, rindieron homenaje al rey Salomón,

25 y el Señor lo engrandeció en extremo ante todo Israel, y fue tal la gloria de su reino que ningún rey la tuvo antes de él en Israel.

Muerte de David

26 David hijo de Yesé reinó sobre todo Israel

27 cuarenta años. Siete años reinó en Hebrón, y treinta y tres reinó en Jerusalén.

28 Murió cuando ya era anciano y entrado en años, rodeado de riquezas y de gloria; y en su lugar reinó su hijo Salomón.

29 Los hechos del rey David, tanto los primeros como los últimos, están escritos en el libro de las crónicas del vidente Samuel, en las crónicas del profeta Natán, y en las crónicas del vidente Gad,

30 con todo lo relativo a su reinado y su poder, y con todo lo que le aconteció a él, y a Israel y a todos los reinos de aquellas tierras.

2 Reyes 1

Muerte de Ocozías

1 Después de la muerte de Ajab, Moab se rebeló contra Israel.

2 Y Ocozías, que se había caído desde la ventana de una sala de su palacio de Samaria, desde su lecho de dolor mandó mensajeros para consultar a Baal Zebub, dios de Ecrón, pues quería saber si recuperaría la salud.

3 Pero el ángel de Dios le dijo a Elías el tisbita:

«Ve al encuentro de los mensajeros del rey de Samaria, y diles: “¿Ya olvidaron que Israel tiene un Dios poderoso? ¿Por qué van a consultar a Baal Zebub, dios de Ecrón?”

4 Así ha dicho el Señor: “No te vas a levantar de tu cama, sino que definitivamente morirás.”»

Elías se fue a su encuentro.

5 Y cuando los mensajeros volvieron, el rey les preguntó:

«¿Por qué regresaron?»

6 Y ellos respondieron:

«Encontramos a un profeta que nos dijo: “Regresen con el rey y díganle: ‘Así ha dicho el Señor: ¿Acaso no hay Dios en Israel? ¿Por qué consultas a Baal Zebub, dios de Ecrón? Por eso no te vas a levantar de tu cama, sino que definitivamente morirás.’”»

7 Y el rey preguntó:

«¿Qué apariencia tenía el varón que encontraron, y que les dijo eso?»

8 Y ellos respondieron:

«Iba vestido con pieles de animales, y se ceñía con un cinturón de cuero.»

Entonces el rey dijo:

«Se trata de Elías, el tisbita.»

9 Enseguida el rey mandó a un capitán con cincuenta soldados a buscar a Elías, que estaba sentado en la cumbre del monte. El capitán subió a verlo, y le dijo:

«Varón de Dios, el rey te pide que bajes.»

10 Pero Elías le respondió al capitán:

«Si soy un varón de Dios, que caiga fuego del cielo y te consuma con tus cincuenta soldados.»

Al instante cayó fuego del cielo, y consumió al capitán y a sus cincuenta soldados.

11 Entonces el rey envió a otro capitán con otros cincuenta soldados, y éste le dijo lo mismo:

«Varón de Dios, el rey te pide que bajes pronto.»

12 Y Elías respondió:

«Si soy un varón de Dios, que caiga fuego del cielo y te consuma con tus cincuentasoldados.»

Y al instante cayó fuego del cielo, y consumió al capitán y a sus cincuenta soldados.

13 Pero el rey volvió a enviar a un tercer capitán, también con cincuenta soldados, y cuando éste estuvo frente a Elías, se puso de rodillas y le dijo:

«Varón de Dios, te ruego que me perdones la vida, y la de estos cincuenta siervos tuyos.

14 El fuego que ha caído del cielo ha consumido a los dos primeros capitanes y a sus cincuenta soldados; dígnate salvarme la vida, si crees que vale algo.»

15 Entonces el ángel de Dios le dijo a Elías:

«No tengas miedo. Puedes ir con él.»

Y Elías bajó del monte y fue a ver al rey.

16 Cuando llegó ante él, le dijo:

«Tú enviaste mensajeros a consultar a Baal Zebub, dios de Ecrón. ¿Acaso no hay Dios en Israel, a quien puedes consultar? Por eso, no te vas a levantar de tu cama, sino que definitivamente morirás.»

17 Y el rey de Israel murió, tal y como Dios lo había dicho por medio de Elías. En su lugar reinó su hermano Jorán, porque Ocozías no había tenido hijos. Esto sucedió en el segundo año del reinado de Jorán hijo de Josafat, rey de Judá.

18 Todos los hechos de Ocozías se hallan registrados en el libro de las crónicas de los reyes de Israel.

2 Reyes 2

Eliseo sucede a Elías

1 Cuando el Señor decidió llevarse a Elías, se lo llevó al cielo en medio de un torbellino. En ese momento, Elías venía de Gilgal con Eliseo, y alcanzó a decirle:

2 «Dios me está enviando a Betel. Tú quédate aquí.»

Pero Eliseo le respondió:

«Juro por el Señor y por tu vida, que no te voy a dejar.»

Así que los dos se fueron a Betel.

3 Pero en el camino se encontraron con los profetas de Betel, y éstos le preguntaron a Eliseo:

«¿Ya sabes que hoy el Señor va a quitarte a tu maestro?»

Eliseo les respondió:

«Sí, ya lo sé, pero ustedes no digan nada.»

4 Entonces Elías le volvió a decir:

«Eliseo, quédate aquí, porque el Señor me está enviando a Jericó.»

Pero Eliseo le respondió:

«Juro por el Señor y por tu vida, que no te voy a dejar.»

Y los dos se fueron a Jericó.

5 En el camino se encontraron con los profetas de Jericó, y le preguntaron a Eliseo:

«¿Ya sabes que hoy el Señor te va a quitar a tu maestro?»

Eliseo les respondió:

«Sí, ya lo sé, pero ustedes no digan nada.»

6 Luego, Elías dijo:

«Te ruego que te quedes aquí, porque el Señor me ha enviado al Jordán.»

Pero Eliseo respondió:

«Juro por el Señor y por tu vida, que no te voy a dejar.»

Y los dos se fueron al Jordán.

7 En ese momento llegaron cincuenta profetas y se pararon a cierta distancia de ellos, mientras que Elías y Eliseo se quedaron junto al Jordán.

8 Entonces Elías tomó su manto y lo dobló, y con él golpeó las aguas, y al instante éstas se abrieron, y los dos cruzaron el río en seco.

9 Al llegar al otro lado, Elías le dijo a Eliseo:

«¿Qué quieres que yo haga por ti? Pídeme lo que quieras antes de que me separe de ti.»

Y Eliseo le dijo:

«Te ruego que me des una doble porciónde tu espíritu.»

