Jueces 4

Débora y Barac derrotan a Sísara

1 Después de la muerte de Aod, los israelitas volvieron a hacer lo malo a los ojos del Señor.

2 Por eso el Señor los dejó caer en manos de Jabín, el rey cananeo que reinaba en Jazor. El capitán del ejército enemigo se llamaba Sísara, y vivía en Jaroset Goyín.

3 Entonces los israelitas clamaron al Señor para que los librara, pues Jabín tenía novecientos carros de hierro y durante veinte años había oprimido cruelmente a los israelitas.

4 En aquel tiempo gobernaba a Israel una profetisa llamada Débora, que era mujer de Lapidot.

5 Débora acostumbraba sentarse bajo una palmera que estaba entre Ramá y Betel, en el monte de Efraín. Los israelitas iban a ese lugar, conocido como «La palmera de Débora», para que les hiciera justicia.

6 Un día, Débora mandó llamar a Barac hijo de Abinoán, quien era de Cedes de Neftalí. Cuando Barac llegó, ella le preguntó:

«El Señor y Dios de Israel te ha dado una orden, ¿no es verdad? Te ha dicho: “Ve y reúne a tu gente en el monte Tabor. Toma diez mil hombres de la tribu de Neftalí y de la tribu de Zabulón.

7 Yo voy a hacer que Sísara, el capitán del ejército de Jabín, vaya al arroyo de Cisón con sus carros y su ejército, y allí lo entregaré en tus manos.”»

8 Y Barac le respondió:

«Iré, si tú vas conmigo. Si no vas conmigo, no iré.»

9 Ella le dijo:

«Voy a ir contigo. Pero la gloria de la victoria no será tuya, porque el Señor va a poner a Sísara en manos de una mujer.»

Y así, Débora se levantó y acompañó a Barac hasta Cedes.

10 Allí Barac reunió a las tribus de Zabulón y Neftalí, que eran diez mil hombres bajo su mando. Débora lo acompañó.

11 Un quenita llamado Jéber, descendiente de Hobab, el suegro de Moisés, se había apartado de los quenitas para plantar sus tiendas de campaña en el valle de Sanayin, junto a Cedes.

12 Como Sísara fue informado de que Barac hijo de Abinoán había subido al monte Tabor,

13 reunió sus novecientos carros de hierro y a todo su ejército, que era tan numeroso que se extendía desde Jaroset Goyín hasta el arroyo de Cisón.

14 Entonces Débora le dijo a Barac:

«Levántate, que hoy el Señor va a poner a Sísara en tus manos, pues en verdad el Señor está contigo.»

Barac bajó entonces del monte Tabor con sus diez mil hombres,

15 y el Señor derrotó delante de Barac a Sísara, desbaratando sus carros y pasando a filo de espada a todo su ejército. Al ver esto, Sísara bajó de su carro y huyó a pie.

16 Pero Barac persiguió los carros y al ejército hasta Jaroset Goyín, y los pasó a filo de espada, hasta no dejar a uno solo con vida.

17 Sísara, que había huido a pie, llegó a la tienda de campaña de Yael, mujer de Jéber el quenita, pues Jabín, el rey de Jazor, estaba en paz con la tribu de Jéber.

18 Yael salió a recibir a Sísara, y le dijo:

«Acércate, mi señor, no tengas miedo.»

Sísara entró en la tienda de campaña, y ella lo cubrió con una manta.

19 Entonces el rey le dijo:

«Por favor, dame a beber un poco de agua, pues tengo mucha sed.»

Yael abrió un odre de leche, le dio de beber, y lo volvió a cubrir.

20 Entonces Sísara le dijo:

«Quédate a la entrada de tu tienda, y si alguien viene y te pregunta si hay alguien aquí, tú le responderás que no.»

21 Pero como Sísara estaba muy cansado y pronto se quedó dormido, Yael tomó una estaca de la tienda y un mazo y, acercándose sigilosamente, le clavó la estaca en las sienes, hasta hundirla en tierra. Así murió Sísara.

22 Como Barac iba siguiendo a Sísara, cuando Yael lo vio, salió a recibirlo y le dijo:

«Ven, que voy a mostrarte al hombre que buscas.»

Barac entró con ella, y se encontró con que Sísara estaba ahí, muerto y con la estaca clavada en la sien.

23 Ese día, Dios humilló al rey cananeo Jabín frente a los israelitas,

24 y éstos fueron endureciendo su trato contra Jabín, hasta que lo destruyeron.

Jueces 5

Cántico de Débora y de Barac

1 Aquel día Débora y Barac hijo de Abinoán, celebraron así su victoria:

2 «¡Alabemos al Señor!

¡Los caudillos de Israel encabezaron al pueblo,

y el pueblo libremente se dispuso a luchar!

3 »Ustedes, reyes y príncipes,

escuchen bien lo que voy a decir:

¡Yo quiero, sí, yo quiero cantarle al Señor!

¡Quiero cantarle salmos al Señor y Dios de Israel!

4 »Cuando tú, Señor, saliste de Seír,

cuando avanzaste desde los campos de Edom,

la tierra se estremeció;

las nubes en los cielos se llenaron de lluvia;

5 ¡en tu presencia, Señor y Dios de Israel,

temblaron los montes como el Sinaí!

6 »En los días de Samgar hijo de Anat,

que fueron los días de Yael,

los caminos se quedaron abandonados,

los viajeros se apartaron por atajos escabrosos,

7 los poblados israelitas quedaron abandonados,

hasta que yo, Débora, me llené de valor

y como madre me puse al frente de Israel.

8 »Los israelitas escogieron nuevos dioses;

la guerra estaba a las puertas de la ciudad,

pero no había un solo escudo, ni una lanza,

entre los cuarenta mil hombres de Israel.

9 Mi corazón está con ustedes, jefes de Israel,

porque libremente se dispusieron a luchar.

»¡Alabemos al Señor!

10 »¡Proclamen esto, ustedes,

los jefes que montan asnas blancas

y en sillas tapizadas recorren los caminos!

11 ¡Anuncien los triunfos del Señor,

obtenidos en las aldeas de Israel!

¡Díganlo a voz en cuello en los abrevaderos,

entre la gente que da de beber a los guerreros!

¡El ejército del Señor avanza hacia las puertas!

12 »¡Despierta, Débora, despierta!

¡Despierta y canta! ¡Tu deber es cantar!

Y tú, Barac hijo de Abinoán,

¡levántate y llévate a tus cautivos!

13 »Y el resto de los nobles se puso en marcha;

el pueblo del Señor avanzó en pos de mí

para luchar contra los poderosos.

