1 Samuel 9

Saúl, elegido rey

1 Había un benjaminita muy valiente que se llamaba Cis hijo de Abiel. Era descendiente en línea directa de Seror, Becorat y Afía.

2 Este hombre tenía un hijo que se llamaba Saúl, el cual era un joven muy bien parecido. Entre todos los jóvenes israelitas no había nadie más bien parecido que él; además, era más alto que cualquiera del pueblo.

3 Un día, se perdieron las asnas de Cis, su padre, así que éste le dijo a su hijo Saúl:

«Levántate y ve enseguida a buscar las asnas. Lleva contigo a uno de los criados.»

4 Saúl y su criado atravesaron los montes de Efraín y llegaron hasta el territorio de Salisa, pero no las encontraron. De allí siguieron a la tierra de Sagalín, y tampoco las hallaron. Fueron entonces a la tierra de Benjamín, y tampoco estaban allí.

5 Cuando llegaron a la tierra de Suf, Saúl le dijo al criado que lo acompañaba:

«Vamos a regresar. Tal vez ahora mi padre esté más preocupado por nosotros que por las asnas.»

6 Pero el criado le dijo:

«En esta ciudad hay un hombre de Dios, a quien todos respetan, pues todo lo que él anuncia sucede sin falta. Vamos a verlo; tal vez nos dé alguna pista en cuanto al propósito de nuestro viaje.»

7 Y Saúl le respondió:

«Está bien, vamos; pero ¿qué podemos ofrecerle? Ya no tenemos pan en nuestras alforjas. ¿Qué podemos llevarle a ese hombre de Dios?»

8 El criado respondió:

«Yo tengo un poco de plata, pero se la daré a ese hombre para que nos diga hacia dónde dirigirnos.»

9 Antiguamente, cualquiera en Israel que consultaba a Dios, decía: «Vamos a ver al vidente», porque así se le llamaba al que luego se llamó «profeta».

10 Así que Saúl le dijo a su criado:

«Bien dicho. Vamos, pues.»

Y se dirigieron a la ciudad en donde estaba el hombre de Dios.

11 Cuando subían por la cuesta de la ciudad, se encontraron con unas jóvenes que salían por agua, y les preguntaron:

«¿Vive aquí el vidente?»

12 Ellas les respondieron:

«Sí, pero más adelante. Dense prisa, porque hoy ha venido a la ciudad para acompañar al pueblo, que va a ofrecer sacrificios en el santuario que está en lo alto del cerro.

13 En cuanto entren en la ciudad lo van a ver, pero búsquenlo antes de que suba al santuario para el banquete, pues el pueblo no comerá hasta que él llegue, ya que es él quien bendice el sacrificio; después de eso, comen los invitados. Vayan ahora mismo, y lo hallarán.»

14 Ellos se dirigieron a la ciudad, y cuando llegaron al centro, Samuel ya venía hacia ellos y en dirección al santuario del cerro.

15 Pero el Señor ya había hablado con Samuel un día antes de que Saúl llegara. Le había dicho:

16 «Prepárate, porque mañana a esta misma hora te enviaré a un joven benjaminita. Vas a consagrarlo como rey de mi pueblo Israel, pues él lo va a salvar de los filisteos. El clamor de mi pueblo ha llegado a mis oídos, y yo he puesto en ellos mis ojos.»

17 En cuanto Samuel vio a Saúl, el Señor le dijo:

«Éste es el hombre de quien te hablé. Éste es el que va a gobernar a mi pueblo.»

18 En cuanto Saúl vio que Samuel entraba en la ciudad, se acercó a él y le dijo:

«Te ruego que me digas dónde vive el vidente.»

19 Y Samuel le respondió:

«Yo soy el vidente. Acompáñame al santuario allá arriba, y come hoy conmigo. Mañana, cuando te vayas, te diré todo lo que te está inquietando.

20 Yo sé que hace tres días se perdieron las asnas de tu padre, pero no te preocupes, porque ya las encontraron. Ahora dime: ¿Quién merece tener lo mejor que hay en Israel? Te lo voy a decir. Lo merecen tú y la familia de tu padre.»

21 Pero Saúl respondió:

«Yo soy descendiente de Benjamín, que es la más pequeña de las tribus de Israel. ¿Por qué me dices estas cosas?»

22 Entonces Samuel tomó a Saúl y a su criado, y los llevó a la sala y les ofreció la cabecera de la mesa, aun cuando Samuel tenía treinta invitados más.

23 Luego le dijo al cocinero:

«Trae la porción de carne que te dije que apartaras.»

24 El cocinero llevó la espaldilla y todo lo que iba con ella, y la puso delante de Saúl. Entonces Samuel le dijo:

«Esto estaba reservado para ti. Sírvete y come, pues se reservó para tu visita que ya esperaba, aun cuando todo el pueblo también estaba invitado.»

Y Saúl comió aquel día con Samuel.

25 Y cuando bajaron del cerro, fueron a la ciudad y Samuel habló con Saúl en la azotea de la casa.

26 Al día siguiente, al despuntar el alba, Saúl estaba en la azotea; pero Samuel lo llamó y le dijo:

«Levántate, para que te despida.»

Saúl se levantó, y ambos salieron;

27 y cuando se dirigían al otro lado de la ciudad, Samuel le pidió a Saúl que ordenara al criado adelantarse. El criado se adelantó, y entonces Samuel le dijo a Saúl:

«Tengo un mensaje de Dios para ti.»

1 Samuel 10

1 Entonces Samuel tomó un frasco de aceite y lo derramó sobre la cabeza de Saúl; luego lo besó y le dijo:

«El Señor te ha ungido para que seas el rey de su pueblo Israel.

2 Hoy, después de que nos despidamos, vas a encontrar a dos hombres junto al sepulcro de Raquel, en Selsa, en las tierras de Benjamín; ellos te dirán que ya fueron halladas las asnas que andas buscando, y que tu padre ya no está preocupado por las asnas sino por ustedes, pues no sabe qué les ha sucedido.

3 Sigue tu camino, y cuando llegues a la encina de Tabor te encontrarás con tres hombres que van a adorar a Dios en Betel; uno de ellos llevará tres cabritos; otro, tres tortas de pan; y el tercero, un odre de vino.

4 Después de saludarte, ellos te darán dos panes, y los debes aceptar.

5 Cuando llegues a la colina de Dios, donde está la guarnición de los filisteos, y luego de que entres en la ciudad, te encontrarás con un grupo de profetas que descienden del santuario que está en el cerro. Irán profetizando y tocando salterios, panderos, flautas y arpas.

6 En ese momento el espíritu del Señor vendrá sobre ti con su poder, y profetizarás con ellos, y el cambio en ti será notable pues actuarás como si fueras otro hombre.

7 Cuando sucedan estas señales, haz lo que te venga a la mano hacer, porque Dios está contigo.

8 Luego te adelantarás para llegar a Gilgal antes que yo; siete días después yo me reuniré contigo, y juntos iremos a ofrecer holocaustos y ofrendas de paz al Señor. Espérame hasta que yo llegue y te indique lo que debes hacer.»