10 Y Elías respondió:

«Me pides algo muy difícil. Pero te será concedido si logras verme cuando sea yo separado de ti. De lo contrario, no se te concederá.»

11 Mientras ellos seguían hablando y caminando, apareció un carro envuelto en llamas, con sus caballos de fuego, y los separó. En ese momento, Elías ascendió al cielo en medio de un torbellino.

12 Al ver esto, Eliseo exclamó:

«¡Padre mío, padre mío! ¡Tú has sido para Israel su caballería y sus carros de combate!»

Y nunca más volvió a verlo. Entonces se rasgó la ropa en dos,

13 y enseguida recogió del suelo el manto de Elías, y regresó al Jordán, donde se detuvo a la orilla.

14 Entonces tomó el manto, golpeó con él las aguas, y dijo:

«¿Dónde está el Señor, el Dios de Elías?»

En cuanto Eliseo golpeó las aguas, éstas se abrieron, y Eliseo cruzó el río en seco.

15 Al ver esto los profetas de Jericó, que estaban en la otra orilla, dijeron:

«El espíritu de Elías reposa ahora sobre Eliseo.»

Enseguida fueron a su encuentro, y se inclinaron ante él.

16 Luego dijeron:

«En Jericó tenemos cincuenta hombres aguerridos. Ellos pueden ir a buscar a tu maestro, pues tal vez el espíritu del Señor lo levantó y lo ha dejado en algún monte o en algún valle.»

Eliseo les pidió que no hicieran nada,

17 pero los profetas insistieron hasta que, abochornado, él les permitió enviar a esos cincuenta hombres a buscar a Elías. Y durante tres días lo buscaron, pero no dieron con él.

18 Cuando regresaron, vieron a Eliseo, que estaba en Jericó. Y éste les dijo:

«¿Acaso no les pedí que no fueran a buscarlo?»

19 En ese momento llegaron los habitantes de la ciudad y le dijeron a Eliseo:

«El sitio donde está construida la ciudad es muy bueno, como lo puedes comprobar, pero las aguas son malas y la tierra no produce nada.»

20 Eliseo les dijo:

«Tomen una vasija nueva, y échenle sal.»

Aquellos obedecieron,

21 y él fue adonde estaban los manantiales, echó la sal en ellos, y dijo:

«Así ha dicho el Señor: “Yo sano ahora estas aguas. Nunca más serán ellas causa de enfermedad ni de muerte.”»

22 Y tal como lo dijo Eliseo, ese día las aguas de Jericó quedaron sanas, hasta el día de hoy.

23 Tiempo después, Eliseo salió de allí y se dirigió a Betel. En el camino salieron de la ciudad unos muchachos que burlones le gritaban: «¡Sube, viejo calvo, sube!»

24 Eliseo volvió la vista y los maldijo en el nombre del Señor. Y en ese momento salieron del monte unos osos, los cuales despedazaron a cuarenta y dos de ellos.

25 De allí, Eliseo se fue al monte Carmelo, y luego a Samaria.

2 Reyes 3

Reinado de Jorán de Israel

1 Jorán hijo de Ajab comenzó a reinar sobre Israel cuando Josafat tenía dieciocho años de reinar sobre Judá, y reinó doce años en Samaria.

2 Pero hizo lo malo a los ojos del Señor, aunque no al grado de su padre y su madre, pues quitó las estatuas de Baal que su padre había hecho.

3 Sin embargo, se entregó a los mismos pecados con que Jeroboán hijo de Nabat hizo pecar a Israel, y no se apartó de ellos.

Eliseo predice la victoria sobre Moab

4 El rey Mesa de Moab poseía muchos rebaños, y entregaba al rey de Israel cien mil corderos y cien mil carneros.

5 Pero a la muerte de Ajab el rey de Moab se rebeló contra el rey de Israel.

6 Entonces el rey Jorán salió de Samaria y pasó revista a todo Israel.

7 Luego mandó a decir al rey Josafat de Judá:

«El rey de Moab se ha rebelado contra mí. ¿Me acompañarás a luchar contra Moab?»

Y Josafat respondió:

«Por supuesto que iré. Tú eres como si fuera yo mismo; tu pueblo es como mi pueblo, y tus caballos son como los míos.

8 ¿Qué camino tomaremos?»

Y Jorán respondió:

«Tomaremos el camino del desierto de Edom.»

9 Fue así como el rey de Israel y el rey de Judá, junto con el rey de Edom, tomaron el camino del desierto, pero después de siete días les faltó agua para el ejército y para las bestias.

10 Entonces el rey de Israel dijo:

«¡Vaya! El Señor ha convocado a estos tres reyes para entregarlos en manos de los moabitas.»

11 Pero Josafat dijo:

«¿No hay por aquí algún profeta del Señor? ¡Podríamos consultarlo por medio de él!»

Uno de los oficiales del rey de Israel respondió:

«Por aquí está Eliseo hijo de Safat, que era ayudante de Elías.»

12 Y Josafat dijo:

«En él habrá palabra del Señor.»

Y los tres reyes fueron a verlo.

13 Pero Eliseo le dijo al rey de Israel:

«¿Qué tengo yo que ver contigo? ¡Anda a ver a los profetas de tu padre y de tu madre!»

Pero el rey de Israel le respondió:

«No, no voy a ir con ellos. El Señor nos ha reunido a nosotros tres, para entregarnos en manos de los moabitas.»

14 Eliseo dijo entonces:

«Juro por el Señor de los ejércitos, en cuya presencia me encuentro, que de no ser por el respeto que le debo al rey Josafat rey de Judá, a ti ni siquiera te dirigiría la mirada.

15 Pero, bueno, ¡tráiganme un tañedor!»

Y mientras el tañedor tocaba, la mano del Señor vino sobre Eliseo,

16 quien dijo:

«Así ha dicho el Señor: “Caven en este valle muchos estanques.”

17 Y el Señor también ha dicho: “Aunque ustedes no vean ningún viento, ni ninguna lluvia, este valle se llenará de agua, y beberán ustedes, y sus bestias y sus ganados.”

18 Esto, a los ojos del Señor, no es nada difícil; también va a poner a los moabitas en las manos de ustedes.

19 Y ustedes destruirán todas sus bellas ciudades fortificadas, y talarán todo árbol frondoso, cegarán todos los pozos, y sembrarán de piedras todos los campos arables.»

20 Al día siguiente por la mañana, a la hora del sacrificio, un repentino aluvión llegó desde Edom y toda esa región se inundó.

21 Y al saber los de Moab que los reyes se disponían a atacarlos, todos ellos se juntaron, desde los que apenas podían ponerse la armadura hasta los más experimentados, y tomaron sus puestos en la frontera.

22 Y al día siguiente, cuando los moabitas se levantaron, vieron a la distancia que el reflejo del sol sobre las aguas las hacía verse rojas como sangre.