14 De Efraín vinieron los habitantes de Amalec;

a ti, Benjamín, te siguieron tus guerreros;

de Maquir acudieron sus príncipes,

y de Zabulón vinieron sus gobernantes.

15 Los caudillos de Isacar estaban con Débora,

y bajaron al valle para apoyar a Barac.

Entre las familias de Rubén se hallaban

hombres de corazón resuelto.

16 »Y tú, ¿por qué te quedaste en los rediles,

escuchando los balidos del rebaño,

si entre las familias de Rubén

hay hombres de corazón resuelto?

17 »Galaad se quedó al otro lado del Jordán,

y Dan se mantuvo al lado de las naves.

Aser se quedó tranquilo en la playa,

y no se apartó de sus puertos.

18 Pero el ejército de Zabulón y Neftalí

arriesgó su vida luchando en los altos montes.

19 »Fueron muchos los reyes que vinieron a pelear:

A Tanac, junto a las aguas de Meguido,

vinieron y pelearon los reyes de Canaán,

pero no lograron llevarse ningún tesoro.

20 Desde los cielos pelearon las estrellas;

¡desde sus órbitas pelearon contra Sísara!

21 ¡Se los llevó el caudaloso torrente!

¡Sí, el antiguo torrente Cisón los arrastró!

»¡Alma mía, sigue adelante con poder!

22 »Resonaron entonces los cascos de los corceles,

que golpeaban el suelo a galope tendido.

23 Y el ángel del Señor exclamó:

“¡Maldigan a Meroz, sí, maldíganlo!

¡Maldigan con dureza a sus habitantes

por no acudir al llamado del Señor

ni acudir en ayuda de sus valientes!”

24 »¡Bendita sea sobre todas las mujeres

Yael, la mujer de Jéber el quenita!

¡Bendita sea en su casa sobre todas las mujeres!

25 Sísara pidió agua, y ella le dio leche;

le dio crema en tazón de nobles.

26 Con una mano tomó la estaca,

y con la otra el mazo de trabajo,

y golpeó a Sísara en la cabeza;

¡de un golpe le atravesó las sienes!

27 Sísara cayó encorvado, y quedó tendido;

¡cayó fulminado a los pies de Yael!

¡Allí donde se encorvó, allí se quedó!

28 »La madre de Sísara se asomaba a la ventana;

su voz podía escucharse entre las celosías:

“¿Por qué tarda tanto el carro de mi hijo?

¿Por qué no se oyen las ruedas de sus carros?”

29 Con mucho tacto, sus damas respondían,

y aun ella trataba de convencerse:

30 “Seguramente estarán repartiéndose el botín.

Una o dos doncellas para cada soldado;

para Sísara, las vestiduras bordadas de colores;

para los jefes de los que tomaron el botín,

las telas bordadas por ambos lados.”

31 »¡Así perezcan, Señor, todos tus enemigos!

¡Y que los que te aman irradien luz,

como el sol cuando sale en todo su esplendor!»

Después de esto, hubo paz en la tierra durante cuarenta años.

Jueces 6

El Señor llama a Gedeón

1 Los israelitas hicieron lo malo a los ojos del Señor, y durante siete años el Señor los dejó caer en manos de Madián.

2 Los madianitas oprimieron con tanta crueldad a los israelitas, que ellos hicieron cuevas y refugios en los montes y en lugares inaccesibles.

3 Y es que después de que los israelitas habían sembrado, venían los madianitas y los amalecitas, y los que habitaban al oriente, y los atacaban.

4 Acampaban cerca de ellos, y destruían hasta Gaza los frutos de la tierra, y no les dejaban a los israelitas nada para comer, ni ovejas, ni bueyes ni asnos.

5 Venían en grandes multitudes, como si fueran una plaga de langostas, y acampaban con sus ganados y camellos, y devastaban la tierra.

6 Por culpa de los madianitas, los israelitas se habían empobrecido demasiado, así que clamaron al Señor

7 por todo el mal que les causaban los madianitas. Ante su clamor,

8 el Señor les envió un profeta, que les dijo:

«Así dice el Señor, el Dios de Israel: “Yo los saqué de Egipto, donde eran esclavos.

9 Yo los libré del poder de los egipcios y de cuantos los afligían. A todos ellos los arrojé lejos de ustedes, y a ustedes les di su tierra.

10 Yo les confirmé que soy el Señor su Dios. Así que no tengan miedo de los dioses de los amorreos, que todavía están entre ustedes. Pero ninguno me obedeció.”»

11 Entonces el ángel del Señor vino a Ofrá y se sentó debajo de una encina, que era propiedad de Joás el abiezerita. En ese momento Gedeón, el hijo de Joás, estaba en el lagar, sacudiendo el trigo para esconderlo de los madianitas.

12 Y el ángel del Señor se le apareció y le dijo:

«El Señor está contigo, porque eres un hombre valiente y aguerrido.»

13 Y Gedeón le respondió:

«Señor mío, si el Señor está con nosotros, ¿cómo es que nos ha sobrevenido todo este mal? ¿Dónde están las maravillas que nuestros padres nos contaron, cuando nos decían que el Señor los había sacado de Egipto? ¡Pero ahora resulta que el Señor nos ha desamparado, y que nos ha entregado en manos de los madianitas!»

14 El Señor lo miró fijamente, y le dijo:

«Con esa misma fuerza que demuestras, vas a salvar a Israel del poder de los madianitas. ¿Acaso no soy yo quien te está enviando?»

15 Pero Gedeón le respondió:

«Mi señor, ¿y cómo voy a salvar a Israel? ¡Yo soy de la familia más pobre que hay en Manasés, y en la casa de mi padre soy el más pequeño!»

16 El Señor le dijo:

«Confía en mí, porque yo estoy contigo. Tú derrotarás a los madianitas como si se tratara de un solo hombre.»

17 Pero Gedeón respondió:

«Si en verdad cuento con tu favor, yo te ruego que me des una señal clara de que has hablado conmigo.

18 Por favor, no te muevas de aquí hasta que yo vuelva y te presente la ofrenda que tengo para ti.»

Y el Señor le respondió:

«Esperaré a que vuelvas.»

19 Gedeón fue entonces y preparó un cabrito; tomó veinte litros de harina para hacer panes sin levadura, y luego puso la carne en un canastillo y el caldo en una olla, y todo esto lo llevó y lo puso debajo de la encina.

20 Allí el ángel de Dios le dijo:

«Toma la carne y los panes sin levadura, y ponlos sobre la peña, y sobre ella derrama el caldo.»

Gedeón lo hizo así.

21 Entonces el ángel del Señor extendió el bastón que tenía en la mano, y con la punta tocó la carne y los panes sin levadura. Al instante brotó fuego de la peña, y consumió la carne y los panes sin levadura, y el ángel del Señor desapareció de su vista.