9 En cuanto Saúl le dio la espalda a Samuel para irse, Dios le cambió todo su carácter, y ese mismo día sucedió todo lo que Samuel le había dicho.

10 Al llegar a la colina, vieron que el grupo de profetas venía al encuentro de Saúl. Entonces el espíritu de Dios vino sobre él con todo su poder, y Saúl comenzó a profetizar.

11 Y cuando todos los que lo conocían lo vieron profetizar junto con los otros profetas, se preguntaron los unos a los otros:

«¿Qué le pasa al hijo de Cis? ¿Acaso también él es profeta?»

12 Uno de ellos exclamó:

«¡Hoy día, cualquiera es profeta!»

Por eso es tan popular el dicho: «¿También Saúl anda entre los profetas?»

13 En cuanto Saúl llegó al santuario en el cerro dejó de profetizar.

14 Entonces uno de sus tíos les preguntó a Saúl y a su criado:

«¿Y ustedes, dónde andaban?»

Y Saúl le respondió:

«Anduvimos buscando las asnas perdidas, pero como no las encontrábamos, fuimos a consultar a Samuel.»

15 Y el tío de Saúl le dijo:

«Te ruego que me digas lo que les dijo Samuel.»

16 Y Saúl le respondió:

«Claramente nos dijo que las asnas ya habían sido halladas.»

Sin embargo, Saúl no le dijo nada de lo que Samuel le había dicho en cuanto al reino.

17 Más tarde, Samuel pidió al pueblo que se reuniera ante el Señor en Mispá,

18 y les dijo a los israelitas:

«Así dice el Señor, el Dios de Israel: “Yo los saqué a ustedes de Egipto. Yo los libré del poder de los egipcios, y de todos los reinos que los afligían.

19 Pero ustedes me rechazan como su Dios, aunque yo los protejo de todas sus aflicciones y angustias, y ahora quieren que los gobierne un rey. Pues ya que piensan así, preséntense ante mí, el Señor, en el orden de sus tribus y familias.”»

20 Una vez que se reunieron todas las tribus de Israel, Samuel ordenó que se acercara la tribu de Benjamín.

21 Luego hizo que se acercara la tribu de Benjamín, en el orden de sus familias; luego pidió que se acercara la familia de Matri, y de ella pidió que se acercara Saúl hijo de Cis. Lo buscaron entonces, pero no lo hallaron,

22 así que le preguntaron al Señor por qué Saúl no estaba allí, y el Señor les dijo:

«Búsquenlo entre el equipaje, pues allí está escondido.»

23 Entonces fueron a buscarlo allí, y lo pusieron en medio del pueblo. Y todos pudieron ver que Saúl era más alto que todos. No había quien le llegara a los hombros.

24 Y Samuel le dijo a todo el pueblo:

«Ante ustedes está el hombre que el Señor ha elegido. Como pueden ver, no hay en todo el pueblo nadie que se le compare.»

Y el pueblo lo aclamó alegremente, y gritaba: «¡Viva el rey!»

25 Después Samuel expuso al pueblo las leyes del reino, y las escribió en un libro y las guardó en presencia del Señor.

26 Luego, Samuel envió al pueblo de regreso, cada uno a su casa, y Saúl también regresó a su casa en Gabaa, acompañado de hombres valerosos, a quienes Dios tocó el corazón.

27 Pero no faltaron algunos perversos que dijeron: «¿Y éste es el que nos va a salvar?» Y como lo menospreciaron, tampoco le presentaron regalos. Pero Saúl no les dio importancia.

1 Samuel 11

Saúl derrota a los amonitas

1 Un día, Najás el amonita se dirigió a Jabés de Galaad y la sitió, pero los habitantes de Jabés le propusieron a Najás que, si se aliaba con ellos, se comprometían a servirle.

2 Najás les respondió:

«Haré alianza con ustedes, con la condición de que cada uno de ustedes se deje sacar el ojo derecho. Así el pueblo de Israel quedará en vergüenza.»

3 Los ancianos de Jabés le dijeron:

«Danos siete días para que enviemos mensajeros por todo nuestro territorio. Si nadie sale en nuestra defensa, nos rendiremos a ti.»

4 Cuando los mensajeros llegaron a Gabaa de Saúl y le dijeron al pueblo las condiciones de Najás, todos lo lamentaron y se pusieron a llorar.

5 Saúl volvía del campo arreando los bueyes, y preguntó:

«¿Qué le pasa al pueblo? ¿Por qué llora?»

Entonces le dieron el mensaje de los hombres de Jabés.

6 En cuanto Saúl lo oyó, el espíritu de Dios vino sobre él con poder, y él se llenó de ira.

7 Tomó entonces un par de bueyes, los descuartizó y envió los pedazos por todo el territorio de Israel, con la orden de que los mensajeros dijeran: «Así haremos con los bueyes de los que no sigan a Saúl y a Samuel.»

Fue tal el temor que el Señor infundió en el pueblo, que se unieron como un solo hombre.

8 Cuando Saúl les pasó revista en Bezec, los israelitas eran trescientos mil, y los de Judá eran treinta mil,

9 los cuales dijeron a los mensajeros que habían llevado la noticia: «Digan a los de Jabés de Galaad que mañana, cuando el sol comience a calentar, serán liberados.»

Cuando los mensajeros anunciaron esto, los habitantes de Jabés se alegraron mucho

10 y les dijeron a sus enemigos: «Mañana estaremos aquí, para que hagan con nosotros lo que les parezca mejor.»

11 Pero al día siguiente Saúl distribuyó a los soldados en tres batallones que, antes de que amaneciera, cayeron sobre el campamento y, tomando por sorpresa a los amonitas, los hirieron de muerte hasta bien entrado el día. Los pocos que sobrevivieron se dispersaron, sin que siquiera dos de ellos se vieran juntos.

12 Entonces el pueblo le dijo a Samuel:

«¿Dónde están los que dudaban que Saúl sería nuestro rey? ¡Queremos que nos los entreguen, para matarlos!»

13 Pero Saúl dijo:

«Nadie va a morir hoy, porque el Señor ha traído la salvación a Israel.»

14 Por su parte, Samuel dijo al pueblo:

«Vengan todos, vamos a Gilgal, para renovar el reino.»

15 Y todo el pueblo fue a Gilgal, y allí, ante el Señor, confirmaron a Saúl como rey. Luego ofrecieron al Señor sacrificios y ofrendas de paz, y Saúl y todo el pueblo de Israel hicieron fiesta.

1 Samuel 12

Discurso de Samuel al pueblo

1 Samuel reunió a todos los israelitas, y les dijo:

«He oído atentamente todo lo que me han dicho, y les he puesto un rey.

2 Aquí lo tienen, ante sus ojos. Yo ya estoy viejo y lleno de canas, y he convivido entre ustedes desde mi juventud. Pero mis hijos viven entre ustedes.

3 Aquí me tienen. Acúsenme de algo ante el Señor y ante su rey; díganme si acaso he robado el buey o el asno de alguien, o si he hablado mal de alguien, si lo he ofendido, o si alguien me ha sobornado para cometer injusticia a su favor. Hablen, y yo haré la restitución.»