23 Entonces gritaron:

«¡Esto es la sangre de una batalla! Seguramente los reyes han luchado entre sí, y han matado a sus propios compañeros. ¡Vamos, moabitas, al botín!»

24 Pero cuando los moabitas llegaron al campamento de Israel, se levantaron los israelitas y los atacaron, y aunque los moabitas trataron de huir, los israelitas los persiguieron y los mataron;

25 y asolaron las ciudades, y en todos los campos fértiles esparcieron piedras, y cegaron también todos los pozos, y derribaron todos los árboles frondosos; sólo quedaron piedras en Quir Jaréset porque los honderos rodearon esa ciudad y la destruyeron.

26 Cuando el rey de Moab vio que había perdido la batalla, tomó consigo a setecientos hombres hábiles con la espada y quiso atacar al rey de Edom, pero no lo consiguió.

27 Entonces tomó a su primogénito, el que habría de reinar en su lugar, y lo ofreció en holocausto sobre la muralla. Y fue tan grande el enojo contra Israel, que éstos decidieron retirarse y volver a su tierra.

2 Reyes 4

El aceite de la viuda

1 La viuda de uno de los profetas presentó a Eliseo la siguiente súplica:

«Mi esposo, siervo tuyo, ha muerto. Tú bien sabes que él era temeroso del Señor. Pero nuestro acreedor ha venido ahora y quiere llevarse a mis dos hijos para venderlos como esclavos.»

2 Eliseo le dijo:

«¿Y en qué te puedo ayudar? Dime qué es lo que tienes en casa.»

La viuda dijo:

«Esta sierva tuya no tiene en casa más que una vasija de aceite.»

3 Entonces Eliseo le dijo:

«Ve y pide a tus vecinos que te presten algunas vasijas vacías. ¡Todas las que puedas conseguir!

4 Luego, entra en tu casa y enciérrate con tus hijos. Echa aceite en todas las vasijas, y ve apartándolas conforme las vayas llenando.»

5 La viuda se fue a su casa, cerró la puerta tras de sí y se encerró con sus hijos; y conforme ellos iban trayendo las vasijas, ella las iba llenando de aceite.

6 Cuando todas las vasijas estuvieron llenas, ella le pidió a uno de sus hijos que le pasara una vasija más. Pero en cuanto su hijo le contestó que ya no había más vasijas, el aceite se terminó.

7 Entonces ella fue a contárselo al varón de Dios, y éste dijo:

«Ahora ve y vende el aceite, y págale a tu acreedor, y tú y tus hijos vivan de lo que les quede.»

Eliseo y la sunamita

8 En cierta ocasión, una mujer importante de Sunén invitó a Eliseo a comer en su casa. Y cada vez que Eliseo pasaba por allí, la mujer le insistía que se quedara a comer.

9 A su marido le dijo:

«¿Sabes de qué me he dado cuenta? ¡Pues de que este hombre que siempre pasa por nuestra casa es un santo varón de Dios!

10 Debiéramos hacerle un pequeño aposento en la azotea, y poner allí una cama y una mesa, y una silla y un candelero, para que cuando pase por aquí pueda quedarse con nosotros.»

11 Un día en que Eliseo pasó por allí, se quedó a dormir en ese aposento,

12 pero le dijo a Guejazí, su criado:

«Llama a la sunamita.»

Guejazí la llamó, y cuando ella se presentó ante Eliseo,

13 éste, dirigiéndose a Guejazí, dijo:

«Esta mujer ha sido muy amable con nosotros. Pregúntale qué quiere que haga yo en su favor. ¿Necesita que hable por ella al rey, o al general del ejército?»

Y la mujer respondió:

«En medio de mi pueblo, yo vivo como una reina.»

14 Pero Eliseo insistió:

«Entonces, ¿qué podemos hacer por ella?»

Y Guejazí respondió:

«Su marido ya es anciano, y ella no tiene hijos todavía.»

15 Eliseo le ordenó entonces a su criado que la llamara. Guejazí la llamó y, cuando ella se detuvo en la puerta,

16 Eliseo le dijo:

«Dentro de un año, por estos días, tendrás un hijo en tus brazos.»

Pero ella protestó:

«¡No, mi señor, varón de Dios! ¡No te burles de esta sierva tuya!»

17 Sin embargo, la mujer concibió y un año después, por el tiempo que Eliseo le había dicho, dio a luz un hijo.

18 Y el niño creció. Pero un día que fue a ver a su padre, que andaba con los segadores,

19 de pronto gritó:

«¡Padre, mi cabeza! ¡Me duele la cabeza!»

Enseguida el padre ordenó a uno de sus criados que lo llevara con su madre.

20 El criado así lo hizo. Pero al mediodía, mientras el niño estaba sentado en el regazo de su madre, murió.

21 Entonces ella subió al aposento del varón de Dios, lo puso sobre la cama, y cerrando la puerta salió de allí.

22 Luego fue a llamar a su marido, y le dijo:

«Te ruego que me prestes a uno de los criados y una de tus asnas. Quiero ir corriendo a ver al varón de Dios, para que regrese.»

23 Pero su marido objetó:

«¿Y para qué vas a verlo hoy? Si no es nueva luna, ni día de reposo.»

Pero ella simplemente se despidió.

24 Mandó aparejar el asna, y le dijo al criado:

«¡En marcha! ¡Tú nos diriges! ¡Pero no me detengas en el camino, a menos que yo te lo ordene!»

25 Y así, la mujer partió y se fue al monte Carmelo, donde estaba el varón de Dios. Y cuando éste la vio a la distancia, le dijo a su criado Guejazí:

«Aquí viene la sunamita.

26 Hazme el favor de ir corriendo a recibirla, y pregúntale cómo está ella, y su marido y su hijo.»

Ella respondió que estaba bien,

27 pero en cuanto llegó al monte, donde estaba el varón de Dios, se arrojó a sus pies. Guejazí se acercó y trató de levantarla, pero el varón de Dios le dijo:

«Déjala, que se encuentra muy amargada. Pero el Señor no me ha dicho qué es lo que pasa, sino que me ha encubierto el motivo.»

28 Entonces ella dijo:

«¿Acaso yo le pedí un hijo a mi señor? ¿No dije, más bien, que no te burlaras de mí?»

29 Entonces Eliseo le dijo a Guejazí:

«Cíñete la ropa, toma mi bastón, y ponte en marcha. Si te encuentras con alguien, no lo saludes, y si alguien te saluda, no le respondas. Al llegar, pon mi bastón sobre el rostro del niño.»

30 Pero la madre del niño le dijo:

«Juro por el Señor, y por tu vida, que no voy a dejarte aquí.»