22 Gedeón comprendió que había visto al ángel del Señor y exclamó:

«¡Ay, mi Señor y Dios, que he visto a tu ángel cara a cara!»

23 Pero el Señor le dijo:

«La paz sea contigo. No tengas miedo, que no vas a morir.»

24 Allí, Gedeón edificó un altar al Señor y lo llamó «El Señor es la paz», y hasta el día de hoy este altar puede verse en Ofrá de los abiezeritas.

25 Esa misma noche, el Señor le dijo a Gedeón:

«Ve y toma el toro de siete años, es decir, el segundo del hato de tu padre; luego derriba el altar que tu padre levantó en honor de Baal, y derriba también la imagen de Asera que está junto al altar.

26 Luego, en un lugar conveniente, en la cumbre de este peñasco, edifica un altar al Señor tu Dios, y cuando hayas tomado el segundo toro, con la madera de la imagen de Asera que derribaste me lo ofrecerás como holocausto.»

27 Gedeón llamó entonces a diez de sus siervos, y cumplió con lo que el Señor le había ordenado. Pero lo hizo de noche, pues temía hacerlo de día porque lo podían ver la familia de su padre y la gente de la ciudad.

28 A la mañana siguiente, cuando todos se levantaron, vieron que el altar de Baal había sido derribado, que la imagen de Asera que estaba a su lado había sido destrozada, y que el segundo toro había sido ofrecido en holocausto sobre el nuevo altar.

29 Y unos a otros se preguntaban quién podía haberlo hecho. Luego de investigar, supieron que lo había hecho Gedeón, el hijo de Joás. Entonces fueron a ver a Joás y le dijeron:

30 «Entréganos a tu hijo para matarlo, porque derribó el altar de Baal y destrozó la imagen de Asera que estaba a su lado.»

31 Y Joás les respondió:

«¿Quieren luchar en favor de Baal y defender su causa? El que esté a su favor, que muera esta mañana. Si en verdad Baal es un dios, déjenlo que luche él mismo contra quien derribó su altar.»

32 Ese día Gedeón fue llamado Yerubaal, es decir: «Que luche Baal contra él», porque había derribado su altar.

33 Mientras tanto, los madianitas, los amalecitas y los del oriente se aliaron y, luego de cruzar el río, acamparon en el valle de Jezrel.

34 Entonces el espíritu del Señor vino sobre Gedeón y, cuando éste hizo sonar el cuerno, los abiezeritas se le unieron.

35 Además, Gedeón envió mensajeros a las tribus de Manasés, Aser, Zabulón y Neftalí, y ellas también se le unieron y salieron a su encuentro.

36 Entonces Gedeón le dijo a Dios:

«Si vas a salvar a Israel por medio de mí, como lo has prometido,

37 déjame poner en la era un vellón de lana. Si al amanecer hay rocío sobre el vellón, pero a su alrededor el suelo está seco, con eso entenderé que tú salvarás a Israel por medio de mí, como lo has prometido.»

38 Y así sucedió. Cuando Gedeón se levantó, exprimió el vellón, y con el rocío que sacó llenó un tazón de agua.

39 Pero Gedeón volvió a decirle al Señor:

«No te enojes conmigo, Señor, si insisto, pero quiero hacer otra prueba con el vellón. Te ruego que esta vez sólo el vellón quede seco, y que alrededor de él haya rocío en el suelo.»

40 Y esa misma noche Dios lo hizo así: sólo el vellón quedó seco, y sobre el suelo había rocío.

Jueces 7

Gedeón derrota a los madianitas

1 Gedeón, también llamado Yerubaal, se levantó muy de mañana y, junto con toda su gente, acampó cerca del manantial de Jarod. El campamento de los madianitas estaba al norte, en el valle, más allá del collado de More.

2 El Señor le dijo a Gedeón:

«Es mucha la gente que viene contigo. No quiero que vayan a sentirse orgullosos cuando derroten a los madianitas, y que se pongan en mi contra y digan que se salvaron por su propia fuerza.

3 Así que habla fuerte para que el pueblo escuche, y diles que quien tenga miedo, que se levante y regrese a su casa.»

Y desde el monte de Galaad se regresaron veintidós mil hombres, y sólo se quedaron diez mil.

4 Pero el Señor volvió a decir:

«Todavía es mucha gente. Llévalos al río, para que allí los ponga a prueba. Si yo te digo: “Éste puede acompañarte”, irá contigo; pero si te digo: “Éste no te acompañará”, entonces no irá contigo.»

5 Gedeón llevó entonces a su gente al río, y allí el Señor le dijo:

«Pon aparte a todo aquel que beba agua como los perros, es decir, lamiéndola, y aparta también a todo el que se arrodille para beber.»

6 Los que se llevaron el agua a la boca con la mano y la lamieron fueron trescientos hombres; el resto de la gente se arrodilló para beber.

7 Entonces el Señor le dijo a Gedeón:

«Con estos trescientos hombres que lamieron el agua los voy a salvar. Entregaré a los madianitas en tus manos. El resto de la gente puede volverse a casa.»

8 Se prepararon provisiones y trompetas para la gente, y a los demás Gedeón los envió de regreso a su casa; sólo retuvo a los trescientos hombres. El campamento de Madián estaba en el valle.

9 Y aquella noche el Señor le dijo a Gedeón:

«Levántate y ataca el campamento madianita, porque yo los he entregado en tus manos.

10 Si tienes miedo de ir, que te acompañe Fura, tu criado.

11 En cuanto oigas lo que dicen los madianitas, ármate de valor y atácalos.»

Acompañado de Fura, su criado, Gedeón llegó hasta los puestos avanzados de la gente armada que estaba en el campamento.

12 Los madianitas, los amalecitas y los hijos del oriente se habían extendido por el valle como una plaga de langostas. Sus camellos eran tantos como la arena del mar.

13 Cuando Gedeón llegó al campamento, un hombre le contaba a su compañero lo que había soñado. Le decía: «Tuve un sueño, en el que veía que un pan de cebada venía rodando hasta el campamento de Madián, y cuando llegó, golpeó tan fuerte la tienda de campaña, que la derribó.»

14 Y su compañero le respondió: «Esto no es sino la espada de Gedeón hijo de Joás, el israelita. ¡Dios ha puesto en sus manos a los madianitas y a todo su campamento!»

15 Al oír Gedeón el sueño y su interpretación, adoró al Señor; luego regresó a su campamento, y dijo:

«¡Arriba todo el mundo! ¡El Señor ha puesto a los madianitas en nuestras manos!»

