2 Samuel 23

Últimas palabras de David

1 Éstas son las últimas palabras de David, el hijo de Yesé. Así se expresó el dulce cantor de Israel, el hombre exaltado y ungido por el Dios de Jacob:

2 El espíritu del Señor ha hablado por mí;

ha usado mi lengua para comunicar su palabra.

3 Así ha dicho el Dios de Israel;

así me ha hablado la Roca de Israel:

«Un hombre justo y temeroso de Dios

establecerá su reino entre los hombres.

4 Será como la luz de la mañana,

como el sol brillante de un claro amanecer,

¡como la lluvia que hace renacer la hierba!

5 Así tratará Dios a mis descendientes,

porque él ha hecho conmigo un pacto eterno;

todo está estipulado, y será cumplido.

¡Dios siempre me dará la victoria

y dará cumplimiento a mis deseos!

6 Los malvados son como espinos sin raíz,

que nadie se atreve a levantar del suelo,

7 pero que si alguien quiere tocarlos,

lo hace con una espada o una lanza

y les prende fuego hasta consumirlos.»

Los valientes de David

8 Éstos son los nombres de los soldados más valientes con que contaba David:

Yoseb Basébet el tacmonita, principal de los capitanes.

Adino el eznita, que mató a ochocientos hombres en una sola batalla.

9 Le seguía Eleazar hijo de Dodo el ajojita, que fue uno de los tres más valientes que se quedaron con David cuando desafiaron a los filisteos que estaban listos para la batalla, y los soldados de Israel se habían retirado.

10 Eleazar se mantuvo firme y luchó con energía contra los filisteos hasta que el brazo se le cansó y la espada se le quedó pegada a la mano. Aquel día, el Señor les dio una gran victoria, y cuando el ejército lo supo, regresó al campo de batalla sólo para recoger el botín de guerra.

11 Le seguía Samá hijo de Age, el ararita. Los filisteos se reunieron en Lehí, donde había un sembradío de lentejas, y el ejército israelita huyó por temor a los filisteos.

12 Pero Samá se paró en medio de ese terreno y lo defendió; derrotó a los filisteos, y el Señor les dio una gran victoria.

13 Cuando llegó el tiempo de la cosecha, tres de los treinta jefes se encontraron con David en la cueva de Adulán, mientras los filisteos acampaban en el valle de Refayin.

14 David estaba en una fortaleza, y los filisteos tenían una guarnición en Belén;

15 y como David tenía mucha sed, dijo: «¡Cómo quisiera beber un poco de agua, del pozo que está a la entrada de Belén!»

16 Entonces los tres valientes irrumpieron en el campamento filisteo y sacaron agua del pozo de Belén, y se la llevaron a David, pero él no la quiso, sino que la derramó en el suelo como ofrenda al Señor, y dijo:

17 «¡Que el Señor me libre de hacer esto! ¡Sería como si bebiera la sangre de estos valientes, que pusieron en peligro su vida!» Y no la quiso beber. Tal fue la hazaña de esos tres valientes.

18 Abisay, el hermano de Joab hijo de Seruyá, era el más valiente de los treinta. Lo demostró al matar con su lanza a trescientos guerreros. Con esto se hizo famoso entre los tres.

19 Era, de hecho, el más famoso de los treinta, y llegó a ser su jefe, pero no llegó a igualar a los tres primeros.

20 Le seguía Benaías hijo de Joyadá, hijo de un valiente de Cabsel, que realizó grandes proezas: mató a dos moabitas muy aguerridos; y un día, que estaba nevando, se metió a un foso y mató a un león.

21 En otra ocasión, se enfrentó a un egipcio de gran estatura, que traía una lanza en su mano; pero Benaías se lanzó contra el egipcio con sólo un palo, y lo desarmó y lo mató con su propia lanza.

22 Con esto, Benaías hijo de Joyadá se hizo famoso entre los tres valientes.

23 Y aunque se destacó entre los treinta más valientes, no logró igualar a los tres primeros. Sin embargo, David lo puso como jefe de su guardia personal.

24 Asael, que era hermano de Joab, fue contado entre los treinta más valientes;

Eljanán hijo de Dodo, de Belén;

25 Samá el harodita,

Elica el harodita,

26 Heles el paltita,

Ira hijo de Iques, el tecoíta,

27 Abiezer el anatotita,

Mebunay el husatita,

28 Salmón el ajojita,

Maray el netofatita,

29 Jéleb hijo de Baná, el netofatita,

Itay hijo de Ribay, el benjaminita de Gabaa;

30 Benaías el piratonita,

Hiday, el del arroyo de Gaas;

31 Abí Albón el arbatita,

Azmavet el barhumita,

32 Elijaba el salbonita,

Jonatán, de los descendientes de Jasén;

33 Samá el ararita,

Ajían hijo de Sarar, el ararita;

34 Elifelet hijo de Ajasbay, nieto de Macá;

Elián hijo de Ajitofel, el gilonita;

35 Jesray el carmelita,

Paray el arbita,

36 Igal hijo de Natán, el de Soba;

Bani el gadita,

37 Selec el amonita,

Najaray el berotita, que era el escudero de Joab hijo de Seruyá;

38 Ira el itrita,

Gareb el itrita,

39 Urías el hitita.

En total, treinta y siete valientes.