4 Todos dijeron:

«Nunca nos has calumniado ni ofendido; tampoco has robado nada de nadie.»

5 Y Samuel respondió:

«El Señor y su ungido son testigos de que han declarado no haber hallado en mí ninguna falta.»

Y ellos respondieron:

«Somos testigos de eso.»

6 Entonces Samuel dijo al pueblo:

«Testigo es también el Señor, quien eligió a Moisés y a Aarón,y que sacó de Egipto a los antepasados de ustedes.

7 Ahora, les pido que me escuchen con atención, porque les voy a relatar lo que el Señor ha hecho para librarlos a ustedes y a sus padres de todos los peligros.

8 Después de que Jacob entró en Egipto, los antepasados de ustedes eran oprimidos y clamaron al Señor,y él les envió a Moisés y a Aarón, y ellos los sacaron de Egipto y los hicieron habitar en este lugar.

9 Pero ellos se olvidaron del Señor su Dios, y él los dejó caer en manos de Sísara,jefe del ejército de Jazor, y en manos de los filisteosy del rey de Moab.Todos ellos pelearon contra los israelitas.

10 Pero ellos se arrepintieron y clamaron al Señor. Le dijeron: “Señor, hemos pecado. Perdónanos, pues te hemos dejado por servir a los baales y a Astarot. Ahora, líbranos del poder de nuestros enemigos, y te serviremos.”

11 Entonces el Señor envió a Yerubaal,a Barac,a Jeftéy a mí, Samuel,y los libró del poder de todos los enemigos que los rodeaban, para que vivieran tranquilos.

12 Pero cuando ustedes vieron que Najás, el rey de los amonitas, venía a pelear contra ustedes, me dijeron: “Queremos que nos gobierne un rey”,cuando en realidad el rey de ustedes es Dios el Señor.

13 Pero aquí está el rey que han elegido; el rey que ustedes pidieron. El Señor les ha puesto un rey.

14 Si ustedes aman y obedecen al Señor, y le sirven; si no son rebeldes a su palabra, y si tanto ustedes como su rey sirven al Señor su Dios, harán bien.

15 Pero si no lo obedecen, sino que son rebeldes a las palabras del Señor, él se pondrá en contra de ustedes, como se volvió en contra de sus padres.

16 Esperen un poco y podrán ver las grandes cosas que el Señor hará entre ustedes.

17 Estamos en el tiempo de la cosecha, cuando no llueve. Pero yo clamaré al Señor, y él enviará truenos y lluvias, para que vean y comprueben la gran maldad que han cometido a los ojos del Señor, al pedir un rey.»

18 Y ese mismo día Samuel clamó al Señor, y el Señor envió truenos y lluvias, y todo el pueblo sintió temor ante el Señor y ante Samuel.

19 Entonces todo el pueblo le dijo a Samuel:

«Ruega al Señor tu Dios por nosotros, tus siervos, para que no muramos. Reconocemos que a todos los pecados que hemos cometido, hemos añadido este otro de pedir que un rey nos gobierne».

20 Y Samuel respondió al pueblo:

«No tengan miedo. Es verdad que ya cometieron esta maldad. Pero a pesar de eso, no se aparten del Señor, sino síganlo y sírvanle de todo corazón.

21 No vayan tras los dioses falsos, porque no les servirán de nada ni podrán salvarlos, porque no son nada.

22 El Señor no desamparará a su pueblo, porque grande es su nombre, y él los escogió para que fueran su pueblo.

23 Lejos estará de mí pecar contra el Señor dejando de rogar por ustedes; al contrario, me comprometo a instruirlos en el camino bueno y recto,

24 con tal de que ustedes teman al Señor y en verdad le sirvan de todo corazón. Recuerden todo lo que él ha hecho en favor de ustedes.

25 Pero si insisten en hacer lo malo, tanto ustedes como su rey perecerán.»

1 Samuel 13

Guerra contra los filisteos

1 Cuando Saúl tenía … añosy había reinado ya dos años sobre Israel,

2 escogió a tres mil israelitas; a dos mil los tenía en Micmas y en el monte de Betel, y mil estaban con Jonatán en Gabaa de Benjamín; al resto del pueblo lo envió de regreso a su casa.

3 Jonatán atacó la guarnición filistea que estaba en la colina, y los filisteos lo supieron. Entonces Saúl ordenó tocar la trompeta por todo el país para que lo supieran los hebreos.

4 Todo Israel supo que Saúl había atacado la guarnición de los filisteos, y supo también que Israel se había vuelto odioso a los filisteos, así que se unieron y marcharon a Gilgal para seguir a Saúl.

5 Pero también los filisteos se reunieron para pelear contra Israel. Contaban con treinta mil carros de guerra, seis mil soldados de caballería, y un ejército incontable como la arena del mar. Subieron y acamparon en Micmas, al oriente de Bet Avén.

6 Y cuando los soldados de Israel se vieron acorralados (porque el pueblo estaba en apuros), se escondieron en cuevas y en fosos, y en peñascos y tras las rocas y en cisternas.

7 Algunos de los hebreos cruzaron el Jordán en dirección a la tierra de Gad y de Galaad, pero Saúl se quedó todavía en Gilgal. Todo el pueblo lo seguía, pero iba temblando de miedo.

8 Saúl esperó allí siete días, de acuerdo con el plazo que Samuel le había fijado,pero como no llegaba, el pueblo empezó a desertar.

9 Entonces Saúl ordenó: «Que traigan un holocausto y ofrendas de paz», y ofreció el holocausto.

10 Saúl estaba terminando de ofrecer el holocausto cuando llegó Samuel; Saúl salió a darle la bienvenida,

11 pero Samuel le dijo:

«¿Qué es lo que has hecho?»

Y Saúl respondió:

«Me di cuenta de que el pueblo estaba desertando y, como tú no venías y los filisteos estaban reunidos en Micmas,

12 pensé: “Ahora los filisteos van a venir a Gilgal para luchar contra mí, y yo no he implorado la ayuda del Señor.” Así que me armé de valor y ofrecí el holocausto.»

13 Pero Samuel le dijo a Saúl:

«Lo que has hecho es una locura. No obedeciste lo que el Señor tu Dios te ordenó hacer. Si hubieras obedecido, el Señor habría confirmado para siempre tu reinado sobre Israel.

14 Ahora tu reinado no durará mucho. El Señor ha buscado un hombre que actúe como a él le agrada,y ya lo ha escogido para que reine sobre su pueblo, ya que tú no pudiste obedecer lo que él te mandó.»

15 Enseguida, Samuel se levantó y se fue de Gilgal a Gabaa, tierra de Benjamín. Luego Saúl contó a la gente que estaba con él, y vio que eran como seiscientos hombres.

16 Y Saúl y Jonatán, su hijo, y todos los que estaban con ellos, se quedaron en Gabaa de Benjamín, y los filisteos acamparon en Micmas.

17 Entonces salieron del campamento filisteo tres escuadrones de espías; uno de ellos marchaba por el camino de Ofrá hacia la tierra de Sual,

18 otro se dirigió a Bet Jorón, y el tercero avanzó en dirección al desierto, hacia la región que está frente al valle de Zeboyin.