16 Dividió entonces los trescientos hombres en tres grupos, y a cada uno le dio una trompeta y un cántaro vacío, y una tea encendida para ponerla dentro del cántaro.

17 Y les dijo:

«Mírenme, y hagan lo que voy a hacer cuando llegue al extremo del campamento.

18 Cuando yo toque la trompeta, junto con los que me acompañan, también ustedes tocarán las suyas alrededor del campamento, y gritarán: “¡Por el Señor y por Gedeón!”»

19 Gedeón y los cien hombres que iban con él llegaron al extremo del campamento, en el momento en que ocurría el cambio de centinelas de la primera guardia de la medianoche, y en ese momento tocaron las trompetas y quebraron los cántaros.

20 Los tres grupos hicieron lo mismo: tocaron sus trompetas y quebraron los cántaros; con la mano izquierda tomaron las teas y con la derecha las trompetas, mientras gritaban: «¡Por la espada del Señor y de Gedeón!»

21 Y cada uno permaneció firme en su puesto, rodeando el campamento. Entonces el ejército enemigo se espantó y, dando gritos, se echó a correr.

22 Mientras los trescientos hombres tocaban las trompetas, fue tal la confusión que el Señor provocó en el campamento de los madianitas, que se mataban entre sí con sus espadas. El ejército huyó hasta Bet Sitá, y luego hacia Sererá, que es la frontera de Abel Meholá en Tabat.

23 Entonces todos los israelitas de las tribus de Neftalí, Aser y Manasés se juntaron y fueron en persecución de los madianitas.

24 Gedeón envió también mensajeros por todo el monte de Efraín, para que les dijeran: «Bajen y enfréntense a los madianitas. Tomen los vados de Bet Bará y del Jordán antes de que ellos lleguen.» Entonces los efrainitas se reunieron y tomaron los vados de Bet Bará y del Jordán,

25 y capturaron a Oreb y Zeeb, que eran los dos príncipes de los madianitas; a Oreb lo mataron en la peña de Oreb, y a Zeeb en el lagar de Zeeb, y después de perseguir a los madianitas llevaron las cabezas de Oreb y de Zeeb a Gedeón, que estaba al otro lado del Jordán.

Jueces 8

Gedeón captura a los reyes de Madián

1 Las familias de la tribu de Efraín hablaron con Gedeón y duramente le reprocharon:

«¿Por qué no nos llamaste cuando fuiste a pelear contra Madián?»

2 Gedeón les respondió:

«Lo que yo hice no tiene comparación, si se compara con lo que hicieron ustedes. Lo que aún queda en sus campos es mejor que la cosecha de Abiezer.

3 Dios les entregó a Oreb y a Zeeb, príncipes de Madián; por eso, lo que yo hice no es comparable con lo que ustedes hicieron.»

En cuanto Gedeón dijo esto, el enojo de los efrainitas se aplacó.

4 Entonces Gedeón y sus trescientos hombres regresaron y cruzaron el Jordán; y como estaban muy cansados por perseguir a sus enemigos,

5 les dijo a los habitantes de Sucot:

«Yo les ruego que den a mi gente algo de comer, porque están muy cansados. Estamos persiguiendo a Zebaj y Salmuná, los reyes de Madián.»

6 Pero los jefes de Sucot le respondieron:

«¿Y acaso ya venciste a Zebaj y a Salmuná, para que alimentemos a tu ejército?»

7 Gedeón respondió:

«Aún no, pero cuando el Señor nos los entregue, vendré y trituraré los cuerpos de ustedes con espinos y abrojos del desierto.»

8 De Sucot, Gedeón fue a Peniel, y allí también pidió comida para su ejército. Pero la gente de Peniel le respondió lo mismo que la de Sucot.

9 Gedeón entonces les dijo:

»Cuando regrese victorioso, derribaré esta torre.»

10 Zebaj y Salmuná estaban en Carcor, con un ejército como de quince mil hombres, que eran todos los que habían quedado del numeroso ejército de los pueblos del oriente, pues en la batalla habían caído ciento veinte mil guerreros.

11 Gedeón avanzó por el camino de los que vivían al oriente de Nobaj y de Yogbeá, y atacó el campamento cuando el ejército estaba desprevenido.

12 Entonces Zebaj y Salmuná huyeron, y Gedeón los persiguió hasta echarles mano. Ante esto, su ejército se llenó de espanto.

13 Al amanecer, Gedeón regresó de la batalla

14 y capturó a un joven de Sucot, al que le hizo algunas preguntas. El joven le dio por escrito los nombres de los jefes y de los setenta y siete ancianos de Sucot,

15 y con eso Gedeón se presentó ante los jefes de Sucot y les dijo:

«Aquí tienen a Zebaj y a Salmuná. Ustedes me preguntaron: “¿Ya venciste a Zebaj y a Salmuná para que alimentemos a tu ejército?” ¡Eso es una ofensa!»

16 Entonces Gedeón tomó espinos y abrojos del desierto, y con ellos castigó a los ancianos de Sucot.

17 Además, derribó la torre de Peniel y mató a sus habitantes.

18 A Zebaj y a Salmuná les preguntó:

«¿Cómo eran los hombres que ustedes mataron en Tabor?»

Ellos le respondieron:

«Se parecían a ti. Cada uno de ellos parecía ser hijo de un rey.»

19 Y Gedeón les dijo:

«¡Eran mis hermanos, hijos de mi propia madre! ¡El Señor me es testigo de que, si los hubieran dejado vivir, yo les hubiera perdonado la vida a ustedes!»

20 A Jéter, su primogénito, le dijo:

«¡Levántate, y mátalos!»

Pero el joven, aún de corta edad, tuvo miedo y no desenvainó su espada.

21 Entonces Zebaj y Salmuná le dijeron a Gedeón:

«¡Pues mátanos tú, ya que eres tan valiente!»

Y Gedeón se levantó y mató a Zebaj y a Salmuná, y se adueñó de los adornos de lunetas que pendían del cuello de sus camellos.

22 Luego, los israelitas le dijeron a Gedeón:

«Queremos que tú y tu familia sean nuestros jefes, puesto que nos libraste de los madianitas.»

23 Pero Gedeón les respondió:

«Ni yo ni mi familia seremos los jefes de ustedes. Será el Señor quien los gobierne.»

24 Y como ellos traían aretes de oro, pues eran ismaelitas, Gedeón les dijo:

«Quiero pedirles algo. Déme cada uno de ustedes los aretes de su botín.»

25 Y ellos, tendiendo un manto, echaron sobre él los aretes del botín y dijeron:

«Con mucho gusto te los daremos.»

26 Y el oro de los aretes llegó casi a diecinueve kilos, sin contar las placas, las joyas pequeñas y los vestidos de púrpura que traían los reyes de Madián, ni los collares que traían colgados los camellos.