2 Samuel 24

David censa al pueblo

1 Y el Señor volvió a enojarse con el pueblo de Israel, e indujo a David a levantar un censo de todo Israel y Judá.

2 Llamó a Joab, que era el general de su ejército, y le dijo:

«Ve y recorre todas las tribus de Israel, desde Dan hasta Berseba, y haz un censo del pueblo. Quiero saber cuántos son.»

3 Pero Joab le respondió al rey:

«¡Que el Señor multiplique al pueblo cien veces, y que Su Majestad llegue a verlo! ¿Por qué quiere Su Majestad hacer esto?»

4 Pero la orden del rey pudo más que Joab y que sus capitanes, así que Joab y sus capitanes salieron del palacio y se dispusieron a levantar el censo de Israel.

5 Cruzaron el Jordán y acamparon en Aroer, al sur de la ciudad que está en el valle de Gaad, junto a Jazer.

6 De allí fueron a Galaad y a la tierra baja de Jodsí, y luego a Dan Yaán y a los alrededores de Sidón.

7 Luego fueron a la fortaleza de Tiro, y recorrieron todas las ciudades de los jivitas y de los cananeos, hasta llegar al Néguev de Judá, en Berseba.

8 Después de nueve meses y veinte días de andar recorriendo todo el país, volvieron a Jerusalén.

9 Y Joab le presentó al rey el resultado del censo, y resultó que en Israel había ochocientos mil hombres aptos para la guerra, y en Judá había quinientos mil.

10 Pero después de haber censado al pueblo, David se sintió muy apesadumbrado y fue a decirle al Señor:

«He cometido un grave pecado. Te ruego, Señor, que perdones a este siervo tuyo por haber sido tan necio.»

11 Al día siguiente, cuando David se levantó, la palabra del Señor vino a Gad, el vidente de David, y le dijo:

12 «Ve y dile de mi parte a David: “Yo, el Señor, te doy a elegir una de tres cosas. Haré lo que tú elijas.”»

13 Gad fue a ver a David y le dio el mensaje del Señor. Le dijo:

«¿Quieres que haya siete años de hambre en tu tierra? ¿O prefieres huir de tus enemigos durante tres meses? ¿O prefieres que haya en tu pueblo tres días de peste? Piénsalo bien, pues debo llevar una respuesta a quien me envía.»

14 Entonces David le dijo a Gad:

«Estoy en un gran aprieto. Permíteme caer en las manos del Señor, pues su misericordia es grande en extremo. ¡No me dejes caer en las manos de ningún hombre!»

15 Entonces el Señor envió la peste sobre Israel desde la mañana y hasta el día señalado, y desde Dan hasta Berseba murieron setenta mil israelitas.

16 Pero cuando el ángel extendió su mano sobre Jerusalén para destruirla, el Señor se arrepintió y le dijo al ángel destructor:

«¡Basta ya! ¡Detente!»

El ángel estaba junto a la era de Arauna el jebuseo.

17 Y cuando David vio que el ángel destruía al pueblo, le dijo al Señor:

«Yo soy quien ha pecado; yo soy quien hizo mal. ¡Pero estas ovejas no han hecho nada malo! Te ruego que nos castigues a mí y a mi familia.»

18 Entonces Gad fue y le dijo:

«Ve y edifica un altar al Señor en la era de Arauna el jebuseo.»

19 David fue a cumplir lo que el Señor le había ordenado hacer por medio de Gad,

20 y cuando Arauna vio que el rey y sus servidores se acercaban a él, salió de su casa y se inclinó ante el rey hasta tocar el suelo,

21 y le preguntó:

«¿A qué debe este siervo la visita de Su Majestad?»

Y David le dijo:

«Quiero comprar tu era, para edificar allí un altar al Señor y se detenga la mortandad entre el pueblo.»

22 Arauna le respondió:

«Tome Su Majestad lo que le parezca mejor. Yo le ofrezco los toros para el sacrificio, y como leña puede usar los trillos y los yugos de las yuntas.

23 Todo lo que Su Majestad necesite, yo se lo doy.»

Todavía añadió Arauna:

«Que el Señor sea propicio a Su Majestad.»

24 Pero el rey le respondió:

«De ninguna manera. Yo te pagaré su precio. No voy a ofrecer al Señor mi Dios holocaustos que no me cuesten nada.»

Y David le compró la era y los toros por cincuenta monedas de plata,

25 y construyó allí un altar al Señor, en el que ofreció holocaustos y ofrendas de paz. Y el Señor escuchó las súplicas del país, y detuvo la plaga en Israel.

1 Samuel 1

Nacimiento de Samuel

1 En Ramatayin de Sofín, de los montes de Efraín, vivía un varón llamado Elcana hijo de Jeroán, que era descendiente en línea directa de los efrateos Eliú, Tohu y Suf.

2 Elcana tenía dos mujeres; una de ellas se llamaba Ana, y la otra, Peniná. Ésta tenía hijos, pero no así Ana.

3 Todos los años Elcana salía de su ciudad para ir a Silo y adorar allí al Señor de los ejércitos. Allí oficiaban como sacerdotes Jofní y Finés, hijos de Elí.