31 Entonces Eliseo se levantó y la siguió. Guejazí, que se había adelantado, llegó y puso el bastón sobre el rostro del niño; pero el niño no había dado señales de vida, así que Guejazí se había vuelto para encontrarse con Eliseo, y cuando lo encontró le dijo: «El niño no despierta.»

32 Cuando Eliseo llegó a la casa, el niño yacía tendido sobre la cama, sin vida.

33 Entonces Eliseo entró y cerró la puerta tras de sí, y oró al Señor.

34 Luego, subió a la cama y se tendió sobre el niño, juntando boca con boca, ojos con ojos, y manos con manos. Así, se mantuvo tendido sobre el niño, hasta que el cuerpo del niño comenzó a entrar en calor.

35 Luego Eliseo se levantó y comenzó a pasearse de un lado a otro de la casa, y después volvió a subirse a la cama, y se tendió otra vez sobre el niño; en ese momento el niño estornudó siete veces, y abrió sus ojos.

36 Entonces Eliseo llamó a Guejazí, y le ordenó que llamara a la sunamita. Guejazí la llamó y, cuando ella entró, Eliseo le dijo: «Toma tu hijo.»

37 La mujer entró y, sin levantar el rostro, se arrojó a los pies de Eliseo. Después de eso, tomó a su hijo y se fue.

Milagros en beneficio de los profetas

38 Cuando Eliseo volvió a Gilgal, se encontró con que había una grave hambruna en la región. Como los hijos de los profetas estaban con él, le ordenó a su criado:

«Pon una olla grande, y haz un guisado para los profetas.»

39 Uno de ellos salió al campo a recoger hierbas, y halló una planta parecida a una parra silvestre; llenó su manto con los frutos de esa planta y regresó, y al llegar cortó los frutos y los echó en la olla del guisado, sin saber qué clase de frutos eran.

40 Después se sirvió el guisado para que comieran los profetas, pero en cuanto ellos lo probaron, dijeron:

«¡Varón de Dios, lo que hay en la olla nos va a matar!»

Y no lo pudieron comer.

41 Entonces Eliseo pidió que trajeran harina, y luego de esparcirla en la olla, dijo:

«Ya pueden dar de comer a la gente.»

Y no hubo nada en la olla que hiciera daño.

42 Llegó entonces un hombre de Baal Salisá, que trajo al varón de Dios panes de primicias, veinte panes de cebada, y trigo nuevo todavía en su espiga. Eliseo ordenó a su criado que diera de comer a la gente,

43 pero su criado respondió:

«¿Cómo voy a ofrecer sólo esto a cien hombres?»

Pero Eliseo volvió a decir:

«Dale a la gente de comer, que el Señor ha dicho: “Comerán, y hasta sobrará.”»

44 Entonces Guejazí puso lo que tenía delante de ellos y, conforme a la palabra del Señor, ellos comieron y hasta les sobró.

2 Reyes 5

Eliseo y Namán

1 Cierto general del ejército del rey de Siria, llamado Namán,era un hombre muy importante. Su señor lo tenía en alta estima porque, por medio de él, que era un guerrero muy valiente, el Señor había dado la victoria a Siria. Pero Namán era leproso.

2 Un día, una joven israelita que las bandas de sirios habían hecho cautiva y la habían puesto al servicio de la esposa de Namán,

3 le dijo a su señora:

«Si mi señor acudiera al profeta que está en Samaria, él lo sanaría de su lepra.»

4 Cuando Namán fue a ver al rey de Siria, le contó lo que la joven israelita le había dicho a su esposa,

5 y el rey le dijo:

«Pues ve a ver a ese profeta. Yo le enviaré cartas al rey de Israel.»

Namán se puso en marcha, llevando consigo treinta mil monedas de plata, y seis mil monedas de oro, y diez mudas de vestidos.

6 También llevó consigo cartas para el rey de Israel, las cuales decían:

«Cuando estas cartas lleguen a tus manos, por ellas sabrás que yo estoy enviándote a mi siervo Namán, para que lo sanes de su lepra.»

7 En cuanto el rey de Israel leyó las cartas, se rasgó las vestiduras y dijo:

«¿Acaso soy Dios, capaz de dar la vida y de quitarla, para que éste me envíe un hombre para que lo sane de su lepra? Como pueden ver, sólo está buscando un pretexto para atacarme.»

8 Como Eliseo, el varón de Dios, se enteró de que el rey de Israel se había rasgado las vestiduras, mandó a decirle:

«¿Por qué te has rasgado las vestiduras? ¡Deja que venga a verme! ¡Así sabrá que en Israel hay profeta!»

9 Y Namán fue a ver a Eliseo, y al llegar a la puerta de su casa se detuvo, con sus caballos y con su carro de guerra.

10 Entonces Eliseo mandó un mensajero a que le dijera:

«Ve y lávate siete veces en el Jordán, y tu carne volverá a ser como antes era, y quedarás limpio de tu lepra.»

11 Pero Namán se enojó y se fue, mientras decía:

«¿Cómo? Yo pensaba que ese profeta saldría a verme, y que de pie invocaría el nombre del Señor, su Dios, y luego alzaría la mano y tocaría la parte enferma, y me sanaría de la lepra.

12 ¿Acaso los ríos Abana y Farfar, de Damasco, no son mejores que todas las aguas de Israel? ¿Y acaso no quedaré también limpio si me lavo en ellos?»

Y muy enojado se fue de allí.

13 Pero sus criados se le acercaron y le dijeron:

«¡Ay, señor! Si el profeta te hubiera mandado hacer algo más impresionante, ¿acaso no lo habrías hecho? ¡Pues con más razón si te ha dicho: “Lávate, y quedarás limpio!”»

14 Namán fue al Jordán y se zambulló siete veces, conforme a la palabra del varón de Dios, y al instante quedó limpio: Su piel se volvió tan suave como la de un niño.

15 Entonces él y toda su compañía volvieron a donde estaba el varón de Dios, y una vez delante de él dijo:

«Ahora reconozco que no hay más Dios en toda la tierra, que en Israel. Por favor, acepta algún presente de este siervo tuyo.»

16 Pero Eliseo dijo:

«Juro por el Señor, en cuya presencia estoy, que no lo voy a aceptar.»

Namán insistía en que Eliseo aceptara alguna cosa, pero él no accedió.

17 Entonces Namán dijo:

«Entonces voy a pedirte concedas a este siervo tuyo llevarme de esta tierra la carga de un par de mulas. Porque de aquí en adelante este siervo tuyo no ofrecerá holocaustos ni sacrificios a otros dioses, sino sólo al Señor.

18 Y anticipadamente pido al Señor perdonar a este siervo suyo si, cuando mi señor el rey entre en el templo de Rimón para adorar allí, y se apoye en mi brazo, yo también llego a inclinarme en ese templo. Si llego a hacerlo, ¡que el Señor me perdone!»