19 Resulta que en todo el territorio israelita no había herreros, porque los filisteos querían evitar que los hebreos hicieran espadas o lanzas.

20 Por esa razón todos los israelitas tenían que ir con los filisteos para afilar las rejas de sus arados, su azadón, su hacha o su hoz.

21 El precio era alto, pues por las rejas de arado y los azadones pagaban casi ocho gramos de plata, y tres gramos más por afilar las hachas o por componer las aguijadas.

22 Por eso el día de la batalla ninguno de los que estaban con Saúl y Jonatán llevaban espadas ni lanzas; solamente Saúl y Jonatán las tenían.

23 Y la guarnición de los filisteos avanzó hasta el paso de Micmas.

1 Samuel 14

1 Entonces Jonatán, el hijo de Saúl, le dijo al criado que le llevaba las armas:

«Ven, vamos a pasar al otro lado, a la guarnición de los filisteos.»

Pero de esto nada le dijo a su padre,

2 que se encontraba bajo un granado en Migrón, en el extremo de Gabaa, acompañado de unos seiscientos hombres.

3 El efod lo llevaba Ajías hijo de Ajitob, que era hermano de Icabod hijo de Finés, el hijo de Elí, sacerdote del Señor en Silo. Nadie en el pueblo sabía que Jonatán se había ido.

4 Jonatán procuraba llegar a la guarnición de los filisteos pasando entre los desfiladeros, pero en ambos lados había dos peñascos agudos, conocidos como Boses y Sene;

5 uno de ellos estaba situado al norte, hacia Micmas, y el otro al sur, hacia Gabaa.

6 Entonces Jonatán le dijo a su escudero:

«Ven, vamos a pasar a la guarnición de estos incircuncisos, y espero que el Señor nos ayude. Para él no es difícil vencer al enemigo con muchos hombres o con pocos.»

7 Su escudero le respondió:

«Haz todo lo que tienes pensado hacer. Adelante, que estoy contigo y te apoyo en todo.»

8 Y Jonatán le dijo:

«Acerquémonos, para que nos vean esos hombres.

9 Si al vernos nos dicen que los esperemos aquí, entonces nos quedaremos y no subiremos.

10 Pero si nos dicen que vayamos a donde ellos están, vayamos; ésa será la señal de que el Señor los ha entregado en nuestras manos.»

11 Salieron entonces de su escondite, para que los vieran los filisteos que estaban en la guarnición; y éstos, al verlos, dijeron:

«Miren, ¡los hebreos ya están saliendo de las cuevas donde estaban escondidos!»

12 Y desde la guarnición les gritaron:

«Vengan acá, con nosotros. Queremos decirles una cosa.»

Entonces Jonatán le dijo a su escudero:

«Ven, sígueme, que el Señor los ha puesto en manos de Israel.»

13 Y subió Jonatán, trepando con manos y pies, y seguido por su escudero, y empezó a luchar contra los filisteos; a los que caían delante de él, su escudero los remataba.

14 En esa primera lucha mataron como a veinte hombres, en un espacio reducido.

15 Entonces el pánico se apoderó de todo el campamento, en el campo y en toda la guarnición; y cuando lo supieron los espías, también se llenaron de miedo; y el pánico aumentó porque hubo un temblor de tierra.

16 Desde Gabaa de Benjamín los centinelas de Saúl vieron cómo la multitud de filisteos corría desconcertada de un lado para otro, en completo desorden.

17 Entonces Saúl dijo a los que estaban con él:

«Pasen revista. Veamos quién de los nuestros se fue.»

Al pasar revista, se dieron cuenta de que faltaban Jonatán y su escudero.

18 Entonces Saúl le dijo a Ajías:

«Trae el arca de Dios.»

En ese entonces el arca de Dios estaba con el pueblo de Israel.

19 Y mientras Saúl hablaba con el sacerdote, el desorden que había en el campamento de los filisteos iba en aumento. Entonces Saúl le dijo al sacerdote:

«Espera, no la traigas.»

20 Y Saúl reunió al pueblo que estaba con él, y fueron al campo de batalla, y allí vieron que los filisteos estaban tan confundidos que unos a otros se atacaban con sus espadas.

21 Además, los hebreos que desde hacía mucho tiempo habían vivido entre los filisteos, y que luchaban en su ejército, se pusieron a favor de los israelitas y se pasaron al bando de Saúl y Jonatán.

22 Lo mismo pasó con todos los israelitas que estaban escondidos en los montes de Efraín: cuando supieron que los filisteos huían, también bajaron a perseguirlos.

23 La batalla llegó hasta Bet Avén, y así salvó el Señor al pueblo de Israel.

24 Ese día los israelitas se vieron en aprietos, pues tenían mucha hambre porque Saúl había hecho jurar al pueblo que no comerían en todo el día, hasta que se hubieran vengado de sus enemigos. Cualquiera que desobedeciera quedaría bajo maldición.

25 En cierto momento, el ejército israelita llegó a un bosque en el que había tanta miel que parecía brotar del suelo.

26 Al entrar en él, vieron cómo la miel escurría de los árboles; pero nadie extendió la mano para probar la miel, por temor a la maldición.

27 Sin embargo, como Jonatán no había oído a su padre poner bajo juramento al pueblo, alargó la punta de una vara que traía en la mano, la remojó en un panal de miel, y se la llevó a la boca, con lo que recobró el ánimo.

28 Pero uno de los soldados le dijo:

«Tu padre nos hizo jurar solemnemente, cuando dijo: “Maldito sea todo el que hoy tome alimento.” Por eso el pueblo desfallece de hambre.»

29 Pero Jonatán le respondió:

«Mi padre ha causado un gran daño al pueblo. ¡Mírenme! Sólo probé un poco de miel, ¡y ya me reanimé!

30 ¿Qué habría pasado si el pueblo hubiera tenido libertad de comer del botín arrebatado al enemigo? ¡El estrago entre los filisteos hubiera sido mayor!»

31 Ese día los filisteos fueron heridos de muerte desde Micmas hasta Ayalón, pero el pueblo estaba muy cansado,

32 así que se lanzó sobre el botín, y tomaron ovejas, vacas y becerros, y los degollaron, y los comieron con sangre y todo.

33 Pero alguien dio aviso a Saúl, y le dijo:

«El pueblo ha ofendido al Señor, porque está comiendo la carne con sangre y todo.»

Entonces Saúl les dijo:

«¡Todos ustedes son unos pecadores! Rueden esa piedra grande, y pónganla aquí.»

34 Luego les dijo:

«Sepárense y mézclense entre el pueblo, y díganles que cada uno me traiga sus vacas o sus ovejas, para que las degüellen y puedan comer carne sin sangre, y así no ofendan al Señor.»

Esa misma noche todos los israelitas llevaron personalmente sus vacas, y las degollaron allí.

35 Saúl, por su parte, construyó allí su primer altar al Señor,

36 y dijo:

«Esta misma noche, y hasta el amanecer, vamos a atacar a los filisteos. Les quitaremos todo lo que tienen, y no dejaremos con vida a ninguno de ellos.»