27 Con todo ese oro Gedeón hizo un efod y lo guardó en Ofrá, que era su ciudad. Pero cuando los israelitas vieron el efod, se corrompieron y le rindieron culto en ese lugar. Esto fue como una trampa para Gedeón y su familia.

28 Así fue como Madián fue sometido por los israelitas, y nunca más levantó cabeza. Y mientras vivió Gedeón, hubo paz en la tierra durante cuarenta años.

29 Después de eso Gedeón hijo de Joás, también llamado Yerubaal, se regresó a su casa.

30 Los descendientes de Gedeón fueron setenta hijos, porque tuvo muchas mujeres.

31 Con la concubina que tenía en Siquén, tuvo un hijo al que llamó Abimelec.

32 Y murió Gedeón hijo de Joás siendo ya muy anciano, y lo sepultaron en Ofrá de los abiezeritas, en el sepulcro de Joás, su padre.

33 Pero a la muerte de Gedeón los israelitas volvieron a corromperse, y adoraron a Baal Berit.

34 Se olvidaron del Señor, su Dios, que los había librado de todos los enemigos que los rodeaban,

35 y tampoco se mostraron agradecidos con la tribu de Gedeón, es decir, Yerubaal, a pesar de todo el bien que éste había hecho a Israel.

Jueces 9

Reinado de Abimelec

1 Abimelec hijo de Yerubaal fue a Siquén, donde vivían los hermanos de su madre, y les dijo:

2 «Yo les ruego que pregunten a los habitantes de Siquén si les parece mejor ser gobernados por los setenta hijos de Yerubaal, que ser gobernados por un solo hombre. No se olviden que yo soy de su misma sangre.»

3 Sus tíos maternos preguntaron entonces a los habitantes de Siquén lo que Abimelec les había sugerido, y a ellos les pareció bien la idea de Abimelec, pues dijeron: «Es pariente nuestro.»

4 También le dieron setenta monedas de plata del templo de Baal Berit, y con ese dinero Abimelec contrató unos mercenarios y vagabundos, para que anduvieran con él.

5 Luego se dirigió a Ofrá, a la casa de su padre, y sobre una misma piedra mató a sus setenta hermanos, hijos de Yerubaal.

Pero Yotán, el hermano menor, se escondió y logró escapar.

6 Después de esto, los habitantes de Siquén y de Milo se reunieron cerca de la llanura del pilar de Siquén, y eligieron a Abimelec como su rey,

7 y cuando Yotán lo supo, subió a la cumbre del monte Guerizín, y a grito abierto les dijo:

«Varones de Siquén, escuchen lo que voy a decirles, y pongo a Dios como testigo.

8 Cierta vez, los árboles quisieron elegir un rey que los gobernara, y le dijeron al olivo: “Queremos que seas nuestro rey.”

9 Pero el olivo respondió: “¿Quieren que deje de producir mi aceite, con el que se honra a Dios y a los hombres, para hacerme grande entre los árboles?”

10 Entonces los árboles fueron a hablar con la higuera, y le dijeron: “Ven y reina sobre nosotros.”

11 Pero la higuera les respondió: “¿Y debo abandonar la dulzura de mis frutos, para ir y hacerme grande entre los árboles?”

12 Los árboles siguieron insistiendo, y llamaron a la vid y le dijeron: “Ven tú, entonces, y reina sobre nosotros.”

13 Pero la vid les respondió: “¿Y voy a dejar de producir mi vino, que es la alegría de Dios y de los hombres, sólo para hacerme grande entre los árboles?”

14 Al final, todos los árboles le dijeron a la zarza: “Anímate, y ven a reinar sobre nosotros.”

15 Pero la zarza respondió: “Si en verdad quieren que yo reine sobre ustedes, vengan y busquen refugio bajo mi sombra. Pero si no me obedecen, saldrá fuego de mí y quemará los cedros del Líbano.”

16 »Ahora bien, ¿creen ustedes haber hecho bien al nombrar a Abimelec como rey? ¿Han sido honestos y agradecidos con la familia de Yerubaal, que tanto hizo por ustedes?

17 Mi padre luchó a favor de ustedes, y se jugó la vida para librarlos de los madianitas;

18 ustedes, en cambio, se han puesto en contra de su casa, y han matado a sus setenta hijos varones contra una piedra, sólo para nombrar rey a Abimelec, ese hijo de la criada de mi padre, al que han puesto sobre los habitantes de Siquén, y sólo porque es su pariente.

19 Si creen que hoy han actuado correctamente con Yerubaal y su casa, alégrense con Abimelec, y que él se alegre de ser su rey.

20 Pero si no, que la ira de Abimelec consuma a los de Siquén y a los de Milo; y que la ira de los de Siquén y los de Milo consuma a Abimelec.»

21 Dicho esto, Yotán huyó y se fue a Ber, y allí se quedó a vivir por miedo a su hermano Abimelec.

22 Abimelec se impuso sobre Israel durante tres años,

23 pero Dios hizo que brotara un sentimiento de inconformidad entre Abimelec y los hombres de Siquén, y éstos se pusieron en su contra.

24 Así, Abimelec cargó con la culpa de haber matado a los setenta hijos de Yerubaal, junto con los de Siquén, que lo ayudaron a matarlos.

25 Los habitantes de Siquén tenían hombres en las cumbres de los montes, los cuales asaltaban a todos los que pasaban por el camino. Esto Abimelec llegó a saberlo.

26 Gaal hijo de Ebed fue con sus hermanos a vivir a Siquén, y se ganó la confianza de los jefes de Siquén.

27 Salieron al campo, vendimiaron sus viñedos, pisaron la uva e hicieron fiesta; luego entraron en el templo de sus dioses, y allí comieron y bebieron, y maldijeron a Abimelec.

28 Entonces Gaal hijo de Ebed dijo:

«¿Y quién es Abimelec, y qué tan importante es Siquén, para que seamos sus sirvientes? ¿Acaso no es hijo de Yerubaal? ¿Y acaso no es Zebul su ayudante? Sirvan, si quieren, a los varones de Jamor, el padre de Siquén; pero ¿por qué vamos a servir a Abimelec?

29 ¡Cómo quisiera que este pueblo estuviera bajo mi mando! Si así fuera, yo me lanzaría contra Abimelec y le diría: “¡Reúne a tus ejércitos, y vete de aquí!”»

30 Cuando Zebul, que era el gobernador de la ciudad, oyó lo que dijo Gaal hijo de Ebed, se llenó de ira,

31 y en secreto envió mensajeros a Abimelec, para decirle:

«Gaal hijo de Ebed y sus hermanos están en Siquén. Han venido a sublevar a la ciudad contra ti.