19 Eliseo le dijo que podía irse tranquilo. Y Namán se fue. Pero apenas habría recorrido una distancia de media legua

20 cuando Guejazí, el criado de Eliseo, varón de Dios, pensó: «¡Vaya! Mi señor no permitió que este sirio, Namán, le regalara lo que trajo. ¡Pues juro por el Señor, que ahora mismo voy a ir tras él para pedirle que me dé algo!»

21 Y Guejazí corrió para alcanzar a Namán. Y cuando Namán vio que Guejazí venía corriendo tras él, se bajó del carro para recibirlo, y le preguntó si todo estaba bien.

22 Guejazí dijo que sí, y añadió:

«Mi señor me envía a decirte que del monte de Efraín acaban de llegar dos profetas jóvenes, y te ruega darle para ellos tres mil monedas de plata y dos vestidos nuevos.»

23 Namán contestó:

«No sólo tres mil. Te ruego que le lleves seis mil.»

Y Namán insistió en que Guejazí aceptara dos bolsas, cada una con tres mil monedas de plata, y dos vestidos nuevos; luego ordenó a dos de sus criados echarse todo esto a cuestas y llevarlo delante de Guejazí.

24 Pero al llegar a cierto lugar, Guejazí les pidió que le entregaran lo que llevaban, y lo guardó todo en su casa; luego ordenó a los hombres que se fueran.

25 Después de eso, se presentó ante su señor. Y Eliseo le dijo:

«¿De dónde vienes, Guejazí?»

Y él contestó:

«Yo no he ido a ninguna parte.»

26 Entonces Eliseo le dijo:

«¿Crees que yo no estaba allí, en espíritu, cuando aquel hombre bajó de su carro a recibirte? Pero éste no es el momento de recibir plata y vestidos, ni olivares, viñas, ovejas, bueyes, siervos y siervas.

27 Por lo tanto, la lepra de Namán se te pegará a ti y a tu descendencia para siempre.»

Y cuando Guejazí salió de la presencia de Eliseo, estaba blanco como la nieve.

2 Reyes 6

Eliseo hace flotar el hacha

1 Un día, algunos de los profetas le dijeron a Eliseo:

«Mira, el lugar en que vivimos contigo ya nos resulta muy estrecho.

2 Vayamos al río Jordán y tomemos cada uno de nosotros una viga de allí, y levantemos allí mismo un lugar donde podamos vivir.»

Eliseo les dijo que fueran,

3 pero uno de ellos le pidió que los acompañara. Y Eliseo aceptó.

4 Y así, se fue al Jordán con ellos, y cuando llegaron allá cortaron la madera.

5 Pero sucedió que, mientras uno de ellos derribaba un árbol, el hacha se le cayó al agua; entonces comenzó a gritar:

«¡Ay, señor, el hacha era prestada!»

6 El varón de Dios le preguntó:

«¿Y dónde cayó?»

Cuando aquél le mostró el lugar, Eliseo cortó un palo y lo echó al agua, con lo que hizo que el hacha flotara;

7 entonces le ordenó que recogiera el hacha, y aquél extendió la mano y la sacó del agua.

Eliseo y los sirios

8 El rey de Siria estaba en guerra contra Israel, así que luego de consultar a sus oficiales dijo:

«Voy a instalar mi campamento en cierto lugar.»

9 Entonces el varón de Dios mandó a decir al rey de Israel:

«Ten cuidado de no pasar por tal lugar, porque los sirios van a acampar allí.»

10 Entonces el rey de Israel envió gente al lugar señalado por el varón de Dios, y éste una y otra vez advirtió al rey que debía tener cuidado.

11 El rey de Siria se molestó mucho por esto, así que llamó a sus oficiales y les dijo:

«¿No me van a decir quién de ustedes está a favor del rey de Israel?»

12 Uno de sus oficiales dijo:

«Ninguno de nosotros lo está. Lo que pasa, mi señor y rey, es que el profeta Eliseo está en Israel, y es él quien va y le cuenta al rey de Israel todo lo que Su Majestad dice, incluso en la intimidad de su alcoba.»

13 Entonces el rey ordenó:

«Pues vayan y averigüen dónde está Eliseo, para que yo mande a que lo aprehendan.»

En cuanto le dijeron que Eliseo estaba en Dotán,

14 el rey mandó allá soldados de caballería, y carros de combate, y un gran ejército, los cuales llegaron de noche y sitiaron la ciudad.

15 Al día siguiente, por la mañana, el ayudante del varón de Dios salió y se encontró con que el ejército había sitiado la ciudad con su caballería y sus carros de combate. Entonces fue a decirle a Eliseo:

«¡Ay, señor mío! ¿Y ahora qué vamos a hacer?»

16 Y Eliseo le dijo:

«No tengas miedo, que son más los que están con nosotros que los que están con ellos.»

17 Acto seguido, Eliseo oró con estas palabras:

«Señor, te ruego que abras los ojos de mi siervo, para que vea.»

El Señor abrió los ojos del criado, y éste miró a su alrededor y vio que en torno a Eliseo el monte estaba lleno de gente de a caballo, y de carros de fuego.

18 Y cuando los sirios se dispusieron a atacarlo, Eliseo oró así al Señor:

«Te ruego que hieras con ceguera a estos paganos.»

Y el Señor los dejó ciegos, tal y como Eliseo se lo pidió.

19 Luego, Eliseo les dijo:

«Éste no es el camino correcto, ni esta ciudad es la que buscan. Síganme, y yo los llevaré hasta el hombre que buscan.»

Y los llevó a Samaria.

20 Y cuando llegaron allá, Eliseo dijo:

«Señor, ábreles los ojos, para que puedan ver.»

El Señor les abrió los ojos, y entonces vieron que se hallaban en medio de Samaria.

21 Al verlos, el rey de Israel le preguntó a Eliseo:

«¿Debo matarlos, padre mío?»

22 Y Eliseo le dijo:

«No, no los mates. ¿Acaso matarías a quienes con tu espada y con tu arco hicieras prisioneros? Más bien, dales pan y agua, y que coman y beban, y se vayan de regreso con sus amos.»

23 Entonces el rey les ofreció un gran banquete, y en cuanto terminaron de comer y de beber, los mandó de regreso a su señor. Y nunca más volvieron a merodear en Israel bandas armadas de Siria.

Eliseo y el sitio de Samaria

24 Después de esto, sucedió que el rey Ben Adad de Siria reunió a todo su ejército para ponerle sitio a Samaria.

25 A consecuencia de aquel sitio, hubo entonces mucha hambre en Samaria, al grado de que la cabeza de un asno se vendía en ochenta piezas de plata, y un puñado de «estiércol de paloma»costaba cinco piezas de plata.