Sus hombres le dijeron:

«Haz todo lo que te parezca mejor.»

El sacerdote les dijo:

«Antes consultemos a Dios.»

37 Entonces Saúl consultó al Señor:

«¿Debo perseguir a los filisteos? ¿Le darás la victoria a tu pueblo Israel?»

El Señor no le dijo nada ese día,

38 así que Saúl llamó a los jefes del pueblo y les preguntó:

«Díganme quién ha pecado hoy, y cuál ha sido su maldad;

39 porque juro por el Señor, el salvador de su pueblo Israel, que el culpable morirá, aun si el culpable es mi hijo Jonatán.»

Y como todo su ejército permaneció callado,

40 Saúl ordenó:

«Ustedes quédense de un lado, y mi hijo Jonatán y yo nos pondremos del otro lado.»

Y ellos respondieron:

«Haz lo que te parezca mejor.»

41 Entonces Saúl le dijo al Señor:

«Concédenos un sorteo perfecto.»

Como la suerte cayó sobre Jonatán y Saúl, y el pueblo quedó libre,

42 Saúl dijo:

«Ahora echen la suerte entre mi hijo Jonatán y yo.»

Como la suerte cayó sobre Jonatán,

43 Saúl le preguntó:

«Confiésame qué es lo que has hecho.»

Y Jonatán le dijo:

«Es verdad que comí un poco de miel, la cual tomé con la punta de la vara que traía en la mano. ¿Y por eso tengo que morir?»

44 Y Saúl respondió:

«Que Dios me añada mayor castigo, si no cumplo mi promesa. Hijo mío, ¡tienes que morir!»

45 Entonces el pueblo le dijo a Saúl:

«¿Tiene que morir tu hijo Jonatán, cuando ha sido él quien salvó al pueblo de Israel? ¡De ninguna manera! Juramos por el Señor que ni uno solo de sus cabellos caerá a tierra. Lo que él hizo hoy, lo hizo de acuerdo al plan de Dios.»

De esta manera el pueblo de Israel impidió la muerte de Jonatán.

46 Y como Saúl dejó de perseguir a los filisteos, éstos se fueron a sus tierras.

47 Después de tomar posesión del reino de Israel, Saúl luchó contra todos los enemigos que lo rodeaban: luchó contra los moabitas, los amonitas, los edomitas, los reyes de Soba y los filisteos; y por dondequiera que iba, salía victorioso.

48 Con el ejército que reunió, derrotó a los amalecitas y libró a Israel de quienes lo saqueaban.

49 Saúl tuvo cinco hijos: Los varones fueron Jonatán, Isví y Malquisúa. Las mujeres fueron Merab, la mayor, y Mical, la menor.

50 La mujer de Saúl se llamaba Ajinoán, y era hija de Ajimaz. El general de su ejército era su primo Abner hijo de Ner.

51 Su padre, Cis, era hermano de Ner, el padre de Abner; y los dos eran hijos de Abiel.

52 Mientras Saúl fue rey, la guerra contra los filisteos fue encarnizada. Por eso todos los hombres valientes y aptos para la guerra pasaban a formar parte de su ejército.

1 Samuel 15

Saúl desobedece y es desechado

1 Tiempo después, Samuel le dijo a Saúl:

«El Señor me ha enviado a ungirte como rey de Israel, su pueblo.Por lo tanto, debes prestar atención a lo que el Señor te ordene.

2 Así ha dicho el Señor de los ejércitos: “Voy a castigar a Amalec por el mal que les hizo a los israelitas cuando los atacó al salir de Egipto, y les impidió que siguieran su camino.”

3 Así que ve y mata a los amalecitas; destruye todo lo que tienen. No les tengas compasión a sus hombres ni a sus mujeres, y ni siquiera a sus niños de pecho; ni a sus vacas, ovejas, camellos y asnos.»

4 Saúl ordenó que el pueblo se reuniera, y en Telayín les pasó revista. Eran doscientos mil soldados de infantería, y diez mil hombres de Judá.

5 Luego fue a la ciudad de Amalec, y puso una emboscada en el valle;

6 pero antes de la batalla mandó que les dijeran a los quenitas:

«Ustedes fueron compasivos con los israelitas cuando ellos venían de Egipto, así que apártense de los amalecitas. Huyan, para que no los destruya a ustedes lo mismo que a ellos.»

Y los quenitas salieron de la ciudad de los amalecitas.

7 Entonces Saúl lanzó todo su ejército sobre los amalecitas, y los derrotó; los persiguió desde Javilá hasta Shur, al oriente de Egipto,

8 y mató a filo de espada a todo el pueblo, aunque dejó con vida a Agag, el rey de Amalec.

9 Además de perdonar a Agag, Saúl y su gente también se quedaron con lo mejor de sus animales: ovejas, toros, becerros engordados y carneros; lo de poco valor lo destruyeron.

10 Pero el Señor le dijo a Samuel:

11 «Estoy muy disgustado por haber hecho rey de Israel a Saúl, pues se ha apartado de mí y no ha cumplido con lo que le ordené hacer.»

Cuando Samuel oyó esto, se llenó de pesar, y toda esa noche le estuvo rogando al Señor por Saúl.

12 Al amanecer, se levantó y fue a buscar a Saúl, y le avisaron que había estado en Carmel, donde había levantado un monumento, pero que había regresado a Gilgal.

13 Cuando Samuel llegó a donde estaba Saúl, éste le dijo:

«¡Que el Señor te bendiga! Ya cumplí con lo que el Señor me ordenó hacer.»

14 Pero Samuel le respondió:

«Entonces, ¿qué son esos balidos de ovejas, y esos bramidos de vacas que llegan a mis oídos?»

15 Y Saúl le respondió:

«Esos animales fueron traídos de Amalec. El pueblo dejó con vida a las mejores ovejas y vacas, para sacrificarlas al Señor tu Dios. Todo lo demás fue destruido.»

16 Pero Samuel le dijo:

«Escucha bien lo que el Señor me dijo durante la noche.»

Y Saúl le respondió:

«Te escucho.»

17 Samuel añadió:

«¿No es verdad que tú mismo te considerabas alguien insignificante? ¿Y no es verdad que el Señor te ha hecho jefe de las tribus de Israel, y te ha consagrado como su rey?

18 El Señor te dio una misión, cuando te dijo: “Ve y destruye por completo a los amalecitas. Combátelos, hasta acabar con todos ellos.”

19 Entonces, ¿por qué no has obedecido lo que te ordenó el Señor, sino que has traído contigo lo que le quitaste a tus enemigos? A los ojos del Señor, has hecho mal.»

20 Pero Saúl le respondió:

«Yo cumplí con lo que me ordenó el Señor. Destruí a los amalecitas, y como prueba he traído a Agag, su rey.

21 Fue el pueblo quien tomó lo mejor de las ovejas y vacas, lo que debió haber sido destruido primero, para ofrecer sacrificios al Señor tu Dios en Gilgal.»