4 Al llegar el día en que Elcana ofrecía sacrificio, les daba su parte a Peniná, su mujer, y a todos sus hijos y sus hijas,

5 pero a Ana le daba la mejor parte, porque la amaba, aunque el Señor no le había concedido tener hijos.

6 Pero Peniná la molestaba y la hacía enojar hasta entristecerla, porque el Señor no le había concedido tener hijos.

7 Y cada año era lo mismo: Peniná se burlaba de Ana cada vez que iban a la casa del Señor, y por lo tanto Ana lloraba y no comía.

8 Un día, Elcana le preguntó:

«Ana, ¿por qué lloras? ¿Por qué no comes? ¿Por qué estás afligida? ¿Acaso yo no soy para ti mejor que diez hijos?»

9 Y Ana se levantó, después de comer y beber en Silo. El sacerdote Elí estaba sentado en una silla, junto a un pilar del templo del Señor.

10 Entonces ella oró y lloró al Señor con mucha amargura,

11 y le hizo un voto. Le dijo:

«Señor de los ejércitos, si te dignas mirar la aflicción de esta sierva tuya, y te acuerdas de mí y me das un hijo varón, yo te lo dedicaré, Señor, para toda su vida. Yo te prometo que jamás la navaja rozará su cabeza.»

12 Y mientras ella oraba largamente delante del Señor, Elí la observaba mover los labios.

13 Y es que Ana le hablaba al Señor desde lo más profundo de su ser, y sus labios se movían pero no se oía su voz, así que Elí creyó que estaba ebria.

14 Entonces le dijo:

«¿Hasta cuándo vas a estar ebria? Digiere ya tu vino.»

15 Pero Ana le respondió:

«No, señor mío; no estoy ebria. No he bebido vino ni sidra. Lo que pasa es que estoy muy desanimada, y vine a desahogarme delante del Señor.

16 No pienses que tu sierva es una mujer impía. Es tan grande mi congoja y mi aflicción, que hasta ahora he estado hablando.»

17 Elí le respondió:

«Vete en paz, y que el Dios de Israel te conceda lo que le has pedido.»

18 Y ella respondió:

«Espero que veas con buenos ojos a esta sierva tuya.»

Y Ana se fue de allí, y comió, y dejó de estar triste.

19 Por la mañana, adoraron delante del Señor y regresaron todos a su casa en Ramá. Allí, Elcana tuvo relaciones con Ana, y el Señor se acordó de lo que ella le había pedido.

20 Ana quedó embarazada y, cuando se cumplió el tiempo, dio a luz un hijo, al que le puso por nombre Samuel, pues dijo: «Yo se lo pedí al Señor.»

21 Al año siguiente, Elcana fue con toda su familia a ofrecer su sacrificio al Señor y cumplir con su voto.

22 Pero Ana le dijo a su marido:

«Yo no iré hasta que destete al niño. Entonces lo llevaré y lo presentaré al Señor, para que se quede allá para siempre.»

23 Y Elcana le respondió:

«Haz lo que creas que es mejor. Quédate hasta que lo destetes, y que el Señor cumpla su palabra.»

Y Ana se quedó y crió a su hijo hasta que lo destetó.

24 Después, lo llevó con ella a la casa del Señor en Silo, y además llevó tres becerros, veinte litros de harina y una vasija de vino. El niño aún era muy pequeño.

25 En cuanto mataron el becerro, el niño fue llevado a Elí.

26 Y ella le dijo:

«Señor mío, ¡que tengas una larga vida! Yo soy aquella mujer que estuvo aquí, junto a ti, orando al Señor.

27 Oraba por este niño, y el Señor me lo concedió.

28 He venido porque prometí dedicarlo al Señor para toda la vida. ¡Para siempre será del Señor!»

Y allí adoró al Señor.

1 Samuel 2

Cántico de Ana

1 En su oración, Ana dijo:

En ti, Señor, mi corazón se regocija;

en tu nombre, mi fuerza es mayor.

Ahora puedo burlarme de mis enemigos

porque me regocijo en tu salvación.

2 Nadie es santo como tú, Señor.

Fuera de ti, no hay nadie más.

No hay mejor refugio que tú, Dios nuestro.

3 Que nadie se jacte ni sea altanero;

que aparte la insolencia de sus labios,

porque sólo el Señor es quien lo sabe todo;

es el Dios que pondera toda acción.

4 El Señor quiebra los arcos de los poderosos,

y reviste de poder a los débiles.

5 Los que eran ricos, ahora mendigan trabajo;

los que sufrían de hambre han sido saciados.

Aun la estéril ha dado a luz siete hijos,

y la mujer fecunda ahora desfallece.

6 El Señor da la vida, y la quita;

nos lleva al sepulcro, y nos rescata de él.

7 El Señor da pobreza y riqueza;

el Señor nos humilla y nos enaltece.

8 Al pobre lo levanta de la nada,

y saca de la inmundicia al mendigo

para sentarlo entre los príncipes.