26 Una mujer, al ver que el rey de Israel pasaba cerca de la muralla, gritó:

«Rey y señor mío, ¡sálvanos!»

27 Pero el rey le contestó:

«Si el Señor no te salva, ¿cómo voy a poder salvarte yo? ¿Acaso hay trigo en los graneros, o vino en los lagares?»

28 Sin embargo, el rey añadió:

«¿Qué te pasa?»

Y ella respondió:

«Esta mujer me dijo: “¡Trae acá tu hijo! ¡Vamos a comérnoslo hoy, y mañana nos comeremos el mío!”

29 Entonces cocinamos a mi hijo, y nos lo comimos.Al día siguiente yo le dije: “¡Trae acá tu hijo! ¡Vamos a comérnoslo!” ¡Pero ella lo ha escondido!»

30 Cuando el rey oyó las palabras de aquella mujer, se rasgó las vestiduras y así pasó por la muralla; entonces el pueblo pudo ver que por dentro traía puesto un cilicio.

31 Y el rey exclamó:

«¡Que Dios me castigue, y más aún, si no le corto hoy mismo la cabeza a Eliseo hijo de Safat!»

32 Eliseo estaba sentado en su casa, en compañía de los ancianos, cuando el rey envió a él un emisario. Pero antes de que el emisario llegara, Eliseo les dijo a los ancianos:

«¿Ya vieron cómo este asesino ha mandado a un hombre a cortarme la cabeza? Fíjense bien, y cuando llegue su emisario, cierren la puerta y no lo dejen entrar. ¡Tras ese hombre se oyen los pasos de su amo!»

33 Aún estaba Eliseo hablando con los ancianos cuando llegó el emisario del rey y dijo:

«Esta calamidad es de parte del Señor. ¿Qué más puedo esperar de él?»

2 Reyes 7

1 Entonces Eliseo dijo:

«¡Oigan la palabra del Señor! Así ha dicho el Señor: “Mañana a esta hora diez kilos de flor de harina se venderán a las puertas de Samaria por una moneda de plata, y también por una moneda de plata se comprarán veinte kilos de cebada.”»

2 Uno de los principales ayudantes del rey respondió al varón de Dios:

«Si en este momento el Señor abriera las ventanas del cielo, ¿sucedería lo que tú dices?»

Y Eliseo dijo:

«De eso serás testigo ocular, pero no comerás nada de ello.»

3 A la entrada de la ciudad había cuatro leprosos, que se decían el uno al otro:

«¿Para qué nos quedamos aquí, esperando la muerte?

4 Si intentáramos entrar en la ciudad, moriríamos dentro de ella por el hambre que allí dentro hay. Si nos quedamos aquí, de todos modos moriremos. Mejor vayamos al campamento de los sirios. Si nos dejan vivir, viviremos; si nos dan muerte, moriremos.»

5 Al caer la noche se pasaron al campamento de los sirios, pero cuando llegaron a la entrada de su campamento no vieron a nadie.

6 Y es que el Señor había hecho que en el campamento de los sirios se oyera un estruendo de carros de combate, y ruido de caballos, y el estrépito de un gran ejército, por lo que unos a otros se dijeron:

«Al parecer, el rey de Israel les ha pagado a los reyes hititas y egipcios para que vengan a atacarnos.»

7 Entonces se levantaron al anochecer y huyeron, y para ponerse a salvo abandonaron sus tiendas, sus caballos y sus asnos, dejando el campamento tal como estaba.

8 Cuando los leprosos llegaron a la entrada del campamento, entraron en una tienda y se sentaron a comer y beber, y se llevaron de allí plata y oro y vestidos, y todo eso lo escondieron; luego volvieron y entraron en otra tienda, la cual también saquearon, y fueron a esconder lo que de allí sacaron.

9 Pero luego se dijeron el uno al otro:

«Lo que estamos haciendo no está bien. Éste es un día de buenas noticias, y nosotros nos las estamos callando. Si no las anunciamos antes de que amanezca, vamos a resultar culpables. Es mejor que vayamos al palacio ahora mismo y le demos la noticia al rey.»

10 Entonces fueron a la entrada de la ciudad, y con grandes gritos les dijeron a los guardias:

«Fuimos al campamento de los sirios, y no vimos ni oímos allí a nadie. Sólo vimos caballos y asnos atados, y el campamento intacto.»

11 A grandes gritos, los porteros anunciaron esto en el palacio del rey,

12 y esa misma noche el rey se levantó y les dijo a sus oficiales:

«Yo les voy a decir qué es lo que los sirios piensan hacer con nosotros. Como saben que tenemos hambre, han salido de sus tiendas y se han escondido en el campo, pues piensan: “Cuando los israelitas salgan de la ciudad, los tomaremos vivos y entraremos en la ciudad.”»

13 En respuesta, uno de sus oficiales dijo:

«Puesto que los caballos que aún quedan van a morir, como ha muerto ya la gran parte de los israelitas, enviemos a algunos de nosotros con cinco de los caballos que aún quedan vivos en la ciudad, a ver qué sucede.»

14 Se tomaron entonces dos carros y caballos, y el rey envió gente al campamento de los sirios, con la orden de ir y ver.

15 Los enviados del rey partieron y llegaron hasta el Jordán, y vieron que por todo el camino había vestidos y objetos por el suelo, que en su premura los sirios habían ido arrojando. Luego volvieron y le comunicaron esto al rey.

16 Entonces el pueblo salió y saqueó el campamento de los sirios. Y conforme a la palabra del Señor, diez kilos de flor de harina y veinte kilos de cebada se vendieron por una moneda de plata.

17 El rey ordenó a su principal ayudante mantenerse a la entrada de la ciudad, pero el pueblo lo atropelló, y ahí mismo murió, tal y como lo había predicho el varón de Dios cuando el rey fue a verlo.

18 Todo sucedió tal y como el varón de Dios se lo había anticipado al rey cuando dijo: «Mañana a esta hora, a la entrada de Samaria, veinte kilos de cebada, o diez kilos de flor de harina, se venderán por una moneda de plata.»

19 Pero aquel ayudante principal le había respondido al varón de Dios:

«Si el Señor abriera las ventanas del cielo, ¿sucedería esto que dices?»

Y el varón de Dios le había contestado:

«Tú mismo serás testigo ocular, pero no comerás nada de ello.»

20 Y así sucedió, porque el pueblo lo atropelló a la entrada de la ciudad, y allí mismo murió.

2 Reyes 8

La sunamita recupera sus bienes

1 Eliseo habló con la mujer a cuyo hijo él le había devuelto la vida,y le dijo:

«Prepárate a partir con toda tu familia, y ve a vivir donde puedas. El Señor va a hacer que haya una gran hambruna en el país, la cual durará siete años.»