22 Samuel le contestó:

«¿Y crees que al Señor le gustan tus holocaustos y ofrendas más que la obediencia a sus palabras? Entiende que obedecer al Señor es mejor que ofrecerle sacrificios, y que escucharlo con atención es mejor que ofrecerle la grasa de los carneros.

23 Ser rebelde es lo mismo que practicar la adivinación, y ser obstinado es lo mismo que ser idólatra. Puesto que tú no tomaste en cuenta lo que el Señor te ordenó, tampoco él te toma en cuenta como rey de Israel.»

24 Entonces Saúl le respondió a Samuel:

«Reconozco mi pecado. He faltado al mandamiento del Señor y a tus palabras. Y es que tuve miedo del pueblo, y cedí ante sus exigencias. Yo te ruego que me perdones mi pecado,

25 y que me acompañes a adorar al Señor.»

26 Pero Samuel le contestó:

«No te voy a acompañar a ninguna parte. Puesto que tú no tomaste en cuenta las palabras del Señor, tampoco él te toma en cuenta como rey de Israel.»

27 Y Samuel se dispuso a retirarse, pero Saúl lo agarró de la punta del manto para detenerlo, y el manto se desgarró.

28 Entonces Samuel le dijo:

«Así como este manto ha quedado desgarrado, así el Señor te ha desgarrado del reino de Israel, y se lo ha entregado a alguien mejor que tú.

29 El Señor, que es la Gloria de Israel, no miente ni se arrepiente. El Señor no es un ser humano, para arrepentirse.»

30 Y Saúl respondió:

«Reconozco que he pecado. Por eso te ruego que me honres con tu presencia delante de los ancianos del pueblo, y delante de todos los israelitas, y me acompañes a adorar al Señor tu Dios.»

31 Samuel accedió, y acompañó a Saúl para adorar al Señor.

32 Después de eso, dijo Samuel:

«Que traigan a Agag, el rey de los amalecitas.»

Y Agag se presentó ante Samuel. Iba tan alegre, que le dijo:

«¡Qué bueno que ya acabó esta guerra!»

33 Pero Samuel le respondió:

«Tu espada mató a muchos israelitas, y sus mujeres se quedaron sin hijos; y así también tu madre se quedará sin su hijo.»

Y allí mismo en Gilgal, ante el Señor, Samuel cortó en pedazos a Agag.

34 Después de eso, Samuel regresó a Ramá, y Saúl se fue a su casa en Gabaa.

35 Y Samuel nunca más volvió a ver a Saúl, aunque lloraba por él. Y al Señor le pesó haber puesto a Saúl por rey de Israel.

1 Samuel 16

Samuel unge a David

1 Un día, el Señor le dijo a Samuel:

«¿Hasta cuándo vas a estar triste por causa de Saúl? ¿No recuerdas que yo lo deseché como rey de Israel? Mejor llena de aceite tu cuerno, y ve a Belén; allí, vas a visitar a Yesé, porque uno de sus hijos será el próximo rey de Israel.»

2 Y Samuel le preguntó:

«¿Con qué pretexto voy a ir? Si Saúl llega a saber a qué voy, de seguro me matará.»

El Señor le respondió:

«Llévate una becerra de la vacada, y di que vas a ofrecerme un sacrificio.

3 Llama luego a Yesé para que te acompañe en el sacrificio, y allí te diré lo que tienes que hacer, y consagrarás como rey a quien yo te diga.»

4 Y Samuel hizo lo que el Señor le dijo. En cuanto llegó a Belén, los ancianos de la ciudad salieron temerosos a recibirlo, y le preguntaron:

«¿Vienes con intenciones pacíficas?»

5 Y Samuel les respondió:

«Sí, vengo a ofrecer un sacrificio al Señor. Purifíquense y acompáñenme.»

Y Samuel purificó también a Yesé y a sus hijos, y los invitó al sacrificio.

6 Y cuando todos estuvieron reunidos, Samuel vio a Eliab, y pensó: «Seguramente, éste es el que Dios ha escogido.»

7 Pero el Señor le dijo:

«No te dejes llevar por su apariencia ni por su estatura, porque éste no es mi elegido. Yo soy el Señor, y veo más allá de lo que el hombre ve. El hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero yo miro el corazón.»

8 Luego Yesé llamó a Abinadab, y lo puso enfrente de Samuel, pero éste dijo:

«Tampoco éste es el elegido del Señor.»

9 Yesé presentó también a Samá, y Samuel repitió que tampoco éste era el elegido del Señor.

10 Yesé le presentó a siete de sus hijos, pero Samuel le dijo que el Señor no había elegido a ninguno de ellos.

11 Y le preguntó:

«¿Éstos son todos tus hijos?»

Yesé respondió:

«Falta uno, que es el menor, pero él anda cuidando las ovejas.»

Y Samuel le dijo:

«Manda a traerlo, porque sin él no podemos sentarnos a la mesa.»

12 Yesé mandó a traerlo, y cuando éste llegó lo invitó a pasar. Era un jovencito rubio, de hermosos ojos y de agradable apariencia. Entonces el Señor le dijo a Samuel:

«Éste es mi elegido. Levántate y conságralo.»

13 Samuel tomó entonces el cuerno en donde llevaba el aceite, y lo ungió como rey en presencia de sus hermanos. Y a partir de ese día el espíritu del Señor estuvo sobre David.

Después de eso, Samuel regresó a Ramá.

David toca para Saúl

14 Como el espíritu del Señor ya se había apartado de Saúl, un espíritu maligno de parte del Señor lo atormentaba constantemente.

15 Entonces sus sirvientes le dijeron:

«Sabemos que te atormenta un espíritu maligno que viene de Dios.

16 Te sugerimos que envíes a alguno de nosotros para que busque quién sepa tañer el arpa. Así, cuando tu espíritu sea atormentado, éste tocará el arpa y la música calmará tu espíritu.»

17 Y Saúl les respondió:

«Sí, vayan y busquen alguien que toque bien el arpa, y tráiganlo acá.»

18 Uno de sus sirvientes le dijo:

«Yo conozco a uno de los hijos de Yesé, el de Belén. Toca muy bien el arpa; es un joven valiente, fuerte y aguerrido; además, es prudente cuando habla, y muy apuesto, y el Señor está con él.»

19 Entonces Saúl envió unos mensajeros a Yesé, para que le dijeran:

«Envíame a tu hijo David, el que cuida las ovejas.»

20 Yesé tomó un asno, lo cargó con pan y una vasija de vino, y un cabrito; y por medio de su hijo David se lo envió a Saúl.

21 Cuando David llegó, se presentó ante el rey; y en cuanto Saúl lo vio, quedó tan complacido que lo hizo su escudero.

22 Luego, Saúl mandó que le dijeran a Yesé:

«Te ruego que le permitas a tu hijo quedarse conmigo, pues se ha ganado mi estimación.»

23 Y cuando el espíritu maligno venía de parte de Dios y atormentaba a Saúl, David tomaba el arpa y la tocaba. Con esto Saúl se calmaba y se sentía mejor, y el espíritu maligno se apartaba de Saúl.