32 Aprovecha la noche y, con los hombres que te siguen, prepara emboscadas en el campo.

33 Muy de mañana, al salir el sol, ataca la ciudad; y cuando Gaal y los suyos salgan a pelear contra ti, haz con él lo que creas más conveniente.»

34 Abimelec se preparó durante la noche y, con el pueblo que lo seguía, emboscó a Siquén con cuatro compañías.

35 Cuando Gaal hijo de Ebed salió y se puso a la entrada de la ciudad, Abimelec y su gente salieron de su escondite.

36 Al ver Gaal tanta gente, le dijo a Zebul:

«¡Mira cuánta gente baja de los montes!»

Y Zebul le respondió:

«Tu imaginación te hace ver hombres, pero sólo son las sombras de los montes.»

37 Gaal le volvió a decir:

«Mira toda esa gente que sale como de en medio de la tierra, ¡y por el camino de la encina de los adivinos viene otra tropa!»

38 Pero Zebul le respondió:

«¿Y dónde quedó lo que nos decías, de que Abimelec no era nadie para que fuéramos sus sirvientes? ¿No es ése el pueblo que tanto despreciabas? ¡Sal, pues, y pelea contra él!»

39 Entonces Gaal salió al frente de los hombres de Siquén, y se enfrentó a Abimelec.

40 Pero Abimelec lo persiguió y lo hizo huir, y muchos hombres cayeron heridos de muerte a la entrada de la ciudad.

41 Y Abimelec se quedó en Aruma, mientras Zebul arrojaba de Siquén a Gaal y a sus hermanos.

42 Al día siguiente, Abimelec supo que el pueblo había salido al campo.

43 Entonces tomó a su gente, la repartió en tres compañías, y puso emboscadas en el campo; y cuando vio que el pueblo salía de la ciudad, lo atacó con violencia.

44 Lucharon con mucho valor, pero se detuvieron a la entrada de la ciudad, mientras las otras dos compañías arremetían contra los que estaban en el campo, hasta matarlos.

45 Todo ese día Abimelec luchó contra los habitantes de la ciudad, hasta que la tomó y mató a los que aún quedaban; después de eso, asoló la ciudad y la sembró con sal.

46 Cuando los que estaban en la torre de Siquén oyeron esto, corrieron a esconderse en la fortaleza del templo del dios Berit.

47 Pero Abimelec sabía dónde estaban,

48 así que con toda su gente se dirigió al monte Salmón y, con un hacha, cortó la rama de un árbol, la levantó y la puso sobre sus hombros, y le pidió a su gente que hiciera lo mismo.

49 Entonces todos cortaron ramas y siguieron a Abimelec, y las pusieron junto a la fortaleza, luego les prendieron fuego, y la fortaleza ardió, y los que estaban en la torre de Siquén, que eran como mil hombres y mujeres, murieron quemados.

50 Después de eso, Abimelec se fue a la ciudad de Tebés, y la sitió y la tomó.

51 En el centro de la ciudad había una torre fortificada, en la que se escondieron los hombres, las mujeres y todos los jefes de la ciudad. Se subieron al techo de la torre, y cerraron las puertas.

52 Abimelec fue y atacó la torre, y al llegar a la puerta quiso prenderle fuego,

53 pero una mujer dejó caer sobre la cabeza de Abimelec parte de una rueda de molino, y lo descalabró.

54 Cuando Abimelec se sintió perdido, llamó a su escudero y le dijo:

«¡Mátame con tu espada! ¡Que no se diga que una mujer me mató!»

Y su escudero le clavó la espada, y murió.

55 Cuando los israelitas vieron que Abimelec estaba muerto, cada uno regresó a su casa.

56 Así castigó Dios a Abimelec por el mal que le hizo a la casa de su padre, al matar a sus setenta hermanos.

57 Y Dios castigó también a los habitantes de Siquén por la maldad que cometieron. Así se cumplió la maldición que les lanzó Yotán hijo de Yerubaal.

Jueces 10

Tola y Yaír acaudillan a Israel

1 Después de Abimelec se levantó Tola para librar a Israel. Tola era hijo de Fúa y nieto de Dodo, de la tribu de Isacar, y vivía en Samir, en los montes de Efraín.

2 Y Tola gobernó a Israel durante veintitrés años, y al morir fue sepultado en Samir.

3 Después de él vino Yaír el galaadita, que también acaudilló a Israel durante veintidós años.

4 Yaír tuvo treinta hijos, y cada uno de ellos tenía su propio asno. Tenían también treinta ciudades, conocidas como las ciudades de Yaír, las cuales hasta el día de hoy están en la tierra de Galaad.

5 Al morir Yaír, fue sepultado en Camón.

Angustias de los israelitas

6 Pero los israelitas volvieron a hacer lo malo a los ojos del Señor, pues se volvieron a la idolatría y sirvieron a Baal y Astarot, y a los dioses de Siria, Sidón, Moab, Amón y Filistea, y se olvidaron de servir al Señor.

7 Y el Señor se enojó mucho contra Israel, y lo dejó caer en manos de los filisteos y de los amonitas,

8 que durante dieciocho años oprimieron y quebrantaron a los israelitas que vivían en Galaad, entre los amorreos, al otro lado del Jordán.

9 Además, los amonitas cruzaron el Jordán para hacerle la guerra a Judá y a Benjamín, descendientes de Efraín, y otra vez Israel sufrió una gran opresión.

10 Entonces los israelitas clamaron al Señor, y le dijeron:

«Reconocemos que te hemos ofendido, y que nos hemos apartado de ti, que eres nuestro Dios, por servir a los baales.»

11 Y el Señor les respondió:

«¿No es verdad que ustedes han sido oprimidos por los egipcios, los amorreos, los amonitas, los filisteos,

12 los sidonios, los amalecitas y los maonitas, pero que cuando han clamado a mí yo los he librado de ellos?

13 Pero ustedes me han abandonado por ir a servir a otros dioses. Por eso, no volveré a salvarlos.

14 Vayan y pidan la ayuda de esos dioses que han elegido. Que sean ellos quienes los libren de todas sus aflicciones.»

15 Y los israelitas le respondieron:

«Sí, Señor; reconocemos que te hemos ofendido. Haz con nosotros lo que te parezca mejor. Sólo te rogamos que nos salves esta vez.»

16 Y los israelitas desecharon todos los dioses ajenos que tenían, y sirvieron al Señor, a quien le dolió ver la aflicción de Israel.

17 Pero los amonitas se juntaron y acamparon en Galaad; los israelitas, por su parte, acamparon en Mispá.

18 Los jefes israelitas y los de Galaad acordaron que el que abriera las hostilidades contra los amonitas sería el caudillo de todos los habitantes de Galaad.