2 La mujer se dispuso a acatar las instrucciones del varón de Dios, y junto con su familia se fue al país de los filisteos, y allá vivió siete años.

3 Pasados los siete años, la mujer volvió de ese país y fue a rogarle al rey que le restituyera su casa y sus tierras.

4 El rey estaba en ese momento hablando con Guejazí, el criado del varón de Dios, y le decía:

«Por favor, háblame de todas las maravillas que ha hecho Eliseo.»

5 Y mientras Guejazí le contaba al rey cómo Eliseo le había devuelto la vida a un muerto, la madre del hijo resucitado por Eliseo llegó a pedirle al rey la devolución de su casa y de sus tierras. Guejazí exclamó entonces:

«Su Majestad, ¡ésta es la mujer, y éste es su hijo, al que Eliseo devolvió la vida!»

6 El rey interrogó a la mujer, y ella le contó todo. Entonces el rey llamó a un oficial y le ordenó:

«Haz que a esta mujer se le devuelva todo lo que era suyo, y todo lo que sus tierras produjeron desde que dejó el país hasta ahora.»

Jazael llega a ser rey de Siria

7 Después de eso, Eliseo se fue a Damasco. El rey Ben Adad de Siria estaba enfermo, y cuando le avisaron que el varón de Dios estaba allí,

8 el rey le dijo a Jazael:

«Ve a recibir al varón de Dios, y llévale un presente. Consulta por medio de él al Señor, y pregúntale si yo sanaré de esta enfermedad.»

9 Jazael escogió un presente de entre los bienes de Damasco, y junto con cuarenta camellos cargados, fue al encuentro del varón de Dios. Cuando llegó ante él, le dijo:

«El rey Ben Adad de Siria, que es como tu hijo, me ha enviado para que te pregunte si va a sanar de su enfermedad.»

10 Y Eliseo le dijo:

«Ve y dile que ciertamente sanará. Sin embargo, el Señor me ha revelado que Ben Adad inevitablemente morirá.»

11 Y el varón de Dios se quedó mirándolo fijamente, hasta que Jazael se ruborizó. De pronto, el varón de Dios prorrumpió en llanto,

12 y Jazael le preguntó:

«¿Por qué llora mi señor?»

El varón de Dios respondió:

«Lloro porque sé que harás mucho mal a los israelitas; sé que les prenderás fuego a sus fortalezas, que a sus jóvenes los matarás a filo de espada, que a sus niños los estrellarás contra el suelo, y que a sus mujeres embarazadas las abrirás en canal.»

13 Jazael objetó:

«Pero, ¿quién es tu siervo, si no un perro? ¿Cómo podría hacer algo tan formidable?»

Y Eliseo respondió:

«El Señor me ha revelado que tú vas a ser rey de Siria.»

14 Cuando Jazael se fue y volvió con su amo, éste le preguntó:

«¿Qué te ha dicho Eliseo?»

Y Jazael respondió:

«Me dijo que ciertamente sanarás.»

15 Pero al día siguiente Jazael tomó un paño, lo remojó en agua, y se lo puso a Ben Adad sobre el rostro, y Ben Adad murió. En su lugar, reinó Jazael.

Reinado de Jorán de Judá

16 En el quinto año de Jorán hijo de Ajab, rey de Israel, y mientras Josafat era rey de Judá, Jorán hijo de Josafat comenzó a reinar en Judá.

17 Tenía treinta y dos años cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén ocho años.

18 Su conducta fue la de los reyes de Israel, pues actuó como la familia de Ajab; hizo lo malo a los ojos del Señor, y una hija de Ajab fue su mujer.

19 Pero por causa de David, su siervo, el Señor no quiso destruir a Judá, pues le había prometido a David que siempremantendría viva su dinastía y la de sus hijos.

20 En los días de Jorán, Edom se rebeló contra el dominio de Judá,y nombró su propio rey.

21 Entonces Jorán se enfiló hacia Saír con todos sus carros, pero los de Edom los atacaron y los rodearon. Entonces Jorán y los capitanes de sus carros se abrieron paso durante la noche, y logró que su ejército escapara a su campamento.

22 Sin embargo, Edom se liberó del dominio de Judá hasta el día de hoy, y también Libna se rebeló en el mismo tiempo.

23 Los demás hechos de Jorán, y todas sus obras, se hallan registrados en el libro de las crónicas de los reyes de Judá.

24 Cuando Jorán se reunió con sus antepasados, fue sepultado con ellos en la ciudad de David, y en su lugar reinó Ocozías, su hijo.

Reinado de Ocozías de Judá

25 Jorán hijo de Ajab tenía doce años de reinar sobre Israel cuando Ocozías hijo de Jorán comenzó a reinar sobre Judá.

26 Ocozías tenía veintidós años cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén un año. Su madre se llamaba Atalía, y era hija del rey Omri de Israel.

27 Como era yerno de la casa de Ajab, siguió el mal ejemplo de la familia de Ajab, y al igual que la casa de Ajab hizo lo malo a los ojos del Señor.

28 Ocozías se unió con Jorán hijo de Ajab, y juntos marcharon a Ramot de Galaad para pelear contra el rey Jazael de Siria, pero los sirios hirieron a Jorán,

29 por lo que el rey Jorán volvió a Jezrel para curarse las heridas que los sirios le hicieron frente a Ramot, cuando peleó contra el rey Jazael de Siria. Por eso Ocozías hijo de Jorán, rey de Judá, fue a visitar a Jorán hijo de Ajab en Jezrel, pues estaba enfermo.

2 Reyes 9

Jehú es ungido rey de Israel

1 Entonces el profeta Eliseo llamó a uno de los profetas y le dijo:

«Cíñete la ropa, llévate esta redoma de aceite, y ve a Ramot de Galaad.

2 Al llegar allá, irás a ver a Jehú, el hijo de Josafat y nieto de Nimsi. Cuando entres a su casa, haz que se levante de entre sus hermanos, y llévalo a otro cuarto.

3 Toma entonces la redoma de aceite y derrámala sobre su cabeza. Y dile: “Así dijo el Señor: ‘Yo te he ungido para que reines sobre Israel.’” Después de esto, abre la puerta y huye sin detenerte.»

4 El joven profeta se fue entonces a Ramot de Galaad.

5 Al llegar, encontró reunidos a los principales jefes del ejército, así que dijo:

«Mi comandante, tengo un mensaje para usted.»

Y Jehú dijo:

«¿Para cuál de todos nosotros?»

Y el profeta dijo:

«Precisamente para usted, mi comandante.»

6 Jehú se levantó y entró en casa; entonces el profeta derramó el aceite sobre su cabeza y le dijo:

«Así ha dicho el Señor, Dios de Israel: “Yo, el Señor, te he ungido para que reines sobre Israel, mi pueblo.