1 Samuel 17

David mata a Goliat

1 Los filisteos volvieron a reunir sus tropas en Soco, un pueblo de Judá, y acamparon en Efesdamín, entre Soco y Azeca.

2 También Saúl reunió a los israelitas y acamparon en el valle de Elá, y se prepararon para presentar combate.

3 Un valle separaba a los dos ejércitos. Los filisteos estaban de un lado del monte, y los israelitas estaban del otro lado.

4 De las filas del ejército filisteo salió un guerrero llamado Goliat, que era de Gat, el cual medía unos tres metros de altura.

5 Llevaba puesto un casco de bronce, y una cota de malla, también de bronce, que pesaba cincuenta y cinco kilos.

6 Unas placas de bronce le protegían las piernas, y llevaba al hombro una jabalina del mismo metal.

7 El asta de su lanza era gruesa como un rodillo de telar, y la punta era de hierro y pesaba unos seis kilos. Su escudero iba delante de él.

8 Con fuertes gritos, el filisteo les dijo a los soldados israelitas:

«¿Para qué se forman en orden de batalla? Yo soy un guerrero filisteo, y ustedes están al servicio de Saúl. Escojan a uno de sus guerreros, para que venga y luche contra mí.

9 Si en la pelea él me vence, nosotros nos pondremos a su servicio; pero si yo lo venzo, entonces ustedes serán nuestros esclavos.»

10 Todavía añadió el filisteo:

«En este día, yo desafío al ejército israelita. Que venga uno de sus guerreros y pelee contra mí.»

11 Cuando Saúl y el ejército de Israel oyeron el reto del filisteo, se quedaron atónitos y se llenaron de miedo.

12 David era hijo del efrateo Yesé, el de Belén de Judá. Tenía ocho hijos, y cuando Saúl era rey, él ya era de los más ancianos del pueblo.

13 Sus tres hijos mayores eran parte del ejército de Saúl y habían salido a luchar contra los filisteos. Se llamaban Eliab, el primogénito, Abinadab y Samá,

14 y siguieron a Saúl, pero como David era el menor,

15 iba y volvía del campamento de Saúl a Belén, porque tenía que cuidar las ovejas de su padre.

16 Durante cuarenta días seguidos, y a mañana y tarde, el filisteo Goliat estuvo desafiando a los israelitas.

17 Uno de esos días, Yesé le dijo a David, su hijo:

«Ve al campamento y llévales a tus hermanos veinte litros de trigo tostado y estos diez panes.

18 Lleva también diez quesos de leche, y entrégaselos al comandante del batallón; pero asegúrate de que ellos estén bien, y tráeme algo que pruebe que están bien.»

19 Mientras tanto, Saúl y su ejército luchaban contra los filisteos en el valle de Elá.

20 Y David se levantó muy temprano, dejó las ovejas al cuidado de otro, y fue a cumplir con el encargo de su padre Yesé. Llegó al campamento cuando el ejército salía en orden de batalla, lanzando gritos de combate,

21 y pudo ver cómo ambos ejércitos se formaban, uno frente al otro, para entrar en batalla.

22 Entonces David dejó el encargo en manos del que cuidaba las provisiones, y corrió a donde estaba el ejército para saber si sus hermanos estaban bien.

23 Pero mientras hablaba con ellos, oyó que Goliat, el guerrero filisteo, se puso en medio de los dos campamentos y lanzó el mismo desafío de los días anteriores.

24 También vio cómo, al ver al guerrero filisteo, los soldados israelitas se echaban a correr llenos de miedo,

25 mientras unos a otros se decían:

«¿Ya vieron a ese soldado? Siempre viene y nos desafía a pelear contra él. A quien lo venza, el rey Saúl lo colmará de riquezas y, además, le dará a su hija en matrimonio, y su familia quedará libre de pagar tributos.»

26 Entonces David les preguntó a los que estaban allí cerca:

«¿Qué recompensa se le dará a quien venza a este filisteo y libre a Israel de semejante afrenta? ¿Quién es este filisteo incircunciso, para provocar al ejército del Dios vivo?»

27 Los del ejército le dijeron lo mismo que ya le habían dicho, en cuanto a quien venciera al filisteo.

28 Pero cuando Eliab, su hermano mayor, lo oyó hablar con los soldados, se llenó de ira contra David y le dijo:

«¿A qué has venido? ¿Con quién dejaste nuestras pocas ovejas en el desierto? Yo sé que te crees muy valiente, y también sé que por malicia has venido a ver la batalla.»

29 David le respondió:

«¿Y qué es lo que he hecho? ¡Tú sólo hablas por hablar!»

30 Y se apartó de su hermano, y fue con otros soldados para que le confirmaran lo que había oído, y le dieron la misma respuesta.

31 Pero alguien oyó el comentario de David, y cuando Saúl lo supo, mandó que lo llevaran a su presencia.

32 Entonces David le dijo a Saúl:

«Que no se desanime nadie por causa de ese filisteo; este siervo tuyo irá a pelear contra él.»

33 Pero Saúl le dijo:

«No creo que puedas pelear contra él, pues todavía eres muy joven y él ha sido un guerrero desde su juventud.»

34 David le respondió:

«Sí, yo soy el pastor de las ovejas de mi padre, pero cuando un león o un oso viene a llevarse algún cordero del rebaño,

35 yo salgo tras el león o el oso, y lo hiero y lo libro de sus fauces. Si el animal me ataca, con mis manos lo agarro por las quijadas, y lo hiero hasta matarlo.

36 No importa si es un león o un oso, tu siervo los mata. Y este filisteo incircunciso es para mí como uno de esos animales, porque ha provocado al ejército del Dios vivo.»

37 Todavía añadió David:

«El Señor me ha librado de las garras de leones y de osos, y también me librará de este filisteo.»

Y Saúl le respondió:

«Ve, pues, y que el Señor te acompañe.»

38 Entonces Saúl le puso a David su propia ropa, y le puso un casco de bronce sobre la cabeza, y lo cubrió con una coraza.

39 David se colocó la espada al cinto, e hizo el intento de caminar, pues nunca había portado un equipo así. Y como no pudo caminar, le dijo a Saúl:

«No puedo moverme con estas cosas, porque nunca las he usado.»

Y desechó esos arreos militares,

40 y tomando su bastón de pastor escogió del arroyo cinco piedras lisas y las puso en su morral; luego, tomó su honda y fue al encuentro del filisteo,

41 que también se encaminó hacia David, precedido de su escudero.

42 Y cuando el filisteo vio a David, lo miró con desprecio, pues éste era un jovencito rubio y bien parecido.

43 Entonces el filisteo le gritó a David:

«¿Soy acaso un perro, para que vengas a darme de palos?»

Y maldijo a David en nombre de sus dioses,

44 y lo amenazó:

«Ven acá, que contigo voy a alimentar a las aves de rapiña y a los animales salvajes.»

45 Pero David le respondió:

«Tú vienes contra mí armado de espada, lanza y jabalina; pero yo vengo contra ti en el nombre del Señor de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado.