Del Señor son las bases de la tierra;

sobre ellas ha afirmado el mundo.

9 El Señor vigila los pasos de sus fieles,

pero los impíos mueren en medio de las tinieblas,

Porque nadie triunfa por sus propias fuerzas.

10 Ante el Señor son derrotados sus enemigos;

desde el cielo lanza rayos sobre ellos.

El Señor es juez de los confines de la tierra;

otorga poder al Rey que escogió,

y exalta el poder de su Ungido.

11 Elcana regresó a su casa en Ramá, y el niño se quedó a servir al Señor bajo la supervisión del sacerdote Elí.

El pecado de los hijos de Elí

12 Los hijos de Elí eran unos malvados, y no reconocían la autoridad del Señor.

13 Era costumbre entre los sacerdotes y el pueblo que, cuando alguien ofrecía un sacrificio, mientras se cocía la carne, el criado del sacerdote tomaba un tridente e iba

14 al perol, la olla, el caldero o la marmita, y sacaba carne para el sacerdote. Así lo hacían con todos los israelitas que acudían a Silo.

15 Además, antes de quemar la grasa, llegaba el criado del sacerdote y le decía al que sacrificaba: «El sacerdote quiere carne para asar. No quiere carne cocida, sino cruda.»

16 Y si la persona le decía: «Primero debe quemarse la grasa; después de eso podrás tomar todo lo que quieras», el criado respondía: «Dámela ahora mismo; de lo contrario, la tomaré por la fuerza.»

17 Este pecado de los jóvenes sacerdotes era muy grave, porque no mostraban ningún respeto por las ofrendas del Señor.

18 El joven Samuel servía ante el Señor, vestido con un efod de lino.

19 Cada año, su madre le hacía una túnica pequeña y se la llevaba cuando iba con su marido a entregar sus ofrendas de costumbre.

20 Entonces Elí bendecía a Elcana y a su mujer, y les decía: «Que el Señor te dé más hijos de esta mujer, para que ocupen el lugar del que ella le entregó al Señor.» Después de eso, ellos se regresaban a su casa.

21 Y el Señor bendijo a Ana con tres hijos y dos hijas. Mientras tanto, el joven Samuel crecía y seguía sirviendo al Señor.

22 Elí ya era muy viejo, pero sabía todo lo que sus hijos hacían con el pueblo de Israel, y sabía también que ellos se acostaban con las mujeres que servían a la entrada del tabernáculo.

23 Así que los llamó y les dijo:

«La gente se queja de que ustedes se portan muy mal. ¿Por qué lo hacen?

24 No, hijos míos; lo que hacen no está bien. Además, hacen pecar al pueblo del Señor.

25 Si el hombre peca contra el hombre, hay jueces para juzgarlo; pero si alguien peca contra el Señor, ¿quién intercederá por él?»

Pero sus hijos no atendieron los consejos de su padre, porque el Señor había resuelto quitarles la vida.

26 Mientras tanto, el joven Samuel seguía creciendo y era bien visto por Dios y por la gente.

27 Un día, un hombre de Dios fue a visitar a Elí, y le dijo:

«Así ha dicho el Señor: “Cuando tus antepasados vivían en Egipto, en la tierra del faraón, ¿no es verdad que me manifesté a ellos con toda claridad?

28 Yo escogí a tu padre de entre todas las familias de Israel, para que fuera mi sacerdote y presentara sobre mi altar las ofrendas, y quemara incienso, y llevara el efod delante de mí.Además, le di a sus descendientes todas las ofrendas de los hijos de Israel.

29 ¿Por qué han pisoteado los sacrificios y las ofrendas que pedí al pueblo ofrecerme en el tabernáculo? ¿Por qué has respetado más a tus hijos que a mí, y los has dejado engordar con las mejores ofrendas que me da mi pueblo Israel?

30 Por todo esto, el Señor Dios de Israel te dice: ‘Yo prometí que tu familia y los descendientes de tu padre estarían siempre a mi servicio’; pero hoy te digo que esto se acabó, porque yo honro a los que me honran, y humillo a los que me desprecian.

31 Ya está cerca el día en que tu poder y el de tus descendientes llegará a su fin; ninguno de ellos llegará a viejo.

32 Tu familia caerá en desgracia, mientras que a Israel lo colmaré de bienes. Ya lo he dicho: ‘Ninguno de tus descendientes llegará a viejo.’

33 A cualquiera de tus hijos que yo no aparte de mi altar, tú lo verás para llenarte de dolor. Todos tus descendientes morirán en plena juventud.

34 Como señal de lo que te he dicho, tus dos hijos, Jofní y Finés, morirán el mismo día.

35 Pero levantaré un sacerdote que me sea fiel, y que haga lo que a mí me agrada. Yo haré que no le falten descendientes, y estará delante de mi ungido todos los días de su vida.

36 El que haya sobrevivido en tu familia, irá y se arrodillará delante de él, y le rogará que le dé una moneda de plata y un bocado de pan, y que lo ocupe en algún trabajo entre los sacerdotes para tener qué comer.”»

1 Samuel 3

El Señor llama a Samuel

1 El joven Samuel servía al Señor bajo la supervisión de Elí. En aquellos días el Señor no se comunicaba ni en visiones, pues éstas no eran frecuentes.