Jueces 11

Jefté

1 Jefté el galaadita era un hombre valiente y aguerrido, hijo de una ramera. Su padre se llamaba Galaad.

2 La mujer de Galaad tuvo otros hijos de éste que, cuando crecieron, corrieron de su casa a Jefté, y lo amenazaron diciéndole:

«Tú no recibirás ninguna herencia de nuestro padre, porque no eres hijo de nuestra madre sino de otra mujer.»

3 Fue así como Jefté huyó de sus hermanos y se fue a vivir a la región de Tob. Allí se juntó con unos vagabundos, y ellos comenzaron a salir con él.

4 Tiempo después, los amonitas pelearon contra los israelitas,

5 y los ancianos de Galaad llamaron a Jefté, que vivía en Tob,

6 y le dijeron:

«Ven con nosotros para combatir a los amonitas. Tú serás nuestro jefe.»

7 Pero Jefté les respondió:

«Ustedes no me quieren. ¡Hasta me corrieron de la casa de mi padre! ¿Por qué vienen a pedirme ayuda, ahora que están en problemas?»

8 Y los ancianos le respondieron:

«Precisamente por eso, porque estamos en problemas, te pedimos que vengas y pelees con nosotros contra los amonitas. Tú serás el caudillo de todos los que vivimos en Galaad.»

9 Jefté les respondió:

«Ustedes me piden volver, para que pelee contra los amonitas. Y, si el Señor me da la victoria, ¿seré el caudillo de ustedes?»

10 Los ancianos de Galaad le respondieron:

«El Señor es nuestro testigo. Haremos lo que tú nos ordenes.»

11 Entonces Jefté se fue con los ancianos de Galaad, y el pueblo lo nombró su caudillo y jefe, pero en Mispá repitió ante el Señor todo lo que antes había dicho.

12 Luego, envió un mensaje al rey de los amonitas, en que le decía:

«¿Qué tienes tú contra mí? ¿Por qué quieres atacar mi tierra?»

13 Al mensaje de Jefté, el rey respondió:

«Cuando Israel vino de Egipto, se adueñó de mi tierra, que va desde Arnón hasta Jaboc y el Jordán. Eso es lo que peleo. Devuélveme esa tierra, y viviremos en paz.»

14 Jefté volvió a enviar mensajeros al rey de los amonitas,

15 y le dijo:

«Yo, Jefté, te digo: Israel no se adueñó de la tierra de Moab, ni de la tierra de los amonitas.

16 Cuando el pueblo de Israel salió de Egipto y cruzó el desierto hasta el Mar Rojo, llegó a Cadés.

17 Entonces el pueblo de Israel envió mensajeros al rey de Edom, y le pidió permiso para pasar por su territorio; pero el rey de Edom no los escuchó.También pidió permiso al rey de Moab, pero él tampoco les permitió pasar, así que Israel se quedó en Cadés.

18 Después, anduvo por el desierto y rodeó las tierras de Edomy de Moab por el oriente, y luego acampó al otro lado del río Arnón, pero no entró en territorio de Moab, pues en Arnón empezaba su territorio.

19 Además, Israel envió mensajeros a Sijón, el rey de los amorreos y de Jesbón, y le dijo: “Te ruego que me dejes pasar por tu territorio, para llegar a mi destino.”

20 Pero a Sijón no le inspiró confianza Israel, y tampoco lo dejó pasar por su territorio, sino que reunió a su ejército, acampó en Yahás, y peleó contra Israel.

21 Pero el Señor, Dios de Israel, entregó a Sijón y a todo su ejército en manos del pueblo de Israel, y éstos se apoderaron de toda la tierra de los amorreos.

22 Tomaron también el territorio de los amorreos, desde Arnón hasta Jaboc, y desde el desierto hasta el Jordán.

23 ¿Y ahora tú pretendes apoderarte de ese territorio?

24 Si tu dios Quemos te diera algo, ¿no sería tuyo? De igual manera, todo lo que el Señor nuestro Dios nos entregó, nos pertenece.

25 ¿En qué eres mejor que Balac hijo de Sipor, rey de Moab?¿Tuvo algún problema contra Israel, para que le hiciera la guerra?

26 Durante trescientos años Israel ha habitado en Jesbón y Aroer y en todas las ciudades del territorio de Arnón. ¿Por qué nunca antes han reclamado esa tierra?

27 De modo que yo no he pecado contra ti, pero tú sí haces mal al querer pelear contra mí. Que el Señor, que es el Juez, juzgue entre los israelitas y los amonitas.»

28 Pero como el rey de los amonitas no quiso entender las razones de Jefté,

29 el espíritu del Señor vino sobre Jefté, y éste recorrió Galaad y Manasés y Mispá de Galaad, para luchar contra los amonitas.

30 Allí Jefté hizo un juramento al Señor, y le dijo:

«Si me das la victoria sobre los amonitas,

31 cuando yo regrese de la batalla te ofreceré en holocausto a quien primero salga a recibirme.»

32 Luego, Jefté avanzó contra los amonitas y peleó contra ellos, y con la ayuda del Señor los venció:

33 los destruyó por completo, y conquistó Aroer hasta Minit, y sus veinte ciudades, hasta los llanos de las viñas. Así fue como los israelitas sometieron a los amonitas.

34 Cuando Jefté volvió a su casa en Mispá, su hija salió a recibirlo con panderos y danzas. Jefté no tenía más hijos, sino que ella era su única hija,

35 así que al momento de verla rasgó sus vestiduras y rompió en llanto:

«¡Ay, hija mía! ¡Qué desgracia la mía! ¡Y tú eres la causa de mi dolor, por la promesa que le hice al Señor! ¡Y no me puedo retractar!»

36 Pero ella le respondió:

«Padre mío, si le has dado tu palabra al Señor, cumple tu promesa, pues él te usó para vengarte de tus enemigos, los amonitas.»

37 Y le hizo una petición a su padre:

«Concédeme dos meses para ir por los montes, con mis amigas. Déjame llorar por mi virginidad.»

38 Y Jefté le concedió los dos meses, y la dejó ir. Entonces ella salió con sus compañeras, y recorrieron los montes lamentando que moriría virgen.

39 Pasados los dos meses, ella volvió con su padre para que éste cumpliera su promesa al Señor. Ella nunca tuvo relaciones con un hombre.

40 A partir de entonces fue costumbre en Israel que, cada año, todas las doncellas de Israel lloraran durante cuatro días por la hija de Jefté el galaadita.