46 Hoy mismo el Señor te entregará en mis manos. Te voy a vencer, y te voy a cortar la cabeza, y los cadáveres de tus compatriotas se los voy a dar a las aves de rapiña y a los animales salvajes. Así en todos los pueblos se sabrá que hay Dios en Israel.

47 Toda esta gente va a saber que el Señor no necesita de espadas ni de lanzas para salvarlos. La victoria es del Señor, y él va a ponerlos a ustedes en nuestras manos.»

48 Y cuando el poderoso filisteo se encaminó para encontrarse con David, éste rápidamente se colocó en línea de combate frente al filisteo,

49 metió su mano en el morral y, sacando una piedra, la colocó en su honda y la arrojó con fuerza al filisteo. La piedra se incrustó en la frente de Goliat, y éste cayó con la cara al suelo.

50 Así fue como David venció al filisteo: con una honda y una piedra. Lo hirió de muerte sin necesidad de usar la espada.

51 Luego corrió y desenvainó la espada del filisteo, y se subió sobre él para rematarlo, y finalmente le cortó la cabeza. Y cuando el ejército de los filisteos vio que su gran guerrero estaba muerto, se dio a la fuga.

52 Pero los del ejército israelita y los de Judá lanzaron fuertes alaridos y se fueron por todo el valle, en persecución de los filisteos, y los siguieron hasta las puertas de Ecrón. Por todo el camino que va a Sagarayin, Gat y Ecrón, los filisteos quedaron tendidos y heridos de muerte.

53 Después de perseguir a los filisteos, los israelitas volvieron y saquearon su campamento.

54 Por su parte, David tomó la cabeza del filisteo y la llevó a Jerusalén, aunque las armas del guerrero las guardó en su tienda.

55 Saúl vio a David cuando salía para luchar contra el filisteo, y le preguntó a Abner, que era el general de su ejército:

«¿Quién es el padre de ese joven?»

Y Abner respondió:

56 «Su Majestad me va a perdonar, pero le juro que no lo sé.»

Entonces el rey ordenó:

«Pues averigua quién es su padre.»

57 Y cuando David volvía de matar al filisteo, Abner lo tomó del brazo y lo llevó ante Saúl, mientras David llevaba en su mano la cabeza del filisteo.

58 Y Saúl le preguntó:

«Dime, jovencito: ¿de quién eres hijo?»

Y David respondió:

«Mi padre es Yesé de Belén, siervo de Su Majestad.»

1 Samuel 18

Pacto de Jonatán y David

1 Después de que David terminó de hablar con Saúl, sucedió que Jonatán se encariñó con David y lo quiso como a sí mismo.

2 Ese día Saúl tomó a David a su servicio, y ya no lo dejó volver con su padre.

3 Además, Jonatán y David hicieron un pacto de amistad, pues Jonatán lo quería como a sí mismo.

4 Hasta se quitó su manto y otras ropas suyas, y todo se lo dio a David, junto con su espada, su arco y su talabarte.

5 David iba a dondequiera que Saúl lo enviaba, y tanta inteligencia mostraba que Saúl lo ascendió por encima de sus jefes del ejército, y era respetado por todo el pueblo y por los siervos de Saúl.

Saúl tiene celos de David

6 Después de que David mató al filisteo Goliat y regresó con el ejército, las mujeres de todas las ciudades israelitas se reunieron para recibir al rey Saúl y danzar y cantar al son de panderos y otros instrumentos musicales,

7 pero en sus cantos y danzas decían:

«Saúl mató a miles de guerreros,

pero David mató a más de diez mil.»

8 Cuando Saúl oyó esto, se enojó mucho, pues le desagradó escuchar que a David le reconocieran haber matado diez veces más soldados que a él, así que dijo: «Ahora sólo falta que David se quede con mi reino».

9 Y desde ese día le empezó a tener mala voluntad.

10 Al día siguiente, el espíritu maligno enviado por Dios atacó a Saúl, y éste andaba como loco por toda la casa. Y mientras David tocaba el arpa, como todos los días, Saúl andaba con una lanza en la mano.

11 De pronto, Saúl arrojó la lanza contra David, esperando dejarlo clavado contra la pared. Pero David lo esquivó dos veces.

12 Saúl ya vivía temeroso, porque era claro que el Señor ayudaba a David y se había apartado de Saúl;

13 por eso Saúl también se apartó de David y lo puso al mando de mil soldados, lo que permitió a David entrar y salir libremente de la ciudad.

14 Sin embargo, actuaba con prudencia en todo lo que hacía, y el Señor le ayudaba en todo.

15 Y al ver Saúl que David se comportaba inteligentemente, más temor tenía de él.

16 Todos en Israel y en Judá amaban a David, porque él los dirigía en sus campañas militares.

17 Un día, Saúl llamó a David y le dijo:

«Voy a darte por esposa a Merab, mi hija mayor, con la condición de que seas mi hombre fuerte en las batallas del Señor.»

Y es que Saúl pensaba: «Si él muere, no seré yo quien lo mate sino los filisteos.»

18 David le respondió:

«Pero, ¿quién soy yo? ¿Qué valor tiene mi vida, o la de mi familia en Israel, para que yo sea el yerno de Su Majestad?»

19 Pasó el tiempo, y el día en que Merab, la hija de Saúl, debía ser entregada por esposa a David, resultó que Saúl se la dio a Adriel el mejolatita.

20 Sin embargo, Mical, la otra hija de Saúl, estaba enamorada de David; y cuando Saúl lo supo, eso le pareció bien,

21 pues pensó: «Le voy a dar a Mical, para tenerlo bajo control, y para que los filisteos se ocupen de él.» Entonces llamó otra vez a David, y le dijo:

«Esta vez sí serás mi yerno.»

22 Y mandó a sus sirvientes a que en secreto le dijeran a David: «El rey te estima mucho, y todos sus servidores te quieren bien; anímate y acepta ser su yerno.»

23 Los sirvientes de Saúl fueron y le dijeron esto a David de manera confidencial, pero David les respondió:

«¿Ustedes creen que es poca cosa ser el yerno del rey? Si se dan cuenta, yo soy un hombre pobre y de poca estima.»

24 Cuando los sirvientes le dijeron a Saúl lo que había dicho David,

25 Saúl respondió:

«Díganle a David que no se preocupe por la dote; que sólo quiero cien prepucios de filisteos. Ésa será la dote y mi venganza sobre mis enemigos.»

Pero lo que Saúl quería, era que David cayera en poder de los filisteos.

26 Y cuando los sirvientes del rey le comunicaron a David lo que Saúl pedía para hacerlo su yerno, le pareció una buena idea, y antes que el plazo se cumpliera

27 se preparó con su gente y fue y mató a doscientos filisteos; luego llevó los prepucios y se los entregó al rey; entonces Saúl le dio por esposa a su hija Mical, y David se convirtió en su yerno.

28 Pero al ver Saúl que el Señor ayudaba a David, y que su hija Mical lo amaba,

29 tuvo más temor de David, y se convirtió en su peor enemigo.

30 Y cada vez que los jefes de los filisteos luchaban contra los israelitas, David obtenía más victorias que todos los oficiales de Saúl, por lo que su fama fue en aumento.