2 Un día, mientras Elí reposaba en su aposento, pues tenía la vista cansada y casi no veía,

3 y Samuel dormía en el santuario donde estaba el arca de Dios y la lámpara de Dios aún no se apagaba,

4 el Señor llamó a Samuel, y él respondió:

«Aquí estoy, Señor.»

5 Así que fue corriendo a donde estaba Elí, y le dijo:

«Aquí estoy. ¿Para qué me llamaste?»

Pero Elí le respondió:

«Yo no te he llamado. Vuelve a acostarte.»

Y Samuel volvió y se acostó.

6 Pero el Señor volvió a llamar a Samuel, así que el joven se levantó, fue a ver a Elí y le dijo:

«Aquí estoy. ¿Para qué me has llamado?»

Y Elí volvió a decirle:

«Yo no te he llamado, hijo mío. Regresa y acuéstate.»

7 En aquel tiempo, Samuel aún no conocía al Señor, ni se le había revelado su palabra.

8 Y el Señor llamó por tercera vez a Samuel, y él se levantó y fue a ver a Elí, y le dijo:

«Aquí estoy. ¿Para qué me has llamado?»

Con esto, Elí entendió que el Señor había llamado al joven,

9 así que le dijo a Samuel:

«Ve y acuéstate. Y si vuelves a escuchar que te llaman, dirás: “Habla, Señor, que tu siervo escucha.”»

Y Samuel fue y se acostó.

10 Entonces el Señor se detuvo junto a él, y lo llamó como las otras veces:

«¡Samuel, Samuel!»

Y Samuel respondió:

«Habla, Señor, que tu siervo escucha.»

11 Y el Señor le dijo:

«Escucha bien. Voy a hacer en Israel algo que, a quien lo oiga, le zumbarán los oídos.

12 Cuando llegue el momento, cumpliré en Elí todo lo que le advertí acerca de su familia, de principio a fin.

13 Voy a demostrarle que dictaré sentencia contra sus descendientes, por la maldad que él sabe, pues permitió que sus hijos blasfemaran contra mí, y él no se lo impidió.

14 Por lo tanto, yo he jurado a los descendientes de Elí que su maldad no será perdonada jamás, ni con sacrificios ni con ofrendas.»

15 Samuel se quedó acostado hasta que amaneció, y fue y abrió las puertas de la casa del Señor. Pero temía revelarle a Elí la visión que había tenido.

16 Entonces Elí llamó a Samuel, y le dijo:

«Samuel, hijo mío.»

Y él respondió:

«Aquí estoy.»

17 Y Elí dijo:

«¿Qué fue lo que el Señor te dijo? Te ruego que no me ocultes nada. Que Dios te castigue, y aún más, si me ocultas lo que Dios te dijo.»

18 Y Samuel le dijo todo, sin ocultarle nada. Entonces Elí dijo:

«Pues él es el Señor, y hará lo que mejor le parezca.»

19 Samuel creció y el Señor estaba con él, y lo respaldaba en todo lo que decía.

20 Y desde Dan hasta Berseba el pueblo de Israel supo que Samuel era un fiel profeta del Señor.

21 Y el Señor volvió a aparecerse en Silo, pues allí se manifestaba a Samuel por medio de su palabra.

1 Samuel 4

Los filisteos capturan el arca

1 La palabra de Samuel llegaba a todo el pueblo de Israel.

Por esos días Israel salió a entablar combate contra los filisteos, y acampó junto a Ebenezer, mientras que los filisteos acamparon en Afec.

2 Los filisteos presentaron una cerrada batalla contra Israel, y lo vencieron, matando como a cuatro mil hombres.

3 Cuando el pueblo volvió al campamento, los ancianos israelitas preguntaron:

«¿Por qué permitió el Señor que los filisteos nos vencieran? Vayamos a Silo, donde está el arca del Señor. Ella tiene que acompañarnos siempre, para que nos salve de nuestros enemigos.»

4 Entonces el pueblo mandó traer de Silo el arca del pacto del Señor de los ejércitos, que habita entre los querubines.Jofní y Finés, los dos hijos de Elí, resguardaban en Silo el arca del pacto de Dios.

5 Cuando el arca del pacto del Señor llegó al campamento, todo el pueblo de Israel gritó con tanto júbilo que la tierra se estremeció.

6 Al oír los gritos, los filisteos se preguntaron: «¿Por qué hay tantas voces de júbilo en el campamento de los hebreos?» Y al saber que el arca del pacto del Señor había llegado allí,

7 con mucho miedo dijeron: «¡Dios ha venido al campamento! ¿Qué va a ser de nosotros? ¡Nunca antes nos había pasado algo así!

8 ¡Ay de nosotros! ¿Quién nos librará del poder de este Dios tan poderoso? ¡Fue él quien castigó a los egipcios con plagas en el desierto!

9 Hermanos filisteos, tenemos que luchar con valor para no convertirnos en esclavos de los hebreos, como ellos lo han sido de nosotros. ¡Portémonos varonilmente, y peleemos!»

10 Y los filisteos pelearon y vencieron a los israelitas, y los hicieron huir a sus tiendas. Fue tan grande la mortandad que ese día cayeron treinta mil israelitas de infantería.

11 Además, los filisteos se llevaron el arca de Dios, y mataron a Jofní y Finés, los dos hijos de Elí.

12 Pero ese mismo día uno de los descendientes de Benjamín salió corriendo de la batalla y llegó a Silo. Llevaba rasgada la ropa, y su cabeza estaba cubierta de tierra.

13 Cuando llegó, Elí estaba en una silla vigilando el camino, pues estaba muy acongojado porque se habían llevado el arca de Dios. Cuando aquel hombre llegó a la ciudad, y contó lo que había pasado en la batalla, toda la ciudad se puso a gritar.

14 Elí oyó la gritería, y preguntó:

«¿Por qué hay tanto alboroto?»

Aquel hombre fue y le dio la noticia.

15 Elí tenía noventa y ocho años, y la vista se le había apagado, así que ya no podía ver.

16 Y ésta fue la noticia que recibió:

«Vengo de pelear contra los filisteos, pero logré escapar.»

Y Elí preguntó:

«¿Qué fue lo que pasó, hijo mío?»

17 Y el mensajero le respondió:

«Los soldados de Israel fueron vencidos, y huyeron de los filisteos. Hubo muchos muertos entre el pueblo, entre ellos tus dos hijos, Jofní y Finés. Además, los filisteos se llevaron el arca de Dios.»

18 Cuando el hombre dijo que el arca de Dios había sido capturada, Elí se fue de espaldas y se cayó de la silla, cerca de la entrada del templo, y se desnucó y murió, pues ya era viejo y estaba pesado. Durante cuarenta años había gobernado al pueblo de Israel.

19 Su nuera, la mujer de Finés, estaba encinta y cercana al parto, y cuando oyó que el arca de Dios había sido capturada, y que su suegro y su marido habían muerto, se impresionó tanto que le vinieron los dolores de un parto mortal, y allí mismo dio a luz.

20 Poco antes de morir, las parteras le dijeron: «Ten ánimo, pues has dado a luz un niño.» Pero ella no respondió, ni se dio por enterada.

21 Pero al niño le puso por nombre Icabod,pues dijo: «¡La gloria de Israel ha sido deshonrada!», porque el arca de Dios había sido capturada, y su suegro y su marido habían muerto.

22 Por eso dijo: «La gloria de Israel ha sido deshonrada, pues han capturado el arca de Dios.»

1 Samuel 5

El arca en tierra de los filisteos

1 Después de que los filisteos capturaron el arca de Dios, la llevaron desde Ebenezer a Asdod.

2 Tomaron el arca y la metieron en el templo de su dios Dagón, y la pusieron junto a ese ídolo.

3 Al siguiente día, cuando los habitantes de Asdod se levantaron, vieron que Dagón estaba arrodillado ante el arca del Señor, así que tomaron a Dagón y lo devolvieron a su lugar.

4 Pero al día siguiente, Dagón estaba una vez más de rodillas ante el arca del Señor, sólo que ahora Dagón tenía cortadas la cabeza y las dos manos, y nada más le había quedado el tronco, el cual estaba colocado sobre el umbral.

5 Por esta razón, hasta hoy los sacerdotes de Dagón y todos los que entran en su templo de Asdod, no pisan el umbral del templo.

6 El poder del Señor se dejó sentir sobre los habitantes de Asdod y sobre todo su territorio, pues los castigó con terribles tumores.

7 Al darse cuenta de esto, los habitantes de Asdod dijeron: «El arca del Dios de Israel no debe quedarse entre nosotros, porque ha hecho sentir su poder contra nuestro pueblo y contra Dagón, nuestro dios.»

8 Entonces convocaron a los jefes de los filisteos, y les preguntaron:

«¿Qué debemos hacer con el arca del Dios de Israel?»

Y los jefes respondieron:

«Llévenla hasta Gat.»

Y los filisteos se llevaron el arca del Señor hasta allá.

9 Pero después de habérsela llevado, el poder del Señor se dejó sentir contra los habitantes de la ciudad pues les quebrantó su ánimo, y todos, desde el más chico hasta el más grande, estaban afligidos porque se llenaron de tumores.

10 Por eso enviaron el arca de Dios a Ecrón. Pero cuando el arca llegó allá, los ecronitas se espantaron y dijeron:

«Nos han enviado el arca del Dios de Israel para matarnos a todos nosotros y a nuestro pueblo.»

11 Entonces convocaron a los jefes de los filisteos para decirles:

«Devuelvan el arca del Dios de Israel al lugar que le corresponde, para que no nos mate a todos.»

Y es que toda la ciudad vivía con el temor a la muerte, pues el poder de Dios había aumentado contra ellos,

12 y los que no morían se llenaban de tumores, y sus gritos llegaban hasta el cielo.

1 Samuel 6

Los filisteos devuelven el arca

1 El arca del Señor estuvo siete meses en tierra de los filisteos.

2 Ellos llamaron a los sacerdotes y adivinos, y les preguntaron:

«¿Qué nos aconsejan hacer con el arca del Señor? Dígannos cómo podemos devolverla a su lugar.»

3 Los sacerdotes dijeron:

«Cuando regresen el arca del Dios de Israel a su lugar, no la envíen vacía, sino envíenla con una compensación por la culpa cometida; sólo así serán sanados, y sabrán por qué el poder de Dios se ensañó contra ustedes.»

4 Entonces ellos preguntaron:

«¿Y en qué consiste la compensación que debemos pagar?»

Y ellos respondieron:

«Deben entregar cinco figuras de tumores de oro, y cinco ratones de oro, conforme al número de los jefes filisteos, porque una misma plaga los afligió a ustedes y a sus jefes.

5 Hagan las figuras de los tumores y de los ratones que destruyen la tierra, y así honrarán al Dios de Israel. Tal vez él se compadezca de ustedes, de sus dioses, y de su tierra.

6 ¿Por qué son insensibles, como el faraón y los egipcios? Ellos trataron con dureza a los israelitas, pero los dejaron ir, y ellos se fueron.

7 Construyan ahora un carro nuevo, y elijan a dos vacas que no hayan llevado antes el yugo, y que estén criando; pónganles el yugo y únzanlas al carro, y no dejen que sus becerros las sigan.

8 Tomen el arca del Señor, y pónganla sobre el carro. Pongan en una caja las joyas de oro que hicieron como compensación por la culpa cometida; y dejen que el carro se vaya.

9 Pero fíjense qué rumbo toma el carro: si se va por el camino que lleva a Bet Semes, su tierra, eso querrá decir que fue el Señor quien nos mandó tan grandes males; pero si toma otro camino, sabremos que no fue el Señor, sino que lo que sufrimos fue un accidente.»

10 Aquellos hombres lo hicieron así. Tomaron dos vacas que no habían llevado yugo y que estaban criando, las uncieron al carro, y encerraron a sus becerros.

11 Luego pusieron el arca del Señor sobre el carro, y a un lado la caja con los ratones de oro y las figuras de los tumores, como compensación por la culpa cometida, y la dejaron ir.

12 Y las vacas se dirigieron a Bet Semes; iban andando y bramando, sin apartarse del camino, y los jefes de los filisteos las siguieron hasta el límite de Bet Semes.

13 Los habitantes de Bet Semes estaban en el valle, segando el trigo, y cuando alzaron los ojos y vieron el arca, se alegraron mucho.

14 El carro llegó al campo de Josué de Bet Semes, y se detuvo en donde había una gran piedra; entonces ellos tomaron la madera del carro y la partieron, y ofrecieron las vacas como una ofrenda al Señor.

15 Luego los levitas bajaron el arca del Señor, y la caja que iba junto a ella, donde estaban las joyas de oro, y las pusieron sobre aquella gran piedra. Ese día los habitantes de Bet Semes ofrecieron sacrificios y ofrendas al Señor.

16 Cuando los cinco jefes de los filisteos vieron todo esto, regresaron a Ecrón el mismo día.

17 Las figuras de los tumores de oro que los filisteos pagaron como compensación al Señor fueron cinco: una por Asdod, una por Gaza, una por Ascalón, una por Gat, y una por Ecrón.

18 Y las figuras de oro de los ratones que ofrecieron, fueron también cinco, conforme al número de las ciudades de los filisteos que pertenecían a los cinco jefes, tanto las ciudades fortificadas como las aldeas. La gran piedra sobre la que pusieron el arca del Señor permanece en el campo de Josué de Bet Semes hasta el día de hoy.

19 Pero Dios hizo que los hombres de Bet Semes murieran, porque se atrevieron a mirar dentro del arca del Señor. De todo el pueblo murieron cincuenta mil setenta hombres. Y el pueblo lloró porque el Señor los había castigado con tantas muertes,

20 y dijeron:

«¿Quién será digno de estar delante del Señor, el Dios santo? ¿Contra quién se ensañará cuando se aparte de nosotros?»

21 Luego enviaron mensajeros a los habitantes de Quiriat Yearín, para que les dijeran:

«Los filisteos han devuelto el arca del Señor. Vengan y llévenla con ustedes.»

1 Samuel 7

1 Los habitantes de Quiriat Yearín fueron y se llevaron el arca del Señor, y la pusieron en casa de Abinadab, la cual estaba en una colina, y consagraron a Eleazar su hijo, como guardián del arca del Señor.

2 Así, pasaron veinte años desde el día en que llegó el arca a Quiriat Yearín, y los israelitas gemían arrepentidos ante el Señor.

Samuel, juez de Israel

3 Entonces Samuel habló con todos los israelitas y les dijo:

«Si de todo corazón se han arrepentido delante del Señor, quiten a Astarot y a todos los dioses ajenos que todavía adoran; entréguense de corazón al Señor, y sírvanle sólo a él; entonces el Señor los librará de la ira de los filisteos.»

4 Y los israelitas renunciaron a los baales y a Astarot, y sirvieron sólo al Señor.

5 Entonces Samuel les dijo:

«Reúnan a todos los israelitas en Mispá, y yo rogaré al Señor por ustedes.»

6 Y se reunieron en Mispá, y sacaron agua y la derramaron delante del Señor. Aquel día ayunaron, y dijeron:

«Hemos pecado contra el Señor.»

Así fue como Samuel se convirtió en Mispá en el caudillo de los israelitas.

7 Y cuando los jefes de los filisteos se enteraron de que los israelitas estaban reunidos en Mispá, se prepararon para ir a luchar contra ellos, y cuando los israelitas lo supieron, se llenaron de miedo

8 y le dijeron a Samuel:

«No dejes de clamar por nosotros al Señor nuestro Dios, para que nos libre del poder de los filisteos.»

9 Entonces Samuel tomó un cordero recién nacido, y lo sacrificó y lo ofreció al Señor; luego rogó por el pueblo de Israel, y el Señor le oyó.

10 Mientras Samuel estaba ofreciendo el holocausto, llegaron los filisteos para pelear contra los israelitas, pero el Señor lanzó fuertes truenos contra ellos, y los atemorizó, y los israelitas los vencieron;

11 salieron de Mispá y persiguieron a los filisteos más allá de Bet Car, y los hirieron de muerte.

12 Luego, Samuel tomó una piedra, la puso entre Mispá y Sen, y a ese lugar lo llamó Ebenezer,porque dijo: «Hasta aquí nos ha ayudado el Señor.»

13 Así fueron vencidos los filisteos, y no volvieron a entrar en el territorio de Israel porque el poder del Señor estuvo en contra de ellos mientras Samuel vivió.

14 Los israelitas liberaron el territorio que los filisteos tenían en su poder y recuperaron las ciudades que les habían arrebatado, desde Ecrón hasta Gat. Así los israelitas y los amorreos vivieron en paz.

15 Mientras Samuel vivió, gobernó al pueblo de Israel.

16 Todos los años visitaba Betel, Gilgal y Mispá, y dictaba leyes para todos los israelitas.

17 Después regresaba a Ramá, donde vivía y donde también edificó un altar al Señor, y desde allí impartía justicia al pueblo.

1 Samuel 8

Israel pide rey

1 Cuando Samuel envejeció, nombró como caudillos a sus hijos para que guiaran al pueblo de Israel.

2 Su primogénito se llamaba Joel, y su segundo hijo se llamaba Abías. Los dos eran caudillos en Berseba,

3 pero no siguieron el ejemplo de su padre sino que se dejaron llevar por la avaricia, pues aceptaban sobornos y corrompieron la impartición de justicia.

4 Por eso todos los ancianos israelitas fueron a Ramá para hablar con Samuel,

5 y le dijeron:

«Es un hecho que tú ya eres viejo, y que tus hijos no siguen tu ejemplo. Por lo tanto, escógenos un rey, como lo tienen todas las naciones,para que nos gobierne.»

6 Pero a Samuel no le agradó esta propuesta de dar al pueblo un rey que lo gobernara; entonces oró al Señor,

7 y el Señor le dijo:

«Atiende todas las peticiones que te haga el pueblo. No te han rechazado a ti, sino a mí, pues no quieren que yo reine sobre ellos.

8 Están haciendo contigo lo que han hecho conmigo desde que los saqué de Egipto: me están dejando para ir y servir a otros dioses.

9 Tú, atiende sus peticiones, pero aclárales todos los inconvenientes, y muéstrales cómo los tratará quien llegue a ser su rey.»

10 Samuel comunicó al pueblo que pedía un rey todo lo que el Señor había dicho.

11 Les dijo:

«El rey que ustedes ahora piden les quitará a sus hijos para ponerlos como soldados en sus carros de guerra; unos serán jinetes de su caballería, e irán abriéndole paso a su carruaje;

12 a otros los pondrá al mando de mil soldados, y a otros al mando de cincuenta soldados; a otros los pondrá a labrar sus campos y a levantar sus cosechas, y a otros los pondrá a fabricar sus armas y los pertrechos de sus carros de guerra.

13 También les quitará a sus hijas, para convertirlas en perfumistas, cocineras y panaderas.

14 Además, les quitará sus mejores tierras, y sus viñedos y olivares, y todo eso se lo entregará a sus sirvientes.

15 Les quitará también la décima parte de sus granos y de sus viñedos para pagarles a sus oficiales y a sus sirvientes.

16 Les quitará a sus siervos y siervas, y sus mejores jóvenes, y sus asnos y bueyes, para que trabajen para él.

17 También les exigirá la décima parte de sus rebaños, y ustedes pasarán a ser sus sirvientes.

18 El día que ustedes elijan su rey, lo van a lamentar; pero el Señor no les responderá.»

19 El pueblo no le hizo caso a Samuel, sino que dijo:

«No será así. A como dé lugar, tendremos un rey.

20 Así seremos como todas las naciones. Y nuestro rey nos gobernará, y saldrá al frente de nosotros y presentará batalla por nosotros.»

21 Samuel oyó todo lo que decía el pueblo, y se lo hizo saber al Señor.

22 Y el Señor le respondió:

«Atiende su petición, y ponles un rey que los gobierne.»

Entonces Samuel les pidió a los israelitas que regresara cada uno a su ciudad.