Jueces 12

1 Tiempo después, los efrainitas se reunieron para dirigirse al norte y hablar con Jefté. Y le reclamaron:

«¿Por qué fuiste solo a pelear contra los amonitas? ¿Por qué no nos llamaste para que fuéramos contigo? ¡Ahora vamos a quemar tu casa, y a ti en ella!»

2 Jefté les respondió:

«Mi pueblo y yo teníamos un gran pleito con los amonitas. Cuando yo los llamé, ustedes no salieron en mi defensa.

3 Como vi que ustedes no venían en mi ayuda, me arriesgué y luché contra ellos, y el Señor me los entregó. ¿Por qué, entonces, vienen ahora a querer pelear conmigo?»

4 Luego, Jefté reunió a los guerreros de Galaad, y peleó contra los efrainitas, y los derrotó, pues habían dicho: «Ustedes los galaaditas, que viven entre Efraín y Manasés, se apartaron de la familia de Efraín.»

5 Y así, los galaaditas se apropiaron de los vados del Jordán que habían sido de la familia de Efraín. Y cuando los efrainitas que huían querían cruzar el vado, los de Galaad les preguntaban:

«¿Eres efrateo?»

Si respondían que no,

6 les pedían que dijeran «Shibolet». Y si el fugitivo decía «Sibolet», porque no podía pronunciar esa palabra correctamente, le echaban mano y lo degollaban junto a los vados del Jordán. Así murieron cuarenta y dos mil efrainitas.

7 Y Jefté el galaadita fue caudillo de Israel durante seis años. Cuando murió, fue sepultado en una de las ciudades de Galaad.

Ibzán, Elón y Abdón, jueces de Israel

8 Después de Jefté, el caudillo de Israel fue Ibzán de Belén,

9 que tuvo treinta hijos y treinta hijas, y a todos los casó con gente que no era de su pueblo. Ibzán gobernó a Israel durante siete años,

10 y cuando murió fue sepultado en Belén.

11 Después de Ibzán, el caudillo de Israel fue Elón el zabulonita, que gobernó a Israel durante diez años.

12 Cuando murió Elón, fue sepultado en Ayalón, en la tierra de Zabulón.

13 Después de Elón, el caudillo de Israel fue Abdón hijo de Hilel, el piratonita,

14 que tuvo cuarenta hijos y treinta nietos, y cada uno de ellos montaba su propio asno. Abdón gobernó a Israel durante ocho años,

15 y cuando murió fue sepultado en Piratón, en el monte de Amalec, que es la tierra de Efraín.

Jueces 13

Nacimiento de Sansón

1 Los israelitas volvieron a hacer lo malo a los ojos del Señor, y durante cuarenta años el Señor los entregó al poder de los filisteos.

2 En Sorá, poblado de la tribu de Dan, había un hombre llamado Manoa, que no tenía hijos porque su mujer era estéril.

3 Cierto día, un ángel del Señor se le apareció a su mujer y le dijo:

«Es un hecho que eres estéril, y que nunca has tenido hijos. Pero vas a quedar embarazada y darás a luz un hijo.

4 Sólo que tú no debes beber vino ni sidra, ni comer nada que sea impuro.

5 Al hijo que vas a concebir y dar a luz no debes cortarle nunca el cabello, porque desde antes de nacer el niño estará consagrado a Dios como nazareo,y él comenzará a salvar a Israel del poder de los filisteos.»

6 La mujer fue y le contó a su marido lo sucedido. Le dijo:

«Un varón de Dios vino a hablar conmigo. Su aspecto era tan impresionante y temible que parecía un ángel de Dios. Yo no le pregunté quién era, ni de dónde venía, ni tampoco él me reveló su nombre.

7 Lo que sí me dijo, fue: “Vas a quedar embarazada y darás a luz un hijo. Así que tú no debes beber vino ni sidra, ni comer nada que sea impuro, porque desde antes de nacer, y hasta que muera, este niño estará consagrado a Dios como nazareo.”»

8 Manoa oró entonces al Señor, y dijo:

«Mi Señor, yo te ruego que venga otra vez ese varón que enviaste, para que nos diga qué es lo que debemos hacer con el niño que va a nacer.»

9 Dios escuchó los ruegos de Manoa, y su ángel volvió a ver a la esposa de Manoa mientras ésta se hallaba en el campo. Manoa no estaba con ella.

10 Entonces la esposa corrió a decirle a su marido:

«¡Ven, que se me ha aparecido otra vez el varón que me habló el otro día!»

11 Manoa se levantó y siguió a su mujer, y le preguntó al varón:

«¿Eres tú quien habló con mi esposa?»

Y el varón respondió:

«Sí, yo soy.»

12 Entonces Manoa dijo:

«Cuando se cumpla tu promesa a mi esposa, ¿cómo debemos educar al niño, y qué tenemos que hacer con él?»

13 Y el ángel del Señor le respondió:

«Tu esposa debe abstenerse de todo lo que yo le dije.

14 No tomará nada que provenga de la vid; no beberá vino ni sidra, ni comerá nada que sea impuro. Debe abstenerse de todo lo que le ordené.»

15 Manoa le dijo al ángel del Señor:

«Por favor, permítenos detenerte un poco. Queremos prepararte un cabrito.»

16 Pero el ángel del Señor respondió:

«Aun cuando me quedara, no comeré nada de lo que me ofrezcas. Si quieres ofrecer un holocausto, ofrécelo al Señor.»

Como Manoa no sabía que estaba ante el ángel del Señor,

17 le preguntó:

«¿Cómo te llamas? Así podremos honrarte cuando se cumpla tu promesa.»

18 Pero el ángel del Señor respondió:

«¿Por qué me preguntas cómo me llamo? ¿No sabes que mi nombre es inefable?»

19 Entonces Manoa tomó un cabrito y una ofrenda, y los ofreció al Señor sobre una peña; el ángel, por su parte, realizó un milagro frente a Manoa y su mujer.

20 Y sucedió que, al elevarse al cielo la llama que ardía sobre el altar, el ángel se elevó junto con la llama. Entonces ellos se postraron en tierra,

21 y el ángel del Señor no se les volvió a aparecer.

Cuando Manoa se dio cuenta de que era el ángel del Señor,

22 le dijo a su mujer:

«Seguramente vamos a morir, porque hemos visto a Dios.»

23 Pero su mujer le respondió:

«Si el Señor quisiera matarnos, no hubiera aceptado el holocausto ni la ofrenda, ni nos hubiera mostrado todo esto, y tampoco nos hubiera anunciado esto.»

24 Y la esposa de Manoa tuvo un hijo, y le puso por nombre Sansón. Y el niño crecía, y el Señor lo bendecía.

25 Y fue en los campamentos de Dan, entre Sorá y Estaol, donde el espíritu del Señor comenzó a manifestarse en él.