7 Vas a acabar con la dinastía de tu señor Ajab, para que yo vengue la sangre de todos mis siervos, incluidos los profetas, que Jezabel ha asesinado.

8 Toda la dinastía de Ajab será destruida. Acabaré en Israel con todos los varones de Ajab, lo mismo esclavos que libres.

9 Haré con la dinastía de Ajab lo mismo que hice con la dinastía de Jeroboán hijo de Nabat y con la dinastía de Basá hijo de Ajías.

10 A Jezabel se la comerán los perros en el campo de Jezrel,y no habrá nadie que la sepulte.”»

Dicho esto, el profeta abrió la puerta y salió huyendo.

11 Y cuando Jehú salió, los oficiales de su amo le preguntaron:

«¿Todo está bien? ¿Para qué vino a verte ese loco?»

Y Jehú les dijo:

«Ustedes ya saben cómo es esta gente, y las cosas que dicen.»

12 Pero ellos objetaron:

«No nos mientas. Dinos qué te dijo.»

Entonces él respondió:

«Me dijo varias cosas. Entre ellas, me dijo: “Así ha dicho el Señor: ‘Yo te he ungido para que reines sobre Israel.’”»

13 Entonces todos ellos tomaron de prisa su manto, y lo pusieron en un trono alto, debajo de Jehú; luego tocaron la trompeta y gritaron: «¡Jehú es rey!»

Jehú mata a Jorán

14 Fue así como Jehú, el hijo de Josafat y nieto de Nimsi, conspiró contra Jorán, que por causa del rey Jazael de Siria estaba con todos los israelitas protegiendo la ciudad de Ramot de Galaad,

15 aunque había regresado a Jezrel para curarse las heridas que los sirios le habían hecho en la batalla contra el rey Jazael de Siria. Jehú dijo:

«Si ustedes están de acuerdo, que nadie escape de la ciudad, para que la noticia no se sepa en Jezrel.»

16 Dicho esto, Jehú montó en su carro y se dirigió a Jezrel, donde Jorán yacía enfermo. Allí también estaba el rey Ocozías de Judá, que había ido a visitar a Jorán.

17 Cuando el atalaya que estaba en la torre de Jezrel vio venir la tropa de Jehú, gritó:

«¡Veo que se acerca una tropa!»

Y Jorán dijo:

«Manda a un jinete. Que los inspeccione y les pregunte en qué plan vienen.»

18 El jinete fue a inspeccionarlos, y les dijo:

«El rey manda a decir si vienen en son de paz.»

Y Jehú le respondió:

«¿De qué paz me hablas? ¡Tú pásate a mis filas!»

Entonces el atalaya dio aviso, y dijo:

«El mensajero ha llegado hasta ellos, pero no veo que regrese.»

19 Se envió entonces a otro jinete, el cual llegó hasta ellos y dijo:

«El rey manda a decir si vienen en son de paz.»

Y Jehú también le respondió:

«¿De qué paz me hablas? ¡Tú pásate a mis filas!»

20 El atalaya volvió a dar aviso:

«También el otro jinete llegó hasta ellos, pero no veo que regrese. Por la manera de conducir, me parece que quien viene en el carro es Jehú hijo de Nimsi, pues conduce como un loco.»

21 Jorán ordenó entonces que prepararan su carro. Y cuando estuvo listo, partieron juntos el rey Jorán de Israel y el rey Ocozías de Judá, aunque cada uno en su carro, y fueron al encuentro de Jehú, al que hallaron en el campo que había pertenecido a Nabot de Jezrel.

22 Cuando Jorán vio a Jehú, exclamó:

«¿Vienes en son de paz, Jehú?»

Y éste respondió:

«¿Y qué paz puede haber, con tantas fornicaciones y hechicerías de tu madre Jezabel?»

23 Entonces Jorán dio vuelta a su carro y emprendió la huida, mientras decía a Ocozías:

«¡Nos han traicionado, Ocozías!»

24 Pero Jehú tensó su arco y le clavó una flecha a Jorán por la espalda; y la saeta le salió por el corazón, y cayó muerto en su carro.

25 Jehú le dijo a Bidcar, su capitán:

«Tómalo, y arrójalo en un extremo del campo que fue de Nabot de Jezrel. Acuérdate que cuando tú y yo íbamos juntos con la gente de Ajab, su padre, el Señor pronunció esta sentencia contra él, cuando dijo:

26 “Yo, el Señor, vi ayer aquí la sangre de Nabot, y la sangre de sus hijos. Por eso aquí, en este campo, te daré tu merecido. Yo soy el Señor.”Así que, conforme a la palabra del Señor, tómalo y arrójalo en el que fue campo de Nabot.»

Jehú mata a Ocozías

27 Cuando el rey Ocozías de Judá vio esto, huyó por el camino de Bet Hagán, seguido de Jehú, que decía: «Hieran también a éste que va en el carro.» Y en la subida de Gur, junto a Ibleam, Ocozías fue herido. Por eso huyó a Meguido, donde murió.

28 Sus oficiales lo llevaron a Jerusalén en un carro, y allá, en la ciudad de David, lo sepultaron en su propio sepulcro, junto a sus antepasados.

29 Ocozías comenzó a reinar sobre Judá en el undécimo año del reinado de Jorán hijo de Ajab.

Muerte de Jezabel

30 Después Jehú se fue a Jezrel, y cuando Jezabel lo supo, se pintó los ojos con antimonio y se atavió la cabeza, y se asomó a la ventana.

31 En el momento en que Jehú entró a la ciudad, ella gritó:

«¿Cómo le va a Zimri, asesino de su rey?»

32 Jehú levantó la vista hacia la ventana, y dijo:

«¿Hay alguien ahí que esté de mi parte?»

Dos o tres eunucos se inclinaron hacia él,

33 y él les dijo:

«¡Arrójenla al suelo!»

Ellos la lanzaron por la ventana, y parte de su sangre salpicó la pared y los caballos, y Jehú la arrolló.

34 Luego, entró y comió y bebió, y más tarde dijo:

«Ahora vayan a ver a esa maldita mujer, y sepúltenla, pues es hija de un rey.»

35 Pero cuando fueron para sepultarla, no hallaron de ella más que la calavera, los pies y las palmas de las manos.

36 Volvieron entonces a decirle esto a Jehú, y él sentenció:

«Ésta es la palabra de Dios, pronunciada por medio de su siervo, Elías el tisbita, cuando dijo: “En el campo de Jezrel los perros se comerán el cuerpo de Jezabel.

37 Allí, en el campo de Jezrel, el cuerpo de Jezabel será semejante al estiércol en el suelo, de modo que nadie podrá reconocerla